agosto 31, 2011

La unidad de la Iglesia

“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 8:4-5). Los creyentes tienen diversas funciones, pero todos son miembros de un mismo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Los cristianos debemos vivir y trabajar juntos. Así como las diferentes partes del cuerpo actúan bajo la dirección del cerebro, nosotros debemos hacerlo bajo la autoridad y mandato de Jesucristo. No hay espacio para la arrogancia, ni necesidad de sentirse inferior en el cuerpo de Cristo, porque cada uno de nosotros desempeña un papel esencial en su funcionamiento. El hebreo bíblico no tiene una palabra para cuerpo. Entre los hebreos se hacía énfasis sobre el hombre como persona íntegra, y responsable ante Dios. En cambio, entre los griegos la palabra significaba unidad o entereza. El cuerpo encuentra su plena realización en la función de todas sus partes. No es que la iglesia sea “como” un cuerpo, sino que es el cuerpo de Cristo. Cada uno de  nosotros necesitamos de los demás para el cumplimiento del propósito de Dios en la Iglesia y de nuestra misión en el mundo. “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17:22). La unidad por la que Jesús ora no es organizacional, sino espiritual. La unidad que él anhelaba para sus discípulos no es algo obligado o impuesto ni una uniformidad. Tampoco es la unión de organizaciones, como desean los movimientos ecuménicos. La  unidad  a la que Jesús se refiere solo es posible entre los creyentes que gocen de la plenitud del Espíritu Santo, quienes desean la gloria de Dios y el avance de su reino más que satisfacer sus propios intereses. Westcott comenta que no es sólo unidad de voluntad y amor, sino de carácter, y de disposición espiritual, realizada en una absoluta y perfecta armonía en Cristo. “¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Corintios 1:13). Para dar un testimonio eficaz del Evangelio; de la persona de Jesús y de su misión en el mundo, la unidad debe hacerse visible en la Iglesia. Es posible vivir en unidad, si perseveramos en comunión con Dios y con su hijo Jesucristo. Para ser uno en Cristo, es preciso permanecer en el amor de Dios y para permanecer en el amor de Dios, es necesario obedecer  la Palabra. Para vivir como Cristo, al que mantener una relación íntima con Dios. Si compartimos la gloria de la cruz y de los sufrimientos de Cristo en la Tierra, compartiremos su gloria y su triunfo en el reino de los cielos. Las personas están en desacuerdo y causan división por asuntos sin importancia. Algunos parecen deleitarse en provocar tensiones al desacreditar a otros. Los chismes y calumnias son muy comunes. “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” (Salmos 133:1). La construcción permanente de esta unidad dinámica, así como su reconstrucción en los casos de ruptura, es una tarea exigida por la necesidad de una renovación constante, y de una conversión permanente. Debemos ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu” y de tratar de llegar “a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios”. Dios nos ha llamado a ser miembros de su cuerpo; si trabajamos juntos, como el cuerpo de Cristo, podemos lograr la armonía por la que Jesús oró. ¡Amén!

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agosto 30, 2011

La llegada del Espíritu Santo

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.  Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. (Hechos 2:1-4) La muerte de Jesús fue planificada desde la eternidad, por tanto su muerte fue la realización de la voluntad de Dios; los discípulos comprendieron esta verdad.  La muerte y la resurrección de Cristo; nos mostró el plan perfecto de Dios. Su muerte no fue en vano, sino para redimir al hombre de su pecado, él se sacrificó a sí mismo y  su sangre nos limpia de todo pecado. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2). Mediante la sangre de Cristo, Dios nos libera del dominio del pecado. Jesús murió para liberarnos del mundo, de la inmundicia y del dominio del diablo. (2 Tesalonicenses 2:13). Dios nos santifica mediante Jesucristo. Los discípulos comprendieron que la providencia y la victoria de Cristo, está en la cruz. Él echó fuera la inmundicia y los espíritus satánicos, nos llenó con el Espíritu Santo, y nos hizo pueblo de Dios. La crucifixión de Jesús fue para rescatarnos de la tristeza y de las enfermedades. El deseo del Señor; es liberarnos de la opresión del diablo. Él nos liberó de la maldición  y en su lugar nos llenó de bendición. La muerte y resurrección de Jesús fue necesarias para sacarnos del infierno. Todos los que hemos creído en Cristo, hemos sido libres de la confusión, desesperación, y del temor. Con la llegada del Espíritu Santo, llegamos a tener una relación con Jesús. “Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). Cuando el Espíritu Santo obra en nosotros, creemos que Jesús es el Hijo de Dios y que la vida eterna se obtiene a través de Él; empezamos a actuar bajo la dirección de Cristo; encontramos ayuda en los problemas cotidianos y en la oración; podemos servir a Dios y hacer su voluntad; y somos parte del plan de Dios para la edificación de su Iglesia.  “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Esta experiencia maravillosa las podemos tener mediante el Espíritu Santo.  Ahora por medio del Espíritu Santo, Cristo está con nosotros y no sólo eso, sino que también hemos recibido una nueva posición. “Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2:9-10). El evangelio de Cristo es gozo. Cuando usted acepta a Cristo, entrará el Espíritu Santo en su vida y él derramará el gozo de Dios. La llenura con el Espíritu Santo nos transforma totalmente, nos da  valor y fidelidad. Pedro había negado a Jesús tres veces, pero después que fue lleno con el Espíritu Santo se convirtió en un gran predicador. Los discípulos del Señor eran personas ordinarias, algunos eran pescadores, recolectores de impuestos, eran de baja categoría, e ignorantes. Pero cuando fueron llenos del Espíritu Santo, fueron llenos también de gozo, de energía, de valor y fidelidad, ante amenaza de muerte predicaron, ante los azotes y las persecuciones predicaron con denuedo la palabra de Dios. El Espíritu Santo derrama su poder sobre los testigos del evangelio, así predicamos la palabra de Dios con un poder que sobrepasa todo entendimiento humano. Sin la llenura del Espíritu Santo, la predicación de la palabra es infructuosa, porque no hay en ella vida, ni poder; es como la predicación de los fariseos y saduceos, llena de teorías. Cuando estoy lleno del poder del Espíritu Santo hay una fuente de agua dentro de mí. Y ésta ejerce gran poder en la predicación de la palabra. Hollar serpiente y escorpiones no se hace con poder y fuerzas humanas, sino con el Espíritu Santo. Cuando somos llenos del Espíritu Santo sentimos pasión por la evangelización. Antes no sentía deseo de evangelizar, pero una vez lleno del Espíritu Santo siento pasión por las almas perdidas. Cuando el cristiano está lleno del Espíritu Santo no puede estar quieto, desea salir, hablar de Cristo y predicar el evangelio. ¡Amén!
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agosto 29, 2011

El error de Balaam

“Entonces dijo Dios a Balaam: No vayas con ellos, ni maldigas al pueblo, porque bendito es” (Números 22:12). Balac y su pueblo creían en el poder de los hechiceros y en sus encantamientos. La nigromancia, la magia negra, la posesión demoníaca son compañeras inseparables de la idolatría. Balac tenía el propósito de destruir a Israel, pero no podía hacerlo con su propia fuerza.  Este rey había oído de los poderes de Balaam y envió una delegación a buscarlo. Balaam fue originalmente un verdadero profeta de Dios que pervirtió sus dones debido a su codicia. Dominado por su codicia comenzó a juzgar con fuego. “Y vino Dios a Balaam, y le dijo: ¿Qué varones son estos que están contigo?” Dios conocía a estos hombres y sabía todo acerca de ellos. Dios le hizo esta pregunta aclaratoria con el propósito de que Balaam comprendiera los peligros a los que se exponía al seguir el camino de la codicia. Balaam conocía cuál era su deber, aunque sabía que sus maldiciones no dañarían a la nación de Israel; su ambición por la recompensa, le hacía continuar insistiendo. Ningún hombre puede convertir la bendición de Dios en maldición. La bendición de Dios es irrevocable.  Balaam omitió informar a los mensajeros de Balac que los hijos de Israel eran benditos. “Así Balaam se levantó por la mañana y dijo a los príncipes de Balac: Volveos a vuestra tierra, porque Jehová no me quiere dejar ir con vosotros”. Balac entendía que la poca disposición de Balaam se debía al deseo de un mayor reconocimiento y recompensa. La avaricia era el pecado que acosaba balaam. Él sabía que no podría ignorar las palabras de Dios, Balaam sabía que Dios podía controlar sus acciones. El Señor permitió que el profeta hiciera lo que estaba determinado a hacer. Balaam no estaba buscando sinceramente la voluntad de Dios pues ya sabía cuál era. Estaba determinado hacer su propia voluntad, y para ello se cubrió con una máscara de falsedad. Finalmente Dios le concedió seguir los deseos de su concupiscencia pero esto no significa que Dios aprobó los impulsos malvados de su corazón. Su codicia por la riqueza que le ofrecía el rey de Moab lo cegó tanto que no pudo ver que Dios estaba tratando de detenerlo. Cuando un hombre es rebelde de corazón, Dios le permite seguir sus deseos, sin embargo la persona deberá sufrir las consecuencias. Balaam estaba emprendiendo un viaje motivado por su terquedad y que no estaba en armonía con la voluntad de Dios. El espíritu que controlaba a Balaam se manifestó plenamente en su conducta por eso Dios se le paró en el camino como su enemigo. La obediencia es una virtud a la vista de Dios. La obediencia a Dios es un concepto suficientemente amplio como para incluir la totalidad de la religión y la moralidad bíblicas. La Biblia es insistente en el hecho de que los actos externos y aislados de homenaje a Dios no pueden sustituir la falta de obediencia consecuente en el corazón y en la conducta. La obediencia cristiana significa imitar a Dios en santidad, y a Cristo en humildad y amor. La obediencia nace de una gratitud sincera por la gracia que hemos recibidos de Dios, no nace del deseo de obtener mérito ni de justificarse así mismo delante de Dios. La obediencia a la autoridad divinamente establecida en la familia, en la iglesia, y en el estado, es parte de la obediencia del cristiano a Dios. “Moraba Israel en Sitim; y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses” (Números 25:1). La Biblia no menciona cómo los hombres israelitas se involucraron con la inmoralidad sexual. Al principio no pensaron en adorar a los ídolos, sino en tener relaciones sexuales. Pero no pasó mucho tiempo sin que comenzaran a asistir a las fiestas y a las celebraciones que incluían  adoración a los ídolos. Su deseo de diversión y placer los llevó a faltar a su compromiso espiritual y a desobedecer a Dios. Esta combinación de pecado sexual e idolatría, como después se supo, fue idea de Balaam, el mismo Balaam que acababa de bendecir a Israel y que parecía estar de su lado. No fue sino hasta que este hombre le ocasionó un gran daño a los israelitas que se dieron cuenta de que era un hombre lleno de avaricia que utilizaba la hechicería y  las prácticas de las religiones paganas. ¿Cuando nos daremos cuentas de que una multitud de falsos profetas han salidos llenos de avaricias para engañar y hacer pecar al pueblo de Dios? ¡Amén!
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agosto 28, 2011

Un profeta como Moisés

“Porque estas naciones que vas a heredar, a agoreros y a adivinos oyen; mas a ti no te ha permitido esto Jehová tu Dios. Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis; conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera” (Deuteronomio 18:14-16). Satanás está detrás de las prácticas del ocultismo, y Dios le prohibió a Israel participar de esta clase de cosas. Actualmente, los horóscopos, los agoreros, la brujería y los cultos extraños siguen fascinando a la gente. Por lo general su interés viene de un deseo de conocer y controlar el futuro. Pero Satanás no es menos peligroso ahora que en los días de Moisés. En la Biblia, Dios nos dice todo lo que tenemos que saber acerca de lo que va a suceder. La información que Satanás ofrece probablemente está distorsionada o es completamente falsa. Con la guía confiable del Espíritu Santo por medio de las Escrituras y la iglesia, no necesitamos acudir a fuentes ocultas para obtener información equivocada acerca de nuestro futuro. Moisés fue seguido por muchos profetas genuinos, pero su profecía de que algún día se levantaría un profeta como él, sólo se cumplió con la venida de Jesucristo. La venida de Jesucristo a la tierra no fue una idea de último momento, sino parte del plan original de Dios. “Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo” (Hechos 2:22-23). El deseo de Pedro, está orientado a dirigir la esperanza de sus oyentes, a aquel que fue acreditado por Dios como el verdadero y único Salvador. Jesús fue acreditado mediante su muerte, resurrección y revelación del Espíritu por medio de los profetas. Estas impresionantes palabras constituyen el punto divisorio de la argumentación de Pedro. Hasta aquí ha presentado el aspecto profético; pero ahora comienza a presentar su tema principal: la divinidad de Jesús. Pedro había desarrollado de tal modo su percepción espiritual, que ahora podía comprender cómo Dios estaba cumpliendo su propósito en armonía con su presciencia, en los trágicos acontecimientos relacionados con la muerte de Cristo. La Epístola a los Hebreos describe en detalle, no solo, cómo Jesucristo cumple las promesas y las profecías del Antiguo Testamento, sino también cómo él trasciende el sistema de pensamiento de los judíos. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos” (Hebreos 1:1-4). Dios usó muchos medios para enviar sus mensajes a las personas de la época del Antiguo Testamento. Le habló a Isaías en visiones a Jacob en un sueño; a Abraham y a Moisés le habló personalmente. Los judíos familiarizados con esas historias no tenían dificultad para creer que Dios todavía seguía revelando su voluntad, pero les resultó asombroso pensar que Dios se había revelado por medio de su Hijo, Jesucristo. Él es el cumplimiento y la culminación de las revelaciones de Dios a través de los siglos. Cuando lo conocemos, tenemos todo lo que necesitamos para ser salvos de nuestro pecado y tener una perfecta comunión con Dios. Él no solo es la imagen misma de Dios, sino también es Dios mismo; el Dios que habló en la época del Antiguo Testamento. Es eterno; tuvo parte con el Padre en la creación del mundo. Es la plena revelación de Dios. No es posible tener una visión clara de Dios sin mirar a Cristo. Él es la perfecta revelación y manifestación de Dios. No necesitamos acudir a las prácticas del ocultismo para conocer el futuro ni la voluntad de Dios porque en Jesucristo tenemos asegurada nuestra salvación y además porque la voluntad de Dios nos ha sido revelada en él. Lo único que tenemos que hacer es creer en él y recibirle como nuestro Señor y Salvador. ¡Amén!

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agosto 27, 2011

No te harás imagen

No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.  No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Éxodo 20:4-5). ¿Qué nos sugiere la palabra “idolatría”? Israel estaba rodeado de gente que adoraba imágenes a las cuales también se les llamaba dioses. Como ninguna figura podía representar adecuadamente a Dios, el Señor prohibió que se le crearan imágenes, tanto de tipo material como conceptual. En este aspecto, los israelitas se convirtieron en un caso único entre los pueblos vecinos. Los intentos de los hombres de representar a Dios a través de una  imagen, produce un cuadro distorsionado de su verdadera naturaleza. “Los formadores de imágenes de talla, todos ellos son vanidad, y lo más precioso de ellos para nada es útil; y ellos mismos son testigos para su confusión, de que los ídolos no ven ni entienden. ¿Quién formó un dios, o quién fundió una imagen que para nada es de provecho?” (Isaías 44:9-10). Las personas que les sirven a las imágenes son ignorantes espirituales; carecen del conocimiento de Dios, y fomentan su idolatría para su propia vergüenza. Rechacemos las representaciones inmorales y degradantes de Dios, y las representaciones copiadas de los cultos paganos. Las imágenes deshonran a Dios, porque empañan su gloria. Concebir imágenes de Dios es un acto de impiedad; porque con esta clase de corrupción adulteramos la majestad de Dios. Las imágenes esconden inevitablemente la mayor parte, de la verdad acerca de la personalidad y del carácter de Dios. Cuando Aarón hizo el becerro de oro, y con esta imagen él tenía el propósito de honrar a Dios pero no es difícil ver que un símbolo de esta naturaleza en realidad es un insulto a Dios, ¿qué idea de su carácter moral, de su justicia, bondad, paciencia, se  pueden colegir de la contemplación de una estatua de un becerro? Así como este becerro ocultaba la gloria de Dios, así también el crucifijo empaña la gloria de Cristo, porque oculta su deidad, su victoria en la cruz, y su naturaleza real. Jesús es el Rey de reyes y él Señor de señores. ¿Cómo lo puede representar un crucifijo? Dios es espíritu y por esta razón debemos desaprobar la idolatría y el materialismo. La Biblia condena la reverencia, adoración o semiadoración que las multitudes rinden a las imágenes y pinturas religiosas. Satanás le ofreció a Jesús el mundo entero si se ponía de rodillas y le adoraba. Pero la repuesta de Jesús fue firme: “A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás” (Deuteronomio 6:13). No te olvide de Dios cuando sea próspero. La prosperidad, puede nublar nuestra visión espiritual, porque tiende a hacernos autosuficientes. Lo mismo puede suceder en nuestra iglesia. Cuando las iglesias crecen en números, y tienen buenos programas y edificios, fácilmente llegan a ser autosuficientes y menos sensibles a su necesidad de Dios. “Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas” (Isaías 42:8). El nombre de Dios expresa su verdadera esencia y su inmutable fidelidad. “Por mí, por amor de mí mismo lo haré, para que no sea amancillado mi nombre, y mi honra no la daré a otro” (Isaías 48:11). Maurer, en lugar de “mi nombre” en el v. 9, usa “mi gloria” como en la cláusula siguiente; y traduce: “¡Cuán (desvergonzadamente) ha sido profanada mi gloria!” La idolatría profana la gloria de Dios.  La gloria divina se revela en la creación, y de manera particular en el hombre hecho a imagen de Dios. Somos nosotros los que debemos reflejar la gloria de Dios, no una imagen. El que se glorifica a sí mismo comete el grave pecado de robarle a Dios el honor que le es debido. ¡Amén!
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agosto 26, 2011

La omnisciencia de Dios

“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:12-13). El término que aquí se traduce “palabra” es el vocablo griego logos, que comúnmente indica la expresión de una idea completa y se utiliza para referirse a las Sagradas Escrituras. Contrasta con rhema que suele referirse a algo dicho o hablado. Al ser confrontados por la palabra de Dios, somos confrontados por Dios mismo, y no existe cosa creada que no sea manifiesta en su presencia. Dios es omnisciente, conoce perfectamente todo detalle en la vida de los seres celestiales, y terrenales y “conoce lo que hay en las tinieblas” (Daniel 2:22). Nada escapa a su atención; “Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mi; tan alto que no lo puedo alcanzar” (Salmos 139:6). “Tú conoces cuando me siento y cuando me levanto; desde lejos entiendes mis pensamientos…” (Salmos 139:2-4). La comprensión de su omnisciencia debería de hacernos inclinar delante de Dios. “… yo he sabido los pensamientos que suben de vuestros espíritus” (Ezequiel 11:5). Ni la oscuridad de la noche, ni la más espesa cortina, ni la más profunda prisión pueden esconder al pecador de los ojos de la omnisciencia divina. Los árboles del huerto fueron incapaces de esconder a nuestros primeros padres de la presencia de Dios. Ningún ojo humano vio a Caín cuando asesinó a su hermano, todo se hizo sin testigo aparente.  Acán tomó un lingote de oro y un manto babilónico y lo escondió cuidadosamente en su tienda, ningún israelita lo vio (Josue 7). David trató de esconder su iniquidad, pero todo resultó ser imposible. Muchos odian, detestan saber que Dios es omnisciente; desearían que no existiera un testigo de sus pecados, alguien capaz de  escudriñar la mente y el corazón, el Juez de sus acciones. Pero la omnisciencia de Dios es una verdad llena de consolación para el creyente. Job en medio de la perplejidad, dice: “Más él conoció mi camino” (Job 23:10). No hay peligro de que tú sea ignorado o pasado por alto; la falta de un lenguaje apropiado y la incapacidad de dar expresión al más profundo anhelos del alma no compromete tus oraciones, porque “Y sucederá que antes que llame, yo responderé; y mientras estén hablando, yo les escucharé”. (Isaías 65:24). Dios, no solamente conoce todo lo que sucedió en el pasado, y todo lo que  acontece en el presente, sino que, además, El sabe todos los hechos, que tendrán lugar en el porvenir. “Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; su entendimiento es infinito”. (Salmos 147:5).El conocimiento del futuro por parte de Dios es tan completo como completo es su conocimiento del pasado y el presente; y esto es así porque el futuro depende enteramente de él. El conocimiento Divino del futuro no es una simple idealización, sino algo inseparablemente relacionado con su propósito y acompañado del mismo. Dios mismo ha designado todo lo que ha de ser, y lo que él ha designado debe necesariamente efectuarse. Como su Palabra infalible afirma: “él hace según su voluntad con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. No hay quien detenga su mano ni quien le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:35). “Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; mas el consejo de Jehová permanecerá” (Proverbios 19:21). El cumplimiento de todo lo que Dios ha propuesto está absolutamente garantizado, ya que su sabiduría y poder son infinitos. Que los consejos Divinos dejen de ejecutarse es una imposibilidad tan grande como lo es que el Dios tres veces Santo mienta.  En lo relativo al futuro, no hay nada que sea incierto en cuanto a la realización de los consejos de Dios. No hay ningún suceso futuro que sea solo una simple posibilidad, es decir, algo que pueda acontecer o no: “Conocidas son a Dios desde el siglo todas sus obras” (Hechos 15:18). Todo lo que Dios ha decretado es inexorablemente cierto, “porque en él no hay mudanza ni sombra de variación” (Santiago 1:17). El perfecto conocimiento por Dios de todas las cosas es ejemplificado e ilustrado en todas las profecías registradas en su Palabra. Dios conocía y predijo la crucifixión de su Hijo mucho siglos antes de que se encarnara, y esto era así porque, en el propósito Divino, El era el Cordero inmolado desde la fundación del mundo, de ahí que leamos que fue “entregado por determinado consejo y providencia de Dios” (Hechos 2:23). El conocimiento infinito de Dios debería llenarnos de temor. Nada de lo que hacemos, decimos, o incluso pensamos, escapa a la percepción de Aquel a quien tenemos que dar cuenta: “Los ojos de Jehová están en todo lugar mirando a los malos y a los buenos” (Proverbios 15:3). ¡Amén!


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agosto 25, 2011

La llegada del reino de Dios

“Desde entonce comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Existe una única explicación para la caída del imperio de las tinieblas: “la llegada del reino de Dios”. La presencia del reino de los cielos es lo que explica la derrota de Satanás. El dedo de Dios (el Espíritu Santo), y su presencia, explican porque Jesús echaba fuera a los demonios y sanaba a los enfermos. Satanás era y continúa siendo “el príncipe de este mundo” y él sabía que Jesús lo despojaría de su dominio por eso toda la disputa se centró en este punto. Lo que estaba en juego era el establecimiento del reino de Dios. La victoria que Jesús debía obtener sobre Satanás no era sólo un asunto de poder, Satanás no sería derrotado en una confrontación de poder, sino en un plano superior, el de la obediencia. “…En el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado…” (Salmos 40:7-8). La derrota de Satanás se llevaría a cabo por medio de la obediencia del Mesías. Es debido a esto que el rechazo de Jesús a lo que Satanás le ofrecía en la tentación del desierto, es el comienzo de su victoria y de la venida del reino. Desde el comienzo de la actividad pública de Jesús, su poder sobre Satanás ya era algo evidente. Esto no lo prueba solamente su poder para echar fuera demonios, sino también la manera en que los poseídos por el diablo se comportaban en su presencia. Cuando Jesús se aproximaba, ellos daban tremendos alaridos de terror. Los demonios les tenían y le tienen pánico a Jesús. Los demonios sabían quien era Jesús conocían su persona y sabían cuál era el significado de su venida. Le llamaban “el Santo de Dios”, “el hijo de Dios”, “Hijo del Dios Altísimo”. Esto significa que ellos reconocían la dignidad mesiánica de Jesús y su divinidad. Ellos sabían que la venida de Cristo significaba su destrucción. Se sentían atormentados e impotentes en la presencia del hijo de Dios. Los demonios solo querían prolongar su permanencia en la tierra y a menudo le rogaban a Jesús que no los arrojaras “al abismo”. Esto demuestra que, en la persona de Jesús, el reino de Dios era una realidad presente. El ejercicio del poder de Dios sobre Satanás y su gobierno tiene en la venida del reino su fundamento. Los setentas regresaron lleno de gozo y les contaron a Jesús, el éxito de su misión. Entonces, Jesús le dice: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo…” (Lucas 10:18-19). Jesús les da a conocer el trasfondo de todo este misterio. Los partidarios de Satanás no pueden sostenerse ni resistir porque el mismo Satanás ha caído y ha sido derrotado. La causa de esta caída está en la destrucción su poder por la obra de  Jesús en la tierra y de forma particular por su obra redentora en la cruz. Cuando Jesús se refiere al poder que hemos recibido de él “para hollar serpientes y escorpiones, y todo poder del enemigo”; confirma que el tiempo de nuestra salvación, el cumplimiento de la promesa de Dios, y el reino de los cielos, han llegados. Jesús predicaba la llegada del reino con palabras y hechos y delegó esa misma autoridad en nosotros. La presencia de Jesús y del Espíritu Santo en nosotros garantiza nuestra victoria. No hay razón para tener miedo ni para desconfiar de Jesús. El tiene poder sobre el reino de las tinieblas, sobre la naturaleza y sobre toda enfermedad y dolencia. Su poder es ilimitado, él es Dios con nosotros. Los milagros de Jesús nos revelan la llegada del reino de Dios. “Bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y  vuestros oídos, porque oyen”. En cada milagro, Jesús nos da a conocer su poder redentor, él nos redimirá de todos nuestros males para siempre y quitará toda maldición de nuestras vidas. La predicación del evangelio no es una prueba inferior, al compararla con los milagros, de que el reino de los cielos ha llegado. La predicación es la proclamación del reino, no solo, como las buenas nuevas, sino también como la proclamación (anuncio) de la venida del reino de Dios. ¡Amén!

