“Y YHVH dijo: Lo perdono
conforme a tu palabra. No obstante, tan cierto como Yo vivo, y la gloria de
YHVH llena toda la tierra, que todos los hombres que vieron mi gloria y mis
señales que hice en Egipto y en el desierto, y aun así me provocaron ya diez
veces y no oyen mi voz, no verán la tierra sobre la cual juré a sus padres.
Todos los que me despreciaron, no la verán” (Número 14:20-23). Los malvados
habían sido destruidos en el diluvio, pero la posibilidad de pecar aún existía
y Noé cometió el error de embriagarse pero a pesar de su error la actitud
burlona de Cam fue una falta de respeto. Las acciones de Cam eran, de algún
modo, una manera de deshonrar a su padre. Y Cam, padre de Canaán, vio la
desnudez de su padre, y lo dijo a sus dos hermanos que estaban afuera (Génesis
9:22). La actitud de los israelitas nos revela que ellos no estaban preparados
para pagar el precio de la libertad. El largo período de esclavitud que vivió
Israel los hizo ser un pueblo con una mentalidad de esclavos. Las murmuraciones
de Israel nos revelan a un pueblo que
sufría de amnesia. La amnesia se define como la pérdida parcial o total de la
memoria. Ellos fueron testigos oculares de hechos y milagros nunca antes visto.
Tenían pruebas indubitables acerca del Dios Todopoderoso. Habían visto cómo
Dios quebrantó el poder del Faraón pero todo eso se le olvidó. Cuando la
tentación a murmurar venga a nuestra vida, es apropiado recordar que en el
pasado Dios nos trató con amor redentor y que en el presente nos trata con
bondad. Pablo dice: Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos,
hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en
medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo (Filipenses 2:14-15).
Los israelitas veían en Moisés
al responsable de todas sus necesidades. Sobre él concentraron sus
murmuraciones, quejas, y reacciones negativas. Sin embargo, aunque sus
murmuraciones iban dirigidas contra Moisés, eran murmuraciones contra Dios. Moisés
no podía alimentar a toda la congregación. Al igual que a ellos, la comida que
él había traído de Egipto ya se le había acabado. De manera que sus agresivas
quejas contra el siervo de Dios eran injustas e innecesarias. Por tanto,
Jehová, que redimió a Abraham, dice así a la casa de Jacob: No será ahora
avergonzado Jacob, ni su rostro se pondrá pálido; porque verá a sus hijos, obra
de mis manos en medio de ellos, que santificarán mi nombre; y santificarán al
Santo de Jacob, y temerán al Dios de Israel. Y los extraviados de espíritu
aprenderán inteligencia, y los murmuradores aprenderán doctrina. Cuando nos
hace falta algo lo más fácil es echarle la culpa a la persona que está más
cerca de nosotros. En aquellos días,
como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos
contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la
distribución diaria (Hechos 6:1).
No hay murmuración que se haga
sin que sea oída por Dios. ¡No nos engañemos, hermanos, Dios no sufre de
sordera como algunos de nosotros! María y Aarón hablaron contra Moisés a causa
de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita
(Números 12:1). Hay que señalar que la murmuración que se hace contra los
siervos de Dios, es murmurar contra Dios. Dios no dudó en decirle esto a Moisés
cuando escuchó el torrente de quejas que salían de toda la multitud. El salmista
dice: "¡Les dio lo que pidieron; mas envió mortandad sobre ellos!"
(Salmos 106:15) La murmuración tiene la misión de oscurecer nuestra visión de
modo que veamos más lo que nos hace falta que las bendiciones que Dios nos
tiene reservadas. Judas dice: Estos son murmuradores, querellosos, que andan
según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas,... (Judas 1:16). Pablo
amonesta a los corintios cuando dice: “Ni murmuréis, como algunos de ellos
murmuraron, y perecieron por el poder del destructor” (1 Corintios 10:10).
En el caso de Israel, es
cierto que pasaron por muchas
dificultades, pero ese no fue el
verdadero motivo de sus quejas. En sus mentes no cabía la posibilidad de que
Dios fuera suficiente para sostenerles con agua, alimento y vestido. Mientras Dios hacía milagros y portentos, Él
era bueno y lo alababan por sus hechos poderosos. Pero al sentir que les fallaba algo convertían la
alabanza en quejas. Con frecuencia somos invadidos por los temores, y nuestros
pensamientos se llenan de malos presentimientos cuando nos faltan las cosas
elementales. Si tan solo confiáramos en sus promesas, no seríamos impulsados
por Satanás a la murmuración. Alguien dijo que “cuando la gente se queja,
murmura por lo que no tiene, en vez de apreciar las bendiciones que recibe
". Abrimos nuestras manos para
recibir aquello que pensamos que necesitamos en lugar de abrir nuestros ojos
para ver lo que ya tenemos. ¡Amén!
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario