“Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián,
llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Y
se le apareció el Angel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza;
y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía”. Necesitamos
entender, a la luz de la experiencia de Moisés, cómo deben ser los líderes que
Dios utiliza. Moisés e Israel se habían preocupado por lo material. Ahora era
tiempo de incluir lo espiritual. La experiencia de Moisés fue sensorial, el
conocimiento que él obtuvo de Dios en ese momento fue por medio de los
sentidos. Esta misma clase de experiencia la obtuvo Josué: “Estando Josué cerca
de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía
una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de
los nuestros, o de nuestros enemigos? El respondió: No; más como Príncipe del
ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro
en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?” (Josué
5:13-14).
Hubo muchas personas que como ellos recibieron revelaciones por medio de
los sentidos por ejemplos: Abraham, Gedeón, Nabucodonosor, Zacarías el padre de
Juan el Bautista y Maria la madre del Señor, etc. Moisés cubrió su cara, porque
tuvo miedo de mirar a Dios. Hay tres elementos centrales en la conversación
entre Dios y Moisés. El primero es la decisión firme de Dios de librar a su
pueblo oprimido. El segundo es la elección de Moisés para ser el instrumento
humano para librar al pueblo. El tercero es la reticencia de Moisés a asumir
una responsabilidad tan grande y difícil. También habían tres obstáculos más:
(1) Moisés tendría que ser convencido de que fuera él el libertador del pueblo,
(2) Israel tendría que ser convencido de que Moisés fuera el instrumento para
librarlos, y (3) el faraón tendría que ser convencido para que dejara ir al
pueblo.
La percepción obedece a los estímulos cerebrales logrados a través de
los 5 sentidos, los cuales nos permiten conocer la realidad física. Es
la capacidad de recibir por medio de los sentidos, las imágenes, impresiones y
sensaciones que nos ayudan a conocer las cosas. También se puede definir como
un proceso mediante el cual una persona selecciona, organiza, interpreta y le
da significado a los estímulos que recibe. Toda percepción incluye la búsqueda
para obtener y procesar la información recibida. En el espíritu
el hombre está consciente de Dios. El Señor mora en el espíritu de los creyentes.
Los sentidos, en cambio, son parte del cuerpo y deben estar bajo el control del
espíritu, si en realidad queremos ver a Dios por medio de los sentidos. A Dios se
le conoce por medio del espíritu, es decir, por medio del “hombre interior”, y
no por medio del hombre exterior. Sin embargo, en la