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agosto 24, 2011

Viviendo en el Espíritu

“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:25). Como cristianos debemos renunciar a la concupiscencia y dejarnos guiar (conducir) por el Espíritu Santo. Este es el punto de partida para poder vivir de acuerdo con la norma moral del cristianismo. Vivir por el Espíritu no es sentir una influencia casual, sino vivir en un estado permanente lleno del poder del Espíritu, aunque a veces estemos dormidos e inactivos. La palabra griega utilizada aquí para andar (andemos) significa literalmente “andar  junto a”. Es una palabra que proviene del lenguaje militar, cuyo significado primitivo es “ponerse o marchar en fila, alinearse”. Andar en el Espíritu es andar siguiendo el camino que él ha abierto. Si no caminamos en el Espíritu, no viviremos de acuerdo con las normas del cristianismo. El cristiano, como persona que vive en el Espíritu, está llamado a ajustarse (someterse) al Espíritu. “Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios” (Gálatas 6:16). Muchas veces somos atrapados por las cosas superficiales. Tenga cuidado con los predicadores que solo hacen énfasis a cerca de las cosas que deberíamos o que no deberíamos hacer, sin tener ningún interés por nuestra condición espiritual o por la condición interior del corazón. Llevar una vida “buena”, sin un cambio interior, conduce a un caminar espiritual vano y vacío. Lo que le importa a Dios es que experimentemos un cambio total. “Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia;” (Gálatas 5:5). Dios dictará su sentencia final; los que son de Cristo serán absueltos (liberados) de toda condenación, para que de ese modo experimenten las bendiciones de la eternidad. Ser espiritual es elevarse por encima de lo natural, material y carnal. “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14). Sin el Espíritu es difícil comprender la revelación divina. Es imposible que el hombre natural comprenda las cosas del Espíritu; para él son locura. El Espíritu Santo es quién nos orientas, no hay forma de que podamos entender el mensaje del Evangelio. Por muy elocuente que sea el predicador del Evangelio, si el oyente no le permite al Espíritu Santo obrar, no puede haber una verdadera comprensión o aceptación del Evangelio. La sabiduría del Espíritu es la palabra de la cruz de Cristo. El hombre espiritual es aquel que tiene a Cristo como su salvador. Lo juzga todo porque puede discernir las cosas del Espíritu, y puede comprender las cosas de Dios. Con la expresión “vida espiritual” o también “espiritualidad”, queremos indicar que vivimos y caminamos por el Espíritu. La espiritualidad del creyente comprende todas aquellas actitudes que comprometen al ser humano con Dios. Es vivir la realidad humana, con autenticidad y profundidad, según las mociones del Espíritu Santo. La vida espiritual es un camino o proceso de santificación y perfección, que se traduce en actitudes de fidelidad, generosidad y compromiso. La vida cristiana es vida en Cristo. Cuando el Espíritu sopla el corazón se va unificando en sintonía con los criterios, escala de valores y actitudes de Cristo. Es importante adentrarse decididamente en nuestra nueva vida en Cristo, solo así, seremos hombres y mujeres espirituales, revestidos de Cristo, y lleno de la gloria de Cristo. “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:4). Cuando el cristiano vive en esta dinámica espiritual, se siente más comprometido. “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22-24). Ahora tenemos una nueva capacidad para vivir  este nuevo estilo de vida, y de obediencia a Dios, gracias al poder del Espíritu Santo. ¡Amén!

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agosto 23, 2011

La primicia de Su venida

“Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1 Corintio 15:28). La manifestación gloriosa de Jesús ha sido el objeto de nuestra esperanza. Si en la resurrección y ascensión Jesús fue entronizado, Su dominio aún no se ha manifestado plenamente. La parusía del Señor es la que nos conduce a la plena realización de la salvación, cuyo fundamento está en la victoria que Jesús ya obtuvo. Jesús es la primicia de la resurrección, luego lo que son de Cristo, en su venida. La venida o parusía de Cristo significa la destrucción de todas las potencias enemigas de Dios, incluida la muerte. En la parusía todo queda sometido a Cristo, es entonces cuando su dominio sobre el mundo se hace una realidad. La responsabilidad de Jesús es derrotar a los poderes malignos, luego él se sujetará al Padre. “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:13-15). Jesús primero derrotó a los principados y potestades, al pecado y a la muerte en la cruz, y en Su parusía encerrará a Satanás en el abismo y destruirá todo el mal que hay en los cielos y en la tierra. “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano.  Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:1-3). Al dragón le es imposible evitar que lo arrojen al abismo. Jesús por medio de la cruz, despojó a los principados y a las potestades de su dominio y autoridad. Jesús los conquistó para siempre. La maldad del hombre, la injusticia y los acontecimientos mundiales parece que están fuera de control pero Dios controla los sucesos y acontecimientos de la historia. Dios permite  que Satanás realice sus planes por un poco de tiempo hasta la venida de Jesús por segunda vez a la tierra. Con su pleno dominio sobre la creación, Dios será “todo en todas las cosas”. “Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (Apocalipsis 12.12). La resurrección de Cristo es la primicia, a partir de la cual se hace realidad la resurrección de todos los que son de Cristo. La meta y la consumación de la historia tendrán lugar cuando el reino sea entregado a Dios, cuando la creación sea completamente libre de todas las fuerzas malignas. Esto no significa que Cristo dejará de reinar; Su reino es un reino eterno. Jesús viene como rey y señor de la creación, preparémonos para ese día. La meta del pacto, y el cumplimiento de  la promesa de Dios, ahora están por ocurrir. ¡Amén!
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agosto 22, 2011

La Santidad del creyente

Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos. (Levíticos 20:26). La santidad pertenece a los que han sido elegidos y apartados por Dios. La santidad pone de manifiesto la vida de separación. Concebir el ser y el carácter de Dios simplemente como una síntesis de perfecciones abstractas es privar a Dios de toda realidad. Cada una de las perfecciones de Dios manifiesta y comunica su santidad.  Es nuestra relación con Dios lo que nos hace un pueblo santo, en este sentido la santidad es una expresión de nuestra relación con Dios. Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad. (Salmos 30:4). La santidad se perfecciona en medio de nuestras circunstancias; en el discurrir de la vida. No es necesario salir del mundo para ser santo, sino obedecer y apartarse (separarnos)  para Dios. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:3-4). El propósito de nuestra elección (predestinación) es para que fuésemos santos e irreprensibles delante del Señor. Dios nos escogió para que fuéramos diferentes de las demás personas. En la Iglesia primitiva, los cristianos no tenían la menor duda de que tenían que ser diferentes de la gente del mundo. Pero la tendencia de las iglesias modernas es difuminar su diferencia con el mundo. A los cristianos se les debería poder distinguir. Debería ser posible identificarlos en las escuelas, tiendas, fábricas, hospitales, o en cualquier sitio. La diferencia consiste en que el cristiano se comporta, no de acuerdo con las normas humanas, sino como le exige la ley de Cristo. “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado” (Filipenses 2:14-16). Para ser luz, debemos retener la palabra de vida. Una vida transformada es un testimonio efectivo del poder de la Palabra de Dios. La fidelidad al evangelio demanda el esfuerzo de aferrarse a él y mantenerlo en su pureza e integridad, lo cual implica una conciencia teológica y docente. “Tus testimonios son muy firmes; la santidad conviene a tu casa, oh Jehová, por los siglos y para siempre” (Salmos 93:5). Para que la gloria de Dios se manifieste en el templo, tanto, el templo como el pueblo, deben estar separados para Dios. “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1). Este texto no se refiere a una “santidad instantánea” o a una “perfección absoluta y sin pecado”, sino a la madurez y a nuestro crecimiento en Cristo.” Para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (1 Tesalonicenses 3:13). El apóstol se refiere aquí al proceso, la cualidad y la condición de una actitud santa y a la santidad en la conducta personal. Cada aspecto de nuestro carácter y personalidad debe estar bajo la supervisión de Dios. “Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad” (Hebreos 12:10). Dios, en su infinito amor y sabiduría nos disciplina para bien, a fin de que participemos de su santidad a lo largo de toda nuestra vida. La santidad de Dios es su vida y personalidad distintivas. “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” ¡Amén!
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La paz interior y exterior del creyente

“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”  (Juan 16:33). Los pesares, pérdidas, penalidades y desengaños de la vida nos abaten, sin duda,  a veces en demasía; sin embargo, son estos sufrimientos lo que también hacen que se fortalezca nuestra confianza en Jesucristo.  La vida nos puede tratar de la peor manera y a pesar de ello podemos salir victoriosos. La paz se presenta como una cualidad deseable y apetecible por todos. La vida social, las relaciones interpersonales, la mutua concordia, el intercambio de conocimientos y de afectos, están condicionados por la paz de los individuos. “Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto” (Isaías 45:5-7). En este pasaje se afirma la soberanía de Dios y se rechaza la idea de un dualismo, tal como lo concebían los persas. Esto no significa que Dios es el autor del mal, sino que todos los sucesos y acontecimientos de la vida están bajo su control soberano. “Por tanto, cuando Jehová tu Dios te dé descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad para que la poseas, borrarás la memoria de Amalec de debajo del cielo; no lo olvides” (Deuteronomio 25:19). Los amalecitas eran nómadas que vivían en el Néguev y el Sinaí. Eran un pueblo violento que vivía de las cosas que robaban a otras naciones. Los amalecitas atacaron a los débiles, los enfermos y ancianos, que por su impotencia, se habían quedado en la retaguardia. Ellos no habían demostrado compasión, ahora Israel no debía tener compasión con ellos. Israel sería usado como el instrumento de Jehová para castigar este crimen inhumano. Jesús es llamado “príncipe de paz”, la paz ofrecida por Cristo se basa en un profundo sentido de Justicia. Debajo de las imágenes vivas que nos presenta Isaías debemos entender lo que era sustancial en su profecía, el principio de un reinado espiritual basado en la justicia y en la paz. La paz interna de los individuos, es la condición para la paz social. El fundamento de esta mutua implicación yace, como es patente, en la indisoluble conexión que existe en la unidad existencial del hombre, entre sus mociones internas y sus actos externos. La paz no se logra solo a través de la aplicación del derecho. Aunque el reino del Mesías se caracteriza por la justicia, la paz que Cristo nos ofrece, es una paz que trasciende las normas del derecho y de la justicia. “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). El resultado final de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas es una paz profunda y duradera. A diferencia de la paz del mundo, cuya definición suele ser ausencia de conflicto, esta paz es una confiada seguridad en cualquier circunstancia; con la paz de Cristo, no tenemos por qué temer al presente ni al futuro. Si su vida está cargada de tensión, permita que el Espíritu Santo lo llene de la paz de Cristo. Hay muchas cosas que están en conflictos en nuestras vidas pero la presencia sobrenatural de Jesús penetra en nuestros corazones para frenar estas fuerzas hostiles y darnos consuelo en medio del conflicto.  La paz ofrecida por Jesús, es fundamentalmente distinta de la paz ofrecida por el mundo. Pablo reitera este concepto cuando se refiere a “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:17). Si nos diéramos cuenta de ellos no nos perturbaríamos, sino que confiaríamos en Jesús y esperaríamos en él. Para los impíos, no hay paz. Sin embargo, el Señor guardará en completa paz aquel cuyo pensamiento en él persevera. ¡Amén!
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agosto 20, 2011

Viviendo por la fe

“He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:2-3). La codicia es un deseo intenso de poseer, sin prestar atención a las Palabras de Dios. En la actualidad vemos como la codicia controla a los hombres. Muchos están embriagados, poseído de un espíritu de voracidad insaciable. En su vanidad han abandonados las normas comunes de la decencia y de la integridad moral. Pero la opresión y la violencia no pueden ser la base de una sociedad organizada. En contraste con esta clase de hombre, está el justo, el que es recto. Sus hechos son realizados conforme a la voluntad revelada de Dios. La fidelidad de los hombres y mujeres justos es una fuente de vida. Si vivimos en justicia, perduraremos en la presencia de Dios, mientras que nuestros enemigos y opresores perecerán. La fe como el medio para la justificación, fue lo que tocó a Martín Lutero en lo más profundo de su alma, iniciando así la Reforma protestante. Por lo general no pensamos que el sufrimiento sea bueno para nosotros, pero puede edificar nuestro carácter y nuestra paciencia. Durante tiempos de grandes pruebas, podemos sentir la presencia de Dios con claridad y encontrar ayuda de creyentes que nunca hubiéramos pensado que nos ayudarían. El saber que Jesucristo está con nosotros en nuestro sufrimiento, y el esperar su próximo regreso para poner fin a todo dolor, nos ayuda a crecer en nuestra fe y en nuestra relación con él. No debemos abandonar la fe en tiempos de persecución, sino demostrar que nuestra fe, es una fe verdadera. La fe significa depender de lo que Cristo ha hecho por nosotros en el pasado, pero también significa esperar lo que hará en nuestro favor en el presente y en el futuro. Tenemos que ser pacientes; la paciencia es la capacidad de continuar en pie bajo circunstancias difíciles, con la entereza de quien resiste activamente ante los inconvenientes y el fracaso. Continuemos adelante con una viva confianza en nuestros Salvador, sin vacilar ni retroceder. El que no es recto interiormente,  no es recto delante de Dios. La vida fácil está debilitando a muchos cristianos, personas que en otros tiempos enfrentaron las pruebas y adversidades pero ahora han dejado que los vientos suaves del confort debiliten sus fuerzas y reduzcan su fe. Si fuéramos siempre como fuimos en nuestros mejores momentos en el Evangelio la vida sería muy diferente. El Evangelio no nos exige lo imposible; pero, si fuéramos siempre tan honrados, amables, valientes y corteses como podemos ser, la vida se transformaría. A todos se nos concede a veces remontarnos como las águilas; cuando estamos en forma todos podemos correr sin agotarnos; pero la mejor cualidad de un atleta es mantener su ritmo en la carrera sin desmayar. La victoria es para los fieles; la vida eterna es para los que caminan en la presencia de Cristo. Lo que hace importante el proceso de la vida, es su objetivo, solo los que perseveran hasta el fin serán salvos. “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Cuando Habacuc dijo “vivirá”, quizás se refería solo a la vida presente, pero Pablo amplía el concepto para incluir también la vida eterna. Al confiar en Dios, obtenemos la salvación ahora y para siempre. La justicia de Dios es recibida por la fe, y cuando se recibe, produce una fe siempre creciente. En la  medida que ejercitamos la fe, recibimos más y más de la justicia de Dios, y una actitud permanente de fidelidad a nuestro Señor Jesucristo. Durante la invasión de los caldeos el profeta Habacuc fue consolado al recibir la revelación y  la seguridad de que el justo sería preservado por su fe y confianza en Dios. El justo no vivirá por confiar en sí mismo, en sus propias obras o méritos, sino por su confianza y fe en Dios. ¡Amén!
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agosto 19, 2011

Otro evangelio

“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1.6-7). Pablo había predicado el Evangelio de la Gracia de Dios. En su predicación insistía que lo único que podemos hacer es aceptar con gratitud la salvación que Dios nos ofrece a través de Jesucristo. “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9:16). Dios tiene el derecho de actuar de acuerdo con su voluntad, los privilegios que tenemos es porque Dios nos lo ha dado;  esto debe hacernos pensar y conducirnos con humildad. “Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” (1 Corintio 4:7). No tenemos nada que no hayamos recibido de Dios, lo que importa es lo que Dios hace y no lo que nosotros podamos hacer por sí mismo. En una sociedad libre la gente tiene derecho a tener sus propias ideas religiosas, pero eso no significa que sus creencias sean correctas. Algunos cristianos judíos, descontentos con la forma en que Pablo invitaba a los gentiles a creer en Cristo y a venir al Evangelio, habían comenzado a visitar las iglesias que él había establecido. El propósito de ellos era “judaizar” a los creyentes gentiles; persuadirlos de que, después de creer en Cristo, debían dar un paso más y convertirse en prosélitos judíos por medio de la circuncisión. Estos predicadores no eran cristianos errados, sino falsos maestros. Su misión era, en realidad, peligrosa y destructiva.  Pablo no iba a permitir que la Iglesia fuera esclavizada por doctrinas y enseñanzas de hombre. La vida cristiana es una vida de comunión con Cristo, y por ende, una vida de obediencia a los principios del Evangelio. Hay muchos que están mezclando el mensaje de salvación con la filosofía,  el legalismo y el libertinaje, y esto es enseñar otro evangelio. La gracia va más allá de la conversión: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Corintio 15:10). Pablo atribuía a la gracia divina todo lo que era valioso en él. A pesar de ser el más influyente de los apóstoles, Pablo era profundamente humilde. Sabía que había trabajado duro y que había logrado mucho, pero lo que había logrado era debido a que Dios había derramado su gracia en él. Esto es lo que los falsos predicadores no entienden, piensan que para estar cerca de Dios hay que someterse a una interminable serie de preceptos y normas religiosas. Pablo rechaza estas opiniones y dice que aun nuestros logros en el ministerio se deben a la acción de la gracia divina. La verdadera humildad no radica en tener una baja auto estima sino en conocer que Dios obra en nosotros, mantener una perspectiva clara de quién es él y reconocer su gracia en el desarrollo de nuestras habilidades. “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”. ¿Dedica usted su vida en tratar de agradar a otros? Pablo tuvo que hablar con dureza a los cristianos en Galacia porque estaban en serio peligro. No se disculpa por sus palabras directas, sabía que no estaría sirviendo fielmente a Cristo si permitía que los cristianos de Galacia siguieran en la senda equivocada. ¿A quién trata usted de agradar, a las personas o a Dios? Dios te conoce íntimamente procura por lo tanto, darle el primer lugar a Dios. Dios conoce lo que hay en nuestros corazones, a él no lo podemos engañar. ¡Amén!

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agosto 18, 2011

Hombre de fe

“Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (Hebreo 11:7). Dios está buscando un varón justo, que sea perfecto (no absoluta, sino relativamente); él quiere glorificarse y lo quiere hacer a través de nosotros pero  debemos caminar con Dios. Para llevar a cabo el propósito de Dios se necesitan personas que amen y obedezcan a Dios sinceramente. Si queremos ver lo extraordinario de Dios debemos caminar por la fe  y ser un ejemplo para nuestra generación. Vivimos en un mundo repleto de maldad. En medio de una generación corrompida, agradar a Dios debe ser una de nuestras metas. Es necesario ser sincero en nuestro deseo de hacer la voluntad de Dios. “Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová” (Sofonías 2:3). Dios nos llama a ser disciplinado, quizás usted no pertenezca a una familia adinerada ni tenga una buena posición social o política pero si usted le sirve a Dios, él se glorificará en usted. Se aproximan los días en los cuales Dios escudriñará a su pueblo. “Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni hará mal” (Sofonías 1:12). Muchos cristianos están indiferentes y muy confiados porque tienen mucho conocimiento teórico de las Escrituras, una buena posición eclesiástica y ciertas comodidades, pero sus facultades mentales y   espirituales están extremadamente disminuidas; no son capaces de discernir las señales de los tiempos. “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Corintios 13:5). En el proceso de autoevaluación debemos comprobar si estamos firmes en la fe. Hermanos es necesario hacer una pausa y preguntarnos si estamos firmes en la fe y si realmente somos hijos de Dios. Si decimos que somos hombres y mujeres de fe, debemos estar conscientes que Jesucristo mora en nosotros. La presencia de Jesucristo en nuestros corazones nos da la seguridad de nuestra salvación. “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (1 Corintios 11:31-32). Reflexionar seriamente sobre nuestras vidas nos ayudará a evitar el castigo de Dios. Juzgar nuestras propias acciones evitaría el juicio y el castigo divino. La disciplina del Señor es para nuestro bien, para que no seamos condenados junto con el mundo. No había ninguna evidencia de que pudiera suceder alguna vez una catástrofe como la del diluvio. El hecho de prepararse para ese acontecimiento fue un acto de fe de parte de Noé. Él quedó profundamente impresionado por la revelación de que Dios tenía el propósito de destruir la tierra mediante un diluvio, y prestó atención a las instrucciones que se le dieron. Sin embargo, no fue tanto el temor al diluvio que vendría lo que indujo a Noé a construir el arca, sino la fe en lo que Dios le había revelado acerca de la catástrofe. La construcción del arca fue un testimonio de su decisión; testificó de su fe en Dios. La fe de Noé, se reflejó por su fidelidad, y su vida en perfecta armonía con la gracia de Dios y le dieron el derecho de ser contado como un hombre justo. ¡Amén!


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agosto 17, 2011

El Cordero de Dios

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6). Este versículo es quizá el más penetrante en su descripción del pecado y de la expiación, poniendo al descubierto nuestra naturaleza caída que nos aísla de Dios, y la iniciativa divina para nuestra redención. Caín se queja, no de su pecado, sino de su castigo. “Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado” (Génesis 4:13). Aunque Caín merecía la pena de muerte, Dios en su misericordia le dio una nueva oportunidad. Aun así no se arrepiente ni pide perdón, pero le preocupa que alguien lo mate. Caín siendo culpable se queja; sin embargo, Jesús se sometió a la voluntad de Dios sin protestar ni expresar queja alguna. “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”. Dios envió a Su Hijo a morir como propiciación por nuestros pecados. “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2). Dios ha enviado a Jesús como propiciación por nuestros pecados. La sintaxis griega destaca que Cristo es en sí mismo la propiciación y también el propiciador. Una manera de ver la obra salvadora de Cristo es mirarla como propiciación. Esto no constituye toda la historia pero sí una parte de la misma, una verdad que muchos teólogos modernos pasan por alto. Su propiciación (hilasmos) es eficaz y además suficiente para el perdón de nuestros pecados. Jesús se ha hecho cargo de nuestros pecados mediante su muerte expiatoria. “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:30-31). Dios nos ha llamado a romper con el pasado. Nuestro pasado, ha sido, una época de ignorancia. Pablo no dejó su mensaje inconcluso. Confrontó a sus oyentes con la resurrección de Jesús y su significado para los hombres. ¿Qué significado tiene la muerte y resurrección de Cristo para usted? Los días de ir a tientas han pasado. Cuando teníamos que caminar en las tinieblas no podíamos conocer a Dios, y Él pasaba por alto nuestras necedades y errores; pero ahora, han llegado la plenitud de los tiempos y Dios ha enviado a su Hijo. Con la venida de Cristo llegó la plenitud del conocimiento y se terminó el tiempo de las escusas. “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Hebreos 7:26-27). La suficiencia y eficacia del sacrificio de Jesús para expiar nuestros pecados, es el resultado de la absoluta pureza del Señor. El pecado levanta una barrera entre el hombre y Dios pero Jesús con su muerte en la cruz y su resurrección quita esa barrera y nos acerca a Dios por su sangre. Caín no tenía idea del dolor y el sufrimiento que causa el pecado. “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón” (Génesis 6:5-6). Hay muchos que como Caín no saben el sufrimiento y el dolor que le causan al corazón de Dios. Él no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo dio en propiciación por nuestros pecados. “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación,  y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”. (Hebreo 9:11-12). El pacto mosaico habilitó sacrificios de animales que trajeron alivio temporal a la culpa del hombre, y ofrecieron lecciones sobre la justicia de Dios.  Pero Jesucristo entró en la historia como un sacerdote eterno para ofrecer un sacrificio eterno por el pecado.  El derramamiento de su sangre proveyó de un sacrificio y de un vínculo permanente entre Dios y los seres humanos. El inmutable vínculo establecido a través de la sangre de Cristo nos garantiza la salvación por medio del arrepentimiento y de la fe en su sangre. ¡Amén!
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agosto 16, 2011

El espíritu de vértigo

“Jehová mezcló espíritu de vértigo en medio de él; e hicieron errar a Egipto en toda su obra, como tambalea el ebrio en su vómito”. (Isaías 19:14). Egipto era un país muy religioso; el politeísmo era su principal característica. Cada población y ciudad tenía su propia deidad local, que ostentaba el título de “señor de la ciudad”. La religión del antiguo Egipto se basaba principalmente en ceremonias y sortilegios destinados a conseguir ciertos resultados deseados por medio del concurso de uno o más de sus numerosos dioses. Después de un período de silencio, en el que Egipto no aparece en las páginas de las Escrituras, Salomón se casa con una princesa egipcia. “Salomón hizo parentesco con Faraón rey de Egipto, pues tomó la hija de Faraón, y la trajo a la ciudad de David, entre tanto que acababa de edificar su casa, y la casa de Jehová, y los muros de Jerusalén alrededor” (1 Reyes 3:1). Salomón se apresuró a pactar con el faraón egipcio, obteniendo de él el privilegio de llegar a ser su yerno, a pesar de que este tipo de parentesco estaba prohibido. Este hecho, es particularmente lamentable.  Egipto era una nación que se había destacado tradicionalmente por su sabiduría y ciencia, pero sus dirigentes se habían vuelto necios y se encontraban en un estado de gran confusión. Su confusión no procedía de Dios, sino de su resistencia y dureza de corazón. En su inseguridad y vacilación se transformaron en ebrios repulsivos y dignos de lástima. Toda la nación sufría de un estado de alucinación mental producida por este espíritu de las tinieblas. “Y dijo Jehová: De la manera que anduvo mi siervo Isaías desnudo y descalzo tres años, por señal y pronóstico sobre Egipto y sobre Etiopía, así llevará el rey de Asiria a los cautivos de Egipto y los deportados de Etiopía, a jóvenes y a ancianos, desnudos y descalzos, y descubiertas las nalgas para vergüenza de Egipto” (Isaías 20:3-4). Dios le pidió a Isaías que anduviera desnudo; andar desnudo era un símbolo de humillación, privación y vergüenza. El cumplimiento de la orden divina era humillante pero algo muy serio. Dios puede pedirnos que hagamos cosas que no comprendemos, sin embargo, debemos obedecerlo con una fe firme e incuestionable. El pueblo de Dios había hecho un pacto con Egipto de protección, en lugar de volverse a Dios y buscar en él su protección. No ponga tu confianza en el mundo o experimentarás esta misma clase de vergüenza y humillación. Todos los que presenciaban esa escena estaban siendo confrontados. Dios está confrontando a su pueblo, a través de sus siervos y del mensaje de la Palabra para que no perezca. Tu destino no tiene que ser el destino del mundo pero si persiste en poner tu confianza en las cosas del mundo, te aseguro que perecerá. Este mundo está reservado para la destrucción y todo aquel que se hace amigo del mundo es un enemigo de Dios. “No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual morasteis; ni haréis como hacen en la tierra de Canaán, a la cual yo os conduzco, ni andaréis en sus estatutos” (Levítico 18:3). Todo aquel que le da la espala a Dios para regresar al mundo será destruido, sino se arrepiente a tiempo como lo hizo el hijo pródigo. “Y tomaré el resto de Judá que volvieron sus rostros para ir a tierra de Egipto para morar allí, y en tierra de Egipto serán todos consumidos; caerán a espada, y serán consumidos de hambre; a espada y de hambre morirán desde el menor hasta el mayor, y serán objeto de execración, de espanto, de maldición y de oprobio”  (Jeremías 44:12). Cuando olvidamos las lecciones del pasado o nos negamos a aprender, corremos el riesgo de repetir las mismas experiencias. Muchos están luchando con este problema. Eran personas fracasadas pero Dios tubo misericordia y los liberó de sus pesadas cadenas (sexo, drogas, alcohol etc.), transformó sus vidas e hizo de ellos una nueva criatura. “Pues castigaré a los que moran en tierra de Egipto como castigué a Jerusalén, con espada, con hambre y con pestilencia”. En Egipto lo que encontrará es la muerte. “Y esto tendréis por señal, dice Jehová, de que en este lugar os castigo, para que sepáis que de cierto permanecerán mis palabras para mal sobre vosotros”. Si esto es lo que usted desea, entonces no tengo más nada que decir. ¡Amén!

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agosto 15, 2011

Serviremos a Dios en libertad

“Luego dijo YHVH: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor por causa de sus opresores, porque conozco sus padecimientos. Descenderé, pues, para librarlo de mano de los egipcios y para hacerlo subir de ese país a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel,...”  (Éxodo 3:7-8). El viaje de Israel a Egipto y su aflicción allí había sido predicho, y fue durante el último año, que Dios se le reveló a Moisés en la zarza ardiendo. “Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años” (Génesis 15.13). Para los hebreos Jehová es el Dios que habita en las alturas por eso dice “descenderé”. Cuando la Escritura habla de que Dios da a conocer su nombre, se refiere al acto de revelar (por medio de obras y acontecimientos) lo que su nombre verdaderamente significa. Al revelar su nombre divino, Dios declara su carácter y sus atributos, su nombre subraya su poder eterno y su carácter inalterable. El nombre YHVH se relaciona con el verbo hebreo “ser”, y por lo tanto implica la absoluta existencia de Dios. El Señor reconoce que ha visto y ha oído la aflicción de los hebreos y decide intervenir directamente. La tierra a la cual los israelitas iban a “subir” es llamada una “tierra buena” debido a su gran fertilidad y “extensión” en contraste con la tierra de Gosén. La rica tierra al este del Jordán produciría enormes cosechas de cereales en la primavera y le proporcionaría pastos suficientes durante todo el año para los rebaños. Israel serviría a Dios en libertad porque Dios había oído el clamor de su pueblo. Dios se dispone a cortar con la maldición que te ha mantenido esclavizado durante tanto tiempo. Será libre para servir y adorar a Dios. Te sacará Jehová de la tierra de la estrechez (Gosén) para llevarte “a una tierra buena y ancha” (Canaán). El pueblo de Dios no puede seguir viviendo esclavizado. Muchos de nosotros no tenemos la libertad de seguir a Dios y nos pasamos el tiempo tratando de imaginarnos como es Dios. Si queremos ver la gloria de Dios sobre nuestras vidas, familias y ministerios tenemos que salir de la esclavitud. Dios desea que tu sea libre, él no quiere verte oprimido ni enfermo. El propósito de Dios para ti nos es que viva enfermo y endeudado, el propósito de Dios para ti es que sea sano de toda enfermedad y dolencia y que además sea libre de las deudas. Egipto es una tierra de maldición pero la tierra a la que Dios te lleva es una tierra de bendición. Hay prueba y aflicciones que parecen que van a durar toda una eternidad.  Dios puso a Elías en la sombra durante tres años y medio: “Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer” (1 Reyes 17:3-4). Un profeta tan fogoso y activo como Elías se ve obligado a pasar un tiempo de total inactividad, literalmente su ministerio se congeló. Dios dirigió a Elías a un lugar de retiro. ¿Sería esto para su propia seguridad? ¿Sería para alentarlo y prepararlo? En momento así es cuando uno se pregunta, si realmente fue Dios que le llamó. Aún en medio de todo este dilema, vemos a Dios haciendo milagros para sostener a su profeta. ¿Dónde estaba el Dios de Abraham, Isaac y Jacob cuando los egipcios oprimían  a Israel, cuando echaban a sus niños en el Nilo (un río infestado de cocodrilo)? ¿Dónde estaba Dios cuando el látigo de los capataces egipcios caía sobre la espalda de los esclavos hebreos? ¿Por qué Dios no hacía nada para evitarlo?  El salmista se lamenta y dice: “Mis ojos están gastados de sufrir; Se han envejecido a causa de todos mis angustiadores” (Salmos 6:7). Como buitres alrededor de una presa herida, así se reunían los enemigos del salmista (sus angustiadores) para regocijarse de sus calamidades. “Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo” (Mateo 26:38). Este pasaje describe la intensidad de las emociones que Jesús sentía. Muchos hombres y mujeres han pasados por momentos difíciles pero Dios siempre ha estado con ellos y estará contigo para ayudarte. “Los afligidos y menesterosos buscan las aguas, y no las hay; seca está de sed su lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios de Israel no los desampararé. En las alturas abriré ríos, y fuentes en medio de los valles; abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de aguas en la tierra seca” (Isaías 41:17-18). “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Isaías 43:2).  “Así dice Jehová, el que abre camino en el mar, y senda en las aguas impetuosas”. ¡Amén!


agosto 14, 2011

Frente al peligro

“Entonces los tres valientes irrumpieron por el campamento de los filisteos, y sacaron agua del pozo de Belén que estaba junto a la puerta; y tomaron, y la trajeron a David; mas él no la quiso beber, sino que la derramó para Jehová, diciendo: Lejos sea de mí, oh Jehová, que yo haga esto. ¿He de beber yo la sangre de los varones que fueron con peligro de su vida? Y no quiso beberla. Los tres valientes hicieron esto” (2 Samuel 23:16-17). Cuando los hebreos ofrecían sacrificios, nunca consumían la sangre porque la sangre representa la vida, y debía ser derramada ante Dios. David no se bebió el agua que le trajeron sus soldados porque representaba sus vidas. En su lugar, se la ofreció a Dios. David consideró que el agua que le habían traído del pozo de Belén era valiosa por la manera en que sus hombres  arriesgaron sus vidas para conseguirla. Estos hombres enfrentaron el peligro, tan solo, para complacer un capricho de David. De la manera que estos hombres se entregaron y expusieron sus vidas para servir a David, nosotros también deberíamos entregarnos para servir a Cristo. ¿Por qué David derramó en tierra el agua que con tanto sacrificio sus hombres le consiguieron? Con esta actitud David les estaba enviando una señal a sus soldados. Las vidas de ellos eran más valiosas que sus deseos y caprichos personales.  Esta es una característica que debe poseer  un  buen líder espiritual. Las vidas y el bienestar del rebaño debe ser su prioridad número uno. Los hombres son realmente grandes cuando hacen la voluntad de Dios. El éxito de un hombre de Dios no depende de su capacidad ni de las personas que le rodean sino de Dios. Es Dios en cuya presencia estamos, que nos da la victoria.  David tenía un grupo de líderes excelentes pero él que le sostuvo y le protegió en los momentos de peligros fue Dios. “Mi vida está de continuo en peligro, más no me he olvidado de tu ley” (Salmos 119:109). Siempre que me enfrento a la dura realidad de la vida, y a sus dificultades, Dios me sostiene a través de Su Palabra. Los contemporizadores y los impíos por rechazar la Palabra son rechazados por el Señor. Cuando obedecemos la Palabra es cuando podemos andar con él. Este tipo de consagración no es opcional ni negociable, sino intrínseca a la vida espiritual. Debemos amar la Palabra del Señor como nuestro principal tesoro y aborrecer todas las demás alternativas de salvación. En medio del peligro Dios ha dejado una puerta abierta “su Palabra”. Cuando se trata de obedecer a Dios, no existen términos medios, uno debe decidirse: le obedece o no. Hacemos lo que Él quiere o lo que nosotros queremos. La fe cobra vida cuando aplicamos las Escrituras a nuestra vida. Confiemos en Dios; Él es el único que está por encima de las presiones diarias de la vida y nos da seguridad total. Dios no solamente “libra a los que son llevados a la muerte”, sino que también, “salva a los que están en peligro de muerte”. Muchas veces hemos traído pan con peligros de nuestras vidas ante la espada del desierto pero Dios ha estado ahí para librarnos. “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” Es imposible que alguien nos separe de Cristo. Su muerte  en la cruz por nuestros pecados, es una prueba de su amor inquebrantable. Nada impedirá su presencia constante en nosotros. Si tenemos esta seguridad sorprendente, no temeremos. La sangre de Cristo nos protege del peligro que amenaza, la sangre del cordero de Dios es la señal que nos preserva de la envestida del ángel de la muerte. “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14-15). “Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan” (1 Juan 5:8). El testimonio interior del Espíritu, y todo lo que está involucrado en el bautismo de Cristo y su muerte no son tres hechos sin relación alguna. Los tres señalan el acto de Dios en Cristo para la salvación del hombre. ¡Amén!

