La tarea del Espíritu Santo es la de manifestar la presencia activa de Dios en el mundo, especialmente en la iglesia. En el Antiguo Testamento, la presencia de Dios se manifestó muchas veces en la nube de gloria, y en las apariciones o teofanías. En los evangelios Jesús mismo manifestó la presencia de Dios, él es Emmanuel [Dios con nosotros]. Pero después de la ascensión de Jesús a los cielos, y continuando a lo largo de toda la era de la iglesia, el Espíritu Santo es el que manifiesta la presencia de Dios y él mismo es la manifestación de la presencia de Dios entre nosotros. Él es el que está prominentemente presente entre nosotros. El Espíritu Santo completa y sostiene lo que el Padre ha planeado y lo que el Hijos de Dios ha empezado. El Espíritu Santo es el que viene a la iglesia con gran poder; debido a que el Espíritu Santo es la persona de la trinidad mediante la cual Dios manifiesta particularmente su presencia en esta era, es apropiado que Pablo llame al Espíritu Santo “las primicias” (Romanos 8:23) y la “garantía” o “anticipo de nuestra herencia” (2 Corintios 1:22; 5:5). Incluso en el Antiguo Testamento, se predijo que la presencia del Espíritu Santo traería bendiciones abundantes de parte de Dios. Isaías predijo un tiempo cuando el Espíritu traería un gran avivamiento o despertar espiritual (Isaías 32:14-18). “Regaré con agua la tierra sedienta, y con arroyos el suelo seco; derramaré mi Espíritu sobre tu descendencia, y mi bendición sobre tus vástagos” (Isaías 44:3). Por otro lado, la partida [salida] del Espíritu Santo significaba las perdidas de las bendiciones de Dios: “Pero ellos se rebelaron y afligieron a su santo Espíritu. Por eso se convirtió en su enemigo, y luchó él mismo contra ellos” (Isaías 63:10). Cuando el Espíritu Santo es rechazado por nosotros, Dios se vuelve nuestro enemigo y en lugar de estar a nuestro favor, lucha en contra de nosotros. No obstante, varias profecías del Antiguo Testamento predijeron un tiempo de plenitud espiritual, un tiempo cuando Dios haría un nuevo pacto con su pueblo y derramaría su Espíritu sobre toda carne: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:26-27). “Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová” (Ezequiel 37:14). “Ni esconderé más de ellos mi rostro; porque habré derramado de mi Espíritu sobre la casa de Israel, dice Jehová el Señor” (Ezequiel 39:29). “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Joel 2:28-29). Podemos distinguir cuatro aspectos de la obra del Espíritu Santo (1) el Espíritu Santo habilita; (2) el Espíritu Santo purifica; (3) el Espíritu Santo revela; (4); el Espíritu Santo unifica. En la esfera de la naturaleza es la tarea del Espíritu Santo dar vida a todas las criaturas que se mueven, ya sea sobre la tierra o en el cielo o en el mar, porque “si envías tu Espíritu, son creados” (Salmos 104:30). A la inversa, “si pensara en retirarnos su espíritu, en quitarnos su hálito de vida, todo el género humano perecería, ¡la humanidad entera volvería a ser polvo!” (Job 34:14-15). Aquí vemos el papel del Espíritu Santo en dar y sostener la vida humana y animal. Paralelo a esto está el papel del Espíritu Santo de darnos nueva vida en la regeneración.' Jesús le dijo a Nicodemo: “Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu. No te sorprendas de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo”. También dijo: “El Espíritu da vida; la carne no vale para nada”. Consecuente con esta función del Espíritu Santo de dar vida está el hecho que fue el Espíritu Santo quien engendró a Jesús en el vientre de María su madre. Y en el día cuando Cristo regrese, el Espíritu completará su tarea de dar vida, resucitando o transformando nuestros cuerpos mortales: “y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes” (Romanos 8:11). ¡Amén!
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario