septiembre 30, 2011

La sanidad interior del creyente

“He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad” (Jeremías 33:6). La memoria es la potencia del alma, por medio de la cual retenemos y reconocemos los eventos pasados con plena  conciencia. La memoria se encuentra en el óvolo frontal del cerebro o en alguna parte de la mente, por encima y más allá de la red cerebral y las informaciones que recibe el cerebro departe de los cinco sentidos.  La memoria se compone de recuerdos de cosas, de sucesos que nos han ocurrido y marcado en el transcurso de nuestra vida.  (Las marcas de la niñez; los pecados generacionales; y el ocultismo etc.). Para llegar a nuestro destino, es necesario limpiar el camino. Hay muchos obstáculos pero si hacemos lo correcto, llegaremos a la meta. El destino (propósito) es la razón por la que hemos sido creados por Dios. ¿Qué cosas han ocurrido en tu vida que te han marcado hasta el día de hoy? ¿Qué escuchaste? Que te llevó a crecer frustrado y destrozado por dentro. ¿Qué viste? ¿Cómo te criaron tus padres? Dios quiere curar tus heridas y traumas psicológicos y emocionales. “El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias” (Salmos 103:3). Los ríos de Dios están fluyendo y si tú entra en sus aguas, Dios sanará tu cuerpo, alma y espíritu. “Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río” (Ezequiel 47:9).  Jesús vino para curar nuestras heridas, el profeta Isaías dice: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). Pero para ser sano tenemos que remover los escombros del pasado. Tenemos que remover el resentimiento, el miedo, y todos nuestros temores al fracaso, a la oscuridad, a la enfermedad y a la muerte. “El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Salmos 147:3). Tenemos que remover de nuestras vidas todas aquellas causas posibles de enfermedad como es el odio, los rencores, las raíces de amargura, y las discordias. “Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sión, de la que nadie se acuerda” (Jeremías 30:17). No acepte las críticas destructivas, echa fuera de tu corazón la culpa, y la ira reprimida. Arroja de tu vida todas aquellas cosas que han venido producto del rechazo que ha experimentado. El rechazo es una de las causas principales de los traumas, y de una baja autoestima. Dios te llama a  perdonar, porque quiere liberarte de la depresión, de la soledad, y del  abandono. Sí tu vida esta en esta condición a causa de abusos físicos, o verbal Dios promete sanarte. Hay personas que han sido víctima de violación, y que todavía no han sanadas. Otras han sufridos maltratos físicos, psicológicos y emocionales, y estas experiencias les han generados serias perturbaciones emocionales, inestabilidad, indecisiones, inseguridad, y temores. José sufrió a causa de la envidia de sus hermanos. Fue echado en una cisterna y más tarde vendido como esclavo. Fue víctima de a coso sexual en la casa de Potifar, y tubo que sufrir una prisión injusta a causa de esto. José se enfrentó al dolor, pero al perdonar a sus hermanos Dios lo sanó de su dolor. “Y se apartó José de ellos, y lloró; después volvió a ellos, y les habló, y tomó de entre ellos a Simeón, y lo aprisionó a vista de ellos” (Génesis 42:24). Remueve los escombros, esos que te ha herido, y marcado, y tráelos al artar de Dios. Jesús quiere sanar tus memorias, y recuerdos, Él quiere restaurarte en lo espiritual, psicológico  y emocional.  Un cristiano sano, es un cristiano que estudia las Escrituras, ora y adora a Dios con alegría; al hacerlo obtiene de Dios la autoridad, y el poder para vencer en sus luchas diarias. Mientras más sano tu este, mayor será tu  bendición, y  mayor será la unción del Espíritu de Dios sobre ti. Reconoce que necesitas sanidad y confiesa tus pecados. Reconoce tu falta de perdón hacia aquellos que te han dañado y herido. Humíllate y arrepiéntete delante de Dios por haber guardado todo ese pasado oscuro y tenebroso en tu corazón. Desecha todo resentimiento, rencor, odio y amargura. Este es un nuevo día, y una nueva oportunidad. Comprométete con Dios a perdonar a cada uno de los que te han ofendido. Expresa tu perdón en forma verbal a cada una de esas personas, especifica las razones por las cuales las tiene que perdonar. Ha un recorrido por tu vida y enumera todas y cada una de las situaciones en las cuales tu experimentaste dolor, sufrimiento, y rechazo; ponla en las manos de Cristo. ¡Amén!
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septiembre 29, 2011

Conforme al corazón de Dios

“Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana” (Marcos 3:5). Para los fariseos la religión consistía en obedecer ciertas reglas y normas. Era llevar a cabo todos los actos externos que se consideran religiosos, esto lo convertía en ciegos y sordos ante las necesidades de los demás. Para Jesús la religión era servir, era amar a Dios y a las personas. Lo más importante no era observar o realizar un ritual, sino suplir las necesidades de las personas y responder a su clamor. El hombre perfecto no es aquel que intenta perfeccionarse a sí mismo, a través de numerosos rituales; sino aquel que busca a Dios siguiendo sus huellas y obedece tanto en sentido individual, o como parte del pueblo de Dios, y esto implica aprender a ser virtuoso. Realizarse, es hacer la voluntad de Dios como individuo y como parte de la comunidad cristiana. Abraham debía aprender y enseñar a sus hijos a tener confianza en Dios y a servirle con fidelidad. “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él” (Génesis 18:19). Hay una virtud básica que debe ser practicada como condición para permanecer fiel a Dios y al pacto (Éxodo 19:5-8). El vicio fundamental de los seres humanos es seguir a los dioses falsos (Deuteronomio 4:35; 6:14). Muchas veces nos olvidamos que apartarse del Señor para adorar a un falso dios es ser desleal al pacto que Dios a establecido con nosotros (Éxodo 32:8). Para seguir la voluntad de Dios, y el orden divino de las cosas, debemos obrar con docilidad y fidelidad de corazón. Es en el corazón que la virtud y el vicio tienen sus raíces. Dios ha dado al hombre “un corazón para pensar y decidir”. El hombre debe sincronizar su corazón con el corazón de Dios. David disfrutó del favor de Dios a pesar de sus errores porque su corazón era conforme al corazón de Dios. Según el Salmista, el hombre virtuoso conoce la ley de Dios y se complace en ella. “La dureza de corazón” es una expresión corriente en el Antiguo Testamento para indicar la oposición del hombre a los planes de Dios. Faraón endureció su corazón para no dejar salir a los israelitas de la tierra de Egipto. Jeremías llama a Israel, una nación totalmente dura de corazón, negativa, infiel y desobediente a la voluntad de Dios. Cristo enseña que Dios debe ocupar el centro de nuestra vida. El corazón del creyente debe ser quebrantado y estar completamente limpio para que Dios habite en el. La fe como virtud básica debe y tiene que estar enraizada en nuestros corazones. El corazón es la sede de las virtudes o de los vicios. El corazón que permanece bajo la influencia o control del Espíritu de Cristo es la fuente de donde brota la virtud. En el Antiguo Testamento el Espíritu de Dios creó y dio vida, el Espíritu dio poder especial a las personas, particularmente a los profetas pero no residía en sus corazones. Sin embargo en esta época Dios ha derramado una efusión especial del Espíritu, a partir del cual se produce una renovación interior en el creyente. El Espíritu Santo actúa como un ente renovador, nuestra vida interior se renueva por su poder. Esta es una renovación que trae como resultado un gozo y alegría sobrenatural. Pablo era consciente de la importancia central del “corazón” y de la fe. Él une el corazón y la fe como base esencial para la salvación. Pablo dice que la dureza de corazón de los gentiles es la razón por la que ellos son ignorantes y se encuentran apartados de Dios. Para él, el corazón del hombre es central; Dios mandó al Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, por el cual clamamos ¡Abba, padre! Aquí hay una relación íntima entre la acción de Cristo y la acción del Espíritu. A partir de esta filiación divina recibimos el derecho a la herencia y la oportunidad de recibir las bendiciones prometidas por Dios y, por implicación, el derecho a todas las virtudes necesarias para obtener esta herencia. La Biblia es una fuente inagotable de sabiduría. Es una fuente de sabiduría que garantiza el éxito del que la estudia con fe y amor; conducirse como Dios quiere nos permitirá tener éxito en el este mundo y en el venidero. ¡Amén!

