diciembre 11, 2011

Nuestras relaciones

“No os dejéis engañar; las malas compañías [las malas conversaciones] corrompen las buenas costumbres”. (1 Corintios 15:33). Nuestras relaciones entre sí constituyen un asunto mucho más importante de lo que normalmente se cree. Un desliz en nuestra conducta ética es equivalente a una negación de la resurrección del cuerpo y de la responsabilidad que tenemos de rendir cuentas ante el tribunal de Cristo por todos los que hayamos hecho, mientras estábamos en el cuerpo. Pablo cita a Menandro, un escritor ateniense del tercer siglo a.C., para mostrar que nuestras vidas son influidas por lo que creemos y por las personas con quienes nos asociamos. “Poniendo a prueba qué es lo que agrada al Señor, no participando en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendiéndolas, porque vergonzoso es aun hablar las cosas que hacen en secreto” (Efesios 5:10-12). Pablo nos instruye a reprender y a denunciar las obras de las tinieblas, nuestro silencio puede interpretarse como una aprobación de estas obras. Dios está buscando personas que defiendan lo bueno. Dondequiera que usted esté, hable con amabilidad de lo que es bueno y verdadero. Aun cuando nos reunamos para compartir en una fecha especial o como amigos debemos ser vigilantes con el fin de no profanar el templo del Espíritu Santo.  “Es triste y humillante, oír la clase de conversaciones que tienen a menudo aquellos cuyos principios deberían manifestarse de manera  muy diferentes” [C. H. Mackintosh]. “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buena reputación; si hay alguna virtud, si hay algo digno de alabanza, en eso pensad” (Filipenses 4:8). Estas son las cosas que deben llenar nuestros pensamientos. En la medida en que usted y yo las tomemos en cuenta, ellas definirán nuestras actitudes, nuestras palabras y acciones. Estas son las cosas en la que debemos pensad, en todo lo que  es: verdadero, honesto, digno, honorable, correcto, justo, puro, santo, amable, bello, de buen nombre y digno de ser oído. El vocablo griego “arete” [virtud], dentro de la ética clásica, es el que mejor define lo excelente, y lo que es digno de alabanza y recomendación. Una persona que cree en lo que profesa, no debe desestimar estas preciosas e importantes verdades, si estas verdades han tenido un efecto en sus corazones, no dejen que Satanás les use para calumniar ni para conversar sobre cosas que no convienen. Mackintosh dice: “Un corazón que se halla bajo la bendita influencia de estas maravillosas verdades, ¿hallaría, acaso, el menor gozo, el más mínimo aliciente en participar en esas conversaciones vanas, frívolas y vacías, en pláticas que tratan de personas o de circunstancias con las cuales el creyente no tiene nada que ver: cine, fútbol, eventos deportivos típicos de su país, maniobras políticas, boxeo, y de todas las demás futilidades en boga? ¿Son éstas las ocupaciones de un corazón lleno de Cristo? Sin embargo, hay que reconocer que éste es el caso de muchos cristianos profesantes, cristianos de labios”. “Porque el ejercicio corporal para poco aprovecha, pero la piedad es provechosa para todo, teniendo promesa para esta vida y para la que viene” (1 Timoteo 4:8). Los cristianos invierten tiempo y dinero en las cirugías domésticas, dietas rigurosas, y gimnasios, etc. Pero el entrenamiento físico aunque es bueno, y hasta esencial; tiene una utilidad muy limitada. Con ejercicios solamente se desarrolla una parte de la persona; y produce unos resultados pasajeros, porque nuestro cuerpo es pasajero como una tienda que se va desgastando con el tiempo. El entrenamiento en la piedad desarrolla la personalidad total en cuerpo, mente y espíritu, y sus resultados son permanente tanto en el tiempo como en la eternidad. El cristiano no es un atleta de gimnasio, sino un atleta de Dios. ¡Amén!
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