“Desde la angustia invoqué a JAH, y me respondió JAH, poniéndome en lugar espacioso” (Salmos 118:1). Esta palabra se considera generalmente como una transliteración de la expresión hebrea הוֹשִׁיעה נָּא [un grito de auxilio], luego pasó a significar un grito de júbilo, y es sin duda un eco de la esperanza mesiánica del pueblo de Israel. El eco de la voz de la Iglesia se debería escuchar, del mismo modo, como eco de esperanza, cada día debemos alabar a aquel que ha sido exaltado sobre todo pueblo, lengua y nación. Su gloria es la más alta de todas las realidades, y su persona está sobre toda dignidad. Debemos responder con alabanza a Su revelación y expresarle una adoración cimentada en la consagración de nuestras vidas. Esto debe ser así porque Dios es quien hace sentar al necesitado en Su mesa, sacándolo del polvo, y sentándolo con los príncipes de Su pueblo para que logre realizarse como persona. Dios transformas la indignidad del menesteroso en dignidad y su desesperanza en esperanza. En Su misericordia se identifica con los débiles y frágiles, con simples vasos de barros que a causa del pecado, se han echado a perder pero que él ha venido, en la persona de Su Hijo para restaurarlos y convertirlos en vasos de honra. Dios se identifica con las parias de la tierra, así como lo oye. El Dios que tiene control sobre todas las cosas celestiales y terrenales, es él que también se compadece de los necesitados. Cuando el Señor nos redime, viene para quedarse; al separarnos del mundo, nos separa para sí y nuestras vidas se convierten en el lugar donde vive. Porque Dios a quienes redime, también los transformas en moradas y santuarios espirituales. Lo que él ha comenzado en tu vida, lo terminará. Todas las barreras humanamente infranqueables “desaparecen” ante él. Las batallas son recias pero la victoria es del Señor. “Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Marcos 11:9). Lucas omite ὡσαννά, en su lugar dice: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14). Esta clase de adoración les molesta a los religiosos, no así a los niños en la fe. “Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: de la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?” (Mateo 21:15-16). Debemos tener la seria intención de aprender de cada experiencia para salir de ella siendo una persona mejor y muchos más dedicado al Señor. Dios nos bendecirá y aumentará Su bendición sobre nuestras casas y sobre nuestras familias, solo adorémosle e invoquemos Su nombre. En Su nombre destruiremos a nuestros enemigos porque no hay nadie como él. ¡Te bendecirá porque no hay nadie como él! ¡Amén!
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