(Proverbios
29:25)
“El temor del
hombre pondrá lazo; más el que confía en Jehová será exaltado”. El temor paraliza
al hombre y le envuelve en muchas dificultades. Esta clase de temor es, estrictamente
hablando, una consecuencia natural del pecado. “Más Jehová Dios llamó al
hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y
tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Génesis 3:9-10). Quienes se descarrían
deben considerar, repensar y analizar esta pregunta seriamente antes de responder.
Cuando el hombre se aparta de Dios se haya lejos de todo bien, en medio de sus
enemigos, esclavizados a Satanás, y camino a la ruina. El pecador trata de justificarse cuando Dios
los llama a rendir cuentas de sus actos. Pero lo que una persona es o hace
afecta a toda la sociedad en mayor o menor grado. Adán y Eva se escondieron
cuando escucharon la voz de Dios. Ellos tenían miedo; el pecado había roto su
comunión con Dios. “Huye el impío sin que nadie lo persiga; más el justo está
confiado como un león” (Proverbios 28:1). El temor esclaviza al impío y por su
mala conciencia cae en sus propias trampas. El pecado produce turbación de
espíritu, opresión mental y emocional. Este problema afecta la vida espiritual
del hombre. Pero podemos evitar la separación de Dios causada por el pecado:
confiando en la palabra de Dios, confesando nuestros pecados y aceptando a
Cristo como nuestro Salvador y Señor.
“Porque si
pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la
verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda
expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los
adversarios” (Hebreos 10:26-27). Si usted abandona deliberadamente a Cristo, no
hay otro sacrificio por el pecado. Si alguien rechaza el sacrificio de Cristo
luego de haber entendido con claridad la enseñanza del evangelio, no tiene
esperanza alguna de salvación porque no existe otro nombre bajo el cielo por el
cual podamos ser salvos. Sin embargo, sería un error pensar que esto se refiere
a los pecados ocasionales que cometemos, algo tan evidente en nuestras vidas. El contexto y
el paralelo con pasajes previos indican que el autor tiene en mente el pecado
específico de la apostasía o el continuo rechazo de la persona de Cristo. Los
que profesan ser cristianos durante un tiempo, identificándose con una iglesia local,
y luego se apartan deliberadamente de Cristo; Dios no tiene otro camino de
salvación para ofrecerle. El lenguaje
está evidentemente pensado para denotar un castigo terriblemente severo para
esa persona.
Hay personas
que han recibido el conocimiento de la verdad y luego le dan la espalda al
Señor Jesucristo para esa persona ya no queda más sacrificio por el pecado. No
hay un camino alternativo para el perdón fuera de Cristo. Rechazar ese sacrificio,
hecho una sola vez y para siempre, es abandonar toda esperanza de salvación.
Todo lo que queda para esas personas es una horrenda expectación de juicio. Su
destino será el mismo que el de aquellos que se oponen activamente al
evangelio. Bajo el primer pacto, la persona que desechaba la ley de Moisés y se
rebelaba deliberadamente había de morir sin compasión por el testimonio de dos
o tres testigos. Sin embargo, cuando tú confía en Jehová, las cosas son muy
distintas. Porque “no andamos en el temor del Señor para ser el oprobio de la
naciones”.
“Hoy comenzaré a poner tu temor y tu espanto
sobre los pueblos debajo de todo el cielo, los cuales oirán tu fama, y
temblarán y se angustiarán delante de ti” (Deuteronomio 2:25). Para los
estándares del mundo, el ejército de Israel no intimidaba a nadie, pero Israel
tenía a Dios de su lado. Moisés no tendría que preocuparse más por sus enemigos
porque sus enemigos estaban preocupados por él. A menudo, Dios va delante de
nosotros en nuestras batallas diarias, allanando el camino y destruyendo
barreras. Necesitamos seguir a Dios de todo corazón y confiar en él. “Cuando
salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un
pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios está
contigo, el cual te sacó de tierra de Egipto”
(Deuteronomio 20:1).
Así como los
israelitas, a veces nos enfrentamos a oposiciones terribles y abrumadoras. Dios reforzó la confianza de los
israelitas recordándoles que Él siempre estaría con ellos y que ya los había
salvado del peligro. Hermanos Dios está con nosotros podemos sentirnos seguros y
confiados porque Dios puede vencer a nuestros enemigos y quitar los obstáculos
más difíciles. Si ere fiel no tiene por qué temer ni turbarte, el Señor es tu
guardador, él cuidará de ti. Dios te guiará con seguridad de modo que no tendrá
temor. “No tendrá temor de malas noticias; porque tu corazón está firme,
confiado en Jehová”. Junto con las promesas y bendiciones del pacto viene el mandato: ¡Esforzaos y sed
valientes!, y la promesa: “No tengáis temor ni os aterroricéis de ellos [los
enemigos], porque Jehovah tu Dios va contigo. Él no te abandonará ni te
desamparará”. “Los ojos de Jehovah recorren toda la tierra para fortalecer a
los que tienen un corazón íntegro para con él”. ¡Vive conforme a lo que Dios
espera de ti! ¡Amén!
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