“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor
Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para
que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder
en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en
vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis
plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la
longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que
excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”
La costumbre de los judíos era orar puestos en pie. La expresión doblo
mis rodillas enfatiza más la actitud solemne y urgente con que Pablo ora que la
posición física en que se halla. Con actitud humilde y voz urgente se dirige
hacia el Padre e intercede por la iglesia. Toda oración debe ser dirigida al
Padre celestial. Así nos enseñó a orar Jesús y así lo hizo Pablo. No hay
necesidad de intermediarios y el que ora va directamente a Dios, a quien
describe como de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra. El
Padre da su nombre a los que le pertenecen, tanto aquellos en el cielo como en
la tierra. Estos son identificados como familia, que en este texto significa de
la misma paternidad. El Apóstol emplea un juego de palabras para enfatizar la
íntima relación que existe entre Dios y los que son sus hijos por adopción en
Cristo y el absoluto derecho que tienen estos de acercarse a él. Esta es la
tercera vez que Pablo menciona las riquezas de Dios. En Efesios 1:7 habla de
las riquezas de su gracia; en Efesios 1:18 menciona las riquezas de la gloria
de su herencia. En esta ocasión menciona las riquezas de su gloria. Bratcher y
Nida indican que la frase significa “recursos espirituales o bendiciones del cielo”.
Estos recursos son inagotables, lo que nos da confianza al dirigirnos a Dios. En
la oración Pablo hace tres peticiones en forma progresiva, cada una dependiendo
de la que le antecede.
Los comentarios difieren en cuanto a si hay tres o cuatro peticiones.
La primera petición (v. 16) es poder espiritual. El poder de la iglesia
es el Espíritu de Dios quien está presente en cada creyente y actúa y opera por
medio de ellos que son la iglesia. La presencia del Espíritu Santo en la
iglesia la vigoriza, activa su poder y renueva continuamente sus fuerzas. Dios
fortalece a la iglesia con su poder; un de caudal de poder inagotable por medio
de su Espíritu en el hombre interior. No es una presencia ni potencia superficial.
Es el vivo Espíritu de Cristo “interiorizado” dentro del creyente y por ende,
de la iglesia.
La segunda petición de Pablo por la iglesia tiene que ver con la
presencia amorosa de Cristo en el creyente y las múltiples dimensiones de este
amor. Tiene dos aspectos: Que Cristo habite en sus corazones por la fe y que
los creyentes firmemente establecidos en amor puedan ser capaces de comprender
todas las dimensiones de este amor de Cristo y puedan conocer el amor de
Cristo. La cláusula para que Cristo habite en vuestros corazones por medio de
la fe (v. 17) quiere decir que Cristo haga su morada permanente en los
corazones de los creyentes, que él tome posesión de los corazones de los que
tienen fe en él. Si el corazón del hombre es el asiento de sus sentimientos y
pasiones, el corazón del creyente debe de ser el asiento o trono permanente de
Cristo. El poder del Espíritu y la presencia de Cristo en el creyente lo
habilitan para amar; lo capacitan para profundizar en todas las implicaciones
de este amor y para tener un conocimiento íntimo del amor de Cristo. El amor de
Cristo está más allá de las capacidades humanas para ser medido. Es tan inmenso
que la capacidad mental del hombre no puede comprenderlo en su totalidad. No
hay facultad humana, ni mental ni intuitiva, que pueda comprenderlo. Pablo
desea que nosotros experimentemos la presencia de Cristo, aprendamos a amar y
dejemos que Cristo ame a través y por medio de nosotros. La vida del creyente
no se vive sin el contacto con otros creyentes que mutuamente se abastecen en
el mismo caudal de bendiciones espirituales. La experiencia cristiana se
comparte con los demás que se benefician mutuamente. Como es imposible ser
cristiano sin pertenecer al cuerpo de Cristo, es imposible vivir una vida
cristiana sin tener contacto íntimo con y ser parte integral de una iglesia
local formada de creyentes obedientes a Cristo.
La tercera parte de la intercesión de Pablo para la iglesia es para que
seáis llenos de toda la plenitud de Dios (v. 19b). Con el poder espiritual que
proviene de la presencia del Espíritu en el hombre interior y el amor que
resulta de la habitación de Cristo en el corazón del creyente, la llenura de la
plenitud de Dios es el resultado que tiene que seguir. No podrá ser de otro
modo, porque tener a Cristo es tener al Espíritu Santo, y tener a éstos es tener
a Dios. ¡Amén!
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