octubre 26, 2012

ὡσαννά [hosanna]

“Desde la angustia invoqué a JAH, y me respondió JAH, poniéndome en lugar espacioso” (Salmos 118:1). Esta palabra se considera generalmente como una transliteración de la expresión hebrea הוֹשִׁיעה נָּא [un grito de auxilio], luego pasó a significar un grito de júbilo, y es sin duda un eco de la esperanza mesiánica del pueblo de Israel. El eco de la voz de la Iglesia se debería escuchar, del mismo modo, como eco de esperanza, cada día debemos alabar a aquel que ha sido exaltado sobre todo pueblo, lengua y nación. Su gloria es la más alta de todas las realidades, y su persona está sobre toda dignidad. Debemos responder con alabanza a Su revelación y expresarle una adoración cimentada en la consagración de nuestras vidas. Esto debe ser así porque Dios es quien hace sentar al necesitado en Su mesa, sacándolo del polvo, y sentándolo con los príncipes de Su pueblo para que logre realizarse como persona. Dios transformas la indignidad del menesteroso en dignidad y su desesperanza en esperanza. En Su misericordia se identifica con los débiles y frágiles, con simples vasos de barros que a causa del pecado, se han echado a perder pero que él ha venido, en la persona de Su Hijo para restaurarlos y convertirlos en vasos de honra. Dios se identifica con las parias de la tierra, así como lo oye. El Dios que tiene control sobre todas las cosas celestiales y terrenales, es él que también se compadece de los necesitados. Cuando el Señor nos redime, viene para quedarse; al separarnos del mundo, nos separa para sí y nuestras vidas se convierten en el lugar donde vive. Porque Dios a quienes redime, también los transformas en moradas y santuarios espirituales. Lo que él ha comenzado en tu vida, lo terminará. Todas las barreras humanamente infranqueables “desaparecen” ante él. Las batallas son recias pero la victoria es del Señor. “Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Marcos 11:9). Lucas omite ὡσαννά, en su lugar dice: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14). Esta clase de adoración les molesta a los religiosos, no así a los niños en la fe. “Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: de la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?” (Mateo 21:15-16). Debemos tener la seria intención de aprender de cada experiencia para salir de ella siendo una persona mejor y muchos más dedicado al Señor. Dios nos bendecirá y aumentará Su bendición sobre nuestras casas y sobre nuestras familias, solo adorémosle e invoquemos Su nombre. En Su nombre destruiremos a nuestros enemigos porque no hay nadie como él. ¡Te bendecirá porque no hay nadie como él! ¡Amén!



octubre 23, 2012

Dolores de Parto


δίνω significa “sufrir dolores de parto” y δίνως “dolores de parto”. Homero usaba estos términos en sentido figurado para referirse al dolor repentino y violento causado por heridas. Platón relaciona estos vocablos con la obra de Sócrates. La madre de Sócrates era partera y el filósofo se consideraba así mismo como un partero del conocimiento. Aristóteles lo usa en cambio para referirse al proceso natural del parto y Plotino encuentra en ellos una aplicación cosmológica y psicológica. La LXX [la versión de los setentas] introduce términos más subjetivos para referirse a los dolores de parto y usa además términos hebreos que denotan el embarazo como tal. Cuando los hebreos emplean la metáfora del parto, la referencia es más a los temblores convulsivos que al dolor, y se trata de la ansiedad y la angustia ocasionadas por las guerras y las aflicciones, y para referirse al juicio divino. Isaías dice: “Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehová. Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados. Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué. Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto” (Isaías 51:1–3). Abrahán fue la cantera, de donde la nación de Israel había surgido, Abraham había sido llamado a salir de una tierra extranjera para heredar las tierras de Canaán, en Canaán fue protegido, prosperado y bendecido por Dios. Hermano el Dios que bendijo a un individuo, hasta llegar a hacer de él una poderosa nación, no se olvidará de ti. Tú y tu casa renacerán; volveremos a cantar y a oírse nuestras voces; nuestras bocas se llenarán de alabanzas y de adoración en medio de la casa de Dios. Aun cuando el parto sea doloroso somos el pueblo escogido por Dios. “Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada que los de la casada, ha dicho Jehová. Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas” (Isaías 54:1-3). En medio de las pruebas y del juicio siempre habrá una firme expectativa de salvación. David dice: “Pero tú eres el que me sacó del vientre; El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios” (Salmos 22:9-10). El alma que recibe la semilla de la Palabra divina, queda pronto embaraza y cuando entre en labores de parto, dará a luz una mente renovada y completamente sana. Para los hijos de Dios habrá bendición sin importar las circunstancias ni el momento. La destrucción que sobrevendrá inesperadamente en los postreros días es para a aquellos que viven confiados en sí mismos, y de espalda a Dios; es para quienes rechazan a Su único Hijo y aborrecen Sus palabras. Es a causa del pecado que toda la creación gime como mujer que está para dar a luz; esperando la manifestación de los hijos de Dios, y del surgimiento de un nuevo cielo y una nueva tierra. El sufrimiento y dolor que hay en el mundo es a causa de los hombres impíos que han rechazados el Evangelio. Dios no quiere que nadie se pierda pero el tiempo es corto y el fin está cerca. ¡Amén!

octubre 19, 2012

Mentes Transformadas


Estamos obligados no solo a conocer acerca de Dios, sino a conocer a Dios. Necesitamos que nuestra relación con Él sea restablecida. Jesucristo ha conquistado nuestras mentes y corazones por medio del Evangelio. Todo el conocimiento que tenemos de él proviene de las Escrituras, la Biblia es la que da un testimonio completo acerca de Él. Para comprender la Biblia, debemos comenzar en el punto en el que por primera vez conocimos a Dios, es decir, en Jesucristo, y veremos cómo cada parte de la Biblia se relaciona con Él y su obra salvadora. Esto se aplica tanto al Antiguo Testamento como al Nuevo Testamento. No debemos olvidar algo tan evidente como esto. La palabra del Evangelio penetra en nosotros, por medio del poder del Espíritu Santo, y nos lleva de las tinieblas a la luz, es decir, a Cristo. “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). El Evangelio es el mensaje del reino de Dios y este reino ha venido en la persona y obra de Jesús de Nazaret. Así como hemos empezados la vida cristiana, por medio de la fe en Jesucristo, así también debemos continuar, viviendo por la fe en el Hijo. Dios está transformando nuestras mentes y voluntad por medio del Evangelio para que la salvación y el poder del Espíritu fluyan en nuestro ser. En los postreros días Dios derramará espíritu de conversión, sostendrá y llevará a Su pueblo a la madurez y a la perfección por medio de Jesucristo. “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (Zacarías 12:10). Ya no podemos pensar como si fuéramos humanistas ateos, la mente del humanista, tiende a reprimir la verdad, pero la mente del creyente es transformada por el Espíritu. Debemos luchar constantemente contra el humanismo, utilizando el poder de Dios. No debemos separar la obra redentora de Cristo de la iluminación que recibimos de él. Somos salvos para poder conocer verdaderamente a Dios y vivir en comunión con Él. Todo lo que Cristo fue e hizo durante su ministerio terrenal tuvo por objeto revelamos la verdad acerca de Dios, de nosotros mismos y de todo el orden de la creación. Por consiguiente, parte de nuestra salvación incluye también la iluminación de nuestra mente. Al creer en Cristo somos regenerados por el Espíritu, y la regeneración [o nuevo nacimiento] incluye también la renovación de nuestra mente. La mente recupera su verdadera función para poder juzgar e interpretar todas las cosas por medio de la Palabra de Dios. Renovar nuestra mente, proviene del rol eterno de Cristo como el agente de la Creación. Pablo dice que todas las cosas fueron creadas en Cristo, por medio de Cristo y para Cristo (Colosenses 1:16). Dios creó todas las cosas con el propósito de redimirlas en Cristo. ¡Amén!



octubre 17, 2012

Las Ofrendas Voluntarias

“…Esto es lo que Jehová ha mandado: Tomad de entre vosotros ofrenda para Jehová…” (Éxodo 35:4-5). Todos los materiales con los cuales fue edificado el tabernáculo procedían de ofrendas voluntarias del pueblo de Dios, tomadas de entre las pertenencias de ellos. Para construir y adornar la morada del Dios de Israel no era admisible el oro de ningún extranjero o extraño. El mundo mantiene a la iglesia profesante, y muchos avaros, corruptos y mundanos ricos son sus columnas; quienes la sostienen financieramente. Dinero mal adquirido, pretendidamente dedicado al Señor, se usa para edificar ostentosos templos en los que se exhibe el orgullo y la vanidad de los hombres. Pero estas ofrendas no son agradables delante de Dios; tienen el mismo sabor que tenía la ofrenda de Caín, y Dios no les da ningún valor. Dios es generoso, y quienes disfrutan de las riquezas de Su gracia deben ser generosos. “Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1Cronicas 29:14). El conocimiento de la bondad de Dios debe estar presente en nuestros corazones. Habiendo probado la dulzura de la redención y sus resultados, debemos expresar nuestra gratitud a Dios dándole lo mejor. En Israel todos podían ofrendar, pero ninguno estaba obligado a hacerlo. Cada uno debía hacerlo según sus medios; los príncipes trajeron piedras preciosas y especias aromáticas; las mujeres dieron sus prendas y sus joyas, y otros no solamente contribuyeron materialmente sino que, además, expresaron su amor por medio de sus trabajos personales; hombres esforzados cortaron árboles de acacia, y las mujeres sabias de corazón cooperaron con sus habilidades para hilar. Días tras días llegaban las ofrendas voluntarias, había tanta abundancia que Moisés tuvo que ordenarle que se detuvieran. “Pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba” (Éxodo 36:7). Esto nos hace recordar también los primeros días de la iglesia cristiana, cuando Mamón (una ambición egocéntrica que domina el corazón del hombre) había perdido su dominio (Hechos  2:45-47). Todo lo que tenemos y damos, es de Dios. Pero resulta ser una tentación para nosotros cuando tenemos riquezas materiales, cuando esto sucede solemos apartamos de los demás, cada uno cuida de lo suyo, disfrutando de su pequeño mundo. Dios ama a todas las personas porque El las creó; sin embargo, sus recompensas son solo para los que le son fieles. El primer mensaje de Dios por medio de Malaquías fue: “Yo os he amado”. La adoración a Dios había perdido su vitalidad y se había vuelto más un negocio para los sacerdotes que una adoración sincera. Los sacerdotes estaban ofreciendo animales ciegos, cojos y algunos ya muertos. Dios acusó a Israel de deshonrarlo al ofrecer sacrificios imperfectos. Hermanos nuestras vidas deben ser ofrecidas en sacrificios vivos y voluntarios a Dios. Si damos a Dios solo el tiempo, el dinero y la energía que nos sobran, repetiremos el mismo pecado de estos adoradores que no querían entregar nada valioso a Dios. Lo que entregamos refleja nuestra verdadera actitud hacia El. ¡Amén!


octubre 16, 2012

El que Impide

“Porque ya está actuando el misterio de la iniquidad. Sólo al presente hay quien lo detiene, hasta que sea quitado de en medio.  Entonces será revelado el inicuo (a quien el Señor matará con el soplo de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida), cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con toda clase de poderes, y señales milagrosas, y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que perecen: recompensa por no haber acogido el amor de la verdad para ser salvos” (2 Tesalonicenses 2:7-10). Se había esparcido la idea errónea [entre los hermanos de Tesalónica] de que ellos, ya  estaban viviendo en el día del Señor. Para corregir este error, Pablo dice: que ese día no llegaría hasta que el hombre de pecado [el Anticristo] se encarne y se manifieste. Tanto su encarnación como su manifestación están siendo impedidas por la obra de Uno cuyo ministerio es “permanecer en la tierra para protegernos para librar a la Iglesia de Cristo de la obra de Satanás”.
Hasta que no sea removido “el que impide”, el hombre de pecado puede encarnarse pero no puede manifestarse, y por lo tanto, el día del Señor no puede comenzar. Aun cuando Satanás logre realizar su programa en el cosmos y esté listo para presentar al último de sus gobernantes, hay Uno que impide que este programa se complete y llegue a su clímax hasta que se haya cumplido el propósito y designio de Dios. Satanás es una persona, y sus operaciones incluyen la esfera espiritual. El que impide tiene que ser asimismo una persona y un ser espiritual para mantener al Anticristo a raya hasta el tiempo de su manifestación. Meras agencias o fuerzas espirituales impersonales serían inadecuadas para impedirle su manifestación. Para hacer todo lo que debe hacerse, el que impide tiene que ser una persona divina. Tiene que ser más poderoso que el hombre de pecado y más poderoso que Satanás. Para poder impedir el mal durante todo el curso de esta era, el que impide tiene que ser eterno, omnipresente, omnisciente y omnipotente. Satanás está operando en el mundo entero y por lo tanto, es imperativo que el que impide sea uno que no esté limitado por el tiempo ni por el espacio. La era de la iglesia comenzó con el advenimiento del Espíritu en el día de Pentecostés, y terminará con su partida, con la remoción de su lugar de residencia.  Esto no significa que El no seguirá operando, sino que ya no estará residiendo en la tierra. El Espíritu reside en la Iglesia y si la Iglesia ha de ser arrebatada, no existe ninguna razón para que el Espíritu siga residiendo en la tierra. El Espíritu Santo es el que nos permite vencer en las luchas, Juan dice: “Hijitos, vosotros procedéis de Dios, y los habéis vencido, pues mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4). 
Cuando el Espíritu Santo habita en nosotros, se produce un cambio; nuestros deseos carnales, ya no nos seducen, ahora nuestra meta principal es agradar a Dios. “Ahora que vivimos por el Espíritu, andemos en el espíritu”. Como la descendencia espiritual de Abraham somos herederos de la promesa y capaces de responder y hacer la voluntad de Dios y de distinguir entre el bien y el mal. Se nos ha dado discernimiento espiritual por el Espíritu que mora en nosotros. El Espíritu descansa sobre nosotros y nos libra del mal cósmico y moral; no seremos destruidos por el mal, si somos fieles al Señor. La verdad a la que nos guía el Espíritu Santo es la verdad acerca de Cristo. Hay una tensión permanente entre nosotros y el mundo incrédulo que no se adapta ni se conforma a Cristo ni al Evangelio. Pero a pesar de las luchas inevitables que debemos enfrentar no hay razón para temer porque no estamos solos. Jesús no abandona a sus discípulos. La victoria final ya se ha logrado, así que podemos apropiarnos de la paz de Cristo aun en los tiempos más difíciles de nuestras vidas. Nuestro llamamiento de parte de Dios, como cristianos, es llegar a ser como Cristo. Este es un proceso gradual, para toda la vida y será completado cuando veamos a Cristo cara a cara. Ser dignos de su llamamiento significa querer hacer lo que es correcto y bueno (así como Cristo). Todavía no somos perfectos, pero a medida que Dios trabaja en nosotros nos movemos en esa dirección. ¡Amén!

octubre 15, 2012

Maldiciones sin Quebrantar

 “Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo, así la maldición nunca vendrá sin causa” (Proverbios 26:2). Las escrituras hebreas revelan que existen seis maldiciones activas y que están operando en los aires. Aor, es una maldición que produce “ceguera espiritual, y bloqueos mentales. Es una fuerza poderosa que impide a la persona conocer la verdad de Dios. Un manto de oscuridad ha caído, y su entendimiento ha sido segado; de modo que la persona no puede comprender las Escrituras, ni entender el plan salvador de Dios. Se activa cuando se habla mal de los hombres y las mujeres de Dios. El Señor dice: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré;…” (Génesis 12:3).
Qalal, es una maldición que causa una disminución de la visión. Nuestra visión espiritual es una fuente de vida y esperanza. Genera esperanza en medio del desaliento y nos provee fortaleza en la tribulación. Esta maldición priva a la persona de la prosperidad, porque sus efectos disminuyen la capacidad del individuo para realizarse y sin que se de cuenta comienza a perder poder, todo cambia de dirección. Esta maldición se activa cuando hay corrupción y violencia. La palabra corrupción significa, hacer trampa, dañar, estafar, robar, y defraudar. Nos podemos esconder de la esposa, el pastor, el jefe, y los padres, pero de Dios nadie se esconde. La palabra violencia en hebreo quiere decir ahorcar, tomar por el cuello, asfixiar. [Ver la historias de los dos deudores  en Mateo 18:28-30].  El siervo siendo perdonado no quiso perdonar a su hermano y consiervo. Este hombre estaba destinado a ser libre física y financieramente pero la falta de perdón lo redujo a la esclavitud.
Alah, es una maldición con una capacidad altamente destructiva, y provoca confusión mental. El individuo bajo los efectos de esta maldición se siente ser una victima, suele tener una actitud de autocompasión y de derrota. Esta maldición se activa cuando son violados o traspasados los mandamientos de Dios. La palabra traspasar significa cambiar o quebrantar los mandamientos de Dios. Todo Israel traspasó tu ley apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición… que está escrita en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra él pecamos (Daniel 9:11).
Arar, es una maldición que provoca la perdida de la gracia, la persona se vuelve antipática, indeseable, y rechazada. Cuando una persona está bajo esta maldición nadie quiere estar con ella. La persona que está bajo esta clase de maldición, siempre se presenta incómoda, e insatisfecha, siente que todos lo desprecian, y lo humillan. Esta maldición se activa cuando  no se honra a Dios. La mujer provocó esta maldición (arar) al obedecer la voz de la serpiente en lugar de obedecer y honrar a Dios.
Jerem, es una palabra que literalmente significa anatema y es una maldición que desata un poder que puede destruir completamente, aniquilar, o herir de muerte a la persona. Esta maldición desata una fuerza demoníaca terrible. Quienes están bajo los efectos de esta maldición tienen la tendencia a morir de muertes violentas, accidentes fatales, y caídas traumáticas e inesperadas. “Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis” (Josué 6:18).
Nakab, es una palabra que “significa lleno de huecos” esta maldición hace que una persona, ciudad o pueblo este siempre expuesta a la violencia, las personas mueren acuchilladas o agujereadas. Cuando esta maldición viene sobre una persona, familia, negocio, o nación hace que todo se arruine, la bendición se va, porque se han producido agujeros, y perforaciones. El orgullo y la altivez, y principalmente la soberbia son las causas de esta terrible maldición. “Porque día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo enaltecido, y será abatido” (Isaías 2:12). Cualquier maldición expresada sobre nuestras vidas, puede ser revocada, anulada e invalidada por la obra de Jesucristo, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El fue hecho maldición para que a cambio recibiéramos bendición. Para quebrantar una maldición debemos reconocer las causas de la maldición y arrepentirnos en nuestro nombre y en el nombre de nuestros antepasados. Como personas arrepentidas debemos confesar nuestro pecado, y cambiar de actitud para no volver a cometerlo. Es necesario pedir perdón al Padre Eterno en el nombre de nuestro Salvador y Señor Jesucristo. “El que confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. ¡Amén!

octubre 11, 2012

El pecado de la murmuración

“Y YHVH dijo: Lo perdono conforme a tu palabra. No obstante, tan cierto como Yo vivo, y la gloria de YHVH llena toda la tierra, que todos los hombres que vieron mi gloria y mis señales que hice en Egipto y en el desierto, y aun así me provocaron ya diez veces y no oyen mi voz, no verán la tierra sobre la cual juré a sus padres. Todos los que me despreciaron, no la verán” (Número 14:20-23). Los malvados habían sido destruidos en el diluvio, pero la posibilidad de pecar aún existía y Noé cometió el error de embriagarse pero a pesar de su error la actitud burlona de Cam fue una falta de respeto. Las acciones de Cam eran, de algún modo, una manera de deshonrar a su padre. Y Cam, padre de Canaán, vio la desnudez de su padre, y lo dijo a sus dos hermanos que estaban afuera (Génesis 9:22). La actitud de los israelitas nos revela que ellos no estaban preparados para pagar el precio de la libertad. El largo período de esclavitud que vivió Israel los hizo ser un pueblo con una mentalidad de esclavos. Las murmuraciones de Israel nos revelan a un  pueblo que sufría de amnesia. La amnesia se define como la pérdida parcial o total de la memoria. Ellos fueron testigos oculares de hechos y milagros nunca antes visto. Tenían pruebas indubitables acerca del Dios Todopoderoso. Habían visto cómo Dios quebrantó el poder del Faraón pero todo eso se le olvidó. Cuando la tentación a murmurar venga a nuestra vida, es apropiado recordar que en el pasado Dios nos trató con amor redentor y que en el presente nos trata con bondad. Pablo dice: Haced todo sin murmuraciones y contiendas,  para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo (Filipenses 2:14-15).
Los israelitas veían en Moisés al responsable de todas sus necesidades. Sobre él concentraron sus murmuraciones, quejas, y reacciones negativas. Sin embargo, aunque sus murmuraciones iban dirigidas contra Moisés, eran murmuraciones contra Dios. Moisés no podía alimentar a toda la congregación. Al igual que a ellos, la comida que él había traído de Egipto ya se le había acabado. De manera que sus agresivas quejas contra el siervo de Dios eran injustas e innecesarias. Por tanto, Jehová, que redimió a Abraham, dice así a la casa de Jacob: No será ahora avergonzado Jacob, ni su rostro se pondrá pálido; porque verá a sus hijos, obra de mis manos en medio de ellos, que santificarán mi nombre; y santificarán al Santo de Jacob, y temerán al Dios de Israel. Y los extraviados de espíritu aprenderán inteligencia, y los murmuradores aprenderán doctrina. Cuando nos hace falta algo lo más fácil es echarle la culpa a la persona que está más cerca de nosotros.  En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria (Hechos 6:1).
No hay murmuración que se haga sin que sea oída por Dios. ¡No nos engañemos, hermanos, Dios no sufre de sordera como algunos de nosotros! María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita (Números 12:1). Hay que señalar que la murmuración que se hace contra los siervos de Dios, es murmurar contra Dios. Dios no dudó en decirle esto a Moisés cuando escuchó el torrente de quejas que salían de toda la multitud. El salmista dice: "¡Les dio lo que pidieron; mas envió mortandad sobre ellos!" (Salmos 106:15) La murmuración tiene la misión de oscurecer nuestra visión de modo que veamos más lo que nos hace falta que las bendiciones que Dios nos tiene reservadas. Judas dice: Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas,... (Judas 1:16). Pablo amonesta a los corintios cuando dice: “Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el poder del destructor” (1 Corintios 10:10).
En el caso de Israel, es cierto que pasaron  por muchas dificultades, pero ese no fue  el verdadero motivo de sus quejas. En sus mentes no cabía la posibilidad de que Dios fuera suficiente para sostenerles con agua, alimento y vestido.  Mientras Dios hacía milagros y portentos, Él era bueno y lo alababan por sus hechos poderosos. Pero al  sentir que les fallaba algo convertían la alabanza en quejas. Con frecuencia somos invadidos por los temores, y nuestros pensamientos se llenan de malos presentimientos cuando nos faltan las cosas elementales. Si tan solo confiáramos en sus promesas, no seríamos impulsados por Satanás a la murmuración. Alguien dijo que “cuando la gente se queja, murmura por lo que no tiene, en vez de apreciar las bendiciones que recibe ".  Abrimos nuestras manos para recibir aquello que pensamos que necesitamos en lugar de abrir nuestros ojos para ver lo que ya tenemos. ¡Amén!
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octubre 06, 2012

El poder de la resurrección

(Efesios 1:15-23)



El corazón de una persona no necesita solamente ser nutrido con conceptos teológicos cada vez más refinados, nuestro ser interior también necesita de la obra del Espíritu; solo él integra nuestros conceptos teológicos con la percepción, la iluminación y la revelación divina; es así como él reestructura nuestra vida y nuestra voluntad. Pablo ora para que podamos conocer (comprender) la esperanza que nos espera. Es necesario comprender los que Dios desea hacer con nosotros, junto con todos los santos. Dios tiene una maravillosa herencia para ti, y tu debe saber que por su gracia, será un/na príncipe/pricesa, y no una rana.

Pablo dice que nuestra salvación y esperanza están sólidamente garantizadas por la infalible e inmutable promesa de Dios. No es un vago sentimiento o ilusión, sino una total seguridad. La presencia del Espíritu Santo nos da esa seguridad. El Espíritu obra en nosotros y disipa las neblinas de la ignorancia, controla la concupiscencia (naturaleza carnal), las disposiciones egocéntricas y la envidia. El mundo le teme al poder del átomo, pero el poder de Dios, es un poder superior. El poder de Dios, es el que resucitó a Cristo de la muerte y es ese mismo poder (el brazo de Dios) el que se manifestó en nosotros para salvación. Es por esta razón que nos aferramos por la fe a la promesa; pero no por una fe ciega, sino por una fe que descansa en la certeza y convicción de que Cristo ha resucitado de entre los muertos. “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho”. (1 Corintio 15:20).

Si la muerte es el final de todo, disfrutar el momento es lo más importante. Pero los cristianos sabemos que hay vida más allá de la tumba. Nuestra vida en la tierra es sólo una preparación para la vida eterna. Lo que usted hace hoy incide y determina a donde irá a pasar la eternidad. No permita que sus relaciones con los incrédulos lo lleve a dudar de Cristo o a vacilar en la fe. Su fe debe estar aferrada al trono mismo de Dios. Cristo es la fuente de nuestra vida espiritual. Dios cambió la aparente victoria de Satanás en el Edén, en un fracaso total cuando Cristo resucitó de la muerte. Desde entonces la muerte ha dejado de ser una fuente de temor. Cristo la venció y un día lo haremos también nosotros. La muerte ha sido vencida y ahora nuestra esperanza va más allá de la tumba. Si realmente creemos que Cristo ganó la victoria, esto debería afectar la forma en que vivimos ahora.

Pablo enfrentaba cada día peligros, dificultades y, eventualmente, el martirio, por causa del evangelio. ¿Por qué arriesgarse si no hay vida después de la muerte? Lo que Pablo dice es: si no hay resurrección, ¿por qué no abandonar esa vida de sacrificio por una vida de placeres? Pero nosotros sabemos que Cristo encabeza la nueva creación, y que él es “el primogénito de entre los muertos”. En él todos los hombres de fe seremos resucitados. La resurrección de Cristo fue uno de los eventos culminantes de la historia de la salvación, y con ella y la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés se inauguró “el fin de los tiempos”. La discusión sobre la resurrección se ha cerrado a nivel lógico, psicológico y retórico. Las pruebas presentadas y el testimonio dado por los apóstoles son concluyentes. ¡Cristo ha resucitado! ¡Amén!



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septiembre 28, 2012

El poder de la Palabra

“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreo 4:12). La Biblia es un tesoro interminable, es una fuente de sabiduría y conocimiento insondable; y es además el único libro que merece la atención de todos. No te preocupes por lo que no entiendas de ella; preocúpate por aquello que entiendes y no lo vive. Estudiar y vivir conforme a la Biblia es lo que nos hace mejores ciudadanos; mejores hombres y mujeres; mejores esposos y esposas; mejores padres, hijos e hijas etc. Todo lo que somos se lo debemos a Jesucristo; por consiguiente, desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo porque él es el Verbo de Dios. Tener un amplio conocimiento de la Biblia y vivir conforme a sus enseñanzas es lo que transforma nuestras vidas. En todas nuestras perplejidades y ansiedades la Biblia nos ofrece la luz y su poder trascendente e inigualable. La Biblia abre la puerta a la salvación y a la libertad; es una ventana para que miremos hacia la eternidad. La Palabra de Dios es por sí misma eficiente y dinámica, nos permite realizarnos, ilumina nuestras mentes, corrige y santifica nuestro ser; ella nos da a conocer la gracia y el amor de Dios en su máxima expresión. La Biblia es una palabra sin sonido, pero poderosa, es un libro que no se percibe con el oído, sino con el corazón. Contiene una palabra que se siente en la intimidad y en lo más profundo de nuestro ser interior. La única forma de interpretar la Palabra, es por medio de la fe y la iluminación del Espíritu.
La razón por la que algunos no entienden la Biblia, es porque no viven en la luz. Si usted quiere entender esa parte de la Biblia que no entiende, empiece a obedecer la parte que sí entiende. El creyente descansa en la autoridad de las Sagrada Escrituras. “El cielo y la tierra pasarán [dice Jesús], pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” [decía el salmista] (Salmos 119:105). “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17). “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). La Biblia es mucho más que una teoría; ella explica como el Ser Supremo –poseedor de una inteligencia y sabiduría infinita- creó el Universo y estructuró el sistema de leyes que lo rige. Dios nos ha dado dos libros, el libro de la naturaleza y la Biblia. El mejor comentario que se le puede hacer a la Biblia; es el testimonio que una persona consagrada da de sí misma; me refiero a una persona íntegra que pone en práctica la Palabra.
Acude a la Biblia para obtener protección, corrección y dirección. La Palabra de Dios es nuestra mejor brújula; nuestro mejor sistema de posicionamiento. Si Dios habla por medio de la Biblia, dedica un momento para escuchar. Deja que la Palabra llene tu mente, gobierne tu corazón y guíe tu vida. Mientras más leas la Biblia, más amarás al Señor y la persona que ama al Señor guarda su palabra. La Palabra de Dios quebranta los corazones endurecidos y cura a los quebrantados y heridos. El resultado de conocer la Palabra de Dios con una actitud correcta, es la obediencia. Estudia la Biblia para ser sabio; cree en ella para estar seguro; y practícala para ser santo. La Palabra escrita nos guía a la Palabra viva, es decir, al Verbo. Abre tu Biblia en oración; léela con cuidado; y obedécela con alegría. La Biblia es la receta de Dios para tu salud física, psicológica y espiritual. La Biblia siempre te señala cual es la dirección correcta. Su valor consiste, no sólo en conocerla, sino en obedecerlas. Mientras más meditamos en las Escrituras, con una mayor facilidad detectaremos los errores y las herejías. Los modernistas mutilan la Palabra; los tradicionalistas le añaden; los perezosos la ignoran; y los ignorantes tuercen la Palabra. Dios habla por medio de Su Palabra a quienes escuchan con el corazón. Si quiere crecer fuerte y ser una persona virtuosa, lee la Palabra de Dios. El estudio bíblico no es simplemente para que te informe; sino para que sea transformado. Tu vida debe estar enraizada y cimentada en la Palabra de Dios y en la oración. La Palabra de Dios no necesita adiciones ni sustracciones. La Biblia puede ser vieja, pero sus verdades son eternas. En este mundo cambiante, tú puedes confiar con todo tu corazón en la Palabra inalterable de Dios. ¡Amén!


septiembre 27, 2012

Cristianos con determinación

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (Hebreos 10:19-23). La fe en Dios, es el fundamento de nuestra verdadera, y permanente consagración. Tener una fe personal en Dios nos libra de ser arrastrados por las circunstancias. Si no hay un lazo consciente entre usted y Dios, usted nunca será capaz de mantenerse de pie en medio de las pruebas ni logrará una verdadera consagración espiritual. Relaciónate con Dios; crea por la fe una conexión individual con él; una realidad espiritual, un hecho vivo, una verdadera e inequívoca experiencia entre tú y Dios. Esta relación debe ser la raíz de tu existencia, el sostén y el punto de apoyo de tu vida en todo tiempo y bajo cualquier circunstancia. Esta conexión es una cuestión del corazón, no algo vano ni superficial. No sea inconsistente, infiel ni deshonesto. Los ritos religiosos nunca te libraran de la incredulidad, cada uno deberá dar cuenta de sí mismo a Dios por sus hechos y acciones. Necesitamos tener una completa e inalterable confianza en el Dios vivo, y en Su palabra, y una constante dependencia de Su sabiduría, bondad, poder y fidelidad.
El río de la eterna verdad de Dios está fluyendo por medio del Espíritu para que nos empoderemos con certeza, claridad, y autoridad de lo que solo la revelación divina puede darnos. La Palabra de Dios habla por sí misma y cuando lo hace sentimos su influencia, y reconocemos su poder. La Palabra se hace sentir por sí misma en el corazón, en la conciencia, y en las partes más profundas del alma. Hay poder en la Palabra. Nadie piense que Dios no puede hablar al corazón o que el corazón no puede entender lo que Dios dice o sentir el poder de Su palabra. Si Dios puede hablar a nuestros corazones; podemos escuchar Su voz; conocer Sus pensamientos y apoyarnos en Su palabra. Esta es una fe -simple, viva, y salvadora. El corazón no necesita aprender definiciones teológicas - necesita a Dios. Es imposible que un corazón distraído, y lleno de incredulidad pueda estar verdaderamente consagrado a Dios. A menos que usted confíe en Dios, y sea sustentado por Su poder, nunca será capaz de vivir de acuerdo con Su voluntad. De hecho, usted no tendría vida espiritual. Podemos ser profesantes y tener apariencia de piedad, pero si no tenemos una fe viva, tampoco habrá vida espiritual en nosotros. Y si no hay vida no puede haber una verdadera consagración. La fe es la que conecta tu alma con Dios, y es el Señor quien le imparte [al alma, por supuesto] estabilidad, consistencia, y energía. La verdadera consagración descansa sobre una profunda y sincera fe en Dios. Ésta tiene su raíz en el corazón; no es caprichosa ni antojadiza, sino serena, consistente, decidida y progresiva. Dios te quiere guiar por medio de Su Espíritu a un profundo y verdadero sentido de consagración.
Tu corazón debe ser atraído por la fe hacia una verdadera adoración. Es sólo la fe la que da a Dios Su propio lugar y le deja el escenario limpio para que Él despliegue y manifieste Su gloria. Cada nuevo despliegue y manifestación de Su gloria hace que broten nuevas expresiones de alabanza. La fe le ministra al espíritu y el espíritu es el vehículo por medio del cual se manifiestan las experiencias de una fe viva. Mientras más confiamos en Dios más le conocemos, y mientras más le conocemos más le alabamos y adoramos. Hay una atmósfera que envuelve a este mundo, una densa tinieblas, deprimente, y es solo con los ojos de la fe que podremos traspasarla. Nuestros propios corazones están llenos de incredulidad, siempre dispuestos a alejarse de Dios. Cuando los hombres y las mujeres de Dios se alejan del camino de fe e integridad cristiana, se exponen enseguida a los hombres de este mundo, y no te sorprenda si ellos los tratan con manos implacables. La realidad debe encontrar su fuente en el corazón. Si el corazón no es justo y veraz, no podemos decir que tenemos la vida de Dios ni que hay consagración en nosotros. Nuestras vidas deben estar reguladas por Dios porque Dios trata con realidades. En Dios hay gracia infinita, él es misericordioso y paciente. Dios puede tratar con nosotros y esperar con ternura, pero al mismo tiempo, tenemos que recordar que al no obedecer perdemos Sus bendiciones y recompensas; y esto, a causa de nuestra falta de sinceridad y consagración. ¡Amén!





Yugo desigual

Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (2 Corintios 5:14-15) Como cristianos deberíamos vivir una vida más pura y elevada, no podemos dejar de experimentar un sentimiento de tristeza y abatimiento al contemplar la forma cómo vivimos en nuestros días. Cuando recordamos los motivos que deberían guiarnos y animarnos; la senda que deberíamos seguir; el objeto en el cual deberíamos mantener fija nuestra mirada, reconocemos que si penetramos más en nuestra realidad actual, seríamos, con toda seguridad, cristianos más fervientes. El amor es el motivo más poderoso. Mientras más lleno está nuestro corazón del amor de Cristo, y nuestros ojos espirituales fijo en su Persona, más cerca procuraremos estar de él y seguir sus huellas. Para seguir las pisadas de Cristo debemos tener un espíritu quebrantado, y un corazón contristo y humillado o fracasaremos por completo en el intento. Nada es más egoísta —que obtener la salvación como fruto de los padecimientos de Cristo, de su sudor como grandes gotas de sangre, de su cruz y de su pasión— y mantenernos lejos [distante] de su Persona. Esto, debe ser considerado como un acto de egoísmo digno del más rotundo desprecio. Cuando este comportamiento es manifestado por una persona que profesa deberle todo lo que tiene al Hijo de Dios, no hay lenguaje capaz de expresar esta bajeza moral. Quiera Dios que el Espíritu Santo, con su irresistible poder, levante un ejército de discípulos separados del mundo, seguidores devotos del Cordero, y que en este ejercito cada uno se halle unido, mediante los lazos del amor, y no solo unido, si no también, agarrado a los cuernos del altar.

Tenemos el carácter moral que surge de nuestra relación con Dios; y es este carácter el que abona el terreno para que Dios, con justicia, reconozca públicamente nuestra filiación como hijos. Dios no puede reconocer de forma plena a aquellos que se hallan unidos en yugo desigual con los incrédulos, si lo hiciera, equivaldría a reconocer esta clase de relación; y Él no puede reconocer a quienes están unido con las tinieblas. ¿Cómo podría hacerlo? Quienes se unen en yugo desigual, se identifican moral y públicamente con aquellos con quienes se han unido, y de ningún modo con Dios. Se sitúan en una posición que Dios no puede reconocer pero si abandonan esa posición, si salan y se apartan, si rompen ese yugo desigual, entonces, y sólo entonces, podrán ser públicamente recibido y reconocido como -hijos del Dios Todopoderoso-. El hecho es que muchos se han colocado completamente fuera de la voluntad de Dios; en un terreno pantanoso; y, si no abandonan ese yugo, Dios no los podrá reconocer como a sus hijos. La gracia de Dios, es infinita; y puede venir a nuestro encuentro, a pesar de nuestros fracasos y debilidades; pero debemos abandonar de inmediato el yugo desigual, cueste lo que cueste, siempre que podamos hacerlo; de lo contrario, sólo nos queda inclinar nuestra cabeza con pesar, y orar a Dios para que él nos dé una completa liberación.

Nada podría ser más deplorable que la condición de alguien que descubre, cuando ya es demasiado tarde, que se ha unido de por vida a una persona con la cual no puede tener un solo pensamiento en común. El cónyuge mundano casi siempre termina saliéndose con la suya. Se verá casi sin excepción que, en caso de un yugo desigual, el creyente es el que sufre, tal como lo vemos por los frutos amargos de una mala conciencia, un corazón abatido, un espíritu destruido y una mente deprimida. Una relación de este tipo es, de hecho, la estocada mortal contra el cristianismo práctico y contra el progreso de nuestra vida espiritual. Es moralmente imposible ser un buen discípulo de Cristo, viviendo bajo un yugo desigual. El verdadero cristiano debe combatir, con todas sus fuerzas, los males de su propio corazón. Sin duda, el hombre que, con insensatez y en una abierta desobediencia, se casa con una mujer inconversa, o la mujer que se casa con un hombre inconverso, está cargando con toda una gama de males. Un creyente puede contar, de forma absoluta, con la gracia de Cristo para subyugar su propia naturaleza carnal; pero no para subyugar la de su cónyuge. Si usted se ha colocado bajo esta clase de yugo por ignorancia, el Señor vendrá en su ayuda, si confiesa, y se aparta. Dos personas se han unido para vivir en la más estrecha e íntima relación, con gustos, hábitos, sentimientos, deseos, tendencias y aspiraciones diametralmente opuestos. No tienen nada en común, de modo que los movimientos que haga uno, de seguro molestará al otro. ¡Amén!

abril 20, 2012


“Más e fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23). El fruto del Espíritu es de vital importancia en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos, y con nuestros semejantes. El amor es supremo entre todos los frutos del Espíritu, es razonable que aparezca en primer lugar en la lista del fruto múltiple del Espíritu, porque tanto en la dispensación de la ley como en la dispensación de la gracia el amor es el hilo conductor, ya que a través de el se lleva acabo el plan redentor de Dios. Dios canalizó su amor por medio de la persona de su Hijo. Encauzó (derramó) su amor en nuestros corazones a través del Espíritu Santo y a través de sus redimidos, Dios le da a conocer su amor a los hombres en todas partes. Así el amor es la clave de su programa redentor. Al recibirlo, es nuestra salvación; respondiendo a él viene a ser nuestra santificación; manifestado a los demás, es nuestro servicio. Concluimos que el amor es la esencia de Dios, y el amor no tiene sustituto. El cristiano que ha sido bendecido con la llenura del Espíritu amará lo que Dios ama y aborrecerá lo que Dios aborrece. El gozo mencionado no es otra cosa que el gozo celestial que es reproducido por el Espíritu en los hijos de Dios. No es un gozo humano estimulado por Dios; es el gozo de Dios que nos ha sido dado por medio del Hijo y que es manifestado por el poder del Espíritu Santo. Esto nos permite tener una experiencia singular como creyente. Nehemías declaró “El gozo del Señor es vuestra fortaleza” (Nehemías 8:10). Cristo dijo: “…para que mi gozo este en vosotros y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:11). El apóstol Juan, habiendo declarado la comunión entre el Padre, el Hijo y el creyente, afirma: “estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido” (1 Juan 1:40). Como Cristo nos dio gozo, también nos dio paz. El Apóstol Pablo dice: “Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7). Hay una diferencia entre “la paz de Dios”, que es una experiencia operada interiormente, y la “paz con Dios” que es realizada por Cristo. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). La paz de la cual hablamos, es la que Cristo heredó, es una experiencia constante que se siente en el corazón, es directa y depende de la naturaleza del Carácter de Dios. Cada fruto del Espíritu es opuesto a un aspecto no espiritual del corazón humano. La sanidad para las enfermedades espirituales producidas por diversas condiciones no es el intento de dejar de hacer lo malo, sino él sustituirlos con el fruto del Espíritu, es decir, con las virtudes que Dios imparte. La paciencia por ejemplo es el antídoto divino para la impaciencia, no es meramente la paciencia humana que tiene sus límites, sino la paciencia de Dios operada internamente por el Espíritu, una paciencia infinita e ilimitada. Solamente cuando somos llenos de Su gloria, podemos experimentar esta paciencia (Colosenses 1:11). Este fruto es necesario en la vida de los que predican o enseñan (1 Timoteo 4:2). Para esperar la venida de Cristo se requiere de paciencia (Santiago 6:7-8), la paciencia nos ayuda a alcanzar las Promesas (Hebreo 6:15). Un hombre justo puede desalojar de su casa a una viuda sin recursos cuando se atrasa con la renta, un hombre bueno buscaría la manera de evitarlo. En la persona de Dios la bondad es infinita, el mundo depende de la bondad de Dios, nadie puede imaginarse como sería el mundo si Dios fuera malo (Salmo 27:13; Salmo 23:6). La mansedumbre en Dios no implica debilidad. Cristo fue llevado como oveja al matadero y esto no significa que Cristo era débil; En Dios hay otros atributos que vindican su Santidad y Su gobierno de justicia; el creyente lleno del Espíritu manifestará la mansedumbre de Dios. El creyente también puede conocer el poder de la indignación, pero siempre será manso, este fruto se requiere de todos los que han de manifestar la gracia de Dios (2 Timoteo 2:24-26). Además hay una recomendación mas del Apóstol Pablo (Tito 3:2) el corazón necesitado de la amable mansedumbre de Cristo se le anima a creer que puede llegar a obtenerla, no por el esfuerzo humano, o por una inútil imitación, sino como un fruto directo del Espíritu. La palabra usada en Gálatas 5:22, no es fe, sino fidelidad. Dios es fiel y esta fidelidad es reproducida por el Espíritu en la vida del Creyente. Este atributo pertenece solamente a Dios, pero puede ser comunicado, y lo será en el creyente consagrado, por el Espíritu. La fidelidad se manifiesta en las relaciones del creyente con Dios, con sus semejantes y consigo mismo. La honradez, sinceridad y devoción son factores que se manifiestan en nuestras vidas cuando hay fidelidad. Esta gracia impartida será dirigida hacia aquellos a quienes el mismo Dios es fiel. El dominio propio ocurre cuando el creyente se ajusta a la mente de Dios y a su voluntad. La llenura del Espíritu, se ve en los frutos del Espíritu, lo que Dios es, naturalmente, es lo que él requiere, y ciertamente sus atributos, hasta donde puedan adaptarse a la vida humana, han de ser reproducidos en el creyente por el Espíritu. Para vivir la vida divina el creyente no tiene que salir de su cuerpo y vivir solo en el Espíritu, porque el Espíritu hace uso de todas las facultades del cuerpo del creyente. Las manifestaciones directas de las características divinas no son estorbadas por la presencia de las facultades humanas existentes, es claro que el Espíritu usa de todas las facultades del ser humano para manifestar las características de Dios. La voluntad de Dios es que seamos conformados a su imagen y que en nuestra existencia terrena manifestemos su personalidad a los que no pueden percibir su Presencia, Nosotros somos los inmediatos responsables de Enseñar al mundo lo que Dios es por medio de un testimonio fructífero, saturado con los frutos del Espíritu. ¡Amén!

Nada me faltará

“Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Salmos 23:1). David había sido perseguido y acosado repetidas veces tanto por Saúl, como por su propio hijo, Absalom. Él  había sufrido privaciones, y experimentado dificultades. Sería un absurdo afirmar, sobre la base de este texto, que los hijos de Dios, nunca experimentarán carencias o necesidades. Nosotros debemos tomar en cuenta las vidas de hombres como Elías, Juan el Bautista, Pablo, e incluso el Señor Jesucristo; todos ellos sufrieron grandes privaciones y adversidades. Nuestra jornada en la tierra es un breve interludio durante el cual sufriremos privaciones, experimentaremos aflicciones y adversidades.  Pero en medio de nuestras dificultades podemos decir con orgullo: “Nada me faltará”, no careceré del cuidado de Jesús ni de Su protección ni de Su provisión ni de Su dirección. El que me guarda no es un impostor ni un asalariado; él es mi creador, mi redentor y mi dueño. Los hombres y mujeres de Dios son personas humildes, ricas en espíritu, generosas de corazón, y magnánimas. Irradian una serena confianza y una alegría que sobrepasa todas sus tragedias y adversidades. Son hombres y mujeres cuidado por Dios, y lo saben. Se han confiado a la dirección de Cristo, y han hallado su felicidad en él. La satisfacción debe ser la etiqueta de aquel que ha puesto sus asuntos en las manos de Dios. Existe una intensa fiebre de descontento entre la gente y de inseguridad. Muchos a pesar de las riquezas que poseen, están notablemente inseguros de sí mismos y muy cerca de la bancarrota espiritual porque han perdidos sus valores. Los hombres buscan una seguridad más allá de sí mismos. Son inquietos, inestables, codiciosos, y siempre están ávidos de algo más; quieren esto y lo otro, pero nunca están verdaderamente satisfechos. Pero las personas sencillas, los hombres y mujeres humildes, las ovejas del Señor, pueden levantarse con orgullo y decir: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. El verdadero creyente es aquel que dice: estoy completamente satisfecho porque Jesús es el jefe de mi vida; ningún problema es demasiado grave ni difícil para él. Jesús nos trata con cariño, nos ama y trabaja 24 horas para que no nos falte nada. Él es muy celoso con sus ovejas y se deleita permanentemente en ellas. Para él no hay mayor recompensa, ni satisfacción, que ver a sus ovejas satisfechas, bien alimentadas, y seguras.  Jesús siempre está entregado y permanece alerta procurando el bienestar de su rebaño. Con ojo como llama de fuego, de manera minuciosa pero compasiva examina sus ovejas a ver si están bien, contentas y sanas. Él se da cuenta de si han sido atacadas durante la noche, si hay alguna enferma, o si hay alguna que necesita una atención especial. Ni siquiera durante la noche deja de estar pendiente de cada una de ellas. Jesús siempre está listo para ponerse de pie a la menor señal de problema para proteger a Su rebaño. Esta es una imagen sublime del cuidado que reciben aquellos cuya vida está bajo el control de Cristo. El está al tanto de sus vidas desde que sale el sol hasta el ocaso. “No se adormecerá ni dormirá el que te guarda”. Es lamentable que algunos cristianos estén descontentos. Andan insatisfechos, como si el pasto del mundo fuera mejor y más verde. Son cristianos carnales, a quienes podríamos llamar “cristianos mediocres” que quieren lo mejor del reino de Dios sin apartarse del mundo. Muchas veces tergiversamos las cosas y en lugar de aprovechar al máximo la presencia del Señor para calmar nuestros temores y ansiedades, perdemos la paz, y la tranquilidad que deberíamos encontrar en Su  presencia. ¡Amén!

abril 13, 2012

La Soberanía de Dios

“Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos” (1 Crónicas 29:11-12). Dios se presenta en las Escrituras como el Creador y su voluntad como la causa de todas las cosas. A él le pertenecen los cielos, la tierra y todo lo que ellos contienen. Dios tiene plena autoridad sobre los ejércitos del cielo y sobre los habitantes de toda la tierra. El Señor sostiene de manera eficiente todas las cosas con su poder y determina la finalidad y el destino de cada una de ella. Él gobierna en el más absoluto sentido de la palabra y todas las cosas dependen de él y a él le sirven. La voluntad divina es la causa eficiente de todas las cosas. Todas las cosas se originan en ella: la creación; la preservación; el gobierno; nuestra elección; los sufrimientos de Cristo; la regeneración; la santificación; nuestros sufrimientos e incluso la vida del hombre y su fin. La palabra “voluntad” cuando se aplica a Dios, no siempre tiene el mismo significado en las Escrituras. Este vocablo puede significar la naturaleza moral de Dios que incluye atributos como el amor, la santidad, la veracidad, y la justicia, etc. La voluntad de Dios es la facultad de Su propia determinación, es decir, es el poder de determinar por sí mismo sus propias acciones. En Dios hay poder para ejecutar su plan, para realizar su propósito (la voluntad de acción u omnipotencia); y determinar el régimen de vida para cada una de sus criaturas. La voluntad divina puede definirse como aquella perfección del ser de Dios por medio de la cual, El; sale en busca de sí mismo como el supremo bien (es decir, se deleita en sí mismo, como Dios) y en sus criaturas para gloria de su nombre. La buena voluntad de Dios encuentra su expresión en sus decretos (voluntad secreta) y por medio de Sus preceptos revelados en la ley y en el evangelio. Dios determina voluntariamente (libremente) qué y a quiénes creará, así como también los tiempos, lugares y circunstancias de sus existencias. El marca la senda de cada una de sus criaturas, determina su destino, y las utiliza para sus elevados propósitos. Dios tiene razones para querer lo que hace y eso lo induce a elegir un fin. En cada caso hay un motivo predominante que hace que el fin elegido y los medios seleccionados sean agradables a Dios, aunque no seamos capaces de entender sus motivos. Dios no puede querer algo que sea contrario a su naturaleza, a su sabiduría y amor, a su justicia y santidad. La doctrina de la voluntad de Dios con frecuencia da motivo a serias interrogaciones. Surgen en este terreno problemas que jamás han sido solucionados, y probablemente, nunca serán resueltos por el hombre, [como por Ej. la entrada del pecado en el mundo]. Deberíamos recordar que la ley moral, [la regla establecida por Dios], es también, en un sentido, la expresión de la voluntad de Dios. Es una expresión de su naturaleza santa y de lo que Dios requiere de cada una de sus criaturas racionales. Pero la soberanía de Dios encuentra su expresión no solo en Su voluntad sino también en Su omnipotencia; Dios tiene el poder para ejecutar su voluntad. El tiene la energía efectiva, es decir, aquella perfección de su Ser por medio de la cual El es la causa eficiente y absoluta de todas las cosas. Su poder “absoluto” le permite a Dios hacer todo lo que él quiere hacer; mientra que Su poder “dirigido” le permite hacer todo aquellos que él ha decretado, es decir lo que él ha ordenado o dispuesto que se haga. Mediante el mero ejercicio de su voluntad Dios puede ejecutar todo lo que él ha predeterminado en Su consejo. No existe en Dios un poder divorciado del restos sus perfecciones, y en virtud del cual pueda hacer toda clase de cosas inherentemente contradictorias. La idea de omnipotencia de Dios está expresada en el nombre “El Shaddai”, y la Biblia habla de ella en términos precisos: “Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho” (Salmos 115:3). Dios manifiesta su poder en la creación: “Así dice Jehová, tu Redentor, que te formó desde el vientre: Yo Jehová, que lo hago todo, que extiendo solo los cielos, que extiendo la tierra por mí mismo; que deshago las señales de los adivinos, y enloquezco a los agoreros; que hago volver atrás a los sabios, y desvanezco su sabiduría” (Isaías 44:24-25); Dios nos revela Su poder en la providencia, Hebreos 1:3, y en la obra de redención, 1 Corintios 1:24; Romanos 1:16. ¡Amén!

abril 02, 2012

Enfrentando Oposición

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Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo… (Mateo 4:1-11). A menudo el poder y la autoridad de Jesús fueron desafiados durante su ministerio terrenal. Su poder fue desafiado por Satanás en una serie de tentaciones y confrontaciones. Muchas de las oposiciones al poder de Dios en nosotros vienen a través de las circunstancias de la vida. Pero Satanás siempre está detrás de cualquier circunstancia para impedir el flujo del poder divino en nuestra vida. Hay muchas de estas oposiciones que vienen a través de otras personas, pero siempre debemos recordar que no son las personas las que se oponen a nosotros, sino que es Satanás que las utilizas. Ellas son usadas por Satanás para influir en nuestros pensamientos y modelos de conducta. Satanás es la fuerza que opera en tu contra. No cometa el error de pensar que porque usted pertenece a la iglesia y experimenta el poder de Dios será amado por todos, no todos estarán de acuerdo con usted. Los escribas y fariseos se opusieron a la autoridad de Jesús porque el Señor no estaba de acuerdo con sus tradiciones. La demostración del poder de Dios no es aprobada por las tradiciones culturales ni por las denominaciones religiosas. Los religiosos cuestionaron la autoridad de Jesús basándose en su condición social y a ti también te van a cuestionar por esto: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, le vienen a éste todas estas cosas?” (Mateo 13:55-56).Uno preguntó: “¿De Nazaret puede salir algo bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve” (Juan 1:46). Las personas cuestionaron la autoridad de Jesús una y otra vez. “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio esta autoridad?” (Mateo 21:23). Su poder y autoridad pueden ser desafiados por aquellos que sienten que usted no está en el nivel social al que ellos pertenecen, o porque no tiene una educación formal como la suya, o porque usted no es un egresado de una universidad prestigiosa etc. Pero lo más importante es ser aprobado por Dios (Hechos 2:22). El poder demostrado por Jesús no dependía del sistema de doctrinas sostenidas por los líderes religiosos de Israel. Sus enseñanzas no estaban de acuerdo con sus teorías y creencias. Él enseñó con autoridad, no con vana palabrería ni con una mente embotada como enseñaban los Escribas y fariseos. Muchos me dirán que soy una persona demasiado emotiva o que enseño con demasiada rigidez y autoridad pero eso no es importante. La enseñanza y dedicación de Jesús era simple pero muy poderosa. Algunos te aconsejarán que predique mensajes más profundos, y teológicos y con menos emotividad pero ¿es eso lo que Dios quiere? Pablo dijo: “Ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Corintios 2:4-5). El poder de Dios es desafiado por aquellos que están viviendo en el error: “Entonces respondió Jesús y les dijo: Erráis porque no conocéis las Escrituras, ni tampoco el poder de Dios” (Mateo 22:29). El hombre que camina por la fe a menudo irrita al hombre natural. Esteban era un hombre de fe y poder (Hechos 6:8). Su estilo de vida y testimonio irritaba a los líderes religiosos de su tiempo de tal manera que ellos se "enfurecían en el corazón" (Hechos 7:54) y lo apedrearon hasta la muerte. Cuando usted se mueve más allá del punto de bendición espiritual y pasa a la esfera de poder y autoridad, es desafiado. Recuerde que todos estos desafíos vienen de Satanás o de personas influenciadas por él. Usted debe reconocer cual es la verdadera fuente de oposición. “Porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne,…” (Efesios 6:12). Satanás no es afectado por la lógica, intelecto, o debate teológico. Jesús no desperdició su tiempo argumentando o debatiendo sobre su autoridad espiritual. No detenga el flujo del poder de Dios en tu vida. Cuando Jesús entró en la casa de Jairo para sanar su hija Él enfrentó la incredulidad. Jesús no permitió que la incredulidad lo detuviese. Él enfrentó la oposición y cumplió el propósito de Dios. Él nos ha dado poder sobre todo poder del enemigo pero es usted que debe usar ese poder. Cuando enfrente un desafío de Satanás, use su autoridad espiritual en el nombre de Jesús. Usted tiene poder sobre TODO poder del enemigo y sobre TODA fuerza negativa. ¡Amén!

marzo 27, 2012

Las Operaciones del Espíritu Santo

“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13-14).Hay una determinada economía tanto en la creación como en la obra de redención; las Escrituras nos hablan del Padre y de nuestra creación, del Hijo y de nuestra redención, y del Espíritu Santo y de nuestra santificación. El Espíritu Santo tiene su propia personalidad, y un mérito distinto al del Padre y al del Hijo; y por lo tanto, deberíamos distinguir entre la obra redentora de Cristo para nuestra salvación, y su aplicación. Cristo cumplió con todas las demandas de la justicia divina pero su obra no ha sido terminada todavía. Jesús continúa intercediendo por nosotros con el propósito de hacernos poseedores de todas las bendiciones de la salvación. La tarea de aplicar los beneficios de la muerte y resurrección de Cristo es realizada por el Espíritu Santo. Pero aunque esta obra sobresale en la economía de la redención, no puede, ni por un momento, separarse de la obra de Cristo. Las Escrituras demuestran con claridad que no todas las operaciones del Espíritu Santo son parte esencial de la obra salvadora de Jesucristo. La penetración intelectual, y la capacidad para entender los problemas de la vida, son el resultado de la iluminación del Espíritu Santo. El Espíritu vino y descansó sobre los setenta ancianos que habían sido designados para ayudar a Moisés en el gobierno y en la administración de justicia. Hay también un reconocimiento claro de la operación del Espíritu Santo en la esfera intelectual. Eliú habla de esto cuando dice: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda” (Job 32: 8). Josué fue elegido como el sucesor de Moisés, porque tenía el Espíritu del Señor (Números 27: 18). Cuando Saúl y David fueron ungidos como reyes, el Espíritu del Señor vino sobre ellos. El Espíritu de Dios también obró con claridad en los profetas como el Espíritu de revelación. David dice: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua’’ (II Samuel 23: 2). Nehemías testifica: Les soportaste por muchos años y les testificaste con tu Espíritu por medio de tus profetas pero no escucharon (Nehemías 9: 30). Ezequiel habla de una visión por el Espíritu: “Luego me levantó el Espíritu y me volvió a llevar en visión del Espíritu de Dios a la tierra de los caldeos, a los cautivos. Y se fue de mí la visión que había visto” (Ezequiel 11: 24). Zacarías dice: “Y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas” (Zacarías 7:12). El Espíritu, es el que le da origen a la nueva vida, la hace fructificar, la guía en el proceso de desarrollo, y la conduce a su destino final. El Espíritu Santo es el que da origen, sustenta, desarrolla y guía la vida, y controla los devastadores resultados e influencias del pecado con el único propósito de preservar la vida. Nuestra nueva vida nace, se nutre y es perfeccionada por el Espíritu. Por medio de esta operación especial el Espíritu Santo destruye el poder del pecado, transforma al hombre a la imagen de Dios y lo capacita para obedecer, para ser sal de la tierra, y luz del mundo. El pacto por medio del cual Dios hizo provisión para la salvación de los pecadores, es el pacto de gracia, y así como el Mediador del pacto apareció “lleno de gracia” de tal manera que podemos recibir de su plenitud “gracia sobre gracia”, Juan 1: 16, 17, de la misma manera también el Espíritu Santo se llama “el Espíritu de gracia”; puesto que toma de “la gracia de Cristo” y nos la confiere. La gracia es un atributo de Dios, y una de sus perfecciones divinas. La gracia es el favor inmerecido o amor de Dios para el hombre en su estado de pecado y culpa, que se manifiesta en el perdón del pecado y en la liberación de la pena merecida. La gracia está relacionada con la misericordia de Dios y se distingue de su justicia. Es una designación de la provisión que Dios hizo en Cristo para la salvación del hombre. Cristo como el Mediador es el receptáculo viviente de la gracia de Dios. Pablo habla repetidas veces, en las salutaciones finales de sus Epístolas, de “la gracia de nuestro Señor Jesucristo”, y nos recuerda la gracia de la que Cristo es la causa. Juan dice: “La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”, (Juan 1: 17). La palabra “gracia” se usa para designar el favor de Dios tal como se manifiesta en la aplicación de la redención por medio del Espíritu Santo. Es comprensivo que se use este nombre para los dones, las bendiciones y las gracias espirituales que son producidas en los corazones y en las vidas de los creyentes por medio de la operación del Espíritu Santo. ¡Amén!
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febrero 16, 2012

Las riquezas de la gracia

Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad…” (2 Corintios 8:1–6). El sacrificio de Cristo no empezó en la cruz. Ni siquiera con su nacimiento. Empezó en el Cielo, cuando se despojó de su gloria para venir a la tierra. El verdadero creyente es aquel que pone en acción sus mejores sentimientos. Es una verdadera tragedia cuando nuestros impulsos no pasan a la acción y cuando nuestros deseos no pasan de ser eso “buenos deseos”. Aunque ofrendar es algo loable, no todos están listos para hacerlo. “No todos los hombres consideran que es una bendición dar, ni lo relacionan con la gracia de Dios”. Las tres iglesias que Pablo fundó en Macedonia eran las que estaban en Filipos, Tesalónica y Berea. De estas congregaciones, la de Filipos repetidamente envió ayuda financiera a Pablo mientras él estaba en Tesalónica y más tarde cuando estaba bajo arresto en Roma, solo ellos fueron generosos con el apóstol Pablo. (Filipenses 4:16–18). Las iglesias y los creyentes simplemente deben limitarse a hacer el trabajo que Dios requiere. Pablo dice que Dios es el agente por medio del cual se concede la gracia, así evita provocar una competencia innecesaria entre las iglesias. Los macedonios sabían que durante sus sufrimientos el Señor nunca les falló; esto hizo posible que su gozo fuera ilimitado, a pesar de su pobreza, eran personas generosas. Cuando Pablo habla de “la riqueza de su generosidad”, es como cuando habla de “las riquezas de la gracia de Dios” (Efesios 1:7) “las riquezas de su benignidad” (Romanos 2:4) “las riquezas de su gloria” (Romanos 9:23) o “la riqueza de un entendimiento pleno” (Colosenses 2:2). Pablo ve las riquezas en relación con Jesucristo y la obra de redención y esto fue lo que observó en las iglesias de Macedonia. Por lo que testifico que dieron según sus posibilidades y más allá de sus posibilidades. Sin ningún tipo de presión por parte de Pablo o sus colaboradores, los macedonios estuvieron listos para dar. En forma espontánea expresaron su deseo de dar. Por su Palabra y su Espíritu, Dios abrió sus corazones para que reaccionaran de forma generosa. Si los macedonios hubiesen donado una determinada suma, Pablo habría estado agradecido. Pero fueron más allá de todas las expectativas. El entusiasmo que desplegaron al dar estuvo dirigido al Señor. Jesús fue el receptor de su gratitud por los dones espirituales que habían recibido de él. Sabemos que Dios nos revela su voluntad a través de las Escrituras y la predicación del evangelio. Él está en control mientras dirige y guía a su pueblo para que viva una vida llena de gratitud. Debemos hacer de Jesucristo el centro de nuestras vidas de tal manera que sea él quién reciba el honor, la alabanza y la gloria por las obras que realizamos. Pablo dice, “vosotros conocéis”, lo que significa que ellos habían experimentado personalmente y habían llegado a conocer la gracia de Cristo. Ellos estaban en condiciones de hablar y de testificar de sus experiencias. Pertenecían a Cristo Jesús y habían recibido de él incontables bendiciones. El Señor Jesucristo nos concede libremente su gracia, y él espera que nosotros reflejemos su gracia. Pablo da una explicación de la gracia que el Señor Jesucristo nos concede. Pablo enseña junto a otros escritores del Nuevo Testamento de la preexistencia de Jesús. Las riquezas de Jesús no tienen que ver con su existencia terrenal sino con su estado preexistente. Pablo escribe a los corintios y le dice: Por ustedes Jesucristo se hizo pobre. Pero ¿cuál es el sentido de la expresión se hizo pobre? ¿Se identificó con aquellos que son económicamente débiles? Jesús se identificó con los débiles cuando dijo: “Los zorros tienen sus cuevas y los pájaros de los aires sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene un lugar donde recostar su cabeza” (Mateo. 8:20). Pero durante su ministerio terrenal Jesús no despreció a los ricos. Comió en sus casas, le dio consejo al joven rico, y estuvo “con los ricos en su muerte” (Isaías 53:9). ¿Se relacionó únicamente con los pobres en espíritu, los mansos que son llamados bienaventurados? No, porque sus discípulos Juan y Santiago, a quienes él llamó “hijos del trueno”, estaban lejos de ser mansos y humildes (Lucas 9:54; Mateo 20:21). Enviar a su Hijo para que naciera, sufriera y muriera por los pecadores es el regalo indescriptible de Dios. Abandonando su gloria, Nace para que el hombre no muera más, Nace para levantar a los hijos de la tierra, Nace para darles un segundo nacimiento. ¡Amén!




febrero 09, 2012

No limite tu fe


“Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo” (1 Pedro 3:14-16). En Jesús se personifica el eterno propósito de Dios. Los escritores del NT rara vez separan la cruz [los sufrimientos del Mesías] de la resurrección [la victoria del Mesías]; rara vez piensan en el sacrificio del Mesías sin pensar en su triunfo. Los cristianos somos personas que pertenecemos a Dios, porque Dios nos ha elegido para una labor en el mundo, esto es, para proclamar el Evangelio y defender el propósito de Dios; es preciso decir que Dios nos ha elegido y marcado con un propósito. Hemos sido elegidos y destinados a vivir con él en el tiempo y en la eternidad. En el mundo tenemos que obedecer Sus leyes y reproducir la vida de Dios. Se nos ha encomendado la tarea de ser diferente y de reflejar la luz de Dios. Cuando hacemos la voluntad de Dios; existe la posibilidad de enfrentar numerosas persecuciones y adversidades, sin embargo, aunque la persecución sea sangrienta y agresiva, nuestra defensa de la fe debe ser hecha con humildad y sencillez de corazón. Nuestra defensa de la fe debe ser lo suficientemente inteligente y clara. “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 1:3). No limitemos nuestra fe a nuestras capacidades y fragilidad humana. La muerte del Mesías en la cruz y su resurrección como quiera que la expliquemos representan el triunfo definitivo del creyente y su completa restauración. Al ser restaurada nuestra relación con Dios, su poder está a nuestra disposición. A Pablo le fue dicho: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. La debilidad del creyente es un cauce por medio del cual fluye el poder de Dios. Pablo se refiere a la muerte del Señor y dice: “Porque aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros” (2 Corintios 13:4). Jesús se sacrificó a sí mismo para restablecer nuestra relación con Dios. La obra del Mesías es infinita en su aplicación; nosotros, por mucho que suframos, no podremos redimir a nadie, ni siquiera a nosotros mismos pero Jesús puede redimir a todos los que se acercan a él por medio de la fe. “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:9-10). Como he dicho más arriba nuestra victoria no depende en absoluto de nuestras habilidades ni de nuestros recursos, sino del poder de Jesús. “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados,…”. ¡Amén!



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febrero 06, 2012

Pirañas en el río

«Me condujo nuevamente a la entrada de la Casa, y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la Casa hacia el oriente, porque la fachada de la Casa miraba al oriente, y las aguas venían desde abajo, del lado derecho de la Casa, al sur del altar. Luego me sacó afuera, por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar una vuelta por el camino de afuera, hacia el exterior, por el camino que daba al oriente, y he aquí las aguas salían por el lado sur. Cuando el varón salió hacia el oriente con el cordel en su mano, midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas, hasta los tobillos. Otra vez midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas, hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas, hasta los lomos. Midió otros mil, y ya era un río por el que no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado» (Ezequiel 47:1-5). Este río simboliza la gracia, la vida y las bendiciones que provienen de Dios y que fluyen de su trono. Ezequiel dice que la muerte le sedería su lugar a la vida [simbolizado esto por la sanidad], si esto es correcto, no entiendo por qué hay tantas pirañas y depredadores en las iglesias. No podemos negar que del costado herido del Mesías aún está fluyendo el río de Dios, Jesús es tanto el templo como el altar de donde brota este río de sanidad. «Respondió Jesús, y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías, y Él te daría agua viva» (Juan 4:10). El Mesías es el agente divino de la redención y lo que vemos en este pasaje es una ilustración de lo que ocurre con la redención espiritual. «Porque dos males ha hecho mi pueblo: Me abandonaron a mí, fuente de agua viva, Y cavaron para sí cisternas, Cisternas rotas que no retienen el agua» (Jeremías 2:13). Israel abandonó al único Dios verdadero por un objeto indigno de adoración, construyó su propio sistemas religiosos para determinar la verdad, pero estos sistemas no tenían ningún valor. Si entiendo bien estas pirañas no están en el río de Dios sino en estos estanques construidos y defendido por el hombre pero aborrecido por Dios. Las pirañas son extremadamente voraces y cuando se excitan, pueden convertir a un mamífero en un montón de hueso. A muchos le cuesta mantener su adhesión a Dios [tienen dificultades]; estas personas son como el mar muerto, en sus aguas bituminosas, no hay vida animal ni vegetal. Es notable la visión del río que fertiliza las tierras. La presencia de Dios nos hace fértil y productivos. El Dios invisible se manifiesta por medio de la vida que nos comunica, sin Dios somos completamente estéril. «El que cree en mí, como dijo la Escritura, de su vientre fluirán ríos de agua viva. Esto dijo acerca del Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él, porque todavía no había Espíritu, pues Jesús no había sido aún glorificado» (Juan 7:38-39). Los que creen en Jesús, se convierten en canales para la revitalización espiritual de La Iglesia. La figura de ríos contrasta con la de «una fuente», e ilustra la diferencia entre el nuevo nacimiento y la experiencia de la plenitud de una vida llena del Espíritu. Juan interpreta las palabras de Jesús como una referencia al derramamiento del Espíritu Santo que todavía estaba por ocurrir. La plenitud del Espíritu sería una bendición que todo el pueblo de Dios podría experimentar. El Espíritu Santo le dio poder a la Iglesia el día de Pentecostés y desde entonces ha estado al alcance de todos los que aceptan a Jesús como su Salvador. «Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y cuyos cabellos eran como lana purísima. Su trono era de llamas de fuego, y éste tenía ruedas de fuego abrasador. Un río de fuego corría y salía de delante de Él. Millares de millares lo servían, y millones de millones estaban de pie ante su presencia. Entonces el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos» (Daniel 7:9-10). Si no dejamos que el río de Dios corra por nuestro interior, lo harán los ríos llenos de pirañas y depredadores. ¡Amén!

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