junio 30, 2014

Absorbiendo la Palabra


(Salmos 1:6)

“Porque Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá”. Dios quiere que el ser humano tenga felicidad, pero la felicidad verdadera sólo se encuentra en el camino del Señor. Cualquier varón o mujer, cualquier ser humano puede escoger el camino de la vida y salvación; está abierto para todo el que quiera entrar. Dios se encarga de disipar nuestros temores y se compromete a suplir todas nuestras necesidades. Dios cuida de los suyos y evita que sean destruidos por el mal. El camino del Señor tiene un costo, no debemos dejarnos influenciar por los consejos de los impíos ni elegir compañeros perversos. Existen los que se burlan de los hechos sobrenaturales y de las convicciones morales basadas en la revelación bíblica. ¡Apártate de ellos!
“Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor” (Salmos 2:11). La Palabra de Dios se escribió para ser estudiada, comprendida y aplicada. Las Escrituras expresan nuestros más profundos anhelos, y pensamientos. Poco a poco nos llevan a ser lo que Dios ha pensado desde el principio: hombres y mujeres con temor de Dios, santos y que viven para Él. Usted puede aprender a seguir a Dios al meditar en su Palabra. Meditar significa pasar tiempo leyendo y pensando en lo que ha leído. Además significa pensar acerca de cómo cambiar con el fin de poder vivir como a Dios le agrada. Conocer y meditar en la Palabra de Dios son los primeros pasos para aplicarla a nuestro diario vivir. Si usted quiere seguir a Dios de cerca, debe conocer lo que Él dice. Mientras más conozcamos el punto de vista de las Escrituras, más recursos cognoscitivos y espirituales tendremos para tomar nuestras decisiones. Debemos asimilar la Palabra de Dios; debemos pensarla y aplicarla a nuestra vida. Si nuestra mente está moldeada por la Biblia, los efectos serán evidentes en todos los aspectos de la vida.
“Temblad, y no pequéis; meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad…” (Salmos 4:4). Cuando la sabiduría de Dios se aplica en nuestras vidas, el fruto (resultados o productos derivados) que ella produce en nosotros es bueno y recibe la aprobación de Dios. Nosotros debemos absorber la Palabra de Dios, para producir hechos y actitudes que lo honren. Para alcanzar logros que valgan la pena, debemos tener la Palabra de Dios en nuestro corazón. Apelamos a la misericordia de Dios para recibir de él salvación, ayuda y poder. Dios es quien nos da la vida, y solamente cuando tenemos vida espiritual es cuando podemos alabar y adorar a Dios. La angustia nos quita la fuerza; las enfermedades y luchas nos desgastan, por eso Dios nos promete renovar nuestras fuerzas. Si confiamos en él, se producirá en nosotros un cambio renovador por el poder de Su Espíritu. Los fieles son los que están junto al rio de Dios; sus raíces están juntos a los arroyos subterráneos del Espíritu Santo.
No son como el tamo que arrebata el viento, el tamo es símbolo de una vida infiel que vaga sin dirección. Son granos de excelentes calidad; el grano bueno es símbolo de una vida fiel que Dios puede utilizar. A menudo la gente piensa que será libre si escapa de Dios. Sin embargo, siempre serviremos a alguien o a algo, ya sea a un rey humano, a una organización o a nuestros propios deseos. La única ruta segura hacia la libertad es servir sinceramente a Dios, el Creador. Él puede liberarnos para que lleguemos a ser las personas que Él siempre quiso que fuéramos.
Cada nación es limitada, pero Dios es trascendente. Si tiene que elegir entre depositar su confianza en Dios o en los hombres o en las naciones, ¡elija a Dios! Nuestro mundo tiene muchos líderes que se jactan de su poder, que se quejan y se enfurecen contra Dios, que prometen tomar el poder y formar su propio imperio. Pero Dios se ríe debido a que el poder proviene de Él, y puede quitárselo cuando quiera. No debemos tener miedo cuando los tiranos se jacten. Todos ellos están en las manos de Dios. Cristo no es sólo el Rey escogido por Dios, sino que también es Rey en nuestros corazones y en nuestra vida. Para estar listos para su venida, debemos someternos a Su dominio. Cuando las circunstancias se vuelven contra nosotros es tentador pensar que Dios también lo está. Pero es todo lo contrario. Cuando algo parece estar en nuestra contra, Dios es el único que está a nuestro favor. Si parece que la vida está en contra suya, no culpe a Dios: ¡búsquelo!
La seguridad de una oración contestada te dará la paz que busca y anhela. Es más fácil dormir bien cuando aceptamos, con plena seguridad, que Dios tiene las riendas de todas las circunstancias que nos están afectando. Si usted se pasa la noche despierto, por la preocupación y no puede cambiar las circunstancias, derrame su corazón en oración delante de Dios y agradézcale porque Él lleva las riendas de todo. Luego, ¡descanse!
Dios nos escucha y nos responde cuando lo llamamos. A veces pensamos que Dios no va a escucharnos porque hemos caído por debajo de sus normas al no vivir una vida recta. No obstante, si hemos confiado en Cristo como Salvador, Dios nos ha perdonado y nos escucha. Cuando sienta que sus oraciones están rebotando en el techo, recuerde que como creyente ha sido apartado por Dios y que Dios lo ama. Él escucha y responde, aun cuando sus respuestas no sean lo que nosotros esperamos. Analice sus problemas a la luz del poder de Dios en vez de mirar a Dios en la sombra de sus problemas. ¡Amén!

junio 29, 2014

ἐλευθερία [libertad]

(1 Pedro 2:11-12)

Para los helenos la libertad individual, es la del individuo viviendo bajo la ley de la naturaleza. En este sentido la libertad asume la forma de una autodeterminación e independencia del individuo. Según este concepto para hallar la libertad debemos explorar nuestra naturaleza. No podemos controlar el cuerpo, la familia, la propiedad, etc., pero sí podemos controlar el alma. Sin embargo, esto es ridículo porque el hombre sin Cristo está incapacitado para controlar su naturaleza carnal.  Las cosas externas procuran imponer sobre nosotros una falsa realidad. Por eso tenemos que retirarnos de ellas y restringir los deseos carnales que batallan contra el alma, y no abandonarnos a las presiones del mundo y de la carne.
“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras”.
La vida en el cielo funciona de acuerdo con los principios y valores de Dios, y es eterna e imperturbable. Nuestra fidelidad debe apuntar a nuestra ciudadanía en los cielos, no a nuestra ciudadanía aquí, porque la tierra será destruida. Nuestra lealtad debe ser a la verdad de Dios, y a su forma de vida. A menudo nos sentimos como extranjeros en un mundo que prefiere no hacer caso, ni obedecer a Dios. Así que, encontramos libertad en la medida en que neutralizamos las pasiones y no nos rendimos al poder inexorable de las circunstancias. La concupiscencia carnal es completamente destructiva para el alma.
Retirarse hacia la interioridad no trae realmente libertad. La existencia del hombre en su dimensión interior, es defectuosa [engañosa], de modo que tomarse a sí mismo de la mano es sencillamente aferrarse a una existencia defectuosa. Al enfrentarnos con una existencia perdida, sólo podemos entrar en razón al sujetar nuestra propia voluntad a la voluntad de otro. El dominio propio lo logramos al dejarnos dominar por Cristo, aun cuando esto signifique morir por Su causa como le ocurrió a Pedro. “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras” (Juan 21:18).
λευθερία es la libertad del pecado y de la muerte. Nuestra existencia sin Cristo conducía inexorablemente a la muerte. Al vivir en pecado, éramos esclavos del pecado. Lo que reinaba anteriormente era el pecado y la anarquía espiritual. La ley tenía como propósito el bien, y expresar y revelar las exigencias y la voluntad de Dios, pero debido a nuestro estado pecaminoso, la ley, lo que hacía era sacar a la luz el pecado. La libertad, entonces, significa libertad de la ley y también libertad del pecado. No tenemos que buscar nuestra justificación por medio de la ley. Nuestro intento de autonomía ha quedado atrás. Seguir nuestras propias necesidades, y tratar de hacer nuestra propia voluntad por medio de un esfuerzo sincero también  ha quedado atrás. Ser libres de la ley significa ser libres del moralismo, del señorío de sí mismo frente al señorío de Dios; libre de un moralismo disfrazado de responsabilidad y obediencia. Ahora somos libres del autoengaño, ya no nos vemos a nosotros mismos como dioses; ni somos tan  ciegos como para no ver nuestra verdadera realidad.
El pecado lleva dentro de sí la muerte. La muerte es su poder pero Cristo nos ha hecho libres. Nuestra libertad no es un regreso existencial al alma humana. El Hijo nos hace libres. Somos llamados a la libertad por el Evangelio. Este es un llamado de Cristo y constituye la base de una nueva vida en libertad. El Espíritu vivificador de Jesús está presente en este llamado. El Espíritu Santo es quien hace posible el verdadero cumplimiento de lo que la ley exige y revela como la voluntad de Dios.
El amor de Dios que se ha manifestado en la muerte de Cristo y en su resurrección nos interpela a reconocer a Cristo como lo que es, de modo que, cuando abrimos nuestras vidas al Espíritu, por medio del Espíritu y por la vida y el poder de Cristo surge en nosotros una vida; una naturaleza que no está marcada por el egoísmo, que se ha olvidado del yo y que ahora depende del Espíritu de Cristo porque en él hallamos nuestra propia libertad. El Espíritu, es quien da a conocer la verdad. No hacemos de nuestra libertad un pedestal de superioridad. Rechazamos el frenesí de muchos por los títulos y las posiciones eclesiásticas. Rechazamos la falta de integridad y fidelidad a Dios. Rechazamos el amor al dinero y la avaricia de muchos que no se dan cuenta que se han hechos esclavos de sus propias pasiones y deseos. Han caído en estado de apostasía espiritual, al negar a Cristo con sus obras. ¡Amén! 

junio 28, 2014

Revitalización Espiritual

(Isaías 12:3)

“Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación”. Sacar agua de los manantiales de salvación significa llanamente aprovechar, echar mano, de algo que está allí, a nuestra disposición, continua y fielmente como un manantial. Esto es lo que Isaías le pidió y le rogó a Acaz que hiciera, y no hizo. Esto es lo que Ezequías, en el último minuto hizo, y la salvación de Jehová probó ser fiel y real. Y este manantial es Jehovah. No es Egipto; ni es Asiria; ni los Estados Unidos. No es la confianza en el poderío bélico; ni en el despliegue de tecnología militares. Jehová es mi fortaleza [o poderío] y mi canción; él es mi salvación. La liberación que anhelamos es la liberación del pecado y esta se obtiene por medio de la obra poderosa que solo Dios, en la persona de Jesucristo, puede hacer. Todo lo que uno tiene que hacer es entregarse a Cristo y creer en él. Cristo es el que verdaderamente nos libera de todas las cadenas que nos mantienen atados a las tinieblas y al pecado.
“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Juan 7:37-39). La figura de ríos contrasta con la de “una fuente”, e ilustra la diferencia entre el nuevo nacimiento y la experiencia de la plenitud de una vida llena del Espíritu. Juan interpreta las palabras de Jesús como una referencia al derramamiento del Espíritu Santo que todavía estaba por ocurrir. El Espíritu Santo existe desde toda la eternidad, pero aún no se había hecho presente en el sentido que indican estas palabras. Pronto la plenitud del Espíritu sería una bendición que todo el pueblo de Dios podría experimentar.
“A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís” (Hechos 2:32-33).  En la Biblia Plenitud hay una nota amplia que dice: “Muchos creyentes contemporáneos de diferentes denominaciones cristianas, creen que la experiencia de hablar en lenguas (idiomas no estudiados o conocidos por quien habla) puede acompañar la ocasión cuando una persona recibe por primera vez la plenitud del Espíritu Santo. Dentro de la tradición pentecostal clásica, se espera por esta experiencia, y se expresa doctrinalmente con las palabras siguientes: “La primera evidencia física del bautismo con el Espíritu Santo es hablar en otras lenguas”. Otros cristianos y muchos carismáticos que no necesariamente aceptan esta terminología doctrinal en la práctica, aceptan sus implicaciones fundamentales.
Esta visión modificada, también aceptada por algunos pentecostales, hace menos énfasis en la importancia de las lenguas como evidencia del bautismo con el Espíritu Santo, tanto en términos de una experiencia inicial, o como un estado permanente de plenitud en el Espíritu. Ellos destacan más el conjunto de dones, de los cuales el hablar en lenguas es sólo uno, teniendo en cuenta que todos estos tienen una efectividad circunstancial y que ninguno de ellos puede servir como señal del bautismo en el Espíritu. Aun más, una profunda participación en el culto se considera también como una indicación fundamental de haber sido bautizado en el Espíritu, junto al continuo ejercicio del hablar en lenguas como parte de la vida devocional íntima del creyente.
Otros cristianos, que no están de acuerdo con ninguna de los puntos de vista anteriores, explican usualmente el bautismo con el Espíritu Santo de alguna de las maneras siguientes: a) Como una experiencia que sigue a la salvación, y que trae consigo el necesario poder divino para el testimonio y servicio cristianos, pero sin ninguna expectativa de que aparezca acompañada por los dones del Espíritu. b) Como sinónimo de la experiencia de la conversión, cuando el Espíritu Santo funde al individuo con el cuerpo de Cristo en tanto el creyente deposita su fe en Jesús como Señor. c) Como algo exclusivo del libro de los Hechos; reclamando que el bautismo con el Espíritu Santo, incluyendo sus milagrosas manifestaciones, fueron un acontecimiento único, que acompañó a un único derramamiento del Espíritu, ocurrido en el Pentecostés (aunque se repitió posteriormente, cuando fueron rotas las barreras étnicas de samaritanos cap. 8 y gentiles cap. 10”.
La promesa del Espíritu Santo es un don para todo creyente de cada generación. Todos los que están lejos incluye a los gentiles. Las palabras de Pedro claramente se extienden a cada creyente en toda época y lugar, razón suficiente para esperar los mismos dones y experiencias concedidos a los primeros creyentes que recibieron el Espíritu Santo al nacer la iglesia.
La koinonia es una unidad producida por el Espíritu Santo. En la koinonia, el individuo mantiene íntimas relaciones de compañerismo con el resto de la sociedad cristiana. La koinonia une firmemente a los creyentes al Señor Jesús y a los unos con los otros.
El arrepentimiento significa cambiar la dirección de la vida del egoísmo y la rebelión que van en contra de las leyes de Dios. Al mismo tiempo debe volverse a Cristo, dependiendo de su perdón, misericordia, dirección y propósito. No podemos salvarnos a nosotros mismos, solo Dios puede hacerlo. El bautismo nos identifica con la obra de Cristo y con la comunidad de creyentes. Es una condición para ser discípulo y un símbolo de nuestra fe. ¡Amén!

junio 27, 2014

Pensar en Dios

(Romanos 11:33-36)

“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos...” Aunque los métodos de Dios y sus significados van más allá de nuestra comprensión, Él no es arbitrario. Dios gobierna el universo y nuestras vidas con Su perfecta sabiduría, justicia y amor. Lo que encierran estas preguntas es que ninguno puede comprender por completo la mente del Señor. Ninguno ha sido su consejero. Y Dios no le debe nada a ninguno de nosotros.
“¡Cuán inescrutables sus juicios!”; es decir, sus decisiones soberanas, sus decretos, sus disposiciones. El presente contexto señala especialmente a los juicios que se revelan en el plan divino para la salvación y la realización de este plan. El agregado “e inexplorables sus caminos” significa: la imposibilidad de seguir o rastrear los medios que Dios usa para poner en ejecución sus decisiones. Dios es maravilloso e incomprensible como creador y como redentor. ¿Quién, en efecto, ha podido, aunque sea en pequeña medida, sondear realmente la mente de Dios? Todos hemos conocido personas a las que con razón consideramos sabias y conocedoras; pero no siempre han sido sabias. Hubo un tiempo en que carecían de sabiduría y de conocimiento. Entonces, ¿cómo obtuvieron estas cualidades? Al menos hasta cierto punto, haciendo buen uso de los consejos e informaciones recibidas de sus padres, maestros y amigos. ¡Pero Dios nunca tuvo, ni necesitó, un consejero a quien pudiera o tuviera que pedir ayuda!
“¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole? ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la prudencia?” (Isaías 40:13-14). Todos los seres humanos se reducen a nada comparados con el Creador. Cuando el Señor, por su Espíritu, hizo el mundo nada lo dirigió, ni le aconsejó qué hacer o como hacerlo. Las naciones, comparadas con Él, son como la gota de agua que cae del cubo, comparadas con el vasto océano; o como menudo polvo en una balanza, que no la mueve, comparado con toda la tierra. Esto magnifica el amor de Dios por el mundo que, aunque es insignificante y de poco valor para Él es de gran valor porque como sabemos para la redención del mundo el Señor dio a su Hijo unigénito. Nuestros corazones se estremecen cada vez que consideramos lo que él ha hecho, hace y hará por nosotros.
“¿Quién me ha dado a mí primero, para que yo restituya? Todo lo que hay debajo del cielo es mío”. (Job 41:11). La descripción del leviatán va a convencer más aun a Job de su propia debilidad y de la omnipotencia de Dios. Si los hombres se llenan de admiración ante una simple criatura, ¿cuánto más deben temer a Aquel que la creó, que es eterno, Dios no está en deuda con nadie, él es el Creador y Dueño de todo cuanto existe? La sabiduría humana no contiene todas las respuestas. El conocimiento y la educación tienen sus propios límites. Para comprender la vida, necesitamos la sabiduría que solo se puede encontrar en la palabra que Dios nos ha dado: la Biblia. La gente sigue todavía en la búsqueda. Y aun así mientras más trate de obtener, más se da cuenta de lo poco que realmente tiene. Ningún placer o felicidad es posible sin Dios. Sin Él, buscar la satisfacción es una pérdida de tiempo. Por encima de todo debemos luchar por conocer y amar a Dios. Él nos da sabiduría, conocimiento y gozo.
La cura para una vida vacía es hacer de Dios el centro de nuestra vida. Su amor también puede llenar el vacío humano. Llene su vida con el servicio a Dios y a los demás en vez de llenarla con placeres egoístas. Debido a que la vida es corta, necesitamos una sabiduría mucho mayor de lo que este mundo nos puede ofrecer. Necesitamos las palabras de
Dios. Si lo escuchamos, su sabiduría nos salva de la amargura de la fútil experiencia humana y nos da una esperanza que va más allá de la muerte. La verdadera satisfacción surge al saber que lo que estamos haciendo es parte del propósito de Dios en nuestras vidas.
Estamos agradecidos por el interés de Dios en nosotros, por Su ayuda y Su misericordia. No solo nos protege, guía y perdona, sino que su creación nos proporciona todo cuanto necesitamos. Cuando nos percatamos de cómo nos beneficiamos al conocer a Dios, tenemos que expresarle plenamente nuestra gratitud. Cuando le damos gracias a menudo, crece la espontaneidad en nuestra vida de oración. Dios es fiel y justo. Cuando depositamos nuestra confianza en Él, tranquiliza nuestro corazón. Debido a que ha sido fiel a lo largo de la historia, podemos confiar en Él en los momentos de pruebas. La gente puede ser injusta y los amigos pueden abandonarnos. Sin embargo, podemos confiar en Dios. Conocer íntimamente a Dios nos libra de la duda, el temor y la soledad. ¡Amén!

junio 26, 2014

La fuente de la inmortalidad

(Job 36:26)

“He aquí, Dios es grande, y nosotros no le conocemos, ni se puede seguir la huella de sus años”. La munificencia de Dios, en virtud de la cual nos provee todas las cosas necesarias para el cuerpo y el alma, para el tiempo y la eternidad, es incomparable, sin igual. Dios ha hablado al hombre, y la Biblia es su palabra, la que nos ha sido dada para abrir nuestros entendimientos a la salvación: “Tú encargaste que sean muy guardados tus mandamientos” (Salmos 119:4). Los preceptos de Dios no son opcionales, sino imperativos, es decir, mandamientos, y no tienen ni deben ser guardados de cualquier manera, sino diligentemente y con fidelidad. Dios nos ha llamados a seguir la ruta que Él nos ha marcado en las Escrituras. La forma más segura de abstenerse del mal es ocuparse completamente en hacer el bien. Reconocemos que tanto el deseo como el poder para ser constante en la obediencia a las Escrituras y en la oración tienen que venir de Dios. Mientras guardemos todos los estatutos del Señor, seremos guardados y librados de la vergüenza que tortura nuestras mentes, y  que  nos hace sentir incómodos.
Dios es Señor y Rey sobre su mundo; gobierna por sobre todas las cosas para su propia gloria, demostrando sus perfecciones en todo lo que hace, a fin de que tanto hombres como ángeles le rindan adoración y alabanza: “Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno”… (1 Timoteo 6:13-16).
Habiendo establecido la relación de Dios con el universo y particularmente con todos los gobernantes de la tierra, Pablo se concentra en la esencia divina, en el majestuoso ser de Dios. El solo posee inmortalidad. Dios es la fuente inagotable de la vida. La inmortalidad a la que se refiere el apóstol, significa plenitud de vida, es decir, vida imperecedera. Los únicos seres humanos que compartirán esta vida son los creyentes, aunque también los incrédulos tienen una existencia sin fin. Ellos no participaran de la bienaventuranza ni del gozo inalienable de ser partícipe de la naturaleza divina. Es por medio del evangelio que se sacó a la luz la inmortalidad o cualidad de imperecedero. Por lo tanto, para el creyente la inmortalidad es un concepto redentor. Los creyentes hemos recibidos la inmortalidad, como uno recibe un trago de agua de la fuente, pero Dios no, él la tiene. Pertenece a su propio ser. Él mismo es la fuente. Verdaderamente Dios es digno de toda honra: reverencia, estima, y adoración.
Dios es Salvador, activo en su amor soberano mediante el Señor Jesucristo con el propósito de rescatar a los creyentes de la culpa y el poder del pecado, para adoptarlos como hijos, y bendecirlos como tales: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:3-6). Resulta perfectamente razonable que, en consideración al Amado, el Padre nos conceda con agrado todo lo que es necesario para la salvación. “El que ni aun a su propio Hijo perdonó, sino que le entregó por todos nosotros”.
Dios es trino y uno; en la Deidad hay tres personas, Padre, Hijo, y Espíritu Santo; y en la obra de salvación las tres personas actúan unidas, el Padre proyectando la salvación, el Hijo realizándola, y el Espíritu aplicándola: “Acercaos a mí, oíd esto: desde el principio no hablé en secreto; desde que eso se hizo, allí estaba yo; y ahora me envió Jehová el Señor, y su Espíritu” (Isaías 48:16). El trabajo redentor de las tres personas de la divinidad es digno de admiración y alabanza.
La santidad consiste en responder a la revelación de Dios con confianza y obediencia, fe y adoración, oración y alabanza; sujeción y servicio. La vida debe verse y vivirse a la luz de la Palabra de Dios. Esto, y nada menos que esto, constituye la verdadera religión: El gozo espiritual siempre va unido a la santidad de vida, y a la obediencia a la voluntad de Dios. La rebeldía hará más dolorosa la miseria de los desobedientes al pensar cuán felices podrían haber sido. Dios cuidará a sus hijos, para que no les falte nada durante su viaje por el mundo. Los hombres impíos perecen en las tinieblas. Pero Cristo ilumina a los piadosos y los hace santos y felices.
Necesitamos preguntamos: ¿Cuál es mi meta Última, mi propósito, al dedicarme a pensar en estas cosas? ¿Qué es lo que pienso hacer con mi conocimiento acerca de Dios, una vez que lo haya adquirido?Si adquirir conocimientos teológicos es un fin en sí mismo, si estudiar la Biblia no representa un motivo más elevado que el deseo de saber todas las respuestas, entonces nos veremos encaminados directamente a un estado de engreimiento y autoengaño”. ¡Amén!

junio 25, 2014

Aἰώνιος


(Juan 3:36)

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.  Muchas personas rechazan la idea de vivir para siempre porque viven vidas tristes. Cuando no conocemos a Cristo, tomamos decisiones pensando en que esta vida es todo lo que tenemos. Pero lo que en realidad deberíamos hacer es evaluar todo lo que nos sucede desde una perspectiva eterna. Creer, es más que realizar una reflexión intelectual, no es solo pensar que Jesús es Dios. Creer, significa depositar nuestra confianza en Él, que es el único que nos puede salvar. Es poner a Cristo al frente de nuestros planes presentes y de nuestro destino eterno. Creer es confiar en su palabra y depender de Él para cambiar. Muchas veces la gente trata de salvarse de lo que teme poniendo su fe en cosas que tienen o hacen: buenas obras, capacidad o inteligencia, dinero o posesiones. Pero solo Dios puede salvarnos. Los que aman a Dios confían en él y encuentran en él vida, salvación y seguridad.
El vocablo griego αώνιος, describe el orden eterno en contraste con el orden temporal y natural. Con este vocablo se describe las  moradas eternas, en la que la Iglesia habitará. Nuestro destino, es un destino eterno en la presencia de Dios. Las Escrituras describen con esta palabra nuestra redención y nuestra herencia eterna, bendiciones que recibimos gracias a Jesucristo. La seguridad, la libertad y la paz que Cristo forjó para nosotros son tan eternas como el propio Dios. La gloria en la que entraremos si somos fieles; es en la misma gloria en la que Dios mora.
Aώνιος, se usa en conexión con las palabras esperanza y salvación. No hay nada efímero, pasajero o destructible en la esperanza y salvación del cristiano. Ni siquiera la muerte puede cambiar o alterar estas bendiciones porque son inmutables, así como Dios es inmutable. Esta es una palabra que se usa para referirse al reino de Jesucristo. Jesucristo no es superable; no es una etapa en el camino de la revelación. Su revelación y su valor son de Dios. Se usa respecto del  evangelio. El evangelio no es una mera revelación más, sino la eternidad entrando en el tiempo.  Se usa para describir el  fuego del castigo, el  castigo en sí, el  juicio, la  destrucción y el pecado que separará finalmente al hombre de Dios.
Aώνιος es la palabra que se aplica a la eternidad como opuesta a, y contrastada con, el tiempo; que se aplica a la divinidad como opuesta a, y contrastada con, la humanidad, y que, por consiguiente, solamente puede aplicarse propiamente a Dios.  La promesa de vida eterna es lo que le permitirá a los cristianos participar del poder y de la paz de Dios. La vida eterna es la promesa de Dios. Dios ha prometido que seremos partícipes de su bienaventuranza, y esa promesa es inquebrantable. La vida eterna es el don de Dios. Como veremos, este don tiene sus condiciones; pero el hecho permanece, la vida eterna es algo que Dios, por su sola bondad y gracia, da a todo aquel que cree en el Hijo. Nosotros no la podemos adquirir[la vida eterna] ni ganárnosla por medio de las obras ni merecerla. Es un regalo.
La vida eterna está  íntimamente ligada a Jesucristo. Cristo es el agua viva, el elixir de la vida eterna. Es el alimento que trae a los hombres vida eterna. Sus palabras son de vida eterna. El mismo no sólo trae,  es vida eterna. Únicamente a través de Jesucristo es posible una relación, una intimidad, y unidad con Dios. A través de lo que él es, y de lo que hace, podemos participar de la vida de Dios. La vida eterna viene por medio de creer en Jesucristo. Creer en Jesucristo significa aceptar como cierto (absoluta e implícitamente) todo lo que Jesús dijo acerca de Dios.  La vida eterna no es otra cosa que la misma vida de Dios. Entramos en la vida eterna a través de creer en Cristo, y esta creencia tiene una triple implicación: Implica creer que Dios es la clase de Dios que Jesús dijo a los hombres. Implica la certeza de que Jesús es el Hijo de Dios, y, por tanto, que tiene derecho a hablar de Dios en una forma que nadie pudo ni jamás podrá hablar. Implica vivir toda la vida asintiendo a estas cosas.
Vida eterna significa "conocer al único Dios verdadero". Ahora bien, el hombre sólo puede conocer a Dios por medio de tres vías: (a) la mente, (b) los ojos y el corazón y (c) los oídos para escuchar lo que Dios tiene que decirle. La vida eterna demanda  obediencia a Dios. El mandamiento de Dios es vida eterna. Jesús es autor de eterna salvación para todos los que le obedecen. Nuestra paz depende sólo de hacer su voluntad.  La vida eterna es la recompensa a tu lealtad a Dios. Viene al hombre que ha peleado la buena batalla de la fe y que se ha unido a Jesucristo en cuerpo y alma. La recibe el hombre que  oye y sigue el camino de Jesús en completa lealtad a Dios.
La vida eterna es la meta de vivir en  santidad. La vida eterna no es para el hombre que actúa como le viene en gana; si no para el que actúa como enseña Jesucristo. La vida eterna es la recompensa para  el obrero cristiano.  La vida eterna es la recompensa para  el cristiano audaz. Es para el hombre que amando su vida está decidido a darla, si fuera preciso, por amor a Jesucristo. Es para el que está siempre dispuesto a "aventurarse por el nombre de Jesús", para el que acepta los riesgos de la vida cristiana. La vida eterna es el resultado de la justicia que viene a través de Jesucristo. El significado esencial de justicia es una nueva relación con Dios a través de lo que Jesucristo ha hecho por nosotros. ¡Amén!

junio 24, 2014

La Regeneración


(Juan 3:3)

“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Nicodemo indagaba y creía que Jesús tenía respuestas. Aunque era un erudito, fue a Jesús para instruirse. No importa cuán inteligente o educado uno sea, debe acercarse a Cristo con un corazón abierto y dispuesto a fin de que le enseñe la verdad acerca de Dios. El nuevo nacimiento y la regeneración no constituyen etapas sucesivas en nuestra experiencia espiritual; se refieren al mismo acontecimiento. El nuevo nacimiento es la obra del Espíritu que destaca en nosotros  la comunicación de la vida espiritual [la vida de Cristo] en contraste con nuestro anterior estado de muerte espiritual; por otra parte, la regeneración destaca el inicio de un nuevo estado de cosas en nuestra vida en contraste con el viejo estado de cosas en el que vivíamos anteriormente. De ahí la relación del uso de la palabra y su aplicación. Las Escrituras no nos señalan dos poderes activos distintos, aunque asociados, sino que utiliza distintos vocablos para referirse a este acontecimiento singular operado por el Espíritu Santo.
El Camino de la Regeneración: Por la rebelión de un solo hombre, Adán, toda la humanidad está destinada a nacer en pecado (Romanos 5:16), está destituida de la gloria de Dios y no puede alcanzar la vida eterna por sus propios medios (Romanos 3:23). Sin embargo, inmediatamente después que Adán pecó, Dios dio a conocer, es decir, reveló cual sería el plan para la salvación del ser humano. "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Génesis 3:15). Para que el hombre pueda ser libre de la maldición del pecado, del juicio final, y del dominio de Satanás, el hombre primeramente deberá obtener la salvación en Cristo. En este pasaje la simiente de la mujer se refiere a Jesucristo, como también muchos profetas luego profetizaron de él. Como fue dicho, Jesucristo llegó a ser el sacrificio expiatorio y el mediador de un nuevo pacto para la salvación de la humanidad.
La salvación que fue posible por el padecimiento y la muerte de Jesús en la cruz tiene cuatro significados: 1.- Los sufrimientos y la muerte en la cruz nos señalan, cuál es el resultado del pecado. “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). 2.- Sus sufrimientos y Su muerte nos revelan cuán grande es el amor de Dios por los seres humanos. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”  (Romanos 5:8). 3.- Sus sufrimientos y Su muerte nos enseñan el verdadero valor de cada hombre. “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26).  4.- Sus sufrimientos y Su muerte nos dan a conocer cuál es el costo de la reconciliación. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”  (Isaías 53:6).
El Método de la Regeneración: Hay dos condiciones para la regeneración, son el arrepentimiento y la fe. El arrepentimiento y la fe se manifiestan simultáneamente, así se puede decir que son las dos cara de una misma moneda. El mensaje de Juan el Bautista fue: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 3:2) hizo eco con Jesús que dijo "Arrepentíos y creed en el evangelio" (Marcos 1:15). Después de haber sido llenos del Espíritu Santo, también Pedro clamó diciendo "Arrepentíos para que sean borrados vuestros pecados" (Hechos 2:38, 3:19). La otra condición es la fe. Así como Pablo testificó a los guardas de la prisión en Filipos diciéndole "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa" (Hechos 16:31). Esta fe para salvación es otorgada por Dios y se basa sobre el fundamento de nuestra fe en la promesa de Dios. Es el Espíritu Santo que ha llegado sobre nosotros él que hace posible tener fe en Cristo Jesús como nuestro salvador (I Corintios 12:3).
El Resultado de la Regeneración: Cuando nosotros nos damos cuenta de nuestros pecados, y nos arrepentimos con la aceptación de Jesucristo como nuestro salvador. ¿Qué resultado traerá nuestro arrepentimiento?  Primero, El Espíritu Santo, nuestro consolador, vendrá sobre nosotros y residirá en nosotros (Romanos 8:11). Segundo, seremos libre de las leyes del pecado y de la muerte (Romanos 8:1,2). Tercero, recibiremos el poder y el derecho de ser hijos de Dios (Juan 1:12). Cuarto, gozaremos de las grandes bendiciones que Dios ha preparado para nosotros (3 Juan 1:2).
Jesús explicó que no podemos controlar la obra del Espíritu Santo. Él obra de maneras imprevisibles o incomprensibles. Así como uno no pudo controlar su nacimiento físico, tampoco podrá controlar su nacimiento espiritual. Es un regalo de Dios, dado por el Espíritu Santo. El conocimiento no es salvación. Deberíamos conocer la Biblia, pero algo mucho más importante es entender a Dios y entender la salvación que él nos ofrece. El amor de Dios no es estático ni egoísta, sino que se extiende y  te atrae. Dios pagó, con la vida de su Hijo, el más alto precio que se puede pagar. Jesús aceptó nuestro castigo, pagó el precio de nuestros pecados, y luego nos ofrece una nueva vida. ¡Amén!

