agosto 31, 2014

Bajo el abrigo

(Salmo 91)

Todos los que viven una vida en comunión con Dios, están continuamente a salvo bajo su protección y, por lo tanto, pueden disfrutar siempre de una gran serenidad mental y emocional. El verdadero creyente habita al abrigo del Altísimo; está continuamente en la morada de Dios, y descansa en Él, porque Dios es su lugar de reposo. El creyente sirve a Dios de corazón y le adora dentro del velo, es decir, en el lugar santísimo; por eso los creyentes tienen el privilegio de morar bajo la sombra del Omnipotente; Dios les sirve de refugio y cobertura. Los idólatras llamaban a sus ídolos mauzzim, [fortalezas inexpugnables], pero en esto se engañan a sí mismos, pues sólo los que hacen de Dios su fortaleza están a salvo de todo ataque del enemigo.
Los verdaderos creyentes son preservados de peligros inminentes que pueden  ser fatales. Esta promesa se extiende: A la vida natural y se cumple con frecuencia cuando somos preservados de muchos peligros que nos amenazan muy de cerca, y a la vida espiritual, que, por la gracia de Dios, está protegida de las tentaciones de Satanás. Con su instinto maternal, la gallina no sólo protege a sus polluelos, sino que los llama cuando los ve en peligro para que vengan a protegerse bajo sus alas; no sólo los pone seguro, sino que les da calor.  Dios se complace en compararse a una gallina por el sumo cuidado con que protege a los suyos. “Escudo y adarga es su verdad”: la fidelidad a su promesa es una fuerte defensa. Dios está dispuesto a proteger a su pueblo como una gallina a sus polluelos, pero tiene poder para guardarlos, protegerlo y librarlos como un guerrero bien armado. No sólo los guardará del mal, sino también del temor al mal. Con su gracia, Dios nos guarda del temor en medio de los mayores peligros: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18). Podemos resolver nuestros temores concentrándonos en su amor inmensurable. Su amor calmará nuestros temores y nos dará confianza.
La sabiduría te preservará de tener miedo sin motivo, y la fe de tener un temor desordenado. No temerás ni aun a las saetas, sabiendo que, aun en el caso de que te alcancen, no te pueden hacer daño; si alguna vez llegan a quitarte la vida natural, lejos de perjudicar tu vida espiritual, te servirá de perfección y corona. Los creyentes serán preservados, de las calamidades comunes: “Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra, mas a ti no llegará”, Aun cuando veamos morir a muchos en nuestro entorno, no tenemos por qué estar atemorizados, pues no estamos ya sujetos a esclavitud, como muchos, por temor a la muerte.
El salmista asegura a los creyentes que están bajo la protección de Dios, y habla por su propia experiencia; Describe el carácter de quienes tendrán el beneficio y el consuelo de tales promesas. Los beneficiarios son los que han puesto a Dios por refugio; al Altísimo, por morada, porque al permanecer en amor, permanecen en Dios.
Es nuestro deber tener a Dios por morada, eso es lo que Él desea y a eso nos invita. Para animarnos a hacer de Dios nuestra habitación y esperar hallar en El refugio y satisfacción, el salmista da a entender, en un inciso, el consuelo y beneficio que él había hallado. Como diciendo: “Allí hay sitio para ti, como lo hay para mí”. Las promesas de Dios son seguras para aquellos que han puesto al Altísimo por su habitación). No importa lo que le pase, nada puede dañarles.
El Señor de los ángeles, el que les dio el ser y les ordena lo que han de hacer, les ordenará que te guarden a ti, ellos te guardarán en todos tus caminos, es decir, en las diversas actividades de tu vida cotidiana.  El salmista cita los animales que simbolizaban los mayores peligros (“el león... el áspid... el dragón”) para designar con ellos todo peligro posible. Cristo ha quebrantado la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15) y ha despojado a nuestros enemigos: “y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15). Pero en su muerte, Cristo sobrepasó la autoridad y posición de cualquier ángel. Así que, antes que asustarnos o adorarlos, debemos verlos como gobernantes depuestos. Pablo no quiso faltarle el respeto a los ángeles, pero demostró que ellos no son comparables con Jesucristo. El complot de Satanás es hacernos dudar de la buena voluntad de Dios hacia nosotros.  La Providencia tiene un cuidado especial para que no nos dañen las fieras y aun para que hallemos los medios de domesticarlas. Dios no elimina todas nuestras dificultades cuando lo seguimos y nuestro buen comportamiento no siempre es recompensado con prosperidad. ¡Amén!

agosto 30, 2014

La Iglesia: Su Propósito y Comisión

(Mateo 28:16-20)

En la era actual Dios está dando a conocer su sabiduría y manifestando su gracia ante las huestes angélicas por medio de la iglesia (Efesios 3:10). Lo que los principados y potestades ven reflejado en la iglesia es “la iridiscente sabiduría” de Dios. La iglesia no existe para sí misma. Existe para Dios, para su gloria. Cuando los ángeles en los cielos observan las obras y la sabiduría de Dios desplegada en la iglesia, aumentan su conocimiento acerca de Dios a quien adoran regocijándose en él y glorificándole. En cada fase de la redención (como de la creación) el esplendor de la sabiduría de Dios se revela de una forma extraordinaria. No existe ni una sola obra de Dios, ya sea en la creación o, como aquí en la redención, en donde la sabiduría no se manifieste. Se ve en la iglesia cuando se esfuerza ardientemente en vivir para la gloria de Dios. Se ve en cada creyente individual, que ha salido de las tinieblas a la luz de Cristo. Recibimos de sus destellos cuando estudiamos las Escrituras o cuando reflejamos la providencia de Dios en nuestras propias vidas.
En el cielo, la iglesia será por toda la eternidad la ilustración de lo que la gracia de Dios puede hacer (Efesios 2:7). La nueva vida que ahora ha comenzado durará por siempre, de modo que la manifestación de la gracia de Dios, la veremos destacarse y extenderse por toda la eternidad. Cristo, como cabeza de la iglesia, dirige a cada creyente por los senderos de la voluntad de Dios; pero lo dirige siempre en armonía con el plan de Dios. Todo está en armonía con el propósito general de Dios para la iglesia en los tiempos actuales. En la iglesia como cuerpo de Cristo, Dios está cumpliendo el propósito divino, propósito que se está desarrollando exactamente como ha sido profetizado. La tarea de evangelizar es enlistar hombres bajo la bandera de Cristo. Somos llamados a inculcar los preceptos de Cristo como diseño. Este diseño es la forma correcta de vida para los seguidores de Cristo.
El propósito actual de Dios en esta era no es la conversión del mundo, sino un  llamado a creer en Cristo, y a salir del mundo para formar el cuerpo de Cristo que es la iglesia.  Es cierto que el mundo se convertirá y que habrá un reino de justicia en la tierra; pero, según la Biblia, esto no es el resultado de la predicación del evangelio en la era actual, sino el resultado de la segunda venida de Cristo. Es después del regreso del Señor y de la toma de posesión de Su reino, que las naciones serán juzgadas, los que califiquen para ser súbditos del reino se  le dirá venir bendito de mi Padre a heredar el reino, lo que no califiquen serán echados a las tinieblas. El propósito supremo de Dios para esta era es la reunión de los hijos del reino, no la conversión de los súbditos del reino. De igual modo, el misterio de iniquidad, el mal, seguirá obrando durante la era actual, hasta que el que lo detiene, “el Espíritu de Dios”, sea quitado de en medio (2 Tesalonicenses 2:7). Como el Espíritu sé irá cuando haya completado el cuerpo de los redimidos, e decir la iglesia, el propósito inmediato de Dios no es la corrección del mal en el mundo, sino un llamamiento a todo aquel crea.
Cristo profetizó que Él edificaría su iglesia (Mateo16:18), y el apóstol Pablo comparó la iglesia con una estructura de piedras vivas que crece para formar un templo vivo en el Señor. Los creyentes son edificados para ser morada de Dios en el Espíritu (Efesios 2:21-22). El ministerio de los creyentes de ir a todo el mundo a ganar almas para edificar el cuerpo de Cristo no es para siempre, sino "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:13). “La plenitud de Cristo” no se refiere a hombres semejantes a Cristo, sino al desarrollo del cuerpo de Cristo, hasta la completa formación de la Iglesia (Efesios 1:22-23). Los creyentes como las células vivas del cuerpo humano, están en una actividad incesante para ganar almas y, edificar así el cuerpo de Cristo.
Aunque la predicación del evangelio se relaciona con la vida y con la muerte (2 Corintios 2:16), los hijos de Dios son llamados para instar a los hombres a tiempo y fuera de tiempo, afín de que busquen a Dios. El creyente ha sido designado para ir por todo el mundo a predicar el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15), sabiendo que la fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios (Romanos 10:17). También se afirma en 2 Corintios 5:19 que Dios, que estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, nos ha entregado la palabra de la reconciliación. “Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20). Indudablemente el Espíritu Santo usa muchos medios en la difusión del evangelio. Aunque no todos los cristianos estén igualmente dotados para predicar directamente el evangelio, cada cristiano tiene parte en la responsabilidad de hacer que el evangelio sea predicado a toda criatura. ¡Amén!

agosto 29, 2014

Tiempos de crisis

(2 Reyes 4:1-6)

“Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos.  Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. Él le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte.  Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite”. Una deuda es una obligación que alguien tiene o debe de pagar. Es también una obligación moral contraída con alguien. En Israel, no solo, se heredaban los bienes de una personas, también se heredaban sus deudas.
Todas las familias tienen problemas. En esta familia vemos: que el padre había muerto y había dejado una deuda pendiente para poder pagar esta deuda, la madre estaba buscando una solución para evitar que sus hijos fueran vendidos como esclavos. Ella no acudió al banquero ni al prestamista ni al brujo o a los espiritistas de su tiempo. Ella acudió al siervo de Dios y de manea indirecta a Dios mismo. Esta mujer obedeció al profeta y trabajo juntamente con sus hijos para saldar la deuda que habían heredado. “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10). “Manda también estas cosas, para que sean irreprensibles; porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:7-8). Como he dicho, todos tenemos problemas y lo primero que debemos hacer es acudir a Dios en fe y obediencia. Debemos trabajar duro y esforzarnos con paciencia y perseverancia hasta encontrar una solución al problema. Dios es el único que transforma nuestra desesperación en esperanza. Cuando somos amenazados por algo: por una tragedia económica, por la enfermedad o la muerte, solo la intervención de Dios nos salvará. El poder de Dios penetra la desesperanza y la rompe en pedazos. Dios tiene un interés especial por ti y por todo aquel que cree a Sus palabras.
Aquí encontramos a una familia saliendo adelante en el peor momento de su vida. Reitero una vez más: a todos nos llegan situaciones y momentos de crisis, es precisamente en medio de esas situaciones que nos angustiamos y a veces buscamos falsas soluciones. Eliseo sentía preocupación por la unidad y felicidad de la familia y esto lo vemos en este pasaje y en otros textos de las Escrituras. La condición socioeconómica, era difícil para esta viuda pero su fe era firme en Jehová, el Dios de Israel. De manera sobrenatural el Señor la abasteció de aceite, el único límite era el número de vasijas que pudiera conseguir para embasarlo. Cuando vendió el aceite pudo pagar sus deudas y mantener a su familia. Este acontecimiento ilustra muy bien cómo Dios nos otorga su gracia. Dios nos ha provisto por medio de Cristo y del Espíritu Santo lo suficiente para que podamos hacer frente a las necesidades presentes y futura. La gracia de Dios nos libra de las deudas y esclavitud espiritual, y nos provee todo lo necesario para que podamos vivir una nueva vida.
Juan dice que en Jesús Dios ha manifestado el “pleroma” de Su gracia y verdad, y de todas sus virtudes y excelencias. “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Juan 1:16). Dios puede actuar de forma completamente diferente con aquellos que vienen a Él por la fe, y esto únicamente sobre la base del sacrificio propiciatorio de Cristo, no debido a que Dios ha cambiado, sino debido a que él siempre actúa sobre la base de su inmutable justicia. “En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad” (Isaías 63:9). Cristo, por su muerte expiatoria, es el medio por quien Dios muestra la misericordia de su gracia justificadora al pecador que cree. Dios quien es propiciado por la vindicación de su carácter santo y justo, por medio de la provisión que Él ha dispuesto en el sacrificio vicario y expiatorio de Cristo, Él ha tratado de tal manera con el pecado que puede mostrar misericordia al pecador que cree quitándole su culpa y remidiéndole de sus pecados. Por medio del sacrificio propiciatorio de Cristo, todo aquel que cree en Él es por ese acto sobrenatural liberado de la ira que justamente merecía, y ahora puede entrar en una relación nueva con Dios por su gracia. ¡Amén!

agosto 28, 2014

Armonía y Sumisión Espiritual

(Salmos 133:1)

“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” Como cristianos necesitamos tener armonía y equilibrio físico, mental, emocional y espiritual. El término “armonía” deriva del griego ρμονία (harmonía), que significa ‘acuerdo, concordancia  y éste del verbo ρμόζω (harmozo): ajustarse, conectarse. La armonía es una sintonía de sentimientos, disposición y simpatía. Es la interacción entre lo que piensas, sientes, dices y haces. El equilibrio es un estado de estabilidad emocional y racional en el que la persona encuentras la calma y es capaz de tomar decisiones y emitir juicios bien fundados. Cuando nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones no están en armonía, es porque hay en nosotros un desequilibrio.
La comunión de los creyentes es una bendición y una constante invitación a los que están viviendo en soledad para que se unan en un cuerpo por medio del Espíritu Santo. Necesitamos vivir en armonía y sumisión a las Escrituras y en una completa obediencia al Señor. Cuando el creyente cumple sus propósitos (los requisitos) para el que fue diseñado extiende su influencia espiritual hacia quienes rodean. La armonía espiritual con los demás creyentes es un testimonio e ilustración del ministerio que realiza el Espíritu Santo en la Iglesia. El Consolador desciende como un perfume fragante sobre el pueblo de Dios cuando los hermanos viven juntos y en armonía. Esto es lo que hace posible que se difunda el aroma de nuestros testimonios al alrededor de donde habitamos.
A veces estamos cruzando el desierto, el calor es abrazador y la es noche tenebrosa pero de repente desciende el rocíos refrescante del Espíritu Santo y nos refresca. Ese rocíos, dice el salmista, solo desciende cuando hay unidad y armonía en el pueblo de Dios. El rocío de Dios es algo que nos vivifica, nos refresca, y fecunda nuestras vidas. Nadie puede medir hasta dónde llega la influencia de los creyentes que caminan en comunión con Dios y en comunión los unos con los otros. Los discípulos estaban juntos en armonía y paz, unidos en oración. Repentinamente el Espíritu de Dios descendió sobre ellos en toda Su plenitud y ellos salieron con la fragancia del Dios tres veces santo a predicar el Evangelio. Cuando hay unidad entre los del pueblo de Dios, ellos disfrutan de la vida y de la salvación en un sentido verdadero; y no solo esto, sino que los creyentes vienen a ser canales por medio de los cuales la vida de Dios fluye hacia los demás.
Cuando nos sentimos agitados, incómodos, o sentimos que nos falta algo, de modo que nos cuesta tomar decisiones racionales y serenas es porque hay un desequilibrio en nuestra vida. Las acciones que emprendemos deberían ser un reflejo fiel de los que pensamos. En estos tiempos [tan complicados] es necesario ser valiente. La valentía es esa capacidad que tenemos para enfrentarnos al peligro, las dificultades e incertidumbres o al dolor sin que nos venza el temor ni nos desviemos del camino. Cuando estamos aterrados y tenemos temor  de hablar, o de actuar, el valor es lo único que nos permite superar esa situación. La valentía nos capacita para decir la verdad, aunque no le guste a la gente. No deje que el miedo se interponga en tus caminos. Muchas veces nos da miedo confrontar al enemigo. Nos da miedo molestar a los demás. Tenemos miedo de perder el trabajo que tenemos. Tenemos miedo de lo que otros puedan pensar de nosotros. Tenemos miedo de quedarnos sin dinero, etc. La única manera de vencer el miedo es a través de la acción. Puedes meditar sobre tu miedo y pensar en él racionalmente o intentar alejarlo pero si el miedo te impide actuar, debes reunir el valor necesario y vencerlo en el nombre de Jesús. El Espíritu Santo te da el valor que necesita para que pueda silenciar tu miedo; di lo que piensas, haz lo que crees que se debe hacer, expresa tus sentimientos porque Dios está contigo en el presente y lo estará en el futuro.
El único que hace grandes cosas cuyo resultado es positivo y duradero es Dios. Los poderes malignos pueden imitar algunas cosas, pero los resultados siempre serán funestos. La creación nos revela, tanto la misericordia de Dios como también Su sabiduría. Lo que Dios hizo en el éxodo dejó un impacto duradero en el pueblo de Israel. Así como Israel debía recordar estos hechos, notros también debemos recordar lo que Dios ha hecho en nuestras vidas y en la iglesia. Dios manifestó su poder para rescatar a su pueblo de la opresión por eso tu debe tener confianza porque Dios  también te rescatará a ti.
No dejamos de maravillarnos por la grandeza de Dios; el Señor lo ha creado todo y también reina sobre todo. Nos maravillamos aun más cuando reconocemos que a pesar de su grandeza y gloria siempre mira a los humildes y sencillos de corazón. Dios conoce perfectamente tu corazón. Él es más fuerte que todo aquellos te preocupas, y es él quien “preserva” la vida de Sus hijos. Dios conoce todo, se fija y disciernes nuestras necesidades más íntimas. Dios conoce todos nuestros proyectos, sueños, deseos, y propósitos. El Espíritu Santo nos quiere transportar a la dimensión plena de la presencia de Dios, manifestada a través de su omnipresencia y omnisciencia divinas. Las contradicciones de la sociedad en que vivimos tienden a crear dudas e inseguridad en los cristianos, terribles inhibiciones en el servicio al Señor, pavorosas huidas al desierto, agudizando la falta de objetivos concretos en la vida. ¡Amén!

agosto 27, 2014

Comprado por precio

(1 Corintios 6:20)


“Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. Cristo murió para salvar, no sólo una parte de la persona, sino toda la persona humana. Cristo dio Su vida para darnos un alma redimida y un cuerpo puro. Por esa razón, un cristiano no tiene un cuerpo para hacer con él lo que quiera, sino que ese cuerpo pertenece a Cristo; así que cada cual debe usarlo, no para satisfacer su concupiscencia, sino para la gloria de Cristo. Cristo pagó por nuestra libertad, con Su sangre nos redimió del pecado para que como hijos participemos de todas las bendiciones de Dios. Pablo, está diciendo que Cristo compró a los cristianos. Ahora Cristo es Su dueños, es Su amo. Al planear y crear el cuerpo humano, Dios jamás quiso ni dispuso que fuese usado para propósitos viles e impuros. Dios los planeó y creo para que fuese usado para Su gloria y adoración. Esto significa que el Señor está interesado en nuestros cuerpos, en su bienestar, y en su uso apropiado. Dios quiere que nuestros cuerpos sean presentados en sacrificio vivo, santo y aceptable delante de él.
El cristiano es uno que considera, no sus derechos, sino sus deberes y obligaciones. No puede hacer lo que quiera, sencillamente porque no se pertenece a sí mismo; sino que ha de hacer lo que Cristo le ordena. “Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo. Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres” (1 Corintios 7:22-23). Tenemos el deber de domar nuestra naturaleza hasta mantener el control de nuestras pasiones. No debemos avergonzarnos de los instintos naturales que Dios nos ha dado si no aprender a usarlo para glorificar a Dios. El propósito de Dios no es eliminar nuestros instintos, deseos y pasiones; si no santificarlos, purificarlos y enseñarnos a usarlos para glorificar Su nombre.
Cuando decidimos seguir a Cristo, dejamos de ser dueños de nuestros cuerpos. Pablo consideraba que había sido “comprado por precio.” El pecador redimido, comprado por un valor infinito, está moralmente obligado a vivir solamente para Dios, a obedecer todas sus órdenes y a “huir” de toda forma de libertinaje. Los seguidores de Cristo no deben permitir que los apetitos y deseos carnales los dominen. La inmoralidad no es un pecado contra el cuerpo, sino contra el Espíritu Santo, que mora en el cuerpo. Debemos reconocer que el cuerpo es posesión de Dios, comprado por la obra y la sangre redentora de Cristo.
A la luz de nuestro llamado y destino eternos, las distinciones políticas y sociales de la vida terrenal no es lo más importante. Lo que importa es la obediencia a la voluntad de Dios y nuestra consagración espiritual. Aun en medios de una situación trágica como lo era la esclavitud, esta no dictaba ni dita los términos de la vida en Cristo. Lo fundamental para un creyente es permanecer constante en la fe; permanezcamos intacto en medio de un mundo injusto, cambiante, y opresor. Sin importar nuestra condición social o política, somos libres en Cristo. “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:17-18). Cuando una persona le entrega su vida a Cristo, eso no la hace perfecta; la lucha no ha terminado ni mucho menos; pero gracias a Dios por la dirección en que esa persona ha comenzado a marchar. Una vez que pertenecemos a Cristo hemos empezado el proceso de santificación, el camino a la santidad. Es imposible ser neutral; cada persona tiene un amo. El pecado conduce a sus esclavos a la muerte, Dios por el contrario, nos conduce a la salvación y a la vida eterna. “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1).
Existe una diferencia entre la libertad limitada y la esclavitud. La libertad dentro de los límites fijados por Dios llena nuestras vidas de felicidad; la esclavitud a los hombres, a nuestras debilidades o ideologías se convierte en una opresión insoportable que conduce al hombre a la infelicidad. La libertad del pecado, afirma Pablo, no quiere decir que los creyentes sean autónomos, para vivir sin obligaciones. Al igual que Jesús, Pablo insiste en que la verdadera “libertad” se halla únicamente en una relación con el Dios que nos creó. La verdadera libertad está restringida por la ley de Dios, y le permite al hombre manifestar su individualidad, pero de una manera conveniente, constructiva y provechosa, reconociendo los derechos que tienen los demás y contribuyendo a la felicidad de todos.
“Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. (2 Corintios 3:17). Los escritores cristianos inspirados, conocedores del propósito de Dios de extender su gracia inmerecida por medio de Cristo, aconsejaron repetidas veces a los cristianos que protegieran su libertad y que no la usaran como excusa, ni se aprovecharan injustamente de ella para entregarse a las obras de la carne. “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (Gálatas 5:13). La ley nos manda pero no nos capacita. Pero la gracia nos provee todos aquellos que la ley exige, y luego nos capacita para vivir una vida consecuente con nuestra posición por el poder del Espíritu Santo, y no solo eso, sino que también nos recompensa por obedecer. Finalmente debemos comprender que el egoísmo no exalta a la persona humana, sino que la rebaja, y destruye. Solo el amor nos exalta y restaura. ¡Amén!

agosto 26, 2014

Creciendo en Santificación

(Tito 3:5)

¿Cómo crece usted en la madurez cristiana? ¿Cuáles son las bendiciones del crecimiento cristiano? En el curso ordinario de la vida cristiana crecer implica una continua santificación, y es algo en lo que el Nuevo Testamento nos anima para que prestemos atención y nos esforcemos en conseguirlo. La santificación tiene un comienzo definido; y es en ese comienzo que tiene lugar un cambio moral en nuestra vida, es decir, la santificación la comenzamos a experimentar cuando somos regenerados. Habiendo nacido de nuevo no podemos continuar pecando; nuestros hábitos y estilos de vidas cambian, porque el poder de la nueva vida espiritual está dentro de nosotros y nos guarda para que no cedamos al pecado. Ese cambio moral inicial es la primera etapa en la santificación. Es un cambio moral que trae una nueva realidad a través de la regeneración. Cuando lo vemos desde ese punto de vista, lo vemos también como la primera etapa de la santificación. Pablo se refiere a los cristianos como los que tienen “herencia entre todos los santificados”.' Este paso inicial en la santificación involucra un rompimiento definido con el poder dominante del pecado, de manera que el creyente ya no está más controlado o dominado por el pecado. Pablo dice: “De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús... Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia” (Romanos 6:11, 14). En este contexto, estar muerto al pecado o ser liberado del pecado involucra “poder espiritual” para vencer las acciones o pautas del comportamiento pecaminoso en nuestra vida. Romper con el pecado, involucra una reorientación de nuestros deseos de manera que ya no tenemos una inclinación dominante hacia el pecado. Pablo sabe que sus lectores fueron antiguos esclavos del pecado (como lo son todos los incrédulos), ahora dice que ellos ya no son esclavos.
La santificación va aumentando a lo largo de la vida. Aunque se habla de un comienzo definido de la santificación, también se ve como un proceso que continúa a lo largo de nuestra vida cristiana. Todos los autores del NT tenían la expectativa de que nuestra santificación aumentara a lo largo de nuestra vida cristiana. Puesto que la santificación es sobre todo una obra de Dios, es apropiado que Pablo orara diciendo: “…, el Dios de paz, los santifique por completo” (1 Tesalonicenses 5:23). Una de las funciones específicas de Dios el Padre en la santificación es disciplinar a sus hijos (Hebreos 2:5-11). Pablo les dice a los filipenses: “Pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad”. El autor de la carta a los hebreos nos dice: “El Dios de paz... los capacite en todo lo bueno para hacer su voluntad. Y que, por medio de Jesucristo, Dios cumpla en nosotros lo que le agrada…” (Hebreos 13:20-21).
La parte que nosotros cumplimos en la santificación es tanto pasiva, como activa en la cual nos esforzamos por obedecer a Dios y dar los pasos necesarios que van a incrementar nuestra santificación. Lo que podemos llamar el papel “pasivo” que nosotros tenemos en la santificación lo vemos en los textos que nos animan a confiar en Dios y a orar pidiéndole que nos santifique. Pablo se da cuenta que dependemos de la obra del Espíritu Santo para crecer en santificación, porque él dice: “Si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán” (Romanos 8:13). Reconoce aquí que es por “medio del Espíritu” que somos capaces de hacerlo. ¡Pero también nos dice que nosotros debemos hacerlo! ¡No le manda al Espíritu Santo que dé muerte a los malos hábitos del cuerpo, sino al cristiano! Del mismo modo, Pablo les dice a los filipenses: “Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre… lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad” (Filipenses 2:12-13). Tenemos que apartamos “de la inmoralidad sexual” porque “la voluntad de Dios es que seamos santificados” (1 Tesalonicenses 4:3). Juan dice que los que tienen la esperanza de ser semejantes a Cristo cuando él aparezca trabajarán activamente en la purificación de su vida: “Todo el que tiene esta esperanza en Cristo, se purifica así mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:3).
Pablo les dice a los corintios que “huyan de la inmoralidad sexual” (1 Corintios 6:18), y no se unan “en yugo con los infieles” (2 Corintios 6:14). Luego les dice: “purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación” (2 Corintios 7: 1). Esta clase de lucha por la obediencia y por la santidad puede exigir un gran esfuerzo de nuestra parte, porque Pedro les dice a sus lectores que se “esfuercen” por crecer en las características que son conforme a la piedad (2 Pedro 1:5).  Es importante que continuemos creciendo tanto en la confianza pasiva en Dios para nuestra santificación y en nuestro esfuerzo activo por la santidad y una mayor obediencia en nuestra vida. Si descuidamos el esfuerzo activo que realizamos para obedecer a Dios, nos hacemos cristianos pasivos y perezosos. Si descuidamos el papel pasivo de confiar en Dios y entregarnos a él, nos hacemos orgullosos y excesivamente confiados en nosotros mismos. Debemos mantener la fe y la diligencia en obedecer al mismo tiempo.
La santificación es por lo general un proceso corporativo en el NT. Es algo que sucede en comunidad. Se nos exhorta: “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimulamos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregamos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca” (Hebreos 10:24-25). ¡Amén!

agosto 25, 2014

El Dios Santo

(Levíticos 20:7)

 “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios”. La santidad moral de Dios se define como aquella perfección divina en virtud de la cual Dios quiere y mantiene su excelencia moral, aborreciendo el pecado y exigiendo pureza en todas sus criaturas morales. La santidad de Dios está revelada en la ley moral, implantada en el corazón del hombre, declarada al hombre a través de la conciencia y de la revelación especial [las Escrituras].
Usualmente la santidad es definida en su aspecto negativo, con relación a una norma relativa, no absoluta; cuando se define así, significa la separación de todo lo que es común o inmundo. Con respecto a Dios, esto no sólo significa que El está separado de todo lo que es sucio y malo, sino también que El es positivamente puro, y distinto de todos los demás. La santidad es el atributo de Dios por el cual El quiso que especialmente se le conociera en los tiempos del Antiguo Testamento. “Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo; así que no contaminéis vuestras personas con ningún animal que se arrastre sobre la tierra”  (Levítico 11:44). Es imposible servir a Dios sin santidad, las rebeliones nos impiden realizar un servicio apropiado delante de Dios.
“Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados” (Josué 24:19). Para adorar a Dios debemos ser santos o nuestra adoración será rechazada. “Exaltad a Jehová nuestro Dios, y postraos ante su santo monte, porque Jehová nuestro Dios es santo” (Salmo 99:9). Existe una diferencia entre hacer algo porque se nos exige, y hacer algo porque en realidad queremos y nos complace hacerlo. Dios no está interesado en las prácticas ni en observancias religiosas forzadas. Debemos procuramos conocer a Dios y conocer sus Palabras, para que sus principios y valores formen la base de todo lo que pensamos y hacemos. Las lecciones del pasado, las instrucciones del presente y una visión correcta del futuro nos darán muchas oportunidades para que podamos fortalecer nuestra fe en Dios.
A Dios no lo podemos comparar con nada ni nadie porque él es el Dios único. “¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo”  (Isaías 40:25).  Jesús reafirma la santidad de Dios y en su intersección ruega al Padre para que también preserve del mundo a sus discípulos. “Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11).  Pedro llama a los creyentes a vivir en santidad. “Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Pedro 1:15).  La santidad de Dios constituye la norma para la vida y para la conducta del creyente. Esto debe de ponerle fin a todas nuestras discusiones, muchas veces insensatas, sobre lo que está y lo que no está permitido en la vida cristiana.  Si lo que hacemos es santo está perfectamente permitido, pero si lo que hacemos está divorciado de la santidad divina, entonce, está prohibido.
La santidad pertenece a los que han sido elegidos y apartados por Dios. La santidad pone de manifiesto la vida de separación. Concebir el ser y el carácter de Dios simplemente como una síntesis de perfecciones abstractas es privar a Dios de toda realidad. Cada una de las perfecciones de Dios manifiesta y comunica su santidad. Es nuestra relación con Dios lo que nos hace un pueblo santo, en este sentido la santidad es una expresión de nuestra relación con Dios. Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad. (Salmos 30:4).
La santidad se perfecciona en medio de nuestras circunstancias; en el discurrir de la vida. No es necesario salir del mundo para ser santo, sino obedecer y apartarse (separarnos) para Dios. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:3-4). Nuestra adoración, como la adoración de los ángeles, debe incluir los elementos de reverencia, humildad y disponibilidad para servir, o estaremos, en realidad, rebajando a Dios, perdiendo de vista su grandeza y poniéndolo a nuestro nivel. La irreverencia, la presunción y la parálisis espiritual frecuentemente desfiguran nuestra adoración a Dios.  ¡Amén!

agosto 24, 2014

Zona de Combate

(Romanos 6:6-7)

Durante una invasión, un ejército entra en la zona de combate para conquistar a sus enemigos y reclamar el territorio que le pertenece. El entrenamiento básico de un soldado es inútil a menos que lo aprendido sea puesto en acción en ese momento crucial. Pablo se refiere a esto cuando habla de las “asechanzas” del diablo (Efesios 6:11). La palabra “asechanzas” significa engaños. Las “asechanzas” de Satanás son sus estrategias engañosas. Aun cuando el creyente no es dejado indefenso, todos debemos ser precavidos. Dios ha provisto un manual de estrategias [Su palabra] para la guerra espiritual. “Para que no ignoremos sus maquinaciones” (2 Corintios 2:11). La palabra “maquinaciones” significa pensamientos o propósitos. La Biblia nos da estrategias para enfrentar y derrotar todo poder del enemigo. La palabra “enfrentar” significa “actuar en oposición a, impedir, y frustrar”. En el mundo espiritual una contra-estrategia es un plan organizado y un método de oposición a Satanás. Estas contra-estrategia están diseñadas para derrotar y frustrar sus “maquinaciones”.
“Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19). Él es descrito como “engañador de las naciones” en Apocalipsis 20:3 y 7. Daniel capítulo 10 identifica un poder demoníaco sobre la nación de Persia que estaba obrando para estorbar la oración de Daniel. Satanás es como un león rugiente en el mundo (1 Pedro 5:8) El cuadro de un león rugiente ilustra las tácticas abiertas de terror que Satanás utiliza. Pero Satanás también es descrito como un “ángel de luz” (2 Corintios 11:14-15). Esto describe a Satanás como seduciendo y apelando a un tipo más sutil y secreto de ataque. Así, Satanás opera tanto abiertamente como en secreto en el mundo. Las actividades de Satanás son variadas en el mundo, pero siempre están dirigidas en contra de Dios, Su plan y Su pueblo. Satanás se opone a la obra de Dios y a la obra de Jesús en el mundo. Él está detrás del espíritu del “anticristo que ya opera en el mundo” (2 Juan 7). Satanás también se opone a la obra del Espíritu Santo en el mundo. Uno de los propósitos del Espíritu Santo es guiar a los hombres a la verdad de la Palabra de Dios. Satanás trata de evitar que la Palabra de Dios llegue a los corazones y vidas de los hombres y mujeres (2 Corintios 4:4).
Satanás aflige y tienta a los creyentes en el mundo (1 Tesalonicenses 3:5) y engaña al mundo. Así es, como él opera en la estructura religiosa del mundo. Engaña mediante doctrinas falsas, él tiene ministros falsos, maestros falsos, apóstoles falsos, y religiones falsas. Satanás también combate en contra de los creyentes que están en el mundo, pero que no son del mundo. Satanás acusa y calumnia a los creyentes (Apocalipsis 12:9-10) Él siembra dudas en los corazones de los creyentes.  Satanás está detrás de la persecución de los creyentes en el mundo “No temas lo que has de padecer. El diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis probados...”(Apocalipsis 2:10). Satanás trata de evitar que el creyente sea efectivo en el servicio cristiano “Por eso quisimos ir a vosotros, yo, Pablo, ciertamente una y otra vez, pero Satanás nos estorbó” (1 Tesalonicenses 2:18). Satanás usa al mundo para seducir a los creyentes a pecar. Tienta mediante la atmósfera del mundo, el ambiente, y el sistema alrededor de ti.  (1 Juan 2:15-16).
Satanás accede al alma y al espíritu del hombre a través de la carne. Esta estrategia es evidente en la primera tentación del hombre. Satanás usó los sentidos y deseos de Eva para tener acceso a su alma y espíritu. Si Satanás no puede “cegar tu mente” y apartarte de la verdad del evangelio, entonces trata de mantenerte atado a la carne, porque los deseos carnales combaten contra el alma (1 Pedro 2:11). Satanás usa la carne para afectar tu mente “Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Romanos 7:23). Satanás usa la carne para afectar tu espíritu  “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1). Satanás usa la carne para cosechar corrupción (podredumbre, perversión) en tu vida: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción” (Gálatas 6:8). El mundo, la carne y el diablo combinan sus fuerzas con los demonios para combatir en contra de los creyentes.
Cada fuerza puede operar independientemente en contra de los creyentes, pero estas fuerzas están frecuentemente combinadas para atacar a los creyentes. Satanás usa al mundo, con sus ilusiones, encantos, filosofías, y sistemas mundanos, para ganar acceso a la carne. Usa la carne para ganar acceso al alma, la mente y el espíritu. El mundo, la carne y el diablo, ciertamente crean una zona de combate amenazadora! Pero aquí están algunas poderosas contra-estrategias espirituales para vencer a estas fuerzas. En la guerra espiritual tu tiene que estar bajo el control de tus superiores. Ellos te dan las instrucciones sobre cómo conducirte, cómo vestirte, y cómo combatir al enemigo. (Romanos 12:1-2). Ofrece tu cuerpo en sacrificio vivo a Dios y renueva tu mente. En el Antiguo Testamento cuando se ofrecía un sacrificio a Dios, la persona que lo ofrecía no tenía más control sobre ese sacrificio. Comprende que los deseos de la carne no son del mundo. Tu no debe tener confianza en la carne (Filipenses 3:3). Entiende que la vida en la carne trae corrupción y muerte. Tu debe instruir la carne para obedecer. Debes aprender las reglas de Dios. Mediante las pruebas que Dios permite en tu vida tendrás la oportunidad de poner estas reglas en acción.
En la medida que Dios te revela las áreas carnales en tu vida, debes pasar a la acción “... que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 Pedro 2:11). Cuando el Apóstol habla del “viejo hombre” se refiere a la naturaleza carnal. Pablo escribe “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está corrompido por los deseos engañosos, renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22-24). La carne debe ser crucificada. Debes crucificarla rehusando ser controlado por ella: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado, porque, el que ha muerto ha sido justificado del pecado” (Romanos 6:6-7). Tu caminar diario (cómo tú vives) puede ser controlado por Satanás obrando mediante la carne, el mundo, o los poderes demoníacos si tú lo permites. No tienes que ser controlado por el mundo, la carne o el diablo. Puedes aprender a caminar en el Espíritu: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16). Caminar en el Espíritu significa permitirle al Espíritu Santo de Dios controlar tu conducta y tu vida. La carne no es más poderosa que el espíritu. Si permites al Espíritu Santo manifestar Su poder en ti, Él vivificará tu cuerpo mortal de carne. “Vivificar” significa llenar de vida. No tienes que vivir en la muerte del pecado. Dios puede vivificar tu espíritu a una nueva vida. Para ser guiado por el Espíritu debes tener al Espíritu Santo dentro de ti. Debes ser nacido de nuevo del Espíritu: “Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es... (Juan 3:6-7) También debes ser lleno con el Espíritu Santo. ¡Amén!

agosto 22, 2014

La actitud de Caín

(Génesis 4:9-12)

“Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la tierra”. Una de las historias más tristes de toda la Biblia es cuando Caín mata a Abel, su hermano. Caín no tenía una relación correcta con Dios. El Señor no ocupaba el primer lugar en su vida. Él no aceptó la advertencia de Dios, en vez de oír a Dios, se dejó dominar por el pecado. Caín no tenía una relación correcta con su hermano, se molestó [se llenó de celos] por los logros de su hermano, alimentó su resentimiento contra su hermano y no le dio ningún valor a la vida de su hermano. Caín planeó cuidadosamente la muerte de su hermano.
La violencia es el tipo de interacción humana que se manifiesta en aquellas conductas o situaciones que, de forma deliberada, aprendida o imitada,  provocan o amenazan con hacer daño o sometimiento grave (físico, sexual, verbal o psicológico) a un individuo o a una colectividad; o los afecta de tal manera que limita sus potencialidades presentes o las futuras. Vivimos en una sociedad muy violenta donde ocurren crímenes horrendos. Solo a través de Jesucristo podemos tener una relación correcta con Dios y con nuestros hermanos para no ser los causantes de la destrucción o de la muerte de una vida.
Fuera del jardín, el hombre tiene la responsabilidad de expresar su lealtad, gratitud y dependencia de Dios en la adoración. Las ofrendas y sacrificios son, en esta ocasión, el instrumento para exteriorizar la adoración. Caín y Abel personal y voluntariamente adoran a Dios con el producto propio de su trabajo. Como la adoración consiste en la ofrenda o sacrificio más la actitud del corazón, Dios se agrada de la ofrenda de Abel, pero no de la de Caín. Al responder a la adoración Dios tiene en cuenta la actitud y la vida completa del adorador. Caín usa su ofrenda para competir con su hermano y para tratar de manipular a Dios y ante el rechazo se enoja grandemente y lo expresa visiblemente. Caín reaccionó violentamente al darse cuenta que Dios ni siquiera había mirado la ofrenda que él le había presentado.
El enojo es un sentimiento completamente negativo en la vida del ser humano. La calidad de nuestras relaciones depende mucho del manejo que le demos a este sentimiento y a todas sus expresiones progresivas. Debemos tener en cuenta que Dios prohíbe cualquier clase de violencia y ultraje en contra del prójimo. El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. El Señor valora la vida humana; no se puede cometer un acto de violencia contra una persona, sin cometerlo también contra Dios. La violencia verbal, psicológica o física es un irrespeto y un ultraje a Dios, a cuya imagen ha sido creado el hombre.
Con toda premeditación, ventaja y violencia, Caín dio muerte a su hermano Abel. Interrogado por Dios sobre su pecado, Caín mintió y no acepto el juicio de Dios, sino que protestó con vehemencia. Las personas violentas a menudo se consideran como la víctima. La actitud de Caín es la de una persona inocente, que no ha hecho absolutamente nada. Caín no sabe arrepentirse ni pedir perdón, pero le preocupa que alguien desee matarlo.
Vivimos en un mundo violento, lleno de personas sanguinarias y abusadoras. Una de las cosas que nuestro Señor Jesucristo condena con más énfasis es precisamente la violencia.Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mateo 5:21-22).
No solo es culpable el hombre que comete un asesinato; también el que se enoja con su hermano sin motivo será juzgado y no solo juzgado, sino que será hallado culpable delante de Dios. Para el mundo, una persona es una buena persona si no hace lo que está prohibido porque al mundo no le concierne juzgar los pensamientos ni las intenciones del corazón. Pero este no es el nivel al que hemos sido llamados por Dios. Hay una parte de nosotros que es atraída al bien, y otra parte de nosotros que es atraída al mal. Mientras las cosas son así, se está librando una batalla en nuestro interior.
Para Platón, existía siempre un conflicto en la vida, entre las exigencias de las pasiones y las exigencias de la razón. La razón es la rienda que mantiene sujeta (bajo control) a las pasiones. Pero el hombre puede bajar la guardia un instante, ¿y qué sucederá entonces? Mientras exista esta tensión interior, este conflicto interior, la vida es insegura. En el nivel del Espíritu el deseo debe ser eliminado. En este nivel espiritual, sólo Dios puede juzgarnos. Nosotros no vemos nada más que las acciones exteriores de una persona; sólo Dios ve los secretos del corazón. “En la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. La ira se manifiesta a través de palabras insultantes.
Las Escrituras prohíben llamar a las personas “raca”, esto es, idiota, sin sentido, tonto, imbécil, cabeza-hueca etc. El desprecio es contrario al espíritu de Cristo. El desprecio puede surgir de la casta, cursilería, posición, dinero, conocimiento etc. No deberíamos nunca mirar con desprecio a una persona que ha sido creada a imagen y semejanza de Dios pero además es una persona por la que Cristo murió. “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca” (Colosenses 3:8). Jesús prohíbe llamar a nuestros hermanos “moros”. “Moros” quiere decir tonto, necio moral etc. Es el hombre que se hace el tonto. El salmista habla del necio que ha dicho en su corazón “no hay Dios” (Salmo 14:1). ¡Amén!

agosto 21, 2014

La actividad de los demonios

(Daniel 10:12-13)

“Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia”. Los ángeles tienen el ministerio de fortalecer a los hijos de Dios, comunicar el mensaje de Dios, y de combatir a las fuerzas del mal. La forma en que Dios envió a su ángel para fortalecer a Daniel y para comunicarle su mensaje nos asegura que Dios nos ama, se interesa por nuestro bienestar y desea comunicarse con nosotros. Es importante saber cómo responder cuando Dios envía a sus mensajeros.
Satanás y los demonios no estuvieron de acuerdo con la creación del hombre. Ellos son los acusadores del hombre ante Dios y han hecho todo los posibles para hacerle fracasar. El ángel [mensajero] volverá a combatir al príncipe de Persia y después al de Grecia. Lo terrenal es lo que ha de ocurrir de acuerdo con la voluntad divina, lo terrenal está escrito de antemano, especialmente los acontecimientos geopolíticos; estos sucederán de acuerdo con los que Dios ha predeterminado en el plano o dimensión “celestial”.
Es después de la encarnación, que Satanás se opone formalmente y con saña a Dios, a su plan y a su propósito redentor. La enseñanza y el ministerio de Jesús nos dieron a conocer la actividad de los poderes demoníacos. Jesús nos enseña que los demonios son una fuerza real de maldad. Lo que Jesús enseñó sobre los demonios y de la forma que Él trató con ellos es algo sumamente valioso para nosotros enfrentar las estrategias de Satanás. Jesús sabía que Satanás es el jefe de una organización demoníaca poderosa. Por esa razón Él nos enseñó sobre la realidad de la existencia y del poder de los demonios. Él dijo que echar fuera demonios es una de las señales de la venida del Reino de Dios. Lo que esto significa es que el Reino de Dios es una realidad presente.
Los demonios son usados por Satanás para oponerse a Dios, para oponerse al plan y propósitos de Dios, y para oponerse al pueblo de Dios. Ellos les impiden a los incrédulos venir a la verdad del Evangelio. Son capaces de controlar territorios específicos (principados) como el príncipe de Persia. Los demonios también trabajan a través de personas – a través de los hombres y mujeres que han hecho pacto con Satanás – para lograr sus objetivos en el mundo. La oposición a la voluntad de Dios es el objetivo principal de Satanás. Los demonios ejercen diferentes funciones. Un demonio se identificó en 1 Reyes 22:23 como un “espíritu de mentira,” pero hay también espíritu de enfermedad, espíritus seductores, y espíritus inmundos etc. Los espíritus malignos oprimen a las personas. Los demonios causan depresión, crean circunstancias negativas, e insertan pensamientos malignos en la mente como los pensamientos de suicidios, inmoralidad, incredulidad, y miedo, etc. Ellos crean circunstancias y situaciones que tientan a los hombres a pecar. También pueden poseer a los seres humanos voluntaria; o involuntariamente.
La obsesión demoníaca; es una condición dónde una persona se obsesiona por un interés satánico. Un verdadero creyente no puede ser poseído por un demonio porque el Espíritu Santo mora en él y el Espíritu de Dios no puede cohabitar en un mismo lugar (cuerpo) con un espíritu maligno. Satanás usa a los poderes demoníacos para atacarnos y tentarnos. Las actividades del creyente pueden ser dirigidas por Satanás (si se lo permitimos). David fue usado por Satanás para realizar un censo, pero además Satanás usó a Pedro para tentar al Señor. Las ataduras crean hábitos y fortalezas que le permiten a Satanás usarlas para propósitos malignos. Dios quiere destruir todas las estructuras humanas, carnales, mundanas, satánicas y demoníacas y hacer al hombre libre.
El propósito de Dios es que nos sentemos con Cristo en los lugares celestiales sobre todos principados, potestad, gobernadores y huestes infernales de maldad. Los demonios ganan el control de varias maneras: Pueden oprimir o poseer a una persona debido a la posesión y opresión de sus padres o de pactos concertado por sus antepasados con poderes del ocultismo. Estos pactos les dan a los demonios un derecho legal. (Éxodo 20:5; 34:7; Deuteronomio 5:9).
Otras de las cosas que Satanás procura controlar es la mente humana. La mente es uno de los campos de batalla más importantes. Si Satanás puede controlar nuestros pensamientos, él controlará también nuestras acciones. Continuar con pensamientos y acciones pecaminosas pueden llevarnos de la opresión, a la posesión y finalmente a tener una mente reprobada. Los pensamientos pecaminosos producen las acciones pecaminosas. El pecado es rebelión, y los pensamientos y acciones pecaminosos proveen los puntos de entrada para las actividades demoníaca. Cuando un creyente alimenta pensamientos y acciones pecaminosas le “da lugar” al Diablo. Algunas personas desean y piden cosas que lo llevan luego a estar bajo el control de los poderes demoníacos. Hermanos/nas debemos estar firme, vestidos con las armaduras de Dios y cerrarle las puertas a toda actividad demoníaca o satánica. ¡Amén!

agosto 20, 2014

Percepción espiritual

(Salmos 25:4-5)

“Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día”.  La percepción natural obedece a los estímulos cerebrales recibidos a través de los 5 sentidos, los cuales nos dan un conocimiento de la realidad física del entorno. La percepción es la capacidad que tenemos de recibir por medio de los sentidos las imágenes, impresiones y sensaciones. También es un proceso mediante el cual seleccionamos, organizamos e interpretamos los estímulos, y les damos significados. Pero es la percepción espiritual la que nos permite conocer a Dios, es decir, la percepción espiritual es la capacidad que tenemos de recibir por medio del espíritu las impresiones del Espíritu de Dios.
Es por medio del espíritu humano que percibimos o discernimos las Escrituras y todos los que ocurre en el mundo espiritual. Buscar la verdad es aspirar a la plenitud de la vida. Conocer la verdad significa experimentar la vida. Poseer la verdad nos compromete a servir en amor y por amor. Para ser dirigido por Dios hace falta una mente espiritual, humilde y abierta a las impresiones del Espíritu Santo. Si deseamos sinceramente conocer nuestro deber, con la resolución de hacerlo, podemos estar seguros que Dios nos dirigirá por medio del Espíritu Santo y de las Escrituras. El cristiano que busca instrucción; desea conocer los caminos de Jehová, quiere caminar en Sus sendas, y crecer en Su verdad. Su motivación [lo que le motiva] es el amor a Dios. Es en el Señor en quien están puestas todas nuestras esperanzas.
Cuando nos falta percepción espiritual, necesitamos que la luz de Dios se proyecte sobre nuestro camino. Tenemos que orar para poder comprender los caminos de Dios, y pedir  la comprensión de sus propósitos para poder gobernar con sabiduría nuestra conducta. La verdad de Dios es diferente de lo que los seres humanos, equivocadamente, consideran como verdad. La verdad de Dios es una y sólo se puede conocer en Cristo. “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo e ignorar a Cristo es ignorar a Dios.” La verdad de Dios es una verdad personal, Dios se da a conocer  de manera personal a través de su revelación. David oró para que la verdad de Dios lo preservara. Para mantener una conducta recta se requiere conocer la verdad divina.
“Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios.” (Salmos 25:10). Debemos ser lo suficientemente mansos y humildes como para admitir nuestra ignorancia y necesidad de más instrucción espiritual. Si somos receptivos a la enseñanza, aprenderemos lo que es correcto, esto es, cuál es la voluntad de Dios. Lejos de tener que soportar una vida desagradable, los que obedecen la Palabra de Dios encuentran que la vida está llena del amor constante de Dios y de Su fidelidad. Como cristianos debemos alimentarnos de la verdad, de las promesas de Dios, debemos confiar en el Señor, entregándonos a Él. Dios ordena y afirma los pasos del que le busca. Si quiere que Dios dirija su camino, busque el consejo de Dios antes de dar el primer paso.
“Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas.” (Salmos 43:3). Como cristianos debemos anhelar ser acompañado por la luz de la presencia de Dios y de la verdad de Sus promesas. Los que realmente nos satisfaces es llegar a la misma presencia de Dios. Cuando nos sentimos rodeados de oscuridad e inseguridad, debemos seguir la luz y la verdad de Dios. Si por alguna razón usted se encuentra lejos de la casa de Dios, deje que él le guíe de regreso a su presencia. La realidad es que vivir en la luz de Dios y atesorar su verdad es el camino correcto para superar las dificultades de la vida y  ser bendecido. “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría” (Salmos 51:6). Calvino tenía razón en decir que para ser aprobado por Dios lo último del corazón tiene que ser purificado. Los pecados que se mantienen en secreto también desagradan a Dios.
David reconoció la verdad de las palabras del profeta Natán y públicamente reconoció su pecado. “Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad; afirma mi corazón para que tema tu nombre” (Salmos 86:11). “Caminar en la verdad” es un hábito y también un estilo de vida. Nuestros corazones deben estar concentrados en Dios; depender de Dios debe ser un estilo de vida. El corazón incluye las emociones, los pensamientos y las actitudes. En el acto de percepción el sujeto presta atención a determinadas características y circunstancias por eso debe estar concentrado.
Los que dice David: no significa “enséñame cómo salir de esta dificultad” sino “enséñame, mientras me enfrento a lo peor, enséñame a vivir en tu camino, -a no salirme de tu camino”. Concentra mi corazón, “une, o unifica mi corazón”, líbrame de ser de doble ánimo; dame “una meta firme, que no cambie ante las amenazas o las recompensas”. Esto es, no permitas que mi corazón flaquee o se distraiga. ¡Amén!

agosto 19, 2014

La Abnegación Espiritual

(Mateo 10:37-38)


“El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí”. La abnegación o altruismo es una exigencia indispensable para ser discípulo de Jesús. El llamado de Cristo, es un llamado a renunciar a sí mismo y a los bienes de este mundo. La abnegación implica enfrentarse al egoísmo. Se centra en dar, en lugar de tener. La persona que renuncia a algo para asistir al prójimo lo hace con libertad y sin ninguna obligación; por lo tanto, en ese acto existe una elección personal que genera gozo y satisfacción.
Los discípulos de Cristo deben renunciar voluntariamente a sus deseos y pasiones, tomar su cruz cada día y seguir a Jesús. Un padre convertido se encontrará con la oposición de su hijo incrédulo; una madre cristiana, con la de su hija inconversa. Una suegra nacida de nuevo será aborrecida por su nuera no regenerada. De modo que a menudo al que hacer una elección entre Cristo y la familia. No podemos permitir que los vínculos familiares nos aparten de una absoluta adhesión al Señor. El Salvador ha de tener una absoluta precedencia sobre el padre o la madre, el hijo o la hija. Uno de los costos del discipulado es experimentar tensión, luchas y alienación con su propia familia. Esta hostilidad es a menudo más acerba que la que se encuentra en otras áreas y dimensiones de la vida.
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:24). La negación del yo, con el fin de llevar la cruz de Cristo y de seguirle, es lo que el Señor dice aquí. Esto significa entregarse de tal manera a Su control que el yo no tenga ningún derecho. Tomar la cruz significa estar dispuesto a sufrir oprobio, padecimientos y quizá el martirio por causa de Él; morir al pecado, al yo y al mundo. Seguirle significa vivir como Él vivió, con todo lo que ello implica: humildad, pobreza, compasión, amor, gracia y toda otra virtud piadosa. El llamamiento del Señor implica el sacrificio de sí mismo. A muchos de nosotros se nos hace difícil renunciar a nuestra comodidad para seguir a Cristo.
Todos los que quieren entrar en la vida deben guardar los mandamientos del Señor, sin importar lo difícil que resulte. Cada uno debe sacrificar su propia carne como está escrito.  “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24).  Los que son de Cristo son aquellos que llevan las marcas de las espinas sobre sus cabezas, del látigo sobre sus espaldas, de la lanza en sus costados y de los clavos en sus manos y pies. Preferir los intereses de Cristo, a nuestros propios intereses no es nada sencillo.  “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Todas estas y muchas más, son expresiones de abnegación. –La abnegación es la renuncia voluntaria a un deseo o interés. Los vocablos: generosidad, desinterés, desprendimiento, y altruismo expresan la idea de abnegación. Sin embargo, la abnegación es una forma mucho más elevada e incluye a todas las demás; se emplea sobre todo tratándose del sacrificio de la voluntad, de los afectos o de la conveniencia propia. “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna. Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo” (Romanos 6:12-13). El llamado de Dios al discipulado; es un llamamiento al sacrificio espontáneo de la voluntad, al sacrificio de nuestros intereses, y deseos y aun de nuestra propia vida.
Tenemos un compromiso con Cristo de guardarnos puro y sin mancha delante de él.  “Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa” (1 Corintios 7:29-31). Es importante permanecer fiel a Dios, a pesar de las circunstancias que nos rodean, de la vanidad, el libertinaje, y la inmoralidad.  “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14). Un buen cristiano no puede hacer siempre lo que quiere, sino que tiene que obedecer la palabra de Dios y vivir según sus mandatos. La abnegación implica disciplina y supone el control de los deseos, sentimientos, pasiones y pensamientos. También se opone a la hiperactividad y al frenesí, ya que la persona que hace demasiadas cosas no piensa; por lo tanto, esas cosas suele hacerlas mal. Jesús decidió renunciar a su condición divina y se hizo hombre para salvar a la humanidad; y le pide a sus discípulos que lo sigan, que renuncien a su propia voluntad y que hagan la voluntad de Dios en la Tierra. Amén

agosto 16, 2014

Nuestras posibilidades espirituales

(2ª Pedro 1:5-9)

“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados”. Una persona que no crece en estas virtudes puede recaer en sus antiguos pecados. Pero si compartimos la vida de Dios, seremos más productivos y buscaremos siempre desarrollar un carácter cada vez más delicado y semejante al carácter de Cristo. La conexión entre la vida cristiana práctica y el desarrollo del conocimiento es vital para nuestra perseverancia en la fe. La perseverancia es la capacidad de aferrarse a la meta que tenemos a pesar de la oposición, persecución y circunstancias adversas. No debemos ser ciegos a las gloriosas posibilidades de desarrollo espiritual que existen en Cristo y que tenemos a nuestra disposición. Demostremos la realidad de nuestra propia posición delante de Dios. De este modo seremos guardados del fracaso en esta vida y recibidos con entusiasmo en el reino de Dios.
El creyente da evidencias de su salvación creciendo en las virtudes morales identificadas por Pedro en estos versículos. Una persona que no crece en estas virtudes puede recaer en sus antiguos pecados. Pedro no nos sugiere que la salvación es por las obras, pero nos exhorta a vivir de tal manera que nuestra elección se revele como algo absolutamente seguro. Pedro nos dice que podemos participar de la naturaleza divina, la cual se eleva por encima del espíritu corrupto y divisivo del mundo. La fe tiene que ser algo más que creer en hechos ciertos; debe traducirse en acción, en el desarrollo de un carácter cristiano y en la práctica de una disciplina moral, o simplemente desaparecerá. Pedro hace una lista de varios actos de fe: aprender a conocer mejor a Dios, cultivar la paciencia, hacer la voluntad de Dios, amar a los demás. Esos actos no se producen automáticamente; requieren de un arduo trabajo. No son opcionales; deben de ser parte constante de la vida cristiana. No terminamos con uno para luego empezar con el otro sino que debemos ocupamos de todos juntos, al mismo tiempo. Dios nos capacita y autoriza, pero también nos da la responsabilidad de aprender y crecer. No debemos sorprendernos ni resentirnos por este proceso.
La Biblia está escrita para los pecadores, para aquellos que debido a su estado de muerte espiritual tienen su mente y comprensión oscurecida, están alienados [enajenados] de la vida de Dios, condición que conduce naturalmente a la práctica de toda clase de comportamiento malvado.  Los primeros cristianos habían sido idólatras y adoradores de demonios, adúlteros, mentirosos y ladrones.
Tenemos la necesidad de vivir una vida caracterizada por la excelencia moral: Debido a que la humanidad es nacida en pecado y su tendencia natural está dirigida hacia la degeneración moral y a toda obra maligna y no hacia la excelencia moral o la virtud.  En términos simples, la ausencia de virtud conduce a la decadencia y a la destrucción de la sociedad.  Desde el asesinato de Abel, la historia está cargada de ilustraciones no sólo de tiranos asesinos como Hitler, sino de personas con una conducta traicionera, adúltera y mentirosa en nuestras propias naciones. La verdad plena, es que cuando las naciones se alejan de la verdad moral y de los absolutos de la Biblia, adoptan el tipo de conductas de las que habla Isaías (Isaías 5:3-23). Dios esperaba que Israel y Judá fuesen un pueblo obediente, santo y dispuesto a dar testimonio de su fe. En vez de eso, la gente produjo frutos de engaño, injusticia e idolatría, en lugar de dar testimonio a las naciones vecinas; y ello a pesar del amor y las bendiciones recibidas de parte de Dios.
En estos versículos, el profeta declara una serie de maldiciones (versículos 8-23) sobre la casa degenerada de Judá.  Cada maldición describe la naturaleza del pecado de Judá como la base del juicio divino.  La lista se parece a los titulares de los periódicos de hoy y nos enseña que la falta de virtud moral en la vida privada de una persona, siempre conlleva consecuencias públicas. Isaías describe la forma patética cómo Judá alteró los preceptos morales de lo que era bueno y lo que era malo en su búsqueda de un modo de vida centrado en sí misma, a expensas de otros. Por supuesto, que el efecto fue una ruptura moral que llevó a la injusticia, a condiciones extremas y crímenes espantosos. Esta condición se veía desde los líderes hasta el hombre común.  Tocó a toda la sociedad de Judá como en nuestros días.
Somos llamados a hacer una distinción de la voluntad moral de Dios, que por supuesto, debe tocar cada una de las áreas de la vida cristiana.  Pero es importante reconocer que por excelencia moral, no estamos simplemente hablando acerca de una lista de tabúes o sobre pecados tales como el adulterio, fornicación, ebriedad, mentira, murmuración, robo y engaño.  La excelencia moral significa la búsqueda  de la voluntad moral de Dios en cada una de las áreas de la vida.  Esto incluye valores, actitudes, prioridades, metas o propósitos, devoción y un carácter a la semejanza de Cristo en el hogar, en la oficina, en la iglesia y también en los lugares de esparcimiento.  La virtud moral es algo que debe caracterizar al cristiano en cualquier parte y en todo lo que hace.
Pedro dice: Primero, con el énfasis que pone en “el conocimiento de Dios” y en “Sus preciosas promesas”, la Palabra claramente llega a ser la fundación y el instrumento para la protección de las cualidades de un carácter semejante al de Cristo. Segundo, Pedro nos llama a hacer todo el esfuerzo posible para el desarrollo de estas cualidades. Tercero, esto va seguido por una sección que podríamos definir como motivación y como realización fructífera o productiva, la realización de nuestra salvación en una vida con frutos y recompensas eternas. Esto es muy importante porque, como el resto del libro lo deja muy claro, estamos viviendo días de intensa apostasía, lo que significa apatía, centrarse en sí mismo, enseñanzas falsas y errores doctrinales y morales.  La falsa doctrina y las opiniones humanas, conducen siempre a la corrupción moral y no a la excelencia moral.  Esto versículos conforman dos secciones: (a) recordar —necesidad de recordar lo que se les ha enseñado como protección en contra del olvido y (b) justificación —la defensa de este énfasis a través del hecho y de la naturaleza de la inspiración. ¡Amén!