abril 20, 2012


“Más e fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23). El fruto del Espíritu es de vital importancia en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos, y con nuestros semejantes. El amor es supremo entre todos los frutos del Espíritu, es razonable que aparezca en primer lugar en la lista del fruto múltiple del Espíritu, porque tanto en la dispensación de la ley como en la dispensación de la gracia el amor es el hilo conductor, ya que a través de el se lleva acabo el plan redentor de Dios. Dios canalizó su amor por medio de la persona de su Hijo. Encauzó (derramó) su amor en nuestros corazones a través del Espíritu Santo y a través de sus redimidos, Dios le da a conocer su amor a los hombres en todas partes. Así el amor es la clave de su programa redentor. Al recibirlo, es nuestra salvación; respondiendo a él viene a ser nuestra santificación; manifestado a los demás, es nuestro servicio. Concluimos que el amor es la esencia de Dios, y el amor no tiene sustituto. El cristiano que ha sido bendecido con la llenura del Espíritu amará lo que Dios ama y aborrecerá lo que Dios aborrece. El gozo mencionado no es otra cosa que el gozo celestial que es reproducido por el Espíritu en los hijos de Dios. No es un gozo humano estimulado por Dios; es el gozo de Dios que nos ha sido dado por medio del Hijo y que es manifestado por el poder del Espíritu Santo. Esto nos permite tener una experiencia singular como creyente. Nehemías declaró “El gozo del Señor es vuestra fortaleza” (Nehemías 8:10). Cristo dijo: “…para que mi gozo este en vosotros y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:11). El apóstol Juan, habiendo declarado la comunión entre el Padre, el Hijo y el creyente, afirma: “estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido” (1 Juan 1:40). Como Cristo nos dio gozo, también nos dio paz. El Apóstol Pablo dice: “Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7). Hay una diferencia entre “la paz de Dios”, que es una experiencia operada interiormente, y la “paz con Dios” que es realizada por Cristo. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). La paz de la cual hablamos, es la que Cristo heredó, es una experiencia constante que se siente en el corazón, es directa y depende de la naturaleza del Carácter de Dios. Cada fruto del Espíritu es opuesto a un aspecto no espiritual del corazón humano. La sanidad para las enfermedades espirituales producidas por diversas condiciones no es el intento de dejar de hacer lo malo, sino él sustituirlos con el fruto del Espíritu, es decir, con las virtudes que Dios imparte. La paciencia por ejemplo es el antídoto divino para la impaciencia, no es meramente la paciencia humana que tiene sus límites, sino la paciencia de Dios operada internamente por el Espíritu, una paciencia infinita e ilimitada. Solamente cuando somos llenos de Su gloria, podemos experimentar esta paciencia (Colosenses 1:11). Este fruto es necesario en la vida de los que predican o enseñan (1 Timoteo 4:2). Para esperar la venida de Cristo se requiere de paciencia (Santiago 6:7-8), la paciencia nos ayuda a alcanzar las Promesas (Hebreo 6:15). Un hombre justo puede desalojar de su casa a una viuda sin recursos cuando se atrasa con la renta, un hombre bueno buscaría la manera de evitarlo. En la persona de Dios la bondad es infinita, el mundo depende de la bondad de Dios, nadie puede imaginarse como sería el mundo si Dios fuera malo (Salmo 27:13; Salmo 23:6). La mansedumbre en Dios no implica debilidad. Cristo fue llevado como oveja al matadero y esto no significa que Cristo era débil; En Dios hay otros atributos que vindican su Santidad y Su gobierno de justicia; el creyente lleno del Espíritu manifestará la mansedumbre de Dios. El creyente también puede conocer el poder de la indignación, pero siempre será manso, este fruto se requiere de todos los que han de manifestar la gracia de Dios (2 Timoteo 2:24-26). Además hay una recomendación mas del Apóstol Pablo (Tito 3:2) el corazón necesitado de la amable mansedumbre de Cristo se le anima a creer que puede llegar a obtenerla, no por el esfuerzo humano, o por una inútil imitación, sino como un fruto directo del Espíritu. La palabra usada en Gálatas 5:22, no es fe, sino fidelidad. Dios es fiel y esta fidelidad es reproducida por el Espíritu en la vida del Creyente. Este atributo pertenece solamente a Dios, pero puede ser comunicado, y lo será en el creyente consagrado, por el Espíritu. La fidelidad se manifiesta en las relaciones del creyente con Dios, con sus semejantes y consigo mismo. La honradez, sinceridad y devoción son factores que se manifiestan en nuestras vidas cuando hay fidelidad. Esta gracia impartida será dirigida hacia aquellos a quienes el mismo Dios es fiel. El dominio propio ocurre cuando el creyente se ajusta a la mente de Dios y a su voluntad. La llenura del Espíritu, se ve en los frutos del Espíritu, lo que Dios es, naturalmente, es lo que él requiere, y ciertamente sus atributos, hasta donde puedan adaptarse a la vida humana, han de ser reproducidos en el creyente por el Espíritu. Para vivir la vida divina el creyente no tiene que salir de su cuerpo y vivir solo en el Espíritu, porque el Espíritu hace uso de todas las facultades del cuerpo del creyente. Las manifestaciones directas de las características divinas no son estorbadas por la presencia de las facultades humanas existentes, es claro que el Espíritu usa de todas las facultades del ser humano para manifestar las características de Dios. La voluntad de Dios es que seamos conformados a su imagen y que en nuestra existencia terrena manifestemos su personalidad a los que no pueden percibir su Presencia, Nosotros somos los inmediatos responsables de Enseñar al mundo lo que Dios es por medio de un testimonio fructífero, saturado con los frutos del Espíritu. ¡Amén!

Nada me faltará

“Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Salmos 23:1). David había sido perseguido y acosado repetidas veces tanto por Saúl, como por su propio hijo, Absalom. Él  había sufrido privaciones, y experimentado dificultades. Sería un absurdo afirmar, sobre la base de este texto, que los hijos de Dios, nunca experimentarán carencias o necesidades. Nosotros debemos tomar en cuenta las vidas de hombres como Elías, Juan el Bautista, Pablo, e incluso el Señor Jesucristo; todos ellos sufrieron grandes privaciones y adversidades. Nuestra jornada en la tierra es un breve interludio durante el cual sufriremos privaciones, experimentaremos aflicciones y adversidades.  Pero en medio de nuestras dificultades podemos decir con orgullo: “Nada me faltará”, no careceré del cuidado de Jesús ni de Su protección ni de Su provisión ni de Su dirección. El que me guarda no es un impostor ni un asalariado; él es mi creador, mi redentor y mi dueño. Los hombres y mujeres de Dios son personas humildes, ricas en espíritu, generosas de corazón, y magnánimas. Irradian una serena confianza y una alegría que sobrepasa todas sus tragedias y adversidades. Son hombres y mujeres cuidado por Dios, y lo saben. Se han confiado a la dirección de Cristo, y han hallado su felicidad en él. La satisfacción debe ser la etiqueta de aquel que ha puesto sus asuntos en las manos de Dios. Existe una intensa fiebre de descontento entre la gente y de inseguridad. Muchos a pesar de las riquezas que poseen, están notablemente inseguros de sí mismos y muy cerca de la bancarrota espiritual porque han perdidos sus valores. Los hombres buscan una seguridad más allá de sí mismos. Son inquietos, inestables, codiciosos, y siempre están ávidos de algo más; quieren esto y lo otro, pero nunca están verdaderamente satisfechos. Pero las personas sencillas, los hombres y mujeres humildes, las ovejas del Señor, pueden levantarse con orgullo y decir: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. El verdadero creyente es aquel que dice: estoy completamente satisfecho porque Jesús es el jefe de mi vida; ningún problema es demasiado grave ni difícil para él. Jesús nos trata con cariño, nos ama y trabaja 24 horas para que no nos falte nada. Él es muy celoso con sus ovejas y se deleita permanentemente en ellas. Para él no hay mayor recompensa, ni satisfacción, que ver a sus ovejas satisfechas, bien alimentadas, y seguras.  Jesús siempre está entregado y permanece alerta procurando el bienestar de su rebaño. Con ojo como llama de fuego, de manera minuciosa pero compasiva examina sus ovejas a ver si están bien, contentas y sanas. Él se da cuenta de si han sido atacadas durante la noche, si hay alguna enferma, o si hay alguna que necesita una atención especial. Ni siquiera durante la noche deja de estar pendiente de cada una de ellas. Jesús siempre está listo para ponerse de pie a la menor señal de problema para proteger a Su rebaño. Esta es una imagen sublime del cuidado que reciben aquellos cuya vida está bajo el control de Cristo. El está al tanto de sus vidas desde que sale el sol hasta el ocaso. “No se adormecerá ni dormirá el que te guarda”. Es lamentable que algunos cristianos estén descontentos. Andan insatisfechos, como si el pasto del mundo fuera mejor y más verde. Son cristianos carnales, a quienes podríamos llamar “cristianos mediocres” que quieren lo mejor del reino de Dios sin apartarse del mundo. Muchas veces tergiversamos las cosas y en lugar de aprovechar al máximo la presencia del Señor para calmar nuestros temores y ansiedades, perdemos la paz, y la tranquilidad que deberíamos encontrar en Su  presencia. ¡Amén!

abril 13, 2012

La Soberanía de Dios

“Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos” (1 Crónicas 29:11-12). Dios se presenta en las Escrituras como el Creador y su voluntad como la causa de todas las cosas. A él le pertenecen los cielos, la tierra y todo lo que ellos contienen. Dios tiene plena autoridad sobre los ejércitos del cielo y sobre los habitantes de toda la tierra. El Señor sostiene de manera eficiente todas las cosas con su poder y determina la finalidad y el destino de cada una de ella. Él gobierna en el más absoluto sentido de la palabra y todas las cosas dependen de él y a él le sirven. La voluntad divina es la causa eficiente de todas las cosas. Todas las cosas se originan en ella: la creación; la preservación; el gobierno; nuestra elección; los sufrimientos de Cristo; la regeneración; la santificación; nuestros sufrimientos e incluso la vida del hombre y su fin. La palabra “voluntad” cuando se aplica a Dios, no siempre tiene el mismo significado en las Escrituras. Este vocablo puede significar la naturaleza moral de Dios que incluye atributos como el amor, la santidad, la veracidad, y la justicia, etc. La voluntad de Dios es la facultad de Su propia determinación, es decir, es el poder de determinar por sí mismo sus propias acciones. En Dios hay poder para ejecutar su plan, para realizar su propósito (la voluntad de acción u omnipotencia); y determinar el régimen de vida para cada una de sus criaturas. La voluntad divina puede definirse como aquella perfección del ser de Dios por medio de la cual, El; sale en busca de sí mismo como el supremo bien (es decir, se deleita en sí mismo, como Dios) y en sus criaturas para gloria de su nombre. La buena voluntad de Dios encuentra su expresión en sus decretos (voluntad secreta) y por medio de Sus preceptos revelados en la ley y en el evangelio. Dios determina voluntariamente (libremente) qué y a quiénes creará, así como también los tiempos, lugares y circunstancias de sus existencias. El marca la senda de cada una de sus criaturas, determina su destino, y las utiliza para sus elevados propósitos. Dios tiene razones para querer lo que hace y eso lo induce a elegir un fin. En cada caso hay un motivo predominante que hace que el fin elegido y los medios seleccionados sean agradables a Dios, aunque no seamos capaces de entender sus motivos. Dios no puede querer algo que sea contrario a su naturaleza, a su sabiduría y amor, a su justicia y santidad. La doctrina de la voluntad de Dios con frecuencia da motivo a serias interrogaciones. Surgen en este terreno problemas que jamás han sido solucionados, y probablemente, nunca serán resueltos por el hombre, [como por Ej. la entrada del pecado en el mundo]. Deberíamos recordar que la ley moral, [la regla establecida por Dios], es también, en un sentido, la expresión de la voluntad de Dios. Es una expresión de su naturaleza santa y de lo que Dios requiere de cada una de sus criaturas racionales. Pero la soberanía de Dios encuentra su expresión no solo en Su voluntad sino también en Su omnipotencia; Dios tiene el poder para ejecutar su voluntad. El tiene la energía efectiva, es decir, aquella perfección de su Ser por medio de la cual El es la causa eficiente y absoluta de todas las cosas. Su poder “absoluto” le permite a Dios hacer todo lo que él quiere hacer; mientra que Su poder “dirigido” le permite hacer todo aquellos que él ha decretado, es decir lo que él ha ordenado o dispuesto que se haga. Mediante el mero ejercicio de su voluntad Dios puede ejecutar todo lo que él ha predeterminado en Su consejo. No existe en Dios un poder divorciado del restos sus perfecciones, y en virtud del cual pueda hacer toda clase de cosas inherentemente contradictorias. La idea de omnipotencia de Dios está expresada en el nombre “El Shaddai”, y la Biblia habla de ella en términos precisos: “Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho” (Salmos 115:3). Dios manifiesta su poder en la creación: “Así dice Jehová, tu Redentor, que te formó desde el vientre: Yo Jehová, que lo hago todo, que extiendo solo los cielos, que extiendo la tierra por mí mismo; que deshago las señales de los adivinos, y enloquezco a los agoreros; que hago volver atrás a los sabios, y desvanezco su sabiduría” (Isaías 44:24-25); Dios nos revela Su poder en la providencia, Hebreos 1:3, y en la obra de redención, 1 Corintios 1:24; Romanos 1:16. ¡Amén!

abril 02, 2012

Enfrentando Oposición

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Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo… (Mateo 4:1-11). A menudo el poder y la autoridad de Jesús fueron desafiados durante su ministerio terrenal. Su poder fue desafiado por Satanás en una serie de tentaciones y confrontaciones. Muchas de las oposiciones al poder de Dios en nosotros vienen a través de las circunstancias de la vida. Pero Satanás siempre está detrás de cualquier circunstancia para impedir el flujo del poder divino en nuestra vida. Hay muchas de estas oposiciones que vienen a través de otras personas, pero siempre debemos recordar que no son las personas las que se oponen a nosotros, sino que es Satanás que las utilizas. Ellas son usadas por Satanás para influir en nuestros pensamientos y modelos de conducta. Satanás es la fuerza que opera en tu contra. No cometa el error de pensar que porque usted pertenece a la iglesia y experimenta el poder de Dios será amado por todos, no todos estarán de acuerdo con usted. Los escribas y fariseos se opusieron a la autoridad de Jesús porque el Señor no estaba de acuerdo con sus tradiciones. La demostración del poder de Dios no es aprobada por las tradiciones culturales ni por las denominaciones religiosas. Los religiosos cuestionaron la autoridad de Jesús basándose en su condición social y a ti también te van a cuestionar por esto: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, le vienen a éste todas estas cosas?” (Mateo 13:55-56).Uno preguntó: “¿De Nazaret puede salir algo bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve” (Juan 1:46). Las personas cuestionaron la autoridad de Jesús una y otra vez. “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio esta autoridad?” (Mateo 21:23). Su poder y autoridad pueden ser desafiados por aquellos que sienten que usted no está en el nivel social al que ellos pertenecen, o porque no tiene una educación formal como la suya, o porque usted no es un egresado de una universidad prestigiosa etc. Pero lo más importante es ser aprobado por Dios (Hechos 2:22). El poder demostrado por Jesús no dependía del sistema de doctrinas sostenidas por los líderes religiosos de Israel. Sus enseñanzas no estaban de acuerdo con sus teorías y creencias. Él enseñó con autoridad, no con vana palabrería ni con una mente embotada como enseñaban los Escribas y fariseos. Muchos me dirán que soy una persona demasiado emotiva o que enseño con demasiada rigidez y autoridad pero eso no es importante. La enseñanza y dedicación de Jesús era simple pero muy poderosa. Algunos te aconsejarán que predique mensajes más profundos, y teológicos y con menos emotividad pero ¿es eso lo que Dios quiere? Pablo dijo: “Ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Corintios 2:4-5). El poder de Dios es desafiado por aquellos que están viviendo en el error: “Entonces respondió Jesús y les dijo: Erráis porque no conocéis las Escrituras, ni tampoco el poder de Dios” (Mateo 22:29). El hombre que camina por la fe a menudo irrita al hombre natural. Esteban era un hombre de fe y poder (Hechos 6:8). Su estilo de vida y testimonio irritaba a los líderes religiosos de su tiempo de tal manera que ellos se "enfurecían en el corazón" (Hechos 7:54) y lo apedrearon hasta la muerte. Cuando usted se mueve más allá del punto de bendición espiritual y pasa a la esfera de poder y autoridad, es desafiado. Recuerde que todos estos desafíos vienen de Satanás o de personas influenciadas por él. Usted debe reconocer cual es la verdadera fuente de oposición. “Porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne,…” (Efesios 6:12). Satanás no es afectado por la lógica, intelecto, o debate teológico. Jesús no desperdició su tiempo argumentando o debatiendo sobre su autoridad espiritual. No detenga el flujo del poder de Dios en tu vida. Cuando Jesús entró en la casa de Jairo para sanar su hija Él enfrentó la incredulidad. Jesús no permitió que la incredulidad lo detuviese. Él enfrentó la oposición y cumplió el propósito de Dios. Él nos ha dado poder sobre todo poder del enemigo pero es usted que debe usar ese poder. Cuando enfrente un desafío de Satanás, use su autoridad espiritual en el nombre de Jesús. Usted tiene poder sobre TODO poder del enemigo y sobre TODA fuerza negativa. ¡Amén!