“…Esto es lo que Jehová ha mandado: Tomad de entre vosotros ofrenda para Jehová…” (Éxodo 35:4-5). Todos los materiales con los cuales fue edificado el tabernáculo procedían de ofrendas voluntarias del pueblo de Dios, tomadas de entre las pertenencias de ellos. Para construir y adornar la morada del Dios de Israel no era admisible el oro de ningún extranjero o extraño. El mundo mantiene a la iglesia profesante, y muchos avaros, corruptos y mundanos ricos son sus columnas; quienes la sostienen financieramente. Dinero mal adquirido, pretendidamente dedicado al Señor, se usa para edificar ostentosos templos en los que se exhibe el orgullo y la vanidad de los hombres. Pero estas ofrendas no son agradables delante de Dios; tienen el mismo sabor que tenía la ofrenda de Caín, y Dios no les da ningún valor. Dios es generoso, y quienes disfrutan de las riquezas de Su gracia deben ser generosos. “Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1Cronicas 29:14). El conocimiento de la bondad de Dios debe estar presente en nuestros corazones. Habiendo probado la dulzura de la redención y sus resultados, debemos expresar nuestra gratitud a Dios dándole lo mejor. En Israel todos podían ofrendar, pero ninguno estaba obligado a hacerlo. Cada uno debía hacerlo según sus medios; los príncipes trajeron piedras preciosas y especias aromáticas; las mujeres dieron sus prendas y sus joyas, y otros no solamente contribuyeron materialmente sino que, además, expresaron su amor por medio de sus trabajos personales; hombres esforzados cortaron árboles de acacia, y las mujeres sabias de corazón cooperaron con sus habilidades para hilar. Días tras días llegaban las ofrendas voluntarias, había tanta abundancia que Moisés tuvo que ordenarle que se detuvieran. “Pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba” (Éxodo 36:7). Esto nos hace recordar también los primeros días de la iglesia cristiana, cuando Mamón (una ambición egocéntrica que domina el corazón del hombre) había perdido su dominio (Hechos 2:45-47). Todo lo que tenemos y damos, es de Dios. Pero resulta ser una tentación para nosotros cuando tenemos riquezas materiales, cuando esto sucede solemos apartamos de los demás, cada uno cuida de lo suyo, disfrutando de su pequeño mundo. Dios ama a todas las personas porque El las creó; sin embargo, sus recompensas son solo para los que le son fieles. El primer mensaje de Dios por medio de Malaquías fue: “Yo os he amado”. La adoración a Dios había perdido su vitalidad y se había vuelto más un negocio para los sacerdotes que una adoración sincera. Los sacerdotes estaban ofreciendo animales ciegos, cojos y algunos ya muertos. Dios acusó a Israel de deshonrarlo al ofrecer sacrificios imperfectos. Hermanos nuestras vidas deben ser ofrecidas en sacrificios vivos y voluntarios a Dios. Si damos a Dios solo el tiempo, el dinero y la energía que nos sobran, repetiremos el mismo pecado de estos adoradores que no querían entregar nada valioso a Dios. Lo que entregamos refleja nuestra verdadera actitud hacia El. ¡Amén!
No hay comentarios:
Publicar un comentario