septiembre 28, 2011

La prudencia del creyente

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“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes…” (Mateo 25:1-2). La prudencia es como un hábito práctico de contención y actuación precisa. Platón la define como sabiduría práctica, y Aristóteles como el “hábito práctico verdadero, acompañado de razón”. No le toca a la prudencia determinar teórica, abstracta o intelectualmente el fin, sino tan sólo los medios prácticos y concretos conducentes al fin. En esto estaría de acuerdo Kant, el cual, en su Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, habla de la prudencia como de una habilidad en la elección de medios para alcanzar el máximo bienestar y la propia felicidad. La prudencia no tiene el carácter de un precepto categórico o absoluto, sino el de un precepto hipotético (supuesto), esto es, condicionado.  La prudencia aparece, como faro y luz de la conducta circunspecta (comportamiento prudente, seriedad), como el ojo del alma pero su fuerza visual no viene meramente de ser una virtud intelectual, sino de la salud interior del hombre. El mero saber moral no convierte a la persona en prudente; los buenos no son los que saben, por el mero hecho de saber, pues muchas veces sabemos lo que es mejor y lo aprobamos, pero seguimos decididamente lo peor. Como dijera en sus Máximas Morales el Duque de la Rochefoucauld, “el mérito de un ser humano no debe juzgarse por sus buenas cualidades, sino por el uso que hace de ellas”. Claro está que la prudencia por su condición de habilidad práctica no ha de ser ciega intelectualmente; la prudencia es razón práctica, pero al fin y al cabo también ejercicio de la razón, pues sin ella no habría virtud. "Y David se conducía prudentemente en todos sus asuntos, y Jehová estaba con él" (I Samuel 18:14). La razón práctica perfeccionada por la virtud de la prudencia, es el principio genérico, en donde se habrán de insertar luego, los actos concretos de la conciencia. Virtuoso es, el prudente que al obrar piensa en las consecuencias posibles de sus acciones, el que prevé las dificultades que podrían venir debido a sus actos. La prudencia es incorporada a la vida como una exhortación para que vivamos con una actitud serena, a fin de que, por medio de ella, nos comportemos correctamente y con una probada responsabilidad. Ese es el sentido que le da la Biblia cuando nos recomienda pensar que tenemos que morir, a fin de que vivamos nuestros días en la tierra con una profunda prudencia. Un ejemplo de esta actitud, lo encontramos en la parábola de las vírgenes prudentes, donde la vida práctica se orienta hacia el cuidado de la salvación del alma, como corresponde a los santos. También la excesiva prudencia puede volverse finalmente contra sí, resultando imprudente y negando lo que afirma. El excesivamente prudente se pasa de listo y se hace extraño a la vida. La prudencia excesiva no es más que la manifestación de miedo, y muchas sabias y sensatas razones se reducen a formas varias de una misma esclerosis vital. Cuando Cristo dice: “Sed prudentes como serpientes”, se reconoce el derecho de la prudencia, aunque inmediatamente el consejo es completado, añadiendo: “Y sencillos como palomas”, con lo que se limita la prudencia y se le preserva del peligro de degenerar en astucia. ¡Amén!

septiembre 27, 2011

El poder de la Palabra

El Cristianismo empezó entre los judíos; y, por tanto, era inevitable que se expresara en las categorías de pensamiento que eran característicamente judías. Pero, aunque su cuna fue el judaísmo, muy pronto salió al mundo. Treinta años después, ya había viajado por toda Asia Menor, Grecia y había llegado a Roma. La categoría en la que los judíos cristianos concebían y presentaban a Jesús no tenía ningún sentido para los griegos. ¿Cómo debía presentarse el Evangelio al mundo griego? El progreso y la difusión de cualquier idea dependen, no sólo de su fuerza y vitalidad, sino de la predisposición que haya para recibirla. La tarea de la iglesia Cristiana era crear en el mundo griego la predisposición para que ellos recibieran el Evangelio. ¿Tendría un griego que estuviera interesado en el Cristianismo que asumir las ideas mesiánicas y la manera de pensar de los judíos, o podría encontrarse un nuevo enfoque que le hablara a la mente y al corazón desde su mismo trasfondo? El problema era cómo presentar el Evangelio de una manera que hiciera posible que los griegos pudieran entenderlo. Repentinamente, todo se esclareció; en el pensamiento griego y en el judío existía el concepto de la Palabra. Para el judío, una palabra era mucho más que un mero sonido; era algo que tenía una existencia independiente y que de hecho producía resultados. Para el hebreo, la palabra era algo aterradoramente vivo... Era una unidad de energía cargada de poder. Volaba como una bala hacia su blanco. El Antiguo Testamento está lleno de esa idea general del poder de las palabras. Cuando Isaac pronunció la bendición del primogénito sobre Jacob, aun cuando fue con engaño, ya no se podía hacer nada para recuperarla y bendecir a Esau (Génesis 27). La palabra había salido, y había empezado a actuar, y nada la podía detener. En particular vemos la Palabra de Dios en acción en la historia de la Creación. En cada etapa de ella leemos: “Y Dios dijo...” (Génesis 1:3, 6, 11). La Palabra de Dios es Su poder creador. Una y otra vez encontramos esta idea de la Palabra de Dios, creadora, activa y dinámica. “Por la Palabra del Señor fueron hechos los cielos” (Salmo 33:6). “Envió Su Palabra, y los sanó” (Salmo 107:20). “Él envía Su Palabra a la tierra; velozmente corre Su Palabra” (Salmo 147:15). “Así será Mi Palabra que sale de Mi boca; no volverá a Mí vacía, sino que hará lo que Yo quiero, y será prosperada para aquello para lo que la envié” (Isaías 55:11). ¿No es Mi Palabra como fuego, dice el Señor, y como un martillo que quebranta la piedra? (Jeremías 23:29).  Por todo el Antiguo Testamento está; esta idea de la Palabra poderosa, y creadora. Si las palabras humanas tienen una especie de actividad dinámica; ¡cuánto más la Palabra de Dios! Durante los cien años o más ante de la venida de Jesús, el idioma hebreo dejó de ser una lengua viva. El Antiguo Testamento estaba escrito en hebreo, pero los judíos ya no lo conocían. Los estudiosos sí lo entendían; pero la gente común hablaba el arameo, una lengua emparentada con el hebreo. En aquellas circunstancias los estudiosos tenían que traducir las Escrituras al arameo que era la lengua que la gente entendía. En la sinagoga se leían las Escrituras en el original hebreo, pero con su respectiva traducción al arameo. Los hebreos sabían que Dios es trascendente y debido a ese conocimiento de la trascendencia de Dios, los traductores tenían mucho miedo de atribuirle pensamientos, sentimientos, o acciones humanas. Se esforzaban para no caer en antropomorfismos al hablar de Dios. El Ant. Test. habla corrientemente de Dios usando figuras; y siempre que los traductores se encontraban con antropomorfismo o antropopatismo sustituían el nombre de Dios por la Palabra de Dios. Moisés sacó del campamento al pueblo para encontrarse con Dios (Éxodo 19:7) El traductor pensó que esa era una manera demasiado humana de hablar de Dios, así es que puso que Moisés sacó al pueblo del campamento para encontrarse con la Palabra de Dios. Dios es fuego consumidor (Deuteronomio 9:6); pero ellos tradujeron que la Palabra de Dios es fuego consumidor. Mi mano puso el cimiento de la tierra, y Mi diestra desplegó los cielos (Isaías 48:13) Ellos dicen: Por Mi Palabra he fundado la tierra, y por Mi fuerza he colgado los cielos. Hasta un pasaje tan maravilloso como Deuteronomio 33:27, que habla de «los brazos eternos» de Dios, fue traducido como: El eterno Dios es, tu refugio, y por Su Palabra fue creado el mundo. Está claro que no es más que una simple perífrasis del nombre de Dios, pero el hecho es que la Palabra de Dios  se convirtió en una de las expresiones más corrientes de los judíos. El vocablo griego para palabra es logos; pero logos no sólo quiere decir palabra; sino también razón. Para Juan, y para todos los grandes pensadores que usaban esta idea, estos dos significados estaban íntimamente entrelazados. Siempre que usaban la palabra Logos, tenían en mente las dos ideas: la Palabra de Dios y la Razón de Dios. Los judíos tenían un género literario que se llama literatura sapiencial, o de la sabiduría, que contenía los escritos de los sabios de Israel. No son por lo general especulativos ni filosóficos, sino de sabiduría práctica para la vida y los quehaceres cotidianos. El gran ejemplo de la literatura sapiencial en el Antiguo Testamento es el Libro de los Proverbios, en el cual hay ciertos pasajes que le atribuyen un misterioso y eterno poder vivificador a la sabiduría (Sojia). En esos pasajes, la sabiduría aparece, como si dijéramos, personificada, y se concibe como el Agente eterno y colaborador de Dios. La sabiduría es el agente de Dios en la iluminación y en la creación; la sabiduría y la razón son la misma cosa. La Palabra es la luz de los hombres, y la sabiduría es la vida de los hombres. Las dos ideas se amalgaman entre sí rápidamente ahora. La sabiduría tenía esa existencia eterna, esa función iluminadora, ese poder creador que Juan atribuía a la Palabra, el Logos, con el que identificaba a Jesucristo. El desarrollo de la idea de la sabiduría no se detuvo allí. Entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos se siguió produciendo esta clase de literatura sapiencial. Contenía tanta sabiduría concentrada y extraía tanto de la experiencia de los sabios, que era una inapreciable guía para la vida. ¡Amén!
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septiembre 26, 2011

La carga de un apóstol

“Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros” (2 Corintios 1:12). La función primaria de los apóstoles era la de testificar de Cristo, y su testimonio estaba basado en años de conocimiento íntimo, experiencias adquiridas duramente, e intensa preparación. El haber sido testigos de la resurrección de Cristo los convirtió en testigos eficaces de su persona, y él mismo los comisiona para que sean sus testigos en todo el mundo. Resulta evidente que el requisito esencial de un apóstol es el llamamiento divino, la comisión dada por Cristo. Pablo insiste que fue comisionado directamente por Cristo. De ningún modo deriva su autoridad de los otros apóstoles; como Matías, Pablo fue aceptado por ellos, pero no fue nombrado por ellos. El cristiano no tiene designios siniestros o egoístas, como algunos insinúan. Un ministro de la gracia es el que depende del poder de Dios para ser eficaz en su ministerio. Pablo le dice a los corintios que tanto él, como sus colaboradores eran personas de una probada integridad. Sus ministerios y sus personas deberían ser para ellos motivos de gloria. Los corintios estaban poniendo en duda su credibilidad apostólica. Pablo se defiende apelando a Cristo porque el Señor era quién dirigía sus pasos. Cuando somos dirigidos por Cristo podemos estar tranquilos, a pesar, de las acusaciones de nuestros adversarios. Nuestras decisiones son tomadas a la luz (bajo la iluminación) del Espíritu. Esto no lo pueden entender los hombres carnales y deshonestos. “Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo” (2 Corintios 2:17). Pablo sentía esta enorme carga de responsabilidad, se negaba a adulterar la palabra de Dios para obtener a través de ella alguna ganancia personal. Por el contrario, hablaba con sinceridad, consciente de su responsabilidad ante Dios. Si reconocemos que Dios nos hace competentes y útiles, podemos vencer nuestros sentimientos e insuficiencias. Servirle a Él, sin embargo, requiere que tengamos en mente lo que Él puede hacer por medio nuestro, y no lo que podemos hacer por nosotros mismos. El evangelio tiene que ser predicado tal como es, sin concesiones ni fines egoístas. “No hablo como quien manda, sino para poner a prueba, por medio de la diligencia de otros, también la sinceridad del amor vuestro” (2 Corintios 8:8). Paradójicamente, el camino de la cruz es la marcha triunfal de los que estamos participando del poder de la resurrección. Por eso estamos vivos y alegres, enriquecemos a todos con nuestra pobreza, lo poseemos todo en nuestra necesidad, tenemos un corazón ancho y dilatado donde caben todos y todas porque Dios ha derramado su amor en nuestros corazones por el Espíritu que nos fue dado. “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4:12). En su capacidad de líder espiritual, Timoteo tenía que enfrentarse a los falsos maestros, y enseñar la sana doctrina. Su conducta no debía dar lugar a crítica alguna, sino suscitar el respeto del pueblo y ser su ejemplo. Seamos sinceros, puros y honestos en todo. ¡Amén!


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septiembre 24, 2011

La verdad como objeto del conocimiento

La verdad es el objeto de la mente (del conocimiento), así como la belleza es el objeto de nuestros sentimientos, y el bien es el objeto de la voluntad. La verdad puede ser de tres clases: 1.- La verdad ontológica; es la realidad cognoscible de cada ser. Jesús se presenta a sí mismo como el ser verdadero. “Jesús le dijo: Yo soy… la verdad…” (Juan 14:6). Jesús es la verdad, él vino a revelarnos al Dios verdadero frente a una mente capaz de captarlo. Él es la verdad acerca de Dios y de la vida sobrenatural. “…Porque ellos mismos cuentan de…cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”. (1Tesalonisenses 1:8-10). 2.- La verdad lógica es la relación correcta de la mente con la realidad de un ser determinado. “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). La aplicación diaria de la Palabra de Dios tiene un efecto purificador sobre nuestros corazones. Las Escrituras señalan el pecado, y nos mueven a confesarlo. La verdad revelada es el medio utilizado por el Espíritu Santo para santificar y libertar al creyente. “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). La verdad lógica es lo contrario de la ignorancia y del error, no así de la mentira. La mentira y la falsedad son distintas a la ignorancia y al error. 3.- La verdad ética; es la práctica de la verdad, y puede ser de dos clases: (a) la primera es la verdad expresada (veracidad). “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:6-7). Si no hay verdad en tu boca, no habrá credibilidad en tus palabras. La repuesta del otro a la veracidad de tus palabras, es la credibilidad. La veracidad es una prueba de nuestra comunión con Dios. Caminar en la luz es vivir responsablemente. (b) la segunda accesión de la verdad ética, es la verdad vivida (fidelidad). “Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad,” (Efesios 6:14). Pablo no solamente nos advierte de la existencia de una estructura bien definida en las esferas invisibles, sino que nos insta también a tomar toda la armadura de Dios para que mantengamos una “posición de combate” contra esta estructura satánica. Todo el cuerpo necesita armarse; debemos ser veraces, fieles y consecuentes, esto es, firmes -conscientes de lo que hemos dicho y pensado-. No podemos concebir la verdad como filosofía, la filosofía se interesa en desvelar lo oculto. La verdad es seguridad, cuando conocemos, expresamos y vivimos la verdad, es cuando pisamos en terreno firme, en la roca, no en la arena. Dios es la verdad y la realidad infinita; él tiene un conocimiento perfecto, y es infinitamente santo para vivir y expresar siempre la verdad. Dios no puede ignorar nada, ni equivocarse, ni engañar ni mentir. “De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado” (Romanos 3:4). Dios es fiel en cumplir sus promesas; en él no hay falsedad. “Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad, en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos, y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro Salvador” (Tito 1:1-3). El fundamento de nuestra fe es confiar en la persona de Dios. Él es la verdad y la fuente de toda verdad, Dios no puede mentir. “Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros” (Hebreos 6:17-18). Estas “dos cosas inmutables” son la naturaleza de Dios y sus promesas. ¡Amén!

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septiembre 23, 2011

Elegidos por Dios

Así como en Israel la experiencia de salvación se fundamentaba en la fe y en la revelación, así también en la Iglesia –integrada por judíos y gentiles- su salvación se fundamenta en su elección y en su experiencia con Cristo. Pablo describe en 1 Corintios 1:26-31 el acto soberano de elección divina del creyente. Dios “escogió a lo necio y a los débiles del mundo... para avergonzar a los sabios y a los fuertes”. Esta elección se realizó en Cristo Jesús que es la sabiduría, la justicia, la santidad y la redención dadas por Dios. Santiago resalta la elección de los pobres, en el contexto de una crítica severa en contra de las preferencias que a menudo tenemos por los ricos.  “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (Santiago 2:5). En los escritos de Lucas, importantes enunciados teológicos se asocian con el vocablo griego eklegomai. Al hablar de la elección de los patriarcas se reconoces la importancia del pueblo de Israel en la historia de la salvación. Ahora bien Jesucristo es el elegido de Dios, en quien se cumplen las promesas del Antiguo Testamento. Él es el Mesías, el Siervo sufriente, y el Profeta semejante a Moisés. Entre sus discípulos Jesús escogió a Doce, los cuales son los apóstoles elegidos por él “por medio del Espíritu Santo”, los testigos primarios para la dispensación de la Iglesia. El evangelio de Juan acentúa también la elección, no excluye la traición de Judas, prevista por Jesús y que estaba en consonancia con el decreto y el predeterminado consejo de Dios. “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:16). De la elección nace la obligación de producir frutos. Lo peculiar de la fe cristiana en la elección aparece en el himno de alabanza de Efesios 1:3-14; y se relaciona con la redención en Cristo. La elección tiene que reflejarse en una vida “santa” que se ajuste a la realidad del llamado de Dios. Mateo alude a la prueba a que serán sometidos los creyentes, en la parábola del banquete de bodas (Mateo 22:1-14), con la advertencia escatológica de que no se puede uno presentar sin estar vestido de bodas. En esta parábola Cristo dice “porque muchos son llamados, pero pocos los escogidos” se rechaza así el malentendido de algunos teólogos y de los sectarios. Los elegidos son aquellos que acuden al llamado y aceptan la invitación, transmitida por Jesucristo y viven una vida de fe. En Lucas el adjetivo griego ekletos aparece como designación escatológica de los creyentes en la aplicación de la parábola del juez y la viuda. La promesa de que Dios hará pronto justicia, es decir, pronto tendrá lugar la intervención histórica y salvífica de Dios a favor de sus elegidos. Esto podría guardar una relación con la invitación original de la parábola.  Los elegidos no deben temer a las acusaciones, ni a la condenación, es más en último término, los elegidos no deben temer a nada, porque el amor de Dios se ha hecho manifiesto en Jesucristo y este es su intercesor en los cielos. El fundamento cristológico de la fe paulina en la elección debe verse en la expresión “elegidos en el Señor” (Romanos 16:13). La nueva situación escatológica de quienes han muerto y resucitado con Cristo, se presupone en esta extraordinaria exhortación. “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:12). Aquí Pablo nos exhorta a vivir como el pueblo elegido, santo y amado de Dios. La fe en la elección, es una idea que es recogida con muchas reservas por la comunidad cristiana primitiva. Esta idea solo aparece en contexto escatológico. “Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas” (1 Pedro 1:1-2). Debemos atribuir nuestra salvación al amor electivo de Dios el Padre, a la redención de Dios el Hijo y a la santificación de Dios el Espíritu Santo; y, así, dar gloria al Dios único en tres Personas en cuyo nombre hemos sido bautizados. ¡Amén!
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septiembre 21, 2011

El hombre sin Dios

“...pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19). En el campo del espíritu, las consecuencias del pecado de Adán fueron abrumadoras e instantáneas. Cuando su espíritu murió, la comunicación con Dios se interrumpió. John Stott dice: “esta es la más espantosa de todas las consecuencias del pecado”. El destino del hombre era conocer a Dios y tener una relación personal con él. El hombre fue hecho a la imagen y semejanza de Dios y por lo tanto tiene la posibilidad de conocerle. Dios, cuyo propósito inicial fue que le conociéramos, y a quien deberíamos conocer, es un Ser moral, él es absolutamente santo y nosotros a causa de la caída somos pecadores. Nuestros pecados no nos permiten ver a Dios. El pecado sumerge al hombre en un estado del cual no le es posible salir ni encontrar el camino de regreso a Dios. “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles” (Romanos 3:10-12). Para poder salir de un estado como este, es necesario que Dios mismo, nos salve y eso es lo que Dios ha hecho salvarnos, a través de Jesús y del poder transformador del Espíritu Santo. La muerte del espíritu del hombre ha afectado su naturaleza moral profunda y permanentemente y ha afectado su intelecto “no hay quien entienda”. Los seres humanos tienen un entendimiento natural. Las Escrituras no niega este hecho, si no que lo afirma. Lo que sí niegan las Escrituras es que podamos alcanzar un entendimiento de las cosas espirituales sin la iluminación del Espíritu de Dios. Por el Espíritu somos capacitados para conocer y entender a Dios. “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14). El pecado no solo afectó nuestro espíritu y nuestro entendimiento, sino que también afectó nuestra voluntad “no hay quien busque a Dios”. En lugar de venir a Dios, lo que hacemos es escondernos de Dios a causa del pecado y por temor a su justicia divina, claro. El hombre en su estado pecaminoso es incapaz de entender los caminos de Dios porque estos sólo son discernibles con la ayuda del Espíritu Santo. Si queremos caminar por los caminos de Dios, tenemos que dejarnos guiar por el Espíritu y tener plena conciencia de la santidad de Dios. Las multitudes están buscando un dios, pero ellos quieren un dios construido por ellos, no al Dios de la Biblia. Creen que así podrán llenar el vacío espiritual de sus vidas. Pero lo que estas multitudes no hacen es buscar al verdadero Dios, al Dios que se nos revela en las Escrituras y en la persona de Cristo. Porque este Dios, es santo, justo y es muy exigente y eso no le gusta. La función del espíritu es la de recibir las señales enviadas por Dios. El espíritu, es el que capta las señales enviada por Dios. Cuando pecamos esta vía de comunicación se interrumpe y no podemos recibir bien las señales, y si no podemos recibir las señales, nuestra vida espiritual se marchita y finalmente muere. El pecado hace que el hombre se esconda, se nos dice, que tanto Adán como Eva se escondieron, tratando de evitar un encuentro directo con Dios. Si está evitando tener un encuentro personal con Dios, debe revisar tu vida y renunciar a todos los que es opuesto a Dios. No culpe al pastor ni a los líderes de la Iglesia de tu decadencia espiritual, ellos no son los culpables. El problema es que tu espíritu está muerto, y tu entendimiento entenebrecido. Tu vida espiritual puede ser restaurada pero es necesario renunciar al pecado, arrepentirse y humillarse delante de Dios. Cuando nos arrepentimos y humillamos, el Espíritu Santo viene y restaura nuestras vidas, renueva nuestras mentes, nos llena de paz, amor y de vida sobrenatural. La presencia del Espíritu Santo cambia las cosas y la transforma. Cuando esto sucede nuestra comunión con Dios es restaurada y volvemos a percibir las señales que se habían interrumpido, a causa del pecado. ¡Amén!



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septiembre 19, 2011

Id, y decid a aquella zorra

“Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar. Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra. Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén” (Lucas 13:31-33). El destino de Jesús no estaba determinado por los demonios ni por los poderes de este mundo. Herodes presume de poder disponer de la vida de Jesús y quiere alejarlo de su territorio. Sin embargo Herodes ignora que tanto la vida como la obra de Jesús dependen única y exclusivamente de la voluntad de Dios. Herodes era un zorro, astuto y cobarde. Jesús sabía que le esperaba  la muerte pero le hace saber a Herodes que ni él ni la misma muerte iban a detener su obra. La muerte de Jesús no sería el fin de su obra. Él continuaría su ministerio hasta el tiempo establecido por Dios. Jesús recibía órdenes de Dios, y no estaba dispuesto a limitar su misión para agradar a Herodes. “Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él” (Oseas 6:2). La salvación que le fue profetizada a Israel, sería realizada literalmente por  Jesucristo, el Hijo de Dios. La expresión hoy y mañana debe entenderse como un corto e indeterminado período de tiempo, seguido por un inminente e inevitable final. Muchos profetas encontraron una muerte violente  en Jerusalén.  “En vano he azotado a vuestros hijos; no han recibido corrección. Vuestra espada devoró a vuestros profetas como león destrozador” (Jeremías 2:30). Ser un profeta de Dios  implicaba grandes riesgos. Los profetas tenían que criticar las políticas de los reyes malvados y eso los convertías en traidores. Los reyes odiaban a los profetas por levantarse en contra de sus políticas; el pueblo los odiaba por predicar en contra de su estilo de vida, y denunciar su inmoralidad. Conforme a los antecedentes proféticos, Jerusalén era el lugar donde el Señor debía morir. Paradójicamente, no fue Herodes el responsable directo de su muerte, sino los fariseos y demás líderes. Los dirigentes de los judíos habían estado tramando durante casi dos años su muerte. Jesús no era un profeta temeroso; pese a que intuía un final trágico a manos de las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén, mantiene su decisión de continuar el camino y afrontar el destino que habían tenido que sufrir muchos de los profetas. Jerusalén, la ciudad de su muerte, será también la ciudad de su glorificación y exaltación. Hay hermanos que han abandonados sus ministerios por temor a las zorras y una repentina pérdida de confianza. Una zorra no tiene poder para impedir nuestra labor. Dios ha marcado tu destino y Satanás no puede impedir que se realice el propósito de Dios en tu vida. Si ere fiel y asume con responsabilidad tu llamamiento, Dios estará contigo para que siga predicando el Evangelio,  echando fuera demonios, y sanando a los enfermos. Quienes caminan por una senda marcada por Dios, saben también que llegarán al final del camino. Dios garantiza que llegaremos a la meta, si no nos desviamos del camino. “Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará” (Isaías 35:8). Dios no solo nos señala el camino a seguir, sino que siempre camina a nuestro lado. Reprende esa zorra que ha estado destruyendo tus cosechas e impidiendo tu bendiciones. ¡Amén!
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septiembre 18, 2011

Las malas conversaciones

“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33). Si como creyentes mantenemos una  intimidad con la sociedad que nos rodea, esta relación terminará por corromper nuestros principios y valores. Las  personas cínicas, que se jactan de su estilo de vida licenciosa, y que piensan que esta es la prueba indiscutible de su éxito; ignoran voluntariamente  que un día tendrán que rendir cuenta de sus actos. El cinismo, es la condición del hombre que se caracteriza por un franco desprecio de las normas morales. Es una persona que de manera desvergonzada hace caso omiso de las normas de la moral y de la decencia. Vulgarizan y trivializan los valores y principios morales. “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1Corintios 6:9-10). Nuestro estilo de vida no es algo relativo, si persistimos en hacer lo que hacen los perversos correremos la misma suerte que ellos. La sociedad ha desarrollado una serie de complicados argumentos para apoyar su estilo de vida libertino. Los que hacen quizá esté más allá del alcance de la ley terrenal, pero no del justo juicio de Dios. Existe el riesgo de dejarse arrastrar por las cosas del mundo. “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6:14-18). Vivimos en un ambiente hostil, todavía existen prácticas paganas que pueden corromper nuestras vidas. En nuestro diario vivir a menudo entramos en contacto con todas clases de personas, costumbres y tradiciones, esto incluye el trato con nuestros familiares, amigos, y socios que pertenecen al mundo pagano. El joven o la joven que escoge su cónyuge con las mismas orientaciones espirituales, tiene una probabilidad mucho mayor de tener un matrimonio exitoso, satisfactorio y duradero, y un estilo de vida provechoso que aquel que no lo hace. Cuando los cristianos se mezclan con el mundo, lo que surge de esa mezcla es un sincretismo religioso. No debemos comprometer nuestra fe ni nuestra integridad espiritual. Es imposible una disociación total con el mundo pero cualquier acción que cause que nos comprometamos con el mundo debe ser evitada. Olvidarnos que somos miembros del pueblo de Dios puede ser fatal. Pertenecer al pueblo de Dios significa ser santo (separado) para Dios. Isaías participó activamente en las políticas del rey Uzías. “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:5). Isaías se dio cuenta de que era impuro ante Dios, un ángel tubo que pasarle un carbón encendido por sus labios, aunque no fue el carbón lo que lo limpió, sino Dios. Debemos estar limpios, confesar nuestros pecados y someternos al control de Dios. Quizás resulte doloroso que Dios nos purifique, pero es necesario si en realidad queremos representar verdaderamente a Dios. El Señor es puro y perfectamente santo, justo y bueno. “La boca del justo producirá sabiduría; más la lengua perversa será cortada”. “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; más la lengua de los sabios es medicina”. “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos”  ¡Amén!
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septiembre 17, 2011

El poder de Su Presencia

 “Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí” (Éxodo 33:15). Moisés estaba convencido que sin la presencia de Dios en su vida, era inútil intentar cruzar el desierto. Cuando él habló con el Señor, le dijo, “...Si tu presencia no va con nosotros, no nos saque de aquí.” (Ex. 33:15). Moisés sabía que la presencia de Dios en Israel era lo que distinguía al pueblo de las otras naciones. Lo único que nos distingue de los incrédulos es que Dios “está con nosotros” – dirigiéndonos, guiándonos, haciendo su voluntad en y a través de nosotros-. “Cuando la presencia del Señor está en medios nuestros, nadie nos puede hacer daños. Pero sin Dios, somos impotentes. Hermano deja que los hombres de este mundo confíen en sus fuerzas, fortunas, soldados, y armas. ¡Nosotros confiaremos en la presencia de Dios!” Si tiene la presencia de Jesús en tu vida, experimentarás la gloria y se establecerá el orden de Dios en tu vida. Tendrás paz y vivirás  seguro porque sabe que Dios tiene todo bajo control. La presencia de Dios era tan evidente en la vida de Abrahán, que hasta los impíos reconocieron la diferencia: “...Abimelec... habló a Abrahán, diciendo: Dios está contigo en todo lo que haces.” (Gen. 21:22). Dios le prometió a Josué: “...Así como estuve con Moisés, también estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré... (Josué 1:5-6) Cuando el Espíritu de Dios está presente, somos fuertes y valientes – ¡porque ningún enemigo puede hacernos daño! El ángel le dijo a Gedeón. “...El Señor está contigo, guerrero valiente! …Ve con la fuerza que tienes, y salvarás a Israel...” (Jueces 6:12, 14) Lo que Dios les estaba diciendo era: “Gedeón, hay una presencia poderosa en ti, tan fuerte que ere capaz de salvar a Israel.” Gedeón era un cobarde – pero, Dios le llama “guerrero valiente”. Dios le dijo  a Jeremías, “...pelearán contra ti, pero no te podrán vencer, porque yo estoy contigo…” (Jer. 15:20) “No importa que el país entero se ponga y se levante contra ti. Lo único importante era que  la presencia de Dios estaba con Jeremías”. A Isaías les dijo: “No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Cuando cruces por las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces por los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán sus llamas. Yo soy el Señor, tu Dios,… Porque te amo…No temas, porque yo estoy contigo;” (Is. 43:1-5) Dios estaba diciéndole, “con mi presencia habitando en ti, puedes atravesar los  ríos o el fuego y sobrevivirás. ¡Serás bendecido y favorecido, porque mi presencia está contigo!” “...Asa invocó al Señor su Dios, y dijo: Señor, no hay nadie más que tú para ayudar en la batalla entre el poderoso y los que no tienen fuerzas; ayúdanos, oh Señor Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos y en tu nombre hemos venido contra esta multitud… Y el Señor derrotó a los etíopes delante de Asa...” (2 Crónicas 14:11-12). El profeta Azarías les dijo: “Oídme, Asa y todo Judá y Benjamín: el Señor estará con vosotros mientras vosotros estéis con él. Y si le buscáis, se dejará encontrar por vosotros; pero si le abandonáis, os abandonará...” (15:1-4). El Señor le recordó a Asa, claramente, y sin rodeos: “Asa, nunca olvides como conseguiste esta victoria. Me buscaste con todo tu corazón, te volviste a mí completamente, cuando estabas en problemas – y yo te envié mi presencia. ¡Fue mi presencia que hizo huir a tus enemigos!”  “Recuerdas, ¿cómo estaba el reino antes que tomaras el poder? Todo estaba desorganizado, sin ley, sin dirección, sin enseñanza recta”. Nuestra mayor preocupación debe ser buscar de Dios, para asegurar su presencia. Dios ha hecho un pacto de gracia con cada creyente. Las promesas de Dios nunca fallan. Pero algunas son condicionales. Requieren algo más que nuestra cooperación. Si vivimos en pecado, su presencia no estará con nosotros – y nuestras vidas no serán instrumentos de su presencia.  Sólo cuando la presencia de Dios está sobre  nosotros podemos contemplar, ver y comprender su gloria. Cuando Israel estaba en el desierto, Dios manifestó su presencia a través de una nube. En la actualidad, la nube de su presencia está sobre tu vida, sobre tu familia y sobre tus bienes. Dios espera que todos los días tú te reúna con él en oración para envolverte en Su paz, y cubrirte con Su favor. La presencia de Dios te guiará, te dará poder, te dará dirección para resolver los problemas en tu familia, en el trabajo y en tus relaciones. Muchos cristianos conocen su presencia, pero pocos conocen su gloria. Moisés buscaba de Dios una manifestación continua de su presencia. Todos queremos la presencia de Dios – dirigiéndonos, guiándonos, dándonos poder y bendiciéndonos. Realmente, ¿qué más puede desear cualquier creyente? La gloria de Dios no estaba en Moisés, ni en Elías ni en la luz espectacular. Estaba en Jesús. (Mt. 17:2-6). ¡Amén!
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septiembre 15, 2011

Caminando sobre el agua

“Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: Señor, ¡sálvame!” (Mateo 14:28-30). Los discípulos estaban fatigados, el momento por el que atravesaban, era crítico, a pesar de su gran experiencia en el mar, no lograban controlar la situación, “porque el viento les era contrario”. En el momento más difícil, Jesús se acerca caminando sobre las aguas, sin embargo,  el consuelo que esto les podría proporcionar se convirtió en pánico, debido a que pensaron que se trataba de un fantasma o de un ser sobrenatural peligroso. Muchas veces tergiversamos las cosas y en lugar de aprovechar al máximo la presencia del Señor para calmar nuestros temores y ansiedades, perdemos la paz, y la tranquilidad que deberíamos encontrar en Su  presencia. Para muchos eruditos la actitud de Pedro fue presuntuosa e insensata pero Jesús no lo reprendió por esto, sino por tener una fe insuficiente. Pedro era propenso a actuar por impulso sin pensar bien lo que hacía o decía; fallaba a menudo y luego se angustiaba. Pero él nunca falló para no recuperarse, porque siempre, y en el peor momento, se aferraba a Cristo.  Pedro se estaba hundiendo, pero Jesucristo no se hundiría. Estas son las clases de lecciones que debemos aprender. En este tiempo es importante confiar total y absolutamente en Jesús para no hundirse. Es necesario fijar nuestras miradas en el Hijo de Dios, la única forma posible de vencer, es permanecer asido de Cristo y creer que él nos sostendrás. Si por alguna razón quitamos la mirada de Jesús, dejaremos de confiar en Su poder, y comenzaremos a hundirnos.  Si dependemos de nosotros mismos, seremos humillados en el mar de la vida, porque no debemos ignorar, nuestras flaquezas y debilidades. Muchos de nosotros damos los primeros pasos en la vida cristiana con gran seguridad y firmeza, pero cuando vienen las dificultades, nuestros corazones se llenan de temor. Por haber apartado nuestras miradas de Cristo, nos estamos hundiendo en el desaliento, si nos concentramos en las olas que se levantan cerca de nosotros sin buscar la ayuda de Dios, terminaremos hundiéndonos como Pedro. Pero de la manera en que Jesús tuvo misericordia de Pedro y le extendió la mano para salvarlo; así tendrá misericordia de aquellos que en medio de su aflicción, clamen a él. Jesús trata con amor al débil en la fe, y le socorre para que pueda continuar. El Dios encarnado, hace que los vientos huracanados y las aguas embravecidas obedezcan. El Hijo de Dios puede hacer que el infierno enmudezca si es necesario, que las aguas del mar retrocedan o que se paralice la vía Láctea para bendecir y darle la victoria a su pueblo. Lo que estaban en la barca reconocieron la divinidad de Jesús, ellos fueron testigo de lo ocurrido y lo adoraron. Lo que reconocen a Jesús, son testigos de su poder, ellos pueden ver las maravillas de Dios y su poder en acción. El poder de Dios está actuando a tu favor, si cree esto verá la gloria de Dios. “¿Quién ha creído a nuestro anuncio y sobre quien se ha manifestado el brazo de Jehová?” Haz lo correcto, humíllate y clama al Señor y él te sostendrá. Llegar a la otra orilla representó un gran alivio para los discípulos, después de aquella  gran experiencia la travesía había terminado. ¡Amén!
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septiembre 14, 2011