agosto 13, 2011

Como la lluvia

“Goteará como la lluvia mi enseñanza; destilará como el rocío mi razonamiento; como la llovizna sobre la grama, y como las gotas sobre la hierba;  porque el nombre de Jehová proclamaré…” (Deuteronomio 32:2-3). La enseñanza de la  Palabra de Dios debería penetrar nuestros corazones endurecidos, así como la lluvia y el rocío penetran el suelo.  La enseñanza del Evangelio, es el mensaje de Dios. Una de la tarea que realiza el Espíritu Santo, es la de enseñar. “El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14). El Espíritu de Dios siempre está actuando y dándonos a conocer (descubriéndonos) el significado de la enseñanza  de Jesús. “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas” (1 Juan 2:20). Comprendemos las realidades espirituales gracias a la iluminación del Espíritu Santo. Jesucristo es la verdad y el Espíritu Santo nos guía a Él. En el cristianismo no existe (hay)  una elite iluminada de quienes todos tenemos que depender por obligación. “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Juan 2:27). El Espíritu divino ejerce sobre los fieles su acción santificadora e iluminadora para guiarnos por el camino recto. El significado de las Escrituras es inagotable. “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33). Pablo reflexiona sobre la asombrosa sabiduría y ciencia de Dios en su plan de salvación, y reconoce que Dios le ha dado al hombre la capacidad de razonar, y el hombre está obligado a pensar hasta donde le es posible. Pero a veces se llega al límite y lo único que nos queda es aceptar lo que nos ha sido revelado y adorar a Dios por ello. Aunque el método de Dios y su significado van más allá de nuestra comprensión, Dios es bueno en todo lo que hace. Dios nos ha dado la salvación para su propia gloria y nuestro beneficio. El señor nos enseña pero cuando no entendemos, entonces, Dios guarda silencio. “…Me estaré quieto, y los miraré desde mi morada, como sol claro después de la lluvia, como nube de rocío en el calor de la siega” (Isaías 18:4). Dios contempla sereno esperando que maduren los acontecimientos, como el sol, que con sus rayos hace que las cosechas maduren, o como nube de rocío, que acelera el proceso. El silencio de Dios no significa indiferencia o pasividad, su justicia: “Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; como el rocío que destila sobre la tierra” (Salmos 72:6). No nos engañemos, Dios se vengará de sus enemigos pero restaurará a su pueblo. Si somos fieles y nos mantenemos en el estudio de las Escrituras, oración, adoración y comunión, Dios nos restaurará y nos bendecirá. “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”. “Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra”. “Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio”. ¡Amén!


agosto 12, 2011

Como olivo verde en la casa de Dios

“Pero yo estoy como olivo verde en la casa de Dios;  En la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre” (Salmos 52:8). El impío caerá; en cambio, el justo permanecerá en la casa de Dios.  El salmista  expresa su absoluta confianza en Dios y su plena dependencia de él. Las insidias y falsedades de los impíos son como espadas o dardos envenenados, que hieren de muerte al inocente; sin embargo, el justo permanecerá firme como “olivos verdes” en la presencia de Dios para dar testimonio de sus hechos poderosos. “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará” (Salmos 1:3). El árbol es una figura común de vida y firmeza. El justo es como árbol plantado en el huerto de Dios, no ha crecido por sí mismo, sino que ha sido plantado y cuidado. Cuando nos acercamos a la Palabra con la intención de conocer a Dios; esto expresa “el deseo”,  “propósito”, o “interés” que tenemos. “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (Jeremías 17:7-8). Debemos arrancar de nuestras vidas la cizaña (la confianza en sí mismo) para que la buena semilla pueda crecer. En estos tiempos difíciles, los  que confían en sí mismo se empobrecerán y debilitarán  espiritualmente, estos no tendrán a quién recurrir. Sin embargo, los que confían en el Señor serán  fortalecidos porque Dios suplirá sus necesidades. Los que hacen de Dios su esperanza, tienen suficiente en Él para compensar todas sus carencias materiales y falta de  consuelos, florecerán como árboles cuyos follajes no se marchitan. “Volvió el ángel que hablaba conmigo, y me despertó, como un hombre que es despertado de su sueño. Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelabro todo de oro, con un depósito encima, y sus siete lámparas encima del candelabro, y siete tubos para las lámparas que están encima de él; Y junto a él dos olivos, el uno a la derecha del depósito, y el otro a su izquierda” (Zacarías 4:1-3). Muchas personas piensan que para sobrevivir en este mundo deben ser duras, fuertes, inflexibles y rudas pero no es “con espada ni con ejércitos, sino con mi Espíritu”. La unción era tan poderosa que mantendría el depósito de Israel lleno y las lámparas del candelabro ardiendo continuamente. Para poder avanzar en este tiempo se necesitan líderes ungidos que mantengan a la Iglesia encendida. “¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella” (Zacarías 4:7). Un monte generalmente representa un reino, Dios le dice a  Zorobabel que va a quitar el monte que le impide edificar la casa de Dios. Quizás delante de ti hay un gran monte (el reino de las tinieblas) pero ¿qué es este gran monte? Si la unción y el poder de Dios están en ti. Dios se encargará de convertirlo en llanura. “Ahora conozco que Jehová salva a su ungido; lo oirá desde sus santos cielos con la potencia salvadora de su diestra”. El que depende de su propia fuerza recibe lo que los hombres pueden lograr; pero el que depende de Dios recibe todo lo que Dios puede hacer. Únicamente Dios puede preservar a una nación o a un individuo, asegúrese de que su confianza esté puesta en Dios. “Jehová es la fortaleza de su pueblo, y el refugio salvador de su ungido”. ¡Amén!

agosto 11, 2011

Las maquinaciones de Satanás

“Para que Satanás no saque ventaja alguna sobre nosotros, pues no ignoramos sus maquinaciones (νόημα)” (2 Corintios 2:11). Nosotros estamos llamados a enfrentar los pensamientos, los propósitos y las maquinaciones de Satanás. La palabra “enfrentar” significa “actuar en oposición a, impedir, o frustrar. “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19).  Los creyentes han sido liberados del pecado y del poder del príncipe de la potestad del aire pero el resto del mundo permanece bajo su poder. “Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Este cuadro ilustra las tácticas de terror que Satanás utiliza. “Y esto no es sorprendente, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan de ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11:14-15). Satanás no solo utiliza el terror para mantener a las personas bajo su control, sino que también utiliza su astucia para seducir a las personas de una manera más sutil y secreta. Sus actividades son diversas en el mundo, pero siempre están dirigidas en contra de Dios. Satanás se opone al plan y al propósito redentor de Dios realizado a través de Jesucristo. “Muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo (2 Juan 7). Satanás está totalmente opuesto a la obra del Espíritu Santo en el mundo. Uno de los propósitos del Espíritu Santo es guiar a los hombres y mujeres al conocimiento de la Palabra de Dios pero Satanás trata de evitarlo. “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:3-4). Satanás aflige y tienta a los creyentes como lo hizo con Job. “Por eso también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, pues temía que os hubiera tentado el tentador y que nuestro trabajo hubiera resultado en vano” (1 Tesalonicenses 3:5). Su especialidad es matar, hurtar y destruir para realizar su obra tiene un sistema muy bien estructurado (Efesios 6:10-18). No solo combate, sino que también acusa y calumnia a los creyentes: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él. Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche” (Apocalipsis 12:9-10). Además siembra toda clase de dudas en los corazones. Satanás accede al alma y al espíritu a través de la carne y de los sentidos. Eva “Vio (Vista) que el árbol era bueno para comer (Gusto), y que era agradable a los ojos, y un árbol “codiciable” para alcanzar la sabiduría”, ella tomó de él y le dio también a su marido (Génesis 3:6). Satanás usó los sentidos humanos y los deseos para tener acceso al alma de Eva y a su espíritu. Si Satanás no puede “cegar tu mente” y apartarte de la verdad del Evangelio, entonces tratará de mantenerte atado a la carne. Los deseos carnales combaten contra el alma: “...que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 Pedro 2:11). Satanás usa la carne para afectar la mente: “Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Romanos 7:23). “Mis miembros” se refiere a la carne. Satanás usa la carne para afectar al espíritu: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1). Satanás usa la carne para que coseches corrupción (podredumbre, perversión) en tu vida: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción” (Gálatas 6:8). En Efesios 4 donde Pablo trata con los pecados de la carne en el contexto del viejo hombre él dice: “Ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:27). Esta advertencia significa que cuando pecamos, le damos lugar (derecho) a Satanás en nuestras vidas. Cuando Satanás posee a una persona él toma control parcial del cuerpo, alma, y espíritu. La conducta y los pensamientos de esa persona están bajo su influencia. Lo que sigue después es la enajenación del individuo. El mundo, la carne y el diablo combinan sus fuerzas para combatir a los creyentes. Cada una de esta fuerza puede operar de forma independiente, pero frecuentemente se combinan para atacar a los creyentes. Satanás usa al mundo, con sus ilusiones, encantos, filosofías, y sistemas mundanos, para ganar acceso a la carne. Usa la carne para ganar acceso al alma, a la mente y al espíritu. “Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto. No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2). Amados hermanos tomemos todas las armaduras de Dios para que podamos resistir y vencer a estas fuerzas del mal. Entremos cada día en una mayor intimidad con nuestro Señor Jesucristo porque si somos de Cristo nadie nos arrebatará de Sus manos. Si estamos en Cristo y somos guiados por el Espíritu Santo ninguna de estas fuerzas nos podrá separar del amor de Dios. ¡Amén!