“Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos” (1 Crónicas 29:11-12). Dios se presenta en las Escrituras como el Creador y su voluntad como la causa de todas las cosas. A él le pertenecen los cielos, la tierra y todo lo que ellos contienen. Dios tiene plena autoridad sobre los ejércitos del cielo y sobre los habitantes de toda la tierra. El Señor sostiene de manera eficiente todas las cosas con su poder y determina la finalidad y el destino de cada una de ella. Él gobierna en el más absoluto sentido de la palabra y todas las cosas dependen de él y a él le sirven. La voluntad divina es la causa eficiente de todas las cosas. Todas las cosas se originan en ella: la creación; la preservación; el gobierno; nuestra elección; los sufrimientos de Cristo; la regeneración; la santificación; nuestros sufrimientos e incluso la vida del hombre y su fin. La palabra “voluntad” cuando se aplica a Dios, no siempre tiene el mismo significado en las Escrituras. Este vocablo puede significar la naturaleza moral de Dios que incluye atributos como el amor, la santidad, la veracidad, y la justicia, etc. La voluntad de Dios es la facultad de Su propia determinación, es decir, es el poder de determinar por sí mismo sus propias acciones. En Dios hay poder para ejecutar su plan, para realizar su propósito (la voluntad de acción u omnipotencia); y determinar el régimen de vida para cada una de sus criaturas. La voluntad divina puede definirse como aquella perfección del ser de Dios por medio de la cual, El; sale en busca de sí mismo como el supremo bien (es decir, se deleita en sí mismo, como Dios) y en sus criaturas para gloria de su nombre. La buena voluntad de Dios encuentra su expresión en sus decretos (voluntad secreta) y por medio de Sus preceptos revelados en la ley y en el evangelio. Dios determina voluntariamente (libremente) qué y a quiénes creará, así como también los tiempos, lugares y circunstancias de sus existencias. El marca la senda de cada una de sus criaturas, determina su destino, y las utiliza para sus elevados propósitos. Dios tiene razones para querer lo que hace y eso lo induce a elegir un fin. En cada caso hay un motivo predominante que hace que el fin elegido y los medios seleccionados sean agradables a Dios, aunque no seamos capaces de entender sus motivos. Dios no puede querer algo que sea contrario a su naturaleza, a su sabiduría y amor, a su justicia y santidad. La doctrina de la voluntad de Dios con frecuencia da motivo a serias interrogaciones. Surgen en este terreno problemas que jamás han sido solucionados, y probablemente, nunca serán resueltos por el hombre, [como por Ej. la entrada del pecado en el mundo]. Deberíamos recordar que la ley moral, [la regla establecida por Dios], es también, en un sentido, la expresión de la voluntad de Dios. Es una expresión de su naturaleza santa y de lo que Dios requiere de cada una de sus criaturas racionales. Pero la soberanía de Dios encuentra su expresión no solo en Su voluntad sino también en Su omnipotencia; Dios tiene el poder para ejecutar su voluntad. El tiene la energía efectiva, es decir, aquella perfección de su Ser por medio de la cual El es la causa eficiente y absoluta de todas las cosas. Su poder “absoluto” le permite a Dios hacer todo lo que él quiere hacer; mientra que Su poder “dirigido” le permite hacer todo aquellos que él ha decretado, es decir lo que él ha ordenado o dispuesto que se haga. Mediante el mero ejercicio de su voluntad Dios puede ejecutar todo lo que él ha predeterminado en Su consejo. No existe en Dios un poder divorciado del restos sus perfecciones, y en virtud del cual pueda hacer toda clase de cosas inherentemente contradictorias. La idea de omnipotencia de Dios está expresada en el nombre “El Shaddai”, y la Biblia habla de ella en términos precisos: “Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho” (Salmos 115:3). Dios manifiesta su poder en la creación: “Así dice Jehová, tu Redentor, que te formó desde el vientre: Yo Jehová, que lo hago todo, que extiendo solo los cielos, que extiendo la tierra por mí mismo; que deshago las señales de los adivinos, y enloquezco a los agoreros; que hago volver atrás a los sabios, y desvanezco su sabiduría” (Isaías 44:24-25); Dios nos revela Su poder en la providencia, Hebreos 1:3, y en la obra de redención, 1 Corintios 1:24; Romanos 1:16. ¡Amén!
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