Un hombre optimista

“Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor” (Hechos 11:22-24).  Los ojos iluminados del narrador ven al Espíritu Santo como al verdadero protagonista del avance del Evangelio. El éxito se debía al poder de Dios. La misión era extremadamente delicada, pero Bernabé la llevó a cabo con sumo cuidado y clara visión de la realidad, pues en poco tiempo “una gran multitud fue agregada al Señor”. Bernabé demostró una fe sólida; ministró con alegría y estimuló a la nueva Iglesia con el mensaje del Evangelio. Él vio la gracia de Dios obrando y se regocijó; Bernabé era un hombre lleno de optimismo y cuando un cristiano es optimista, esto le permite reclamar el futuro, literalmente, conquistar el futuro para sí y no cederle espacio a Satanás. Una palabra puede marcar la diferencia entre rendirse o continuar. “Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder, para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1:11-12). Si ere una persona de fe y optimista, verá a Dios obrando en ti, en tu familia y en tu ministerio. Este es el fin y el designio de Dios y del Señor Jesucristo. El poder de Dios no sólo comenzará a obrar a través de ti sino que Dios ejecutará su obra en ti. La constancia en la vida cristiana depende de la acción continua de la gracia de Dios y de la fe de su pueblo. Lo que nos hace personas dignas es la gracia y el llamamiento de Dios. Un cristiano en progreso es aquel que cada vez está más seguro en Jesucristo. Aunque su fe haya comenzado con una hipótesis, terminará en una certeza. Debemos añadir a la emoción de nuestra primera experiencia la disciplina del estudio de las Escrituras y del pensamiento cristiano. Para poder crecer debemos aumentar nuestra capacidad de servir a nuestros semejantes por el sentimiento que nos impone nuestro deber como cristianos. Cuando somos servidores de Cristo, descubrimos la importancia que tiene la solidaridad, y la generosidad. La gloria de un maestro está en los discípulos que produce; la de los padres, en los hijos que educa, no solo para que se ganen la vida sino para que la enriquezcan; a nosotros se nos concede el tremendo privilegio y responsabilidad de ser lleno de la gloria de Cristo. Podemos contribuir al crédito o al descrédito del Maestro al que pertenecemos y tratamos de servir. La gloria de Cristo está en los creyentes que han aprendido a resistir, a conquistar y a brillar como luminarias en el mundo. “El optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa”. En Antioquía se necesitaba un hombre valiente, porque esta era una ciudad hostil; Antioquía no era un lugar fácil para un líder cristiano; tenía que ser un hombre lleno de Dios, sabio y hábil para resistir los ataques de los judíos legalistas y de los paganos idólatras e incrédulos. Bernabé era una figura prominente y respetada de la iglesia en Jerusalén. Nadie era más apropiado que Bernabé para investigar los que estaba ocurriendo entre estos “ciprios y cirenences”. Periódicamente, los judíos habían sido reubicados en los siglos precedentes, y establecieron centros de culto y enseñanza a fin de mantener su identidad religiosa y cultural. El trabajo misionero fuera de Jerusalén se realizó al principio exclusivamente en las sinagogas de la diáspora. Imagínese lo difícil que era para un judío admitir (aceptar) en su sinagoga la presencia de gentiles paganos e incircuncisos, mientras se estudiaban los rollos de la ley. Pero Bernabé logró que los conversos tantos judíos como gentiles se sentaran juntos a escuchar la Palabra. Bernabé necesitaba un maestro y el maestro estaba en Tarso, así que viajó a Tarso y trajo a Pablo para que le ayudara con el ministerio de enseñanza. Esto es lo que muchos pastores no entienden que para consolidar a una Iglesia se necesita de buenos maestros. No están dispuestos a sacrificar nada para que la Iglesia crezca y se desarrolle. ¿Qué cantidad de tiempo y recursos tuvo que emplear Bernabé para ir a Tarso y luego regresar con Pablo? Traer a Pablo a Antioquía significó convertir esta ciudad en una plataforma para las misiones a los gentiles. ¡Amén!


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septiembre 13, 2011

Carta de divorcio

“Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre” (Deuteronomio 24:1-2). Este texto de la Ley era sumamente discutido en las escuelas de interpretación judía. Hillel y sus discípulos, pensaban que cualquier cosa que desagradara al esposo era un motivo suficiente para que un hombre repudiara a su mujer. La carta de divorcio era un documento escrito que simbolizaba el repudio público de la esposa y la disolución del matrimonio. El esposo tenía que entregar personalmente la carta a su esposa. “Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; más al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mateo 19:3-9). En este pasaje Jesús francamente aborda un asunto fundamental: la dureza de corazón es la causa por la que Moisés permitió el divorcio. Detrás de cada matrimonio roto hay un corazón endurecido. Desde el principio, la intención de Dios era que el matrimonio fuera para toda la vida. Los creyentes deben tener cuidado al escoger su compañera o compañero para la vida. Es cierto, que ningún matrimonio está completamente libre de diferencias y dificultades.  El diablo exagerará las cosas y sembrará sospecha y celos, provocará la autocompasión e insistirá en que usted mereces algo mejor, y llenará tu mente con la ilusión y la engañosa promesa de que las cosas serían mejores con alguna otra persona. Pero escucha las palabras de Jesús y recuerda: Dios puede cambiar los corazones y quitar toda su dureza si tan sólo nosotros se lo permitimos. El designio de Dios es que el matrimonio sea un estado permanente. La ley de Moisés puede considerarse una concesión a la flaqueza humana, y no fue dada para hacer más fácil el divorcio; más bien, constituía una restricción a la costumbre del divorcio fácil, dándole a la mujer alguna protección. El que Jesús exigiera fidelidad conyugal sin una “vía de escape” pasmaba a los discípulos; de acuerdo con ellos, no conviene casarse. “Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse” (Mateo 19:10). El término hebreo traducido cosa vergonzosa, o cosa indecente significa literalmente desnudez. La escuela de Shamai se aferraba al término “desnudez” y afirmaba que se refería al adulterio. Se conocía como la escuela más estricta, la menos popular y la que admitía el divorcio solamente por motivo de adulterio de uno de los cónyuges. Para algunos eruditos, el inciso “salvo por causa de fornicación” se considera como una interpretación cristiana de las palabras de Cristo. El diseño divino establece una relación monógama y permanente. En el libro de Génesis se expone claramente la creación de los dos sexos y la unión inseparable de ellos. De manera que ya no son dos, sino una sola carne; una sola carne no se puede dividir, sin causarle la muerte a la persona. Cristo pronuncia una sentencia definitiva, restituyendo el matrimonio a su condición primitiva: “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” Esta sentencia expone el sentido profundo de esta institución. Moisés, en efecto, permitió el repudio, no lo mandó. Pero “en el principio no fue así.” El matrimonio, se enseña que es una institución divina. El matrimonio es una institución creada por Dios y por su naturaleza, era indisoluble. No tenemos tiempo ni espacio para tratar todo lo referente al divorcio pero sin dudas es una tragedia humana, es algo desgarrador. Destruye las relaciones y vínculos familiares, el patrimonio familiar y es capaz de causar trastornos psicosomáticos y emocionales permanentes, tanto en la pareja como en los hijos. ¡Amén!
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septiembre 12, 2011

La angustia del justo

“Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen” (Salmos 6:2). El salmista se sentía lleno de angustia e incertidumbre y en su desesperación ora para que el Señor tenga de él misericordia. Los dolores físicos que padecía  y su angustia interior le hacían sentirse próximo a la muerte. La angustia permanente es causa frecuente de enfermedades psicosomáticas. Tanto la angustia como la ansiedad provienen de causas internas, que obedecen principalmente a maneras distorsionadas de ver las cosas. Las encrucijadas  de la vida, a veces nos ponen ante las situaciones que nos llevan al límite (borde) pero no debemos resignarnos, sino luchar y confiar en el Señor. “Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Y levantémonos, y subamos a Betel; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado” (Génesis 35:2-3). Paralizado por el miedo de un potencial ataque cananeo, Jacob fue motivado a regresar a Betel (casa de Dios), al lugar donde había hecho voto en el día de su angustia. Jacob ordenó a su familia que destruyeran todos los ídolos pequeños que habían traídos con sigo. No quería que hubiera nada que cambiara su enfoque espiritual. Hay cosas que sino la quitamos pueden arruinar nuestra fe y nuestra vida espiritual. Si nos purificamos, Dios se compromete a ser nuestro refugio en el día de la angustia. “Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia” (Salmos 9:9). La omnipotencia de Dios es tal que aun sus enemigos más fuertes y empecinados no pueden resistirlo. El juicio de Dios es según verdad y en él no hay injusticia. Por la fe podemos acudir a él, confiar en su poder y en su promesa y descansar en él. “Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias” (Salmos 25:22). El Señor puede encontrar la solución para todas nuestras angustias. Dios puede liberarnos de todas nuestras aflicciones físicas, materiales y espirituales. Podemos orar en el día de la aflicción y Dios oirá nuestras oraciones.  “E invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Salmos 50:15). Cuando tu relación con Dios está bien, tu puede clamar a él, y recibir de él la repuesta. “Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré”  (Salmos 91:15). “A Jehová clamé estando en angustia, y él me respondió” (Salmos 120:1). Hermanos oremos porque se siente un temor opresivo. Muchas personas están llenas de aflicción y congojas y no saben cómo resolver sus problemas pero si nos unimos en oración estoy seguro que Dios será movido a misericordia. Jeremías vio a Jerusalén angustiada; en su profecía nos presenta sucesos cercanos y distantes como si todos fueran a suceder muy pronto. “Porque oí una voz como de mujer que está de parto, angustia como de primeriza; voz de la hija de Sion que lamenta y extiende sus manos, diciendo: ¡Ay ahora de mí! que mi alma desmaya a causa de los asesinos” (Jeremías 4:31). “¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado” (Jeremías 30:7). Nada hay imposible para Dios y te aseguro que si ere fiel, a pesar de la angustia, Dios se dispone a cambiar tu situación. “pero de ella será librado”. Hermanos, Dios nos ha prometidos que volveremos a ver días normales y que viviremos en paz y en prosperidad, ya sea que esto ocurra en el presente o en el futuro. “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Apocalipsis 3:10). ¡Amén!
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septiembre 10, 2011

La actitud del creyente

“Y si mal os parece servir a Jehová,  escogeos hoy a quién sirváis;  si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres,  cuando estuvieron al otro lado del río,  o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis;  pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15). Josué no llamó al pueblo a escoger a quién servir porque creyese en la existencia de dos opciones o de dos modo posible de salvación, porque él sabía, que hay un solo Dios y un solo Señor. Lo que él estaba haciendo, en realidad, era dando a conocer su propia lealtad a Dios e instando al pueblo a hacer lo mismo. Josué hizo un compromiso con Dios y estaba dispuesto y decidido a vivir de acuerdo con su decisión. La decisión exigida implica una trayectoria. Un nivel de fidelidad y obediencia a Dios aun cuando las cosas no nos salgan del todo bien. La actitud del creyente puede considerarse como una tendencia anímica, y afectiva, más que cognoscitiva, acerca de lo que se considera un valor. Esto implica tener una tendencia, o disposición permanente, a comportarse de una determinada manera ante aquello que se valora. Una persona con una actitud como la de Josué, tiene por lo general, un carácter estable, posee una fe y expectativas bien fundamentadas, porque sus creencias están enraizadas en lo más profundo de su personalidad y son parte notable de su ser. Cuando el creyente tiene una actitud así sólo cambia ante alteraciones importantes de sus emociones, sentimientos y conocimientos. Una mala actitud puede contagiar a todo un pueblo. “¿…Quién es hombre medroso y pusilánime? Vaya, y vuélvase a su casa, y no apoque el corazón de sus hermanos, como el corazón suyo” (Deuteronomio 20:8). La falta de voluntad de un hombre surge de la debilidad y el miedo. El ejército de Dios no puede tener miedo, porque nuestra victoria depende de la fe en el Dios todopoderoso, capaz de superar todas las adversidades. Un soldado pusilánime fácilmente puede contagiar a todo el pueblo (el ejército de Dios)  con su  miedo, y esto puede hacer cambiar el curso de los acontecimientos. Cuando nos vemos enfrentados a diversos problemas y dificultades debemos mantener una actitud positiva.  “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:20-22). Job estaba abrumado y expresó (dejó salir) sus sentimientos, sin que  esto significara que había perdido su fe en Dios. Más bien, demostró que era un ser humano y que amaba a su familia. Dios creó nuestras emociones, y no es pecado o inapropiado expresarlas como lo hizo Job pero es importante saber que Dios es soberano en sus decisiones. Hermanos no debemos cometer un acto de locura contra Dios por muy difícil que sea nuestra situación. No abra tu boca para pronunciar o proferir palabras precipitadas contra Dios. En tiempos difíciles, es preferible callar; la amargura puede hacernos decir cosas insensatas de las cuales luego tendremos que arrepentirnos. “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos” (Salmos 119:71). Dios nos disciplina, a través de la aflicción y esto hace que apreciemos más la verdad y las promesas de Dios. Josué llamó al pueblo para que declarara, de una manera pública y solemne, si sería fiel y obediente al Dios de Israel o no. Había quienes todavía tenían ciertas adherencias a los ídolos como entre nosotros hay quienes todavía están adheridos a las cosas de este mundo, mientras otros tienen una actitud negativa como la que tenía Caín. Es tiempo de tomar decisiones y de tener una conciencia clara de las cosas que son importantes para nosotros. ¡Tú decide! ¡Amén!  

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septiembre 09, 2011

Nada me faltará

.“…nada me faltará” (Salmos 23:1). Es importante e imperativo mantener una visión equilibrada y objetiva de la vida. Una persona puede prosperar materialmente, pero esto no es necesariamente una señal de la bendición de Dios. “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Apocalipsis 3:17). Laodicea era un centro económico; una ciudad reconocida por la lana de sus ovejas negras y el colirio (polvo oftálmico) que producían. Sin embargo, Cristo contrasta la riqueza material de esta iglesia con su pobreza espiritual. Por otra parte, hemos vistos hombres y mujeres fieles sufrir carencias y experimentar escasez, sin que esto signifique, que están viviendo una vida en pecado o que haya una maldición sobre sus vidas. Debemos ver nuestro tránsito por la vida como un breve interludio en la tierra, durante el cual, pueden haber privaciones y sufrimientos. Como hijos e hijas de Dios, estamos bien protegidos y reguardados. Los que pertenecen a Dios, son guiados por el Espíritu Santo porque no pertenecen a un impostor, sino al creador y Señor de todas las cosas. Al impostor no le interesa el bienestar del rebaño, sino la satisfacción de sus deseos personales y de su propia avaricia. Un rebaño necesita de la dedicación y administración de su dueño porque solo a su dueño le interesa la condición de sus ovejas. El impostor deja que las ovejas se apacienten sola, de esta forma son una presa fácil de las fieras; cuatreros; tormentas y otros fenómenos naturales. “Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella; tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes sacarás cobre. Y comerás y te saciarás, y bendecirás a Jehová tu Dios por la buena tierra que te habrá dado” (Deuteronomio 8:7-10). Dios le promete a su pueblo abundancia de agua, en contraste con la experiencia de Israel en el desierto. La tierra de Canaán era una tierra donde había una abundancia de productos agrícolas. Producía trigo, cebada, vides, higos y granados. Canaán también era una tierra de olivares y de miel. En Canaán, Israel iba a tener comida en abundancia. Allí, no comerían el pan con escasez como lo habían comido durante su jornada por el desierto. Esta descripción de la riqueza mineral de Canaán presupone la descripción del territorio ideal de Israel. Después de conquistar a Canaán y de gozar de la abundancia de la tierra prometida, Israel tenía que bendecir a Dios y agradecerle por la comida y por la tierra fértil que él había dado. Hermanos acuérdate de Jehová tu Dios, y él cuidará de ti y “sabrás que hay paz en tu tienda; (el Señor) visitarás tu morada, y nada te faltará” (Job 5:24). Si te siente preso, como una oveja acorralada, hoy Dios te da una palabra: “El preso agobiado será libertado pronto; no morirá en la mazmorra, ni le faltará su pan” (Isaías 51:14). A Dios le interesa liberarte y proveer para tus necesidades, solo confía en él. El río de Dios está fluyendo y Dios quiere que tu beba de sus aguas. “Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina” (Ezequiel 47:12). La naturaleza vivificante del agua que fluye del templo, es de tal magnitud que puede cambiar tu situación. El poder de Dios puede transformarte y transformar tu economía. Aun cuando te sienta confundido y haya perdido toda esperanza, Su poder te puede sanar. ¡Amén!

septiembre 08, 2011

Resultados de la encarnación del Hijo de Dios

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). El Verbo que preexistía a la creación se humanó, literalmente puso su tienda entre nosotros y nos reveló la gracia y la gloria de Dios. La encarnación de Jesucristo es el punto central y culminante de las revelaciones y manifestaciones de Dios en el mundo sensible. El Señor quiso manifestarse y finalmente, encarnarse. Jesucristo no era un mero hombre, sino el eterno Hijo de Dios; una persona verdaderamente divina, que tomó sobre sí nuestra humanidad, y que debido a que en Él, reside toda la plenitud de la divinidad, debemos honrarlo, adorarlo, y confiar en Él. Éste es el “gran misterio de la piedad” (1 Timoteo 3:16). A la luz de la  encarnación de Cristo son iluminadas y transformadas todas las demás doctrinas del cristianismo. La encarnación irradia luz sobre la naturaleza de Dios y, en conjunción con la obra del Espíritu, nos revela a Dios como una trinidad en unidad. La encarnación ilumina la doctrina de la creación y nos da a conocer como todos los seres celestiales y terrenales han sido creados por Cristo. Su encarnación nos permite conocer la naturaleza del hombre, tanto con respecto a su capacidad para mantener una comunicación con Dios, como sus posibilidades de salvación, justificación y santificación y el destino que le espera a todos aquellos que han creídos en Cristo. La encarnación nos da a conocer el propósito de Dios en la creación y redención. El propósito de Dios se desarrolla en la actualidad “con miras a restaurar todas las cosas en Cristo en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Efesios 1:10). A través de la encarnación llegamos a conocer por qué Dios permite el pecado, al mostrarnos, no solo al darnos la posibilidad de ser redimidos, sino al darnos a conocer Su propósito. Dios nos revela su gracia y su misericordia y como se desvela el conocimiento del carácter de Dios. La redención del mundo por medio de la expiación ofrecida por Cristo es uno de los tema centrales de nuestra fe. La  expiación es apropiada y está disponible por medio de la fe. Disponible, claro para todos los que no rechazan ni resisten voluntariamente la gracia de Dios. El objetivo histórico de la obra de Cristo fue el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra, que incluye no sólo la salvación espiritual de los individuos, sino un nuevo orden social. Con la encarnación, muerte y resurrección de Cristo han sido puestas en acción las fuerzas espirituales del bien. Estas fuerzas han sido puestas en movimiento a través de Cristo. Como cristianos afirmamos que la historia tiene una meta, y que el orden de las cosas presente terminará con la aparición del Hijo del Hombre; el apresamiento de Satanás y la derrota del Anticristo y el falso Profeta.  Esto significa la derrota de los poderes del mal; el juicio de las naciones; el establecimiento del reino milenial; la gran batalla al final del reino milenial; la destrucción de los cielos y de la tierra; la resurrección de los muertos y la separación final y definitiva de los justos y los impíos en el juicio que se realizará ante el gran trono blanco. El plan de Dios incluye también la creación de un cielo y una tierra nueva; y el descenso de la Nueva Jerusalén.  Más allá de estos, solo se hallan las edades eternas. “Después, el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre…; entonces también el Hijo mismo se someterá al que le sometió a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (l Corintios 15:24-28). La Ley fue un gran don de Dios al pueblo de Israel, pero palidece ante la gloria de la revelación de Dios en Jesús. Él vino a revelar la gracia, la verdad y el amor de  Dios de una manera nunca ante vista y de una forma totalmente insospechada. ¡Amén!
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septiembre 07, 2011

Una conciencia iluminada

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:19-22). Jesucristo, nos está llamando a acercarnos a Dios con un corazón sincero, en plena certidumbre de fe. Nuestra adoración debe surgir de un corazón limpio y sincero, como un manantial que fluye en toda su pureza. Es importante  tener una completa franqueza de propósito, y una conducta libre de censura. No podemos evitar que nos calumnien o murmuren pero si hacemos lo que es correcto, nuestros enemigos no tendrán ningún motivo y sus acusaciones serán vacías. La conciencia es un factor regulador en la experiencia y conducta cristiana.  Es aquella facultad mediante la cual llegamos a conocer la voluntad de Dios y es además la capacidad humana de realizar juicios morales. La conciencia es una parte de nuestra experiencia vital y es aquella facultad que nos permite discernir entre el bien y el mal. “Todas las cosas son puras para los puros, más para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas” (Tito 1:15). Mientras los judíos legalistas compilaban una lista de cosas “inmundas” que iban mucho más allá de los requerimientos del Antiguo Testamento, los cristianos no necesitaban hacer estas distinciones. Sin embargo, lo que Pablo trata de enseñarnos es, que aquellos que tienen un corazón sucio y una conciencia corrompida,  ensucian y corrompen todo lo que hacen. Nada es puro para los que son corrompidos e incrédulos. El salmista era enseñado y reprendido continuamente por su conciencia. “Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia” (Salmos 16:7). Pensar constantemente en Dios y en las Escrituras, nos ayudará  a tomar decisiones correctas y a vivir como Dios desea. Cuando nos dejamos aconsejar por el Espíritu Santo, a través de la conciencia y escuchamos la voz de Dios, si  además, mantenemos una vinculación constante con Dios, tendremos una seguridad inconmovible. Hay personas a los que les encanta acusar (señalar)  a los demás pero cuando son confrontados por las palabras de Jesús no le queda otra opción que irse porque ellos mismos merecen la muerte. “Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio” (Juan 8:9). No hay necesidad de discutir qué fue lo que Jesús escribió con su dedo en el suelo. Su presencia era suficiente como para que sus acusadores se sintieran incómodos, hasta que al final sólo quedaron él y la mujer. Hermanos,  Dios nos está guiando, a través de los impulsos internos del Espíritu, del juicio moral de la conciencia, y  de las Escrituras para que hagamos lo que es recto. Una buena conciencia es aquella que ha sido purificada por la sangre de Cristo, iluminada por el Espíritu Santo, y guiada por las Palabras de Dios. Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia” (1 Timoteo 3:9). Los posibles diáconos deben ser probados primero antes de ser llamados a servir. La conciencia puede ser mala, estar contaminada y cauterizada. Puede ser débil, vacilante, o firme. La conciencia puede ser también mórbida o sana etc. Es nuestro deber servir a Dios con una conciencia pura. ¡Amén!
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septiembre 06, 2011

Sea Jehová vuestro temor

El temor del hombre pondrá lazo; más el que confía en Jehová será exaltado. (Proverbios 29:25). El temor paraliza al hombre y le envuelve en muchas dificultades. Esta clase de temor es, estrictamente hablando, una consecuencia natural del pecado. “Más Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Génesis 3:9-10). El pecado comenzó a surtir sus efectos;  Adán y Eva se escondieron cuando escucharon la voz de Dios. Ellos tenían miedo; el pecado había roto su comunión con Dios. “Huye el impío sin que nadie lo persiga; más el justo está confiado como un león” (Proverbios 28:1). El temor esclaviza al impío y por su mala conciencia cae en sus propias trampas. El pecado produce turbación de espíritu, opresión mental y emocional. Este problema afecta la vida espiritual del hombre. “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10:26-27). Si usted abandona deliberadamente a Cristo, no hay otro sacrificio por el pecado. Si alguien rechaza el sacrificio de Cristo luego de haber entendido con claridad la enseñanza del evangelio, no tiene esperanza alguna de salvación porque no existe otro nombre bajo el cielo por el cual podamos ser salvos. Sin embargo, sería un error pensar que esto se refiere a los pecados ocasionales que cometemos, algo  tan evidente en nuestras vidas. El contexto y el paralelo con pasajes previos indican que el autor tiene en mente el pecado específico de la apostasía o el continuo rechazo de la persona de Cristo. Hay personas que han recibido el conocimiento de la verdad y luego le dan la espalda al Señor Jesucristo para esa persona ya no queda más sacrificio por el pecado. No hay un camino alternativo para el perdón fuera de la muerte de Jesús. Rechazar ese sacrificio, hecho una sola vez y para siempre, es abandonar toda esperanza de salvación. Todo lo que queda para esas personas es una horrenda expectación de juicio. Su destino será el mismo que el de aquellos que se oponen activamente al evangelio. Bajo el primer pacto, la persona que desechaba la ley de Moisés y se rebelaba deliberadamente había de morir sin compasión por el testimonio de dos o tres testigos. Sin embargo, cuando tú confía en Jehová, las cosas son muy distintas. “Hoy comenzaré a poner tu temor y tu espanto sobre los pueblos debajo de todo el cielo, los cuales oirán tu fama, y temblarán y se angustiarán delante de ti” (Deuteronomio 2:25). Para los estándares del mundo, el ejército de Israel no intimidaba a nadie, pero Israel tenía a Dios de su lado. Moisés no tendría que preocuparse más por sus enemigos porque sus enemigos estaban preocupados por él. A menudo, Dios va delante de nosotros en nuestras batallas diarias, allanando el camino y destruyendo barreras. Necesitamos seguir a Dios de todo corazón y confiar en él. “Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios está contigo, el cual te sacó de tierra de Egipto”  (Deuteronomio 20:1). Así como los israelitas, a veces nos enfrentamos a oposiciones terribles y  abrumadoras. Dios reforzó la confianza de los israelitas recordándoles que Él siempre estaría con ellos y que ya los había salvado del peligro. Hermanos Dios está con nosotros podemos sentirnos seguros y confiado porque Dios puede vencer a nuestros enemigos y quitar los obstáculos más difíciles. Si ere fiel no tiene por qué temer ni turbarte, el Señor es tu guardador, él cuidará de ti. Dios te guiará con seguridad de modo que no tendrá temor. “No tendrá temor de malas noticias; porque tu corazón está firme, confiado en Jehová”. ¡Amén!
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