"Andamos
por fe, no por vista." (2 Cor. 5:7)
Las gracias y la consolación presentes
del Espíritu es solo una primicia de la gracia y del consuelo eterno que
recibiremos cuando hayamos concluidos nuestra estadía en la tierra. Dios está
con nosotros, por su Espíritu, y nos ministras por medio de las Escrituras,
pero aún no estamos con Él como esperamos estar. La presencia del Espíritu en
nuestras vidas,
es
una razón más que suficiente para estar confiados respecto al futuro. El verbo
griego θαρρεῖν (tharrein) o θαρσεῖν (tharsein) que significa estar
confiado, con alegría, es una palabra que sólo Jesús pronuncia en los
Evangelios y en los Hechos, y que Pablo emplea en sus cartas. Este verbo se
refiere al temor que se disipa con la seguridad de que es Dios quien tiene el
control de los acontecimientos futuros. Miremos la vida con los ojos de la fe,
no con la lógica humana. La fe en Dios, no es una confianza en los que se ve,
si no en los que nos se ve. Nuestra vida se gobierna y dirige por medio de la fe
en Cristo y en nuestra esperanza eterna; no por las apariencias engañosas ni
por las cosas de este mundo.
En el futuro, habrá un juicio
escrutador que separará a los buenos de los malos, según sus hechos
respectivos, en ese juicio se tomaran en cuenta los motivos de los hechos y no
los meros actos externos; la fe y el amor a Dios son los únicos motivos
reconocidos por Dios como sanos y buenos. Los cristianos falsos se glorían en
sus apariencias externas, y en sus recomendaciones externas, su saber,
elocuencia, sabiduría, riquezas, pero no en lo espiritual ni en el poder vital
de Cristo dentro de su corazón. Su conciencia no atestigua de su sinceridad.
La visión que tenemos de la
gloria de Cristo por la fe es oscura y borrosa. "Ahora vemos por espejo, oscuramente". En un espejo no
vemos a la persona misma sino sólo una imagen imperfecta de ella. Nuestro
conocimiento no es directo sino que es como un reflejo imperfecto de la
realidad. El evangelio, sin el cual no podríamos descubrir nada acerca de
Cristo, está todavía muy lejos de manifestar la grandeza de su gloria. El
evangelio mismo no es obscuro, ni borroso, es claro y directo, y manifiesta
abiertamente al Cristo crucificado, exaltado y glorificado. Pero es obscuro
para nosotros porque no lo entendemos perfectamente. La fe es el instrumento
por el cual entendemos el evangelio pero nuestra fe es débil e imperfecta. No
hay ninguna parte de su gloria que podamos entender plenamente. Pero a veces le
vemos a través de las "ventanas". Estas "ventanas" son las
oportunidades que tenemos de escuchar y recibir las promesas del evangelio.
Cuando estemos en el cielo
veremos la gloria de Cristo. El mismo, en toda su gloria estará continua y
permanentemente con nosotros. Le veremos cara a cara, tal como El es. Le
veremos con nuestros ojos físicos porque Job dice: "y después de desecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios;
al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán y no otro...". Nuestros
sentidos corporales serán restaurados y glorificados para que podamos
contemplar a Cristo y su gloria. Esta gloria será mil veces mayor que cualquier
cosa que podemos imaginar. Nadie en esta vida tiene la capacidad, ni espiritual
ni corporal para ver la gloria de Cristo tal y como es. Cuando algunos reflejos
de esta gloria divina fueron vistos en el monte de la transfiguración, los
discípulos se confundieron y atemorizaron. El apóstol Juan, una persona muy
amada por el Señor, cayó a sus pies como muerto, cuando Cristo se le apareció en su gloria en la isla de
Patmos.
Pablo y todos aquellos que le
acompañaban cayeron a tierra cuando vieron el resplandor de la gloria de Cristo sobre ellos. ¡Es
un insulta y una necedad cuando la gente trata de hacer cuadros o imágenes del
Señor! La única manera en que podemos conocerle ahora es por medio de la fe. Cuando
Cristo estaba en la tierra, su verdadera gloria estaba oculta por su humanidad.
Debido al pecado, la mente del hombre está llena de maldad y obscuridad y es
incapaz de ver las cosas espirituales correctamente. Nuestras mentes todavía
están limitadas por nuestros cuerpos por muchas debilidades e imperfecciones
que permanecen en nosotros. Ahora como hombre tenemos un poder natural para
entender y juzgar las cosas de esta vida terrenal. Pero esta capacidad natural
no nos puede ayudar a ver y entender las cosas espirituales. Esto es lo que el
apóstol Pablo nos enseña cuando dice: "...
Porque el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,
porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente."
La gracia renueva nuestra
naturaleza; la gloria la perfecciona. La
gracia nos da una visión parcial de las cosas espirituales, pero la luz de la
gloria de Cristo nos dará una visión perfecta. Esta es la diferencia entre la
visión que tenemos ahora y la visión que tendremos en la gloria. Cristo les
dijo a sus discípulos: "Muchos
profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron". No podemos imaginarnos cómo será, pero sabemos
que Cristo oraba al Padre para que estuviéramos con El y viéramos la grandeza y
la belleza de su gloria. Mientras estemos
en este mundo "gemimos dentro de
nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo".
"¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" Nuestros
pensamientos sobre Cristo son tan confusos e imperfectos que nos conducen a un
anhelo profundo de conocerle mejor. El
creyente No puede estar en paz ni satisfecho lejos de Cristo. En el cielo
podremos mirar sin cesar su gloria. Esta visión constante traerá un refrigerio
eterno y un gozo permanente a nuestras almas. Aunque no podemos entender ahora
como será esta visión final de Dios, sabemos que los puros de corazón verán a
Dios. Aún en la eternidad, Cristo será el único medio de comunicación entre
Dios y su Iglesia. ¡Amén!
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