Cada uno de nosotros debe reconocer con absoluta claridad que es un pecador. Si no atacamos el pecado en sus raíces, en vez de ser más felices en el año 2012, seremos más infelices y estaremos más alejados de Dios. El que se siente pecador y se arrepiente, es el que experimenta el verdadero gozo y la paz que fluye por medio del Espíritu Santo. “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:13-14). Lo único que lleva a un hombre a Cristo y lo hace confiar plenamente en él, es una verdadera convicción de pecado. Simeón dijo a María mientra tenía a Jesús en sus brazos: “…He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones” (Lucas 2:34-35). Muchos piensan solo en términos de hechos específicos y concretos, es por eso que ellos no se consideran pecadores. Pero cuando el hombre se encuentra con Jesús, todos los pensamientos de su corazón quedan expuestos [revelados] ante Su gloriosa majestad. Quienes no han cometido un homicidio o un robo piensan que no son pecadores. Por ese motivo, el joven rico nunca tuvo una verdadera convicción de pecado y por eso mismo nunca vio con claridad la necesidad que tenía del Señor Jesucristo. Si usted no se considera ser un pecador tampoco sentirá la necesidad de acercarse al Señor Jesucristo. Los fariseos, los saduceos y los doctores de la ley no se consideraban pecadores, así que un indocto de la ley y que además había nacido ciego, tuvo que reprenderlos: “Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea. Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye” (Juan 9:29-31). Si quiere tener un año de bendición y prosperidad como todos queremos, comienza por humillarte y deja de justificar tu indiferencia, apatía, pereza y dejadez espiritual. No te compare con los demás, enfréntate cara a cara con las Escrituras y obedece a Dios. Si quiere ser feliz en el 2012 ama a tu prójimo como a ti mismos. Saca el odio, y el rencor de tu corazón y deja que Dios cure tus heridas psicológicas, emocionales y espirituales. ¡Perdona y será perdonado! Debemos vivir para Dios, en plenitud de comunión con él y ser fieles en todo. Hemos nacidos para conocer, adorar y servir a Dios. En el 2012 procuremos tener una relación profunda con él. Miremos al Mesías, caminemos en fe y amemos a Dios de todo corazón. ¡Amén!
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