enero 27, 2012

Los secretos de Dios

“¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?” (Job 11:7). Dios es incomprensible, pero puede ser conocido, conocerlo es un requisito indispensable para la salvación. “¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” (Isaías 40:18). Dios no precisa de nuestras pequeñas ideas ni de nuestros consejos para ser Dios, él es el Dios todopoderoso, el creador y sustentador de todas las cosas. Es un absurdo concebir a Dios, tal como es visto por nuestros toscos sentidos. Nosotros solo podemos conocer a Dios hasta donde él se ha dado a conocer y sin embargo, es preciso conocerle para ser salvo. “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). En este versículo aparece un marcado contraste entre “el Dios verdadero” y los dioses falsos. Jesús nos ha dado ha conocer al Dios verdadero y tener este conocimiento implica tener la vida eterna. “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan 5:20). Juan utiliza un juego de palabras para darnos a entender lo que significa tener vida eterna.  Es necesario conocer al Señor y permanecer en él. Pensemos en las fórmulas paulinas más importantes, “en él”, “en Cristo”, “en Cristo Jesús”, que ocurren 164 veces en sus escritos. Por medio de estas expresiones, Pablo nos enseña que hemos sido escogidos “en él antes de la fundación del mundo” (Ef. 1:4), llamados (1 Corintios 7:22), hechos vivos (Efesios 2:5), justificados (Gálatas 2:17), creados “para buenas obras” (Efesios 2:10), santificados (1 Corintios 1:2), enriquecidos “en él, en toda palabra y en toda ciencia” (1 Corintios 1:5). El apóstol nos dice que únicamente en el Mesías tenemos redención (Romanos 3:24), vida eterna (Romanos 6:23), justificación (1 Corintios 1:30), sabiduría (1 Corintios 4:10), libertad de la ley (Gálatas 2:4), y toda bendición espiritual (Efesios 1:3). Lutero habla repetidamente de Dios como del “Deus Absconditus (el Dios escondido) para distinguirlo del Deus Revelatus (el Dios revelado). En algunos pasajes hasta habla del Dios revelado, como que aún está escondido, en vista del hecho de que no podemos conocerlo plenamente ni siquiera por medio de su revelación especial. Calvino consideraba que para el hombre es imposible investigar las profundidades del Ser de Dios. “Su esencia”, dice, “es incomprensible de tal manera que su divinidad escapa completamente a los sentidos humanos”. Los reformadores no negaban que el hombre puede saber algo de la naturaleza de Dios por medio de la creación, pero afirmaban que el hombre puede adquirir el verdadero conocimiento de Dios únicamente por medio de la revelación especial, y bajo la iluminadora influencia del Espíritu Santo. Gracias a Dios que no nos hemos quedados en la oscuridad, sino que hemos sido alumbrados por la luz de Su divina Palabra como decía el salmista: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. El único medio objetivo que tenemos para conocer a Dios, es su Santa Palabra, los demás son medios sujetivos que pueden llevarnos a concebir a Dios de una forma equivocada. Lo lamentable es que muchos no estudian las Escrituras ni contribuyen con su enseñanza; muchos están fascinados con los artistas y los conciertos como si el arte fuera el medio para conocer al Dios verdadero. La adoración es lo que nosotros les damos a Dios, la Palabra es lo que Dios nos da a nosotros;  la adoración es finita, la Palabra es infinita, etc. ¡Amén!
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enero 25, 2012

La garantía de mi herencia

La tarea del Espíritu Santo es la de manifestar la presencia activa de Dios en el mundo, especialmente en la iglesia. En el Antiguo Testamento, la presencia de Dios se manifestó muchas veces en la nube de gloria, y en las apariciones o teofanías. En los evangelios Jesús mismo manifestó la presencia de Dios, él es Emmanuel [Dios con nosotros]. Pero después de la ascensión de Jesús a los cielos, y continuando a lo largo de toda la era de la iglesia, el Espíritu Santo es el que manifiesta la presencia de Dios y él mismo es la manifestación de la presencia de Dios entre nosotros. Él es el que está prominentemente presente entre nosotros. El Espíritu Santo completa y sostiene lo que el Padre ha planeado y lo que el Hijos de Dios ha empezado. El Espíritu Santo es el que viene a la iglesia con gran poder; debido a que el Espíritu Santo es la persona de la trinidad mediante la cual Dios manifiesta particularmente su presencia en esta era, es apropiado que Pablo llame al Espíritu Santo “las primicias” (Romanos 8:23) y la “garantía” o “anticipo de nuestra herencia” (2 Corintios 1:22; 5:5). Incluso en el Antiguo Testamento, se predijo que la presencia del Espíritu Santo traería bendiciones abundantes de parte de Dios. Isaías predijo un tiempo cuando el Espíritu traería un gran avivamiento o despertar espiritual (Isaías 32:14-18). “Regaré con agua la tierra sedienta, y con arroyos el suelo seco; derramaré mi Espíritu sobre tu descendencia, y mi bendición sobre tus vástagos” (Isaías 44:3). Por otro lado, la partida [salida] del Espíritu Santo significaba las perdidas de las bendiciones de Dios: “Pero ellos se rebelaron y afligieron a su santo Espíritu. Por eso se convirtió en su enemigo, y luchó él mismo contra ellos” (Isaías 63:10). Cuando el Espíritu Santo es rechazado por nosotros, Dios se vuelve nuestro enemigo y en lugar de estar a nuestro favor, lucha en contra de nosotros. No obstante, varias profecías del Antiguo Testamento predijeron un tiempo de plenitud espiritual, un tiempo cuando Dios haría un nuevo pacto con su pueblo y derramaría su Espíritu sobre toda carne: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:26-27). “Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová” (Ezequiel 37:14).  “Ni esconderé más de ellos mi rostro; porque habré derramado de mi Espíritu sobre la casa de Israel, dice Jehová el Señor” (Ezequiel 39:29). “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Joel 2:28-29). Podemos distinguir cuatro aspectos de la obra del Espíritu Santo (1) el Espíritu Santo habilita; (2) el Espíritu Santo purifica; (3) el Espíritu Santo revela; (4); el Espíritu Santo unifica. En la esfera de la naturaleza es la tarea del Espíritu Santo dar vida a todas las criaturas que se mueven, ya sea sobre la tierra o en el cielo o en el mar, porque “si envías tu Espíritu, son creados” (Salmos 104:30). A la inversa, “si pensara en retirarnos su espíritu, en quitarnos su hálito de vida, todo el género humano perecería, ¡la humanidad entera volvería a ser polvo!” (Job 34:14-15). Aquí vemos el papel del Espíritu Santo en dar y sostener la vida humana y animal. Paralelo a esto está el papel del Espíritu Santo de darnos nueva vida en la regeneración.' Jesús le dijo a Nicodemo: “Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu. No te sorprendas de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo”. También dijo: “El Espíritu da vida; la carne no vale para nada”. Consecuente con esta función del Espíritu Santo de dar vida está el hecho que fue el Espíritu Santo quien engendró a Jesús en el vientre de María su madre. Y en el día cuando Cristo regrese, el Espíritu completará su tarea de dar vida, resucitando o transformando nuestros cuerpos mortales: “y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes” (Romanos 8:11). ¡Amén!
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enero 24, 2012

¿Es posible conocer a Dios?

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). La persona que se acerca a Dios debe creer que él existe y estar segura de que Dios es fiel a sus promesas. Debemos confiar pero también reaccionar con un temor reverente ante la Palabra de Dios. Las Escrituras testifican de Dios y nos revelan la realización de su propósito y de su plan redentor. Expresemos nuestra fe haciendo las cosas que Dios nos ha mandado y obedeciendo sus preceptos. La fe interior se revela claramente en nuestras obras exteriores, lo que usted ha concebido por la fe en su interior, se manifiesta a través de sus acciones. La revelación de Dios en las Escrituras y por medio del Mesías es el fundamento de nuestra fe, y esto es lo que hace que el Evangelio sea completamente razonable. Sin embargo, es únicamente por la fe que aceptamos esta revelación y es por medio de la fe que alcanzamos una verdadera comprensión de su contenido. Si usted ha aceptado la revelación bíblica, es su beber proceder con justicia y amor. Las promesas de Dios deberían motivarnos a obedecer y a tener esperanza en el Señor. Esta vida no es un fin en si misma, nuestra herencia no es una herencia terrenal sino espiritual y eterna. “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:17). Hay quienes no adquieren un verdadero conocimiento de Dios porque no están dispuestos a obedecer la voluntad de Dios, solo quienes están dispuestos a obedecer al Señor, él le da a conocer el contenido doctrinal y espiritual de las Escrituras y de los misterios del Reino de Dios. Oseas tenía en su mente este conocimiento intensivo que viene de una íntima comunión con Dios, cuando dijo: “Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra” (Oseas 6:3). El incrédulo no tiene un verdadero conocimiento de Dios ni de las Escrituras ni de las cosas espirituales. “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1:20-24). Ni los sabios [filósofos] ni los eruditos [rabinos] ni los disputadores de este siglo [oradores] pueden entender las maravillas de Dios. No entienden porque no hay Dios en ningunos de sus pensamientos. “El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos” (Salmos 10:4). El propósito de Dios se cumple por medio de la locura de la predicación, es decir, es por medio de los que nosotros predicamos [el Evangelio], que Dios salva a los que creen. Tanto la sabiduría como el poder de Dios lo hallamos en el Mesías. Dios eligió a los locos en vez de los sabios, a los débiles en lugar de los poderosos, eligió a aquellos a quienes la sociedad secular consideraba “insignificante” y rechazó a quienes eran halagados por la sociedad. Evitemos la jactancia basada en nuestra propia condición o clase; la salvación es por gracia para que nadie se gloríe. La salvación empieza y termina con Dios; la sabiduría, justificación, santificación y redención la hallamos en el Mesías. "Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová".  ¡Amén!
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enero 21, 2012

El resultado de la revelación divina

«Así, Adonay YHVH no hará nada sin revelar su plan a sus siervos los profetas» (Amós 3:7). Dios se valió de los profetas para advertirle a su pueblo para que se arrepintieran y evitaran ser castigados. Pero el pueblo no quería arrepentirse. Las advertencias de Dios son una forma de revelarnos su misericordia pero si apesar de ser amonestados seguimos pecando seremos fuertemente castigado. La fe cristiana es la aceptación de la revelación de Dios dada por inspiración del Espíritu, por medio del Mesías y puesta por escrito en las Sagradas Escrituras. Es la verdad revelada e incorporada en nuestra vida personal, y al mismo tiempo hecha vital y dinámica al venir a formar parte de nuestra personalidad. La vida del hombre debe gobernarse, no por antojos y fantasías personales, ni tratando de adivinar las cosas espirituales sino por una reverente aceptación de lo que Dios le ha dado a conocer. El Señor le dio a conocer a Israel las leyes y promesas de su pacto y le reveló sus intenciones a los profetas. Cristo habló a sus discípulos acerca de todas las cosas que él escuchó del Padre (Juan 15:15), y prometió enviar al Espíritu Santo para que completara la obra de instruirlos. Dios nos confronta con sus palabras. La revelación divina no es una mera difusión de información, es la Palabra de Dios. Por medio de ella Dios expone, revela, descubre y desvela sus planes y propósitos. Pablo oraba para que los destinatarios de su carta recibieran espíritu de sabiduría y de revelación, con el doble objetivo de que conozcan a Cristo y entiendan el propósito y el poder de Dios en sus vidas. La revelación es como un descorrer del velo del corazón, a fin de que podamos recibir entendimiento profundo sobre la manera en que la palabra de Dios intenta obrar en nuestras vidas. Se la puede aplicar a la enseñanza o a la predicación especialmente ungida para ayudar a la gente a ver la gloria de Cristo y la manifestación de su propósito y poder en sus vidas. La palabra revelación se emplea de dos maneras en la Biblia. Es importante distinguirlas, no solamente para evitar confusión en el estudio de la Palabra de Dios, sino también para evitar caer en la trampa de las ideas humanistas y en un error irremediable. A las Sagradas Escrituras se las llama la Palabra revelada de Dios. La Biblia declara que la ley de Dios y los profetas son el resultado de la revelación divina, lo cual describe a todo el Antiguo Testamento como revelado. En el Nuevo Testamento, esta palabra también se aplica a las escrituras, las cuales llegaron a formar parte del canon completo de la Biblia. El contenido de la Palabra de Dios está completo. La sabiduría y el entendimiento, nos recomiendan conozcer y claramente expresar lo que queremos decir cuando hablamos de revelaciones. «Toda palabra de Dios es limpia,... No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso» (Proverbios 30:5-6). Dios claramente nos habla por medio de su Espíritu pero esta intuición profética [revelación] nunca se la debe considerar como igual a la recepción de las Santas Escrituras. Con todo y lo buena que puede ser la ayuda de nuestra intuición al estudiar la Palabra de Dios, la totalidad de la revelación de la Santa Palabra es el único fundamento seguro para la edificación de nuestras vidas. Cuando nos referimos a la revelación de las Escrituras, es importante que distingamos el orden ya consumado de la revelación divina de cualquier otro uso del término revelación, sin importar cuan sagrado sea. Hay muchos hoy día que no conocen la diferencia entre una «revelación» (el conocimiento o la idea que puede provenir de Dios, de otro ser humano o del diablo) y la revelación de Dios, la cual se encuentra en el canon cerrado de las Escrituras. Debido a que hay muchos libros que afirman ser inspirados divinamente, una actitud ingenua hacia ellos puede resultar en confusión y una posible destrucción. Es interesante notar que aun en tiempos de Jesús varios libros, considerados todavía hoy por algunos como parte del Antiguo Testamento, ya existían. Sin embargo, en ninguna de las 64 ocasiones en que Jesús cita el Antiguo Testamento se mencionan estos libros. La Biblia es completamente confiable, está completa, y basta para responder completamente cualquier cosa que necesitemos conocer sobre la salvación eterna o la sabiduría práctica en torno a nuestras relaciones, la moral, el carácter o la conducta que debemos seguir en nuestro diario vivir. ¡Amén!


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enero 20, 2012

Promesa de poder

“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:7). Jesús fue lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre y le prometió a sus discípulos que ellos también los serían. Jesús les aseguró que su partida sería de beneficio para ellos. El mundo no tiene una verdadera comprensión de la naturaleza del pecado pero el Espíritu Santo convence a la gente de su pecaminosidad e incredulidad. Sólo cuando el mundo se convenza de la inmundicia y vaciedad de su propia justicia apreciará la justicia del Mesías, la justicia del Señor ha sido reivindicada por su exaltación a la diestra de Dios. El juicio del mundo es un juicio errado porque descansas sobre las premisas filosóficas de los hombres y sobre los conceptos axiomáticos del príncipe de este mundo pero ante la presencia del Espíritu ni la filosofía de los hombres ni los métodos del príncipe de la potestad del aire prevalecen solo el juicio de Dios prevalece. Es imposible llegar a un conocimiento de la naturaleza del pecado, de la justicia de Dios y del juicio venidero sin la convicción e iluminación del Espíritu. “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). El Espíritu Santo fue la fuente del poder del Mesías y él prometió enviarlo a la tierra para que estuviera con nosotros y en nosotros. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:11). La posesión de la vida espiritual nos permitirá disfrutar de la vida física por el poder del Espíritu. No es la vida física la que nos permite disfrutar de la vida espiritual, es la vida espiritual la que nos da el privilegio de vivificar nuestros cuerpos mortales por el poder del Espíritu. Si queremos hacer la obra del Mesías necesitamos ser lleno del Espíritu. “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12) Todo los creyentes son una parte importante de la Iglesia del Mesías. Como parte de su Iglesia cada creyente necesita del poder del Espíritu Santo. Jesús sabía que nosotros necesitaríamos ayuda para poder cumplir nuestra misión en el mundo y la promesa de la venida del Consolador (o Consejero) debe verse así en este contexto. El Espíritu Santo ha venido para estar a nuestro lado, él es nuestro ayudador, consolador y abogado en la tierra, así como el Mesías lo es en el cielo. El Espíritu haría por medio de nosotros, lo que Jesús mismo estuvo haciendo durante su ministerio y nos daría la iluminación necesaria para poder entender las palabras de Jesús. Para obtener la victoria no debemos descansar en nuestra propia fuerza. Jesús les dijo a sus discípulos que esperaran hasta recibir el poder del Espíritu Santo. “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí” (Hechos 1:4). Si Jesucristo y los primeros creyentes necesitaron este poder, nosotros con más razón necesitamos del poder del Espíritu Santo en nuestras vidas. Debemos tratar de comprender cómo el Espíritu Santo obró a través de la vida de Jesús para comprender cómo obró a través de los creyentes del Nuevo Testamento y para entender cómo él quiere obrar en nosotros y por medio de nosotros. Jesús ministró en el poder del Espíritu Santo y anduvo haciendo milagros y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Así deberíamos ministrar cada uno de nosotros. Así como Jesús ministró en el poder del Espíritu Santo, nosotros también deberíamos ministrar en el poder del Espíritu Santo. Las obras que Jesús hizo en la tierra, la hizo como hombre y no como Dios, sin que esto signifique que dejó de ser Dios. Para ser testigo del Mesías y para ser predicadores eficaces debemos ser llenos del poder del Espíritu. Muchas personas han fracasado al tratar de hacer las obras de Jesús por carecer de una sana enseñanza, otra por su propia incredulidad y otra por ignorar el pecado, en vez de enfrentarlo. La Iglesia primitiva no ignoró el pecado sino que lo enfrentó. Enfrentemos el pecado y no lo ignoremos; mucho piensan que la disciplina no es necesaria en la Iglesia pero se equivocan, necesitamos ser un pueblo disciplinado y obediente. Si queremos que las cosas cambien es imperativo enfrentar el pecado, orar con más diligencia y buscar los niveles de santidad y espiritualidad que tenía la Iglesia primitiva. ¡Amén!






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enero 08, 2012

El fin de este presente siglo

“Y si invocáis por Padre al que juzga imparcialmente según la obra de cada uno, conducíos con temor todo el tiempo de vuestra peregrinación, sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, que vuestros padres os legaron, no con cosas corruptibles, como la plata o el oro; sino con la sangre preciosa del Mesías, como de un cordero sin mancha y sin defecto, escogido ciertamente antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los tiempos postreros por amor a vosotros, que por medio de Él sois fieles a Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, para que vuestra fe y esperanza estén en Dios” (1 Pedro 1:17-21). Tanto la naturaleza de Dios como la certeza de que Dios juzgará nuestras obras deben ser motivos para procurar vivir en santidad. Dios es el juez de toda la tierra no debemos pasarlo por alto ni tratarlo con indiferencia, ni suponer que nuestra posición privilegiada como hijos de Dios nos da la libertad de hacer lo que queramos. En la actualidad [en los tiempos postreros], Dios está llevando a cabo el programa de la Iglesia y este programa terminará con el traslado [rapto] de ella. Este período es  conocido como los tiempos de los gentiles. Pero una vez trasladada [raptada] la Iglesia entrará en vigencia “la plenitud de los gentiles” y Dios volverá a tratar con la nación de Israel. “¡Ay, cuán grande es aquel día! No hay otro semejante a él: Tiempo de angustia para Jacob. Pero de él será librado” (Jeremías 30:7). A pesar del sufrimiento por el que tendrá que pasar Israel, Dios promete liberarlo literal y espiritualmente en la segunda venida del Mesías. “Hijitos, ya es la hora postrera, y según habéis oído que el anticristo viene, así han surgido ahora muchos anticristos, por lo cual sabemos que es la hora postrera” (1 Juan 2:18). Juan describe los tiempos en que escribió como “la hora final”, poniendo en evidencia que tanto él, como los verdaderos cristianos en cada generación, vivían en la inmediata anticipación de la Segunda Venida de Cristo. También vio su época como una en la cual la evidencia presente parecía demostrar que aquella generación sería posiblemente la última. Era el deseo de Jesús que su pueblo se mantuviera a la expectativa. La venida del anticristo, el arrebatamiento de la Iglesia, la gran tribulación, la restauración de la nación de Israel, y el reino milenial de Cristo sobre la tierra están dentro de toda la temática que la Biblia describe como “las últimas cosas”. La Biblia dice que estas cosas ocurrirán, pero no aclara cuándo sucederán y, en muchos de los casos, no nos ofrece de forma concluyente la secuencia o la manera exacta en que esos hechos se cumplirán. “Acontecerá en los postreros días Que el Monte de la Casa de YHVH será establecido en la cima de los montes, Y se alzará sobre los collados y acudirán a él todas las naciones” (Isaías 2:2). Dios establecerá el reino del Mesías como cabeza de los reinos y los pueblos subirán a Jerusalén y al templo, no para ver su arquitectura sino a causa de la presencia de Dios y para que le sea enseñada la ley de Dios. Nos esperan tiempos de paz, gozo, y prosperidad. Tiempos de alegría, justicia y felicidad. “Pero en los postreros tiempos, el Monte de la Casa de YHVH Será establecido como cabeza de los montes, Y exaltado sobre todos los collados, y a él correrán los pueblos, Y muchas naciones irán allí y dirán: Venid, subamos al Monte de YHVH, a la Casa del Dios de Jacob; Él nos enseñará sus caminos, y nosotros andaremos en sus sendas. Porque de Sion saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de YHVH” (Miqueas 4:1-2). Para entender  la esencia de esta profecía, debemos entender el concepto del reino de Dios que nos ofrece el Nuevo Testamento, es así como sabemos que mucho de este proceso ya está en marcha, gracias a la aproximación del reino a través del ministerio de la Iglesia; el Milenio será el escenario para la ulterior realización de la profecía de Miqueas; y en el mundo venidero veremos su consumación final. Cuando Pedro nos manda a temer y santificarnos, Juan a mantenernos a la expectativa y Pablo a esperar la inminente venida del Mesías, es para que ese día no nos halle desprevenidos y para que no tengamos que lamentarnos cuando ocurran los hechos anunciados en estas profecías. ¡Estamos en “los tiempos del fin”, prepárate! ¡Amén!
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enero 06, 2012

Llamado por Dios

“Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí” (Jonás 1:2). Dios eligió a Jonás para llevar a cabo una tarea que él no quería hacer: profetizar la destrucción de la ciudad de Nínive. Dios se mantuvo firme y lo obligó a realizar el propósito para el cual Jonás había nacido. A pesar de los intentos del profeta por escaparse no lo pudo hacer. Jonás, sin embargo, fue enviado a Nínive, no solamente para el bien de Nínive, sino también para avergonzar a Israel, por el hecho de que siendo Nínive una ciudad pagana, se arrepintió al escuchar la predicación de un profeta. Nínive solo escuchó un solo mensaje, un mensaje sin mucha teología ni exégesis ni elocuencia, mientras Israel, el pueblo de Dios no se arrepentía, aun cuando Dios le envió profetas continuamente y sin cesar que le predicaron el mensaje y lo llamaron al arrepentimiento y a la obediencia. El temor que Jonás tenía era que después de aventurarse en una misión tan peligrosa y de anunciar el juicio de Dios, esta ciudad se arrepintiera y Dios revocara el juicio. Quería huir porque sabía que Dios es misericordioso y compasivo, lento para la ira y grande en misericordia y verdad. “David en un determinado momento de su vida pensó que podía escapar de la presencia de Dios pero después de meditar y analizarlo bien llegó a la conclusión de que era imposible huir de Dios. “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (Salmos 139:7). Dios nos llamó cuando física e intelectualmente estábamos vivos pero espiritualmente estábamos muertos. En el estado en el que nos encontrábamos, no podíamos responder a los estímulos espirituales y entonces Dios nos tocó e hizo brotar la vida de Su Hijo en nosotros. Por Su gracia hemos creído en Jesucristo y comenzado a entender las Escrituras. Jesús dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:16). Dios ha puesto su sello sobre nosotros, quizás tu esté satisfecho en el lugar donde está como lo estaba Abraham en Mesopotamia, sin embargo, Dios lo llamó para que saliera de su tierra y de su parentela. Dios te está llamando a salir de la comodidad, y de la apatía y este es el tiempo indicado para que lo haga. Cuando Dios llamó a Moisés, este sencillamente no quería ir, puso numerosas excusas pero Dios lo había elegido a él y no a otro para libertar a Su pueblo y no le quedó más remedio que obedecer.  No solo hemos sido predestinados para salvación sino que también hemos sido llamados con un propósito. Es Dios quien te ha llamado no siga huyendo ni poniendo excusas, escucha la voz de Dios y obedece su Palabra. Dios nos ha elegidos para que llevemos frutos y para que cumplamos con sus designios en la tierra. No podemos continuar huyendo de Dios ni en un estado de indiferencia. Abracemos el plan de Dios y realicemos con eficacias nuestra labor en Su reino y sin duda, veremos Su gloria. El Espíritu Santo fluirá como ríos por medio de cada uno de nosotros y Dios prosperará nuestro camino. Las tormentas que se han desatados y que están amenazando tu vida, es probable que se deba a que ha estado huyendo. Deja de huir y obedece a tu Señor. ¡Amén!


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enero 04, 2012

Un sabio razonamiento

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“Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer, porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y contra toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle” (1 Samuel 25:17). David tenía la ardua tarea de encontrar provisiones para sus hombres y para sus seguidores. Aquí vemos lo difícil que esto podía ser para un hombre como él. Hay tareas que Dios nos ha asignados que son sumamente difíciles de realizar. Sin embargo, debemos persistir y confiar en aquel que nos ha llamados. David trató de ganarse el apoyo de los agricultores ricos como Nabal y de los hombres más acaudalados de Judea. Él y sus hombres les brindaban ayuda y protección, con la esperanza de recibir algunas provisiones. Había agricultores que ayudaban a David con gusto, mientras que otros lo hacían de mala gana. Nabal era un hombre malvado y como vemos se negó bruscamente a colaborar con David y sus hombres. Hermanos, nunca no neguemos a colaborar con los hombres y las mujeres de Dios, siempre debemos estar dispuesto a bendecirlos. Es cierto, que Nabal no estaba obligado a darle nada a David pero él era un israelita y como tal debía ser una persona generosa y amar a su prójimo como así mismo. En vez de colaborar, Nabal acusó a David de ser un siervo de Saúl y de haber huido de su señor. Sin embargo, David no era un hombre rebelde ni había encabezado una revuelta para derrocar a Saúl ni mucho meno había huido de la casa de Saúl de forma voluntaria. Él huyó para poder preservar su vida porque de lo contrario Saúl en su estado de paranoia, lo habría matado. David había sido escogido por Dios para ser rey en Israel en lugar de Saúl; esto era lo que Nabal desconocía; él estaba totalmente ajeno a los planes de Dios. El enojo de David con Nabal era comprensible, tanto el como sus hombres, estaban desesperados por encontrar provisiones en un momento de significativa necesidad, aun cuando las acciones de Nabal no justificaran su reacción. No podemos negar que Nabal era un hombre avaro y mal agradecido. Este hombre no pensó ni por un momento en los beneficios que había recibido de David ni en la ayuda y protección que le había dado a sus pastores y a sus bienes. David a veces podía ser duro y violento, pero Dios era quien dirigía su destino e impidió que David cometiera una mala acción. Dios usó a la esposa del mismo hombre al que David planeaba matar. No fue una mera coincidencia que Abigaíl fuera una mujer inteligente, quien no sólo vio el peligro sino que actuó rápida y efectivamente para impedir una tragedia. El mensaje de Abigaíl es un mensaje sumamente profundo; le abrió los ojos y el entendimiento a David porque la ira le había segado. Si David hubiera atacado a algunos de los agricultores del lugar, le habría sido muy difícil ganarse el apoyo de la tribu de Judá. David acató el consejo de Abigaíl y regresó al campamento sin derramar sangre inocente porque no solo iba a morir Nabal sino que también morirían todos los habitantes de su casa. La muerte de Nabal fue una muerte natural, desde una perspectiva humana; pero tanto la vida como la muerte están en las manos de Dios. Los vecinos de Nabal tomaron nota, Dios castigaría a cualquier persona que fuera hostil con David. La muerte de Nabal finalmente ayudó a David y lo consolidó como a un líder militar respetable en toda Judea. Hay personas que tratan a los siervos de Dios con desprecio, no son generosos con ellos ni le socorren en los momentos de necesidad, apesar de haber sido bendecidos por medio de ellos. Cuando les damos la espalda a los escogidos de Dios, esto le desagrada al Señor porque es como si le diéramos la espalda a él. Todos aquellos que bendicen a los elegidos de Dios son bendecidos por Dios como lo fue Abigaíl, esta mujer pasó de ser la esposa de un granjero, a ser la esposa del futuro rey de Israel y una mujer influyente en las tomas de decisiones por su prudencia e inteligencia. No le niegue una ayuda a un hijo de Dios cuando tiene con que ayudarle porque la ira de Dios puede encenderse en tu contra hasta consumirte. No sea un avaro ni atesore riquezas en la tierra, usa lo que Dios te ha dado para bendecir a otro y todo te saldrá bien. ¡Amén!