Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad…” (2 Corintios 8:1–6). El sacrificio de Cristo no empezó en la cruz. Ni siquiera con su nacimiento. Empezó en el Cielo, cuando se despojó de su gloria para venir a la tierra. El verdadero creyente es aquel que pone en acción sus mejores sentimientos. Es una verdadera tragedia cuando nuestros impulsos no pasan a la acción y cuando nuestros deseos no pasan de ser eso “buenos deseos”. Aunque ofrendar es algo loable, no todos están listos para hacerlo. “No todos los hombres consideran que es una bendición dar, ni lo relacionan con la gracia de Dios”. Las tres iglesias que Pablo fundó en Macedonia eran las que estaban en Filipos, Tesalónica y Berea. De estas congregaciones, la de Filipos repetidamente envió ayuda financiera a Pablo mientras él estaba en Tesalónica y más tarde cuando estaba bajo arresto en Roma, solo ellos fueron generosos con el apóstol Pablo. (Filipenses 4:16–18). Las iglesias y los creyentes simplemente deben limitarse a hacer el trabajo que Dios requiere. Pablo dice que Dios es el agente por medio del cual se concede la gracia, así evita provocar una competencia innecesaria entre las iglesias. Los macedonios sabían que durante sus sufrimientos el Señor nunca les falló; esto hizo posible que su gozo fuera ilimitado, a pesar de su pobreza, eran personas generosas. Cuando Pablo habla de “la riqueza de su generosidad”, es como cuando habla de “las riquezas de la gracia de Dios” (Efesios 1:7) “las riquezas de su benignidad” (Romanos 2:4) “las riquezas de su gloria” (Romanos 9:23) o “la riqueza de un entendimiento pleno” (Colosenses 2:2). Pablo ve las riquezas en relación con Jesucristo y la obra de redención y esto fue lo que observó en las iglesias de Macedonia. Por lo que testifico que dieron según sus posibilidades y más allá de sus posibilidades. Sin ningún tipo de presión por parte de Pablo o sus colaboradores, los macedonios estuvieron listos para dar. En forma espontánea expresaron su deseo de dar. Por su Palabra y su Espíritu, Dios abrió sus corazones para que reaccionaran de forma generosa. Si los macedonios hubiesen donado una determinada suma, Pablo habría estado agradecido. Pero fueron más allá de todas las expectativas. El entusiasmo que desplegaron al dar estuvo dirigido al Señor. Jesús fue el receptor de su gratitud por los dones espirituales que habían recibido de él. Sabemos que Dios nos revela su voluntad a través de las Escrituras y la predicación del evangelio. Él está en control mientras dirige y guía a su pueblo para que viva una vida llena de gratitud. Debemos hacer de Jesucristo el centro de nuestras vidas de tal manera que sea él quién reciba el honor, la alabanza y la gloria por las obras que realizamos. Pablo dice, “vosotros conocéis”, lo que significa que ellos habían experimentado personalmente y habían llegado a conocer la gracia de Cristo. Ellos estaban en condiciones de hablar y de testificar de sus experiencias. Pertenecían a Cristo Jesús y habían recibido de él incontables bendiciones. El Señor Jesucristo nos concede libremente su gracia, y él espera que nosotros reflejemos su gracia. Pablo da una explicación de la gracia que el Señor Jesucristo nos concede. Pablo enseña junto a otros escritores del Nuevo Testamento de la preexistencia de Jesús. Las riquezas de Jesús no tienen que ver con su existencia terrenal sino con su estado preexistente. Pablo escribe a los corintios y le dice: Por ustedes Jesucristo se hizo pobre. Pero ¿cuál es el sentido de la expresión se hizo pobre? ¿Se identificó con aquellos que son económicamente débiles? Jesús se identificó con los débiles cuando dijo: “Los zorros tienen sus cuevas y los pájaros de los aires sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene un lugar donde recostar su cabeza” (Mateo. 8:20). Pero durante su ministerio terrenal Jesús no despreció a los ricos. Comió en sus casas, le dio consejo al joven rico, y estuvo “con los ricos en su muerte” (Isaías 53:9). ¿Se relacionó únicamente con los pobres en espíritu, los mansos que son llamados bienaventurados? No, porque sus discípulos Juan y Santiago, a quienes él llamó “hijos del trueno”, estaban lejos de ser mansos y humildes (Lucas 9:54; Mateo 20:21). Enviar a su Hijo para que naciera, sufriera y muriera por los pecadores es el regalo indescriptible de Dios. Abandonando su gloria, Nace para que el hombre no muera más, Nace para levantar a los hijos de la tierra, Nace para darles un segundo nacimiento. ¡Amén!
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