junio 23, 2014

Castigo Predeterminado

(Judas 3)

“Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”. La iglesia está siendo infiltrada por hombres quislings (hombres falsos y traidores). Hombres religiosos, que se presentan como siervos de Dios pero que en realidad son enemigos de la cruz de Cristo. El propósito de Judas es denunciar a esos traidores, describir e indicar cuál será su destino final. La comunión cristiana estaba siendo invadida por elementos subversivos. Para quienes deciden voluntariamente apartarse de la fe cristiana, su condenación será la misma que la de los ángeles rebeldes, que la de los sodomitas y que la de los israelitas incrédulos en el desierto. No  han sido predestinados para esto, pero al apostatar por su propia decisión tendrán que hacer frente al castigo predeterminado para todos los apóstatas.
Un apóstata es una persona que profesa ser un verdadero creyente pero que en realidad nunca ha sido regenerado. Son personas bautizadas y que participan de los privilegios de la iglesia local y de su círculo de comunión. Pero luego abandonan voluntariosamente la fe cristiana y renuncian maliciosamente a servir al Salvador. Niegan la deidad de Cristo, Su obra redentora realizada en el Calvario, Su resurrección corporal, u otras de las doctrinas fundamentales. No siente ningún tipo de escrúpulos acerca de su deliberado rechazo del único camino de salvación de Dios. Se endurece en su incredulidad y se opone tercamente a Cristo, el Hijo de Dios.
La apostasía no es simplemente negar al Salvador. Pedro lo hizo. Sin embargo, Pedro era un verdadero creyente que erró bajo las presiones a la que era sometido en el patio de la casa del Sumo Sacerdote. Pero realmente amaba al Señor y demostró la realidad de su fe, en un acto posterior de arrepentimiento y restauración. Judas Iscariote era un apóstata. Profesaba ser discípulo. Viajó con el Señor Jesús durante unos tres años. Incluso sirvió como tesorero del grupo; pero finalmente reveló su verdadero carácter al traicionar al Señor por treinta monedas de plata.
En la actualidad hay muchas personas viviendo en apostasía, básicamente por el amor al dinero. Están exponiendo a Cristo a la ignominia, esto es: [al deshonor, y al descrédito a causa de una acción indigna o vergonzosa]. Los que pecan así voluntariamente tras haber recibido el conocimiento de la verdad corren un gran riesgo. “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.” (Hebreos 10:26, 27). La naturaleza de la amenaza queda desvelada. “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero,  y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio” (Hebreos 6:4-6).
La Biblia es inspirada por Dios y nunca se le debe tergiversar ni cambiar. Cuando se le tergiversa, llegamos a confundir lo correcto con lo erróneo y perdemos la visión del único camino que nos conduce a la vida eterna. La intención original de Judas era escribir una carta pastoral, pero parece que recibió noticias perturbadoras acerca de las actividades destructoras de "hombres impíos,"  lo que lo indujo a abandonar su propósito original para emprender un fuerte ataque contra los perturbadores de la Iglesia y exhortar a los creyentes a permanecer firme en la fe. Judas quería que sus lectores se aferraran firmemente a la doctrina cristiana original que le había sido dada por Jesús y los apóstoles.
La corrupción de “la fe” se manifiesta en una conducta egoísta, en la falta de amor, en un estilo de vida sensual e inmoral, y a través de doctrinas distorsionadas o engañosas. La fe consiste en las creencias y enseñanzas esenciales acerca de Cristo, proclamadas por los apóstoles y mantenidas por la Iglesia. Los que han recibido la verdad deben contender por ella como hicieron los apóstoles. Los que se niegan a estudiar la Biblia son susceptibles a las falsas enseñanzas porque no están lo bastante arraigados en la Palabra de Dios. Debemos estudiar y tratar de entender las doctrinas fundamentales de nuestra fe a fin de que podamos reconocer las falsas doctrinas.
Muchos falsos maestros del primer siglo enseñaron que los cristianos podían hacer todo lo que quisieran sin temor al castigo de Dios. Tomaron a la ligera la santidad y la justicia de Dios. Pablo rechazó esa clase de enseñanza. Aún hoy, algunos cristianos minimizan lo escandaloso que es el pecado, creyendo que la forma en que viven tiene que ver muy poco con su fe. Los que tienen una fe verdadera deben mostrarla a través de sus actos (obras), a través de un profundo respeto a Dios y del deseo sincero de vivir conforme a los principios establecido en la Palabra. “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Santiago 2:17). Se necesita un esfuerzo mental para entender y enseñar la Palabra de Dios de forma correcta, y un esfuerzo moral para aplicar ese entendimiento a la conducta diaria. El hombre debe aceptar en obediencia lo que Dios ha dicho y hecho y la forma en que lo ha dicho y hecho. Sólo quien ha renunciado a sí mismo puede tomar esta decisión. Reconozcamos al Dios viviente y entreguémonos sólo a él por la fe en Jesucristo. ¡Amén!



junio 22, 2014

El Verbo: Su preexistencia y encarnación


(Juan 1:1-18)

Como todas las neblinas de la filosofía especulativa acerca del origen del universo material se disipan ante la revelación del capitulo uno de Génesis, así todas las herejías acerca de nuestro Señor y la redención eterna efectuada por él se  disipan como resultado de la revelación expuesta por Juan. A pesar de que Jesús tomó por completo nuestra humanidad y vivió como un hombre, nunca dejó de ser el Dios eterno, el creador y sustentador de todas las cosas, la fuerza que une la creación y la fuente de la vida eterna. Si no podemos o no creemos esta verdad básica, no tendremos la fe suficiente para confiarle nuestro destino eterno a Jesús.
En este texto se nos revela de manera explícita  la eternidad absoluta de su ser: "En el principio era el Verbo." El Verbo, es la palabra interior de Dios, su sabiduría, y su imagen perfecta. La infinidad de Cristo en relación con el tiempo es su eternidad. Cristo ha existido siempre, y siempre existirá. Además nuestras nociones del tiempo no le son aplicables (2 Pedro 3:8). Por otra parte, no debemos por ello llegar a la conclusión de que el tiempo es algo irreal o carente de importancia. Nuestros tiempos están en Sus manos, y es a través del curso de los años que Él manifiesta Su obra. Cristo permanece invariable porque él es inmutable; pero la creación y la redención efectuada en el tiempo producen resultados en nosotros para la eternidad. Toda la luz y sabiduría que hay en nosotros, no es más que un rayo, y un reflejo de la luz y de la sabiduría de Dios. Es esta luz la que resplandece en medio de las tinieblas del error y del pecado para proporcionarles a los hombres una salida. La luz de Cristo nos ilumina interiormente, él alumbra la razón y la conciencia del hombre para que descubra sus obligaciones. El Señor quiere que vea las obras y la sabiduría de Dios, y así como un ciego no ve la luz del sol, por más brillantes que sean sus rayos; nosotros no podremos ver la luz de Dios sino es por medio de Cristo.
La personalidad distinta de su ser: "Y el Verbo era con Dios".  La unidad de Dios no excluye en absoluto la distinción entre las Personas de la divinidad. Ya el AT deja entrever esta distinción, aunque ciertamente de una manera velada, ya que era sobre todo la unidad de Dios lo que debía ser destacado frente al politeísmo. Incluso si no se quiere tomar en cuenta la forma plural “Elohim” unida a un verbo en singular, hay textos en los que el nombre de Dios es aplicado al Mesías (Salmos 45:7-8; Isaías 9:5-6). Proverbios 8; nos presenta a la sabiduría como a un ser personal, y no como si fuera una simple abstracción, hasta tal punto que, desde el mismo marco de referencia del judaísmo, muchos filósofos llegaron a la conclusión de la existencia de un mediador.
La naturaleza y la esencia de la deidad de su ser: "Y el Verbo era Dios. Está escrito de una manera expresa que el Mesías es el Hijo de Dios, y que es él mismo es Dios (Isaías 9:5-6). Es a Jehová a quién Judas vende por treinta monedas de plata (Zacarías 11:4, 13), el Salvador de Jerusalén se presenta como Dios, como el Ángel de Jehová y como el representante de la casa de David (Zacarías 12:8) es el mismo Jehová que dice: “Y mirarán a mí, a quien traspasaron" (Zacarías 12:10). El pastor herido recibe el nombre de "compañero de Jehová” (Zacarías. 13:7) y se afirma de una manera expresa la eternidad del Mesías (Maqueas 5:1). Los escritores del NT atribuyen a Cristo los títulos y atributos divinos. Enseñan que se le debe rendir adoración. Él es Dios manifestado en carne.
Él es el creador de todos y así mismo nuestro redentor. Por él todas las cosas llegaron a existir. No hubo ningún desarrollo por casualidad. Él es el creador de la vida vegetal, animal y espiritual. No sólo en él vivimos, nos movemos y somos, también desde el principio el Hijo de Dios es la fuente y la causa de la vida. Él es la luz del mundo. La única luz verdadera. No hay conocimiento de Dios ni revelación de Dios sino es por el Hijo. El hombre no puede descubrir las cosas de Dios. No puede verle. El Verbo fue manifestado en carne. Llegó a ser un verdadero hombre. Esta es una doctrina vital, "Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que  Jesucristo a venido en carne."
El propósito de la encarnación fue el de traer la gracia y la verdad a los caídos. Los que reciben esta misericordia y revelación obtienen el derecho de ser hijos de Dios de manera sobrenatural. Jesucristo, lleno de gracia y de verdad, es el principio y fuente de todas las gracias que les son dadas a los hombres. Todo lo que recibimos, los recibimos en Cristo por medio de Su gracia; recibimos: “gracia sobre gracia” y este es un don tan grande, tan rico, tan inapreciable; es la buena voluntad de Dios para con nosotros, y la obra de Dios en nosotros. La ley de Dios es santa, justa y buena; y debemos hacer  un uso apropiado de ella. Pero no podemos derivar de la ley el perdón, la justicia y  la fuerza que necesitamos. Conocemos la misericordia de Dios por medio de Jesucristo, ningún hombre puede ir al Padre sino no es por Él; nadie puede conocer a Dios sino es por medio de Él,  lo dé a conocer en el Hijo unigénito y amado. Es él quien envía el poder renovador y purificador del Espíritu Santo. Es Jesús quien bautiza con el Espíritu Santo, él nos llena y reviste con el poder que nos capacita para predicar el Evangelio.  ¡Amén!

junio 21, 2014

La Unción que Anhelamos

Colosenses 1:26-27)

“El misterio oculto desde los siglos y edades, pero ahora manifestado a sus santos, a quienes quiso Dios dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es el Mesías en vosotros, la esperanza de gloria”. Al ser liberados, esto es, transferidos a un nuevo reino, podemos conocer y experimentar el gozo de una nueva relación con Dios a través del poder de la cruz, y reanudar nuestras vidas sometiéndonos a la voluntad del Señor, a través del poder del Espíritu Santo. Por esto mismo, vivir en el reino de Dios trae consigo una doble esperanza: la vida eterna con Cristo y la promesa de poder al “comenzar una nueva vida” en el reino de Dios. . Antes de nuestra conversión, erramos, al igual que los demás gentiles, gentes sin esperanza, sin Cristo, sin Dios en el mundo; ahora, unidos a Cristo, formamos con El un cuerpo único; caminamos confiados hacia “la gloria” celestial, donde nos espera Cristo.
Antes de ser lleno del Espíritu, debemos tener la certeza de que deseamos que esto acontezca.  El Espíritu Santo se opone a la manera fácil de vivir la  vida y se opone a la masa heterogénea que vive dentro de los límites de la religión. Él tiene celos de nosotros para nuestros propios bien. Jamás no permitirá ser egocéntricos ni ostentosos ni vanagloriosos o exhibicionistas. Hará incluso, que personas justas nos prueben, nos disciplinen, y nos castiguen por amor a nosotros mismos y a nuestras almas. Nos privará de muchos de aquellos placeres inciertos que otros suelen disfrutar.
El Espíritu de Dios no tolerará pecados como el amor propio ni la autocomiseración ni el egoísmo ni la autoconfianza ni el fariseísmo, ni la  autoexaltación ni  la  autodefensa basada en mentiras y falsedades. Él irá envolviéndonos en un amor tan inmenso, tan poderoso, tan amplio, y tan maravilloso que nuestras pérdidas serán para nosotros ganancias, y nuestros pequeños dolores y aflicciones, serán momentos de alegrías y de felicidad. Desde luego, que la carne se opondrá y protestará; censurará la obra del Espíritu y la considerará como un yugo muy pesado. Pero tendremos el honor de disfrutar del solemne privilegio de llenarnos del poder sobrenatural de Cristo.
El camino de la cruz nunca es fácil. La timidez espiritual de aquellos que temen mostrar la cruz en su verdadero carácter no debe ser justificada bajo ninguna razón. El deseo de ser lleno del Espíritu debe ser extremadamente profundo. Debe ser la cosa más importante de nuestras vidas. No merecemos la unción que anhelamos, debemos desvincularnos de los intereses pasajeros de la vida y enlazar los intereses eternos.
Los que se llenen del Espíritu, deben saber, que Dios exige que abramos nuestro ser como un todo, que nos sometamos, que liberemos nuestro corazón de aquellos desechos adámicos que se han acumulado en nosotros a los largo de nuestra existencia; abramos todos los compartimentos de nuestro ser para nuestro invitado celestial. El Espíritu Santo es una persona viva y debe ser tratado como tal. Nunca debemos pensar de él como una energía ciega ni como una fuerza impersonal. Podemos agradarle, entristecerlo o callarlo como lo hacemos con cualquiera otra persona. Él responderá a nuestro tímido esfuerzo por conocerlo y vendrá a nuestro encuentro en medio del camino. Lo que necesitamos en esta vida, es ser habitado, dirigido, enseñado y fortalecido por Su poderosa Persona. Para ser lleno del Espíritu se requiere, que vivamos de acuerdo con la Palabra de Dios. Debemos meditar de día y de noche en las Escrituras, debemos amarla, deleitarnos con ella y digerirla. Aun cuando las actividades de la vida exijan tu atención, mantén siempre en tu mente la Palabra de Dios.
Para agradar al Espíritu que habita en nosotros, debemos mantener una buena relación con Cristo. La obra presente del Espíritu es honrar a Cristo, y todo lo que Él hace tiene esta tarea como su principal propósito. Debemos hacer que nuestros pensamientos sean un santuario [limpio, puro] para que él habite. Él habita en nuestros pensamientos, los pensamientos deshonrosos le son repulsivos y abominables. La fe que tenemos debe continuar siendo firme por más difícil e  inestable que sea nuestros estado emocional.
La vida en el Espíritu no es un lujo que debe ser disfrutado por determinados cristianos extraordinarios y privilegiados que, por casualidad, son mejores y más sensibles que el resto. Al contrario, es el estado normal para todo hombre y mujer remido por la sangre de Cristo. El Espíritu Santo mantendrá sobre usted una estricta vigilancia y, con un celoso amor, lo reprobará por sus palabras, o por sus sentimientos indiferentes, o por mal gastar su tiempo, esas cosas que parecen no preocupar a los demás cristianos.
Habitúese a la idea de que Dios es un soberano absoluto que tiene el derecho de hacer lo que le plazca con aquellos que le pertenecen y que no tiene porque explicarle las infinidades de cosas que  Él hace porque esto puede confundir su mente. Usted tiene que entenderse directamente con el Espíritu Santo acerca de esas cosas. ¡Amén!

junio 20, 2014

La médula de la sabiduría


La médula de la sabiduría
(Jeremías 9:23-24)

“Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”. El éxito, bajo los parámetros de Dios, abarca la obediencia y la fidelidad. A pesar de la oposición y del costo personal debemos proclamar con valor y fidelidad la Palabra de Dios y ser obediente a su llamado. Jeremías sintió emociones encontradas con respecto a su pueblo. Mentira, fraude, traición, adulterio e idolatría eran pecados frecuentes. Se enojó por el pecado de ellos, pero también sentía compasión. Jesús tuvo sentimientos similares cuando estuvo frente a Jerusalén, la ciudad amada que finalmente lo rechazaría, de la misma manera que habían rechazado a Jeremías.
Los seres humanos se esfuerzan por obtener sabiduría, valentía y riquezas. Pero lo que realmente complace a Dios es la misericordia, el juicio y la justicia. Es una bendición deleitarse en los que Dios se deleita. Confiar en Dios y temerlo es el centro y la médula de la sabiduría. En la actualidad los hombres hacen uso de su sagacidad política y de su sabiduría terrenal para obtener poder y posesiones materiales pero sus actos son inmorales y contrarios a las Escrituras. El destino de estos hombres está sellado por sus propios hechos y acciones. La única razón válida para gloriarse, es conocer a Dios y adorarle. Dios establece como prioridad “conocerlo” de forma personal y vivir de tal manera que se refleje su justicia y rectitud en nuestras vidas. En tiempos difíciles, quienes confían en el hombre se empobrecerán y serán débiles espiritualmente, no tendrán a quien recurrir. Sin embargo, quienes confían en el Señor tendrán abundante fortaleza y provisión, no solo para sus necesidades, sino también para suplir las necesidades de los demás.
La sabiduría divina es una guía moral y espiritual confiable. La verdadera sabiduría (no la sagacidad) nos da vida y nos trae las mejores bendiciones. Dios "prueba la mente y el corazón". No hay nada oculto para Dios. Esto puede aterrarnos o consolarnos. Nuestros sentimientos son un libro abierto para Él. Debido a que conoce hasta nuestras motivaciones, no tenemos dónde escondernos, ni manera de escapar de las consecuencias del pecado. Pero ese mismo conocimiento también nos da un gran consuelo. No tenemos que impresionar a Dios ni disimular la verdad. Podemos confiar en que Él nos ayudará a fortalecer nuestras debilidades particulares para poder servirle como Él lo ha planeado. Si verdaderamente buscamos seguirlo, nuestros esfuerzos serán recompensados.
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:9-10). El corazón es el ser interior, que piensa, siente y actúa; la esencia del ser humano, pero es engañoso y perverso. Para los hebreos el corazón [alma para los griegos] era el órgano de la razón, la inteligencia y la voluntad. Jeremías explica que es tan profunda nuestra tendencia al pecado que solo Dios puede redimirnos y liberarnos.
“Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 33:33). El materialismo había ahogado el espíritu de la ley. El ritualismo había suplantado el contenido ético-espiritual del pacto sinaítico, y era preciso iniciar una nueva etapa para regular las relaciones entre Dios y su pueblo.Dios siempre ha querido que nosotros interioricemos sus palabras pero esto solo puede suceder mediante la obra de Dios mismo.
“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). El código moral de los fariseos consistía en una serie incontable de disposiciones y regulaciones. Sin embargo, si amamos a Dios y a nuestro prójimo estamos guardando los mandamientos de la ley. Podemos amar a Dios con nuestra mente, en vez de usar nuestra mente para cosa vana. Cuando nos reusamos a servir a Dios con nuestras mentes, es peligroso.
 “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Romanos 1:28). A pesar de que la gente sabe que Dios existe, anulan esta verdad con sus perversiones y rechazan así toda relación con Él. Prediquemos con mucho tacto y señalésmosles su error y mostrémosles la posibilidad de un nuevo comienzo. A pesar de que las personas pueden creer en Dios, no quieren compromisos con Él.  Los misioneros intentan persuadirlos mediante palabras afectuosas y de las obras que realizan.
Tratamos de convencer a la gente que rechaza a Dios de las peligrosas consecuencias de ese rechazo. Aunque la naturaleza revela la existencia de Dios, a la gente hay que hablarle de Cristo y de cómo, a través de Él, pueden tener una relación personal con Dios. No es suficiente saber que Dios existe. La gente debe aprender que Dios es amor. Debe entender lo que hizo para demostrarnos su amor. Debe mostrárseles cómo aceptar el perdón de pecados que ofrece Dios. Ahora si las personas se niegan a honrar a Dios, entonces caerá sobre ellas una ceguera judicial. Su entendimiento es segado para que no le resplandezca la luz de la verdad… por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia (2 Tesalonicenses 2:10-12). Quienes rechacen la verdad, sufrirán las consecuencias de su pecado. Cuando las personas se comprometen con el mal y rechazan de forma consciente y voluntaria las Escrituras, lo que viene es el juicio de Dios. ¡Amén! 

junio 19, 2014

Una fuerza dormida


(Romanos 7:5)

“Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte”. En el estado anterior a nuestra conversión las pasiones pecaminosas, que tenían su origen en la carne, nos conducían a la muerte. Como cristianos experimentamos conflictos similares con los pecados de la carne, pero estos no deben prevalecer. La diferencia proviene de la presencia del Espíritu, que somete las pasiones al dominio del reino de Cristo que mora en nosotros. La mentalidad del incrédulo se centra en la autocomplacencia. Su fuente de poder es su autodeterminación. Para el cristiano Dios es el centro de la vida. El suple el poder que necesita el cristiano para el diario vivir. La autodeterminación (luchar con nuestras fuerzas) no nos dará resultado. Nunca debemos subestimar el poder del pecado. Nunca debemos intentar luchar con nuestras fuerzas. En lugar de enfrentar el pecado con el poder humano, debemos apropiarnos del poder enorme de Cristo que está a nuestra disposición. Esta es la provisión de Dios para que podamos vencer el pecado. El  ha enviado al Espíritu Santo para que viva en nosotros y para que nos de poder.
En nosotros hay una especie de fuerza oscura, dormida, pero siempre dispuesta a salir, es una fuerza que nunca ha sido completamente domada. Como siervos de Cristo vamos por el mundo, predicándoles a los hombres una libertad y una esperanza que su necedad les impide comprender, una libertad que les da miedo recibir. El hombre quiere el silencio para no oír hablar a Dios ni oír hablar de él, para que no se le moleste con el mensaje del Evangelio. Al rebelarse contra Dios, los hombres son capaces de caer en los vicios más terribles, y son capaces de cometer las peores atrocidades. Para Dios liberar al hombre de sus locuras le ofrece la cruz de Cristo. Dios quiere desarmarnos, literalmente, quitarnos las armas carnales. No utilicemos la rebeldía para defendernos ante Dios, dejemos este tipo de cosas,  dejemos defendernos y comencemos a rendirnos ante Dios; entreguémonos a él por completo por medio de la fe. Esta aparente derrota es el único acto de sabiduría que hemos realizados. El hombre rebelde destruye y se destruye así mismo con su violencia. Todos los que han vencido la rebeldía, es porque se han negado a defenderse y se han entregado a Dios.
No tenemos que comprenderlo todos, pero si hay algo que necesitamos comprender, los comprenderemos mirando a Cristo. Si nos sentimos tentados a rebelarnos, necesitamos contemplar la ley de Dios desde una perspectiva amplia, a la luz de Su gracia y de Su misericordia. Si nos concentramos en Su gran amor por cada uno de nosotros, entonces comprenderemos Sus propósitos. Sin la ayuda de Cristo, el pecado es más fuerte que nosotros y algunas veces somos incapaces de defendernos de sus ataques. Por eso nunca deberíamos enfrentarnos al pecado solo. Jesucristo, quien venció el pecado de una vez y para siempre, ha prometido pelear a nuestro lado. Si buscamos su ayuda, no caeremos. “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8). Todos tenemos aspectos en que la tentación es fuerte y tenemos hábitos difíciles de vencer. Esas debilidades dan a Satanás una base; por lo tanto, debemos contender con nuestros aspectos vulnerables. La capacidad de Cristo para vencer la tentación y permanecer puro le ha hecho nuestro modelo a seguir.
La seguridad de nuestra posición ante Dios le da poder a la oración. Nuestras oraciones no reciben respuesta como una recompensa por la obediencia, sino que cuando guardamos sus mandamientos damos evidencia de que estamos en armonía con la voluntad de Dios. La presencia interna del Espíritu Santo se manifiesta externamente en nuestra vida y nuestra conducta, poniendo en evidencia nuestra relación con Dios. El Espíritu Santo nos da una mente nueva y un corazón nuevo, vive en nosotros y nos ayuda a ser semejante a Cristo. Todas nuestras perspectivas cambian porque tenemos la mente de Cristo. Si vivimos para Dios, el mundo nos aborrecerá porque con nuestro testimonio ponemos en evidencia su estilo de vida inmoral.
El cristianismo es una religión del corazón; no basta la obediencia exterior. ¿Cómo escapamos de la constante acusación de nuestra conciencia? No será al pasar por alto ni al justificar nuestra conducta, sino al poner nuestro corazón en el amor de Dios. Cuando nos sintamos culpables, debemos acordarnos de que Dios conoce nuestro corazón tan bien como nuestra conducta. Su voz de aprobación es más fuerte que la voz que acusa nuestra conciencia. Si estamos en Cristo, El no nos condenará. Entramos en una vida de dependencia de Él y de deber para con Él. Sin Cristo no es posible vencer el poder de la carne ni de los principios corruptos. No pueden enderezar nuestro camino, ni derrotar las lujurias. Sin Cristo no podremos alimentar con la verdad nuestro ser interior ni habrá sinceridad en nuestros corazones, ni nada de todo los que recibimos por el poder santificador del Espíritu Santo. No vivimos para servir como antes, obedeciendo a la ley divina de una manera literal, como si fuese un sistema de reglas externas de conducta, y sin ninguna referencia a nuestra condición del corazón; sino que ahora servimos de una manera nueva, en obediencia espiritual, mediante la unión que tenemos con el Salvador resucitado. ¡Amén!

junio 18, 2014

La virtud que nos santifica

(Hebreos 13:11-14)

“Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir”.
Los creyentes debemos procurar que nuestros corazones estén firmes en la fe por medio del Espíritu Santo y depender de la gracia, para ser consolados. La gracia nos hará resistentes al engaño y a los ataques de Satanás. Sólo la gracia de Dios puede inspirar y dar poder a los creyentes para que puedan vivir vidas santas. El amor al Señor es lo que nos motiva a vivir “en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:12).
Aristóteles Dice: “vivir bien y obrar bien es lo que llamamos ser feliz. La felicidad sólo consiste en vivir bien, y vivir bien es vivir practicando la virtud”. Esta cualidad es el fundamento de la integridad y excelencia moral de una persona, es el poder y la fuerza que tenemos como criaturas racionales para hacer el bien; es también la castidad y pureza del alma. Este filosofo entiende que “vivir conforme a la virtud constituye el verdadero fin de la vida”. Las virtudes se consideran cualidades positivas, y se oponen a los vicios. Son las cualidades buenas y sensitivas del ser humano. Él dice: “la felicidad es el bien final y el fin de la vida”.
Platón dice que el alma del ser humano se divide en tres partes poderosas: “el intelecto, la voluntad y la sensibilidad”. Para cada una de estas existe una virtud: “la sabiduría, el valor y el autocontrol [dominio propio, templanza]”. La sabiduría nos permite identificar cuáles son las acciones correctas, también nos permite saber cuándo realizarlas y cómo realizarlas. El valor [la valentía] nos permite avanzar en el camino y realizar las cosas a pesar de las amenazas, también nos permite defender nuestros ideales. El autocontrol [templanza] nos permite interactuar con las demás personas y enfrentarnos a las situaciones más adversas. A estas tres virtudes le podemos añadir una cuarta, la justicia, que nos ayuda a poder vivir responsablemente y con seguridad. Sin justicia es imposible vivir porque lo que reinaría sería el cao y la anarquía. Para él la virtud es lo que nos permite distinguir [discernir] entre el bien, y el mal. También dice que la virtud se puede alcanzar por medio de la educación moral.
Sócrates creía en el intelectualismo moral. Para él si alguien era una buena persona es porque era sabio. El sabio ve el mal de lejos y se aparta. Sócrates opina que la virtud es aquello que nos ayuda a conseguir el bien mediante los razonamientos y la filosofía. Los estoicos sostenían que la virtud consistía en actuar siempre de acuerdo con la naturaleza, el ser humano, concebido como ser racional, actúa siempre de acuerdo con la razón, evitando en todo momento dejarse llevar por los afectos o pasiones, esto es, todo lo irracional que hay en nosotros, que no puede controlarse y que por tanto debe evitarse. Los estoicos consideraban que la virtud, como facultad activa, era el bien y la felicidad suprema.
Para el pueblo de Dios, sin embargo, es en la sangre que radica la virtud que nos santifica y nos permite vencer a todas las potencias enemigas de Dios. Una fuerza transformadora y renovadora dimana de la muerte expiatoria de Jesús y llena la vida de aquéllos que han aceptado la redención por medio de la fe. Para ellos, la sangre hace posible que puedan vivir una vida en la presencia de Dios, es la sangre de Cristo la que le abre el acceso a la presencia del Dios todopoderoso. La certidumbre de nuestra fe, la confianza que tenemos en la oración y la nueva vida que disfrutamos son la expresión de que hemos hecho nuestra; la fuerza y el poder expiatorio de la sangre de Cristo. La sangre de Cristo pone de relieve la relación estrecha que existe entre la muerte de Jesús y su victoria a través de su resurrección y exaltación. El creyente hace suya la virtud del sacrificio de Cristo. El punto entonces no es una virtud o una falta de virtud, sino la confesión de Cristo. Hemos experimentado por medio de la cruz de Cristo una inversión. No dependemos de nuestra propia virtud ni de nuestra propia justica; si no de la virtud de la sangre y sacrificio de Cristo.
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:10-11). Los mejores soldados de Dios son aquellos que están conscientes de sus propias debilidades e ineficacia, y que se apoyan sólo en Dios. Ellos dependen del ejercicio o manifestación del poder del Señor porque constituye la fuente de poder para los creyentes. El lenguaje que aquí se usa es muy cortante y metafórico se usa con el significado de adquirir cualidades (virtudes). Tomad vuestra armadura. Hacedlo de inmediato, sin vacilar ni perder tiempo. Resulta bastante claro que las armaduras a la que se refiere la Palabra son virtudes espirituales. “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 Pedro 1:5-7). Tenemos la certidumbre de que Dios ha hecho plena provisión para que podamos vivir una vida de santidad. Su poder nos da capacidad para vivir vidas santas. Conocerle es vida eterna, y crecer en Su conocimiento es crecer en santidad. Dios no nos hace santos en contra de nuestra voluntad ni sin que nosotros nos involucremos. Tiene que existir el deseo, la decisión y la disciplina por nuestra parte. Cuando surge esta pasión comienza el desarrollo de nuestro carácter, es decir, del carácter cristiano. ¡Amén!