La médula de
la sabiduría
(Jeremías
9:23-24)
“Así dijo
Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el
valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se
hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago
misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice
Jehová”. El éxito, bajo los parámetros de Dios, abarca la obediencia y la
fidelidad. A pesar de la oposición y del costo personal debemos proclamar con
valor y fidelidad la Palabra de Dios y ser obediente a su llamado. Jeremías
sintió emociones encontradas con respecto a su pueblo. Mentira, fraude, traición,
adulterio e idolatría eran pecados frecuentes. Se enojó por el pecado de ellos,
pero también sentía compasión. Jesús tuvo sentimientos similares cuando estuvo
frente a Jerusalén, la ciudad amada que finalmente lo rechazaría, de la misma
manera que habían rechazado a Jeremías.
Los seres
humanos se esfuerzan por obtener sabiduría, valentía y riquezas. Pero lo que
realmente complace a Dios es la misericordia, el juicio y la justicia. Es una
bendición deleitarse en los que Dios se deleita. Confiar en Dios y temerlo es el
centro y la médula de la sabiduría. En la actualidad los hombres hacen uso de
su sagacidad política y de su sabiduría terrenal para obtener poder y
posesiones materiales pero sus actos son inmorales y contrarios a las
Escrituras. El destino de estos hombres está sellado por sus propios hechos y acciones.
La única razón válida para gloriarse, es conocer a Dios y adorarle. Dios establece
como prioridad “conocerlo” de forma personal y vivir de tal manera que se
refleje su justicia y rectitud en nuestras vidas. En tiempos difíciles, quienes
confían en el hombre se empobrecerán y serán débiles espiritualmente, no tendrán
a quien recurrir. Sin embargo, quienes confían en el Señor tendrán abundante
fortaleza y provisión, no solo para sus necesidades, sino también para suplir las
necesidades de los demás.
La sabiduría
divina es una guía moral y espiritual confiable. La verdadera sabiduría (no la
sagacidad) nos da vida y nos trae las mejores bendiciones. Dios "prueba la
mente y el corazón". No hay nada oculto para Dios. Esto puede aterrarnos o
consolarnos. Nuestros sentimientos son un libro abierto para Él. Debido a que
conoce hasta nuestras motivaciones, no tenemos dónde escondernos, ni manera de
escapar de las consecuencias del pecado. Pero ese mismo conocimiento también
nos da un gran consuelo. No tenemos que impresionar a Dios ni disimular la
verdad. Podemos confiar en que Él nos ayudará a fortalecer nuestras debilidades
particulares para poder servirle como Él lo ha planeado. Si verdaderamente
buscamos seguirlo, nuestros esfuerzos serán recompensados.
“Engañoso es
el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová,
que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su
camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:9-10). El corazón es el ser
interior, que piensa, siente y actúa; la esencia del ser humano, pero es
engañoso y perverso. Para los hebreos el corazón [alma para los griegos] era el
órgano de la razón, la inteligencia y la voluntad. Jeremías explica que es tan
profunda nuestra tendencia al pecado que solo Dios puede redimirnos y liberarnos.
“Pero este es
el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová:
Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por
Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 33:33). El materialismo había
ahogado el espíritu de la ley. El ritualismo había suplantado el contenido
ético-espiritual del pacto sinaítico, y era preciso iniciar una nueva etapa
para regular las relaciones entre Dios y su pueblo.Dios siempre ha querido que
nosotros interioricemos sus palabras pero esto solo puede suceder mediante la
obra de Dios mismo.
“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). El código moral de los fariseos
consistía en una serie incontable de disposiciones y regulaciones. Sin embargo,
si amamos a Dios y a nuestro prójimo estamos guardando los mandamientos de la
ley. Podemos amar a Dios con nuestra mente, en vez de usar nuestra mente para
cosa vana. Cuando nos reusamos a servir a Dios con nuestras mentes, es
peligroso.
“Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a
Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no
convienen” (Romanos 1:28). A pesar de que la gente sabe que Dios existe, anulan
esta verdad con sus perversiones y rechazan así toda relación con Él. Prediquemos
con mucho tacto y señalésmosles su error y mostrémosles la posibilidad de un nuevo
comienzo. A pesar de que las personas pueden creer en Dios, no quieren
compromisos con Él. Los misioneros
intentan persuadirlos mediante palabras afectuosas y de las obras que realizan.
Tratamos de convencer
a la gente que rechaza a Dios de las peligrosas consecuencias de ese rechazo.
Aunque la naturaleza revela la existencia de Dios, a la gente hay que hablarle
de Cristo y de cómo, a través de Él, pueden tener una relación personal con
Dios. No es suficiente saber que Dios existe. La gente debe aprender que Dios
es amor. Debe entender lo que hizo para demostrarnos su amor. Debe mostrárseles
cómo aceptar el perdón de pecados que ofrece Dios. Ahora si las personas se
niegan a honrar a Dios, entonces caerá sobre ellas una ceguera judicial. Su
entendimiento es segado para que no le resplandezca la luz de la verdad… por
cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les
envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean
condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en
la injusticia (2 Tesalonicenses 2:10-12). Quienes rechacen la verdad, sufrirán
las consecuencias de su pecado. Cuando las personas se comprometen con el mal y
rechazan de forma consciente y voluntaria las Escrituras, lo que viene es el
juicio de Dios. ¡Amén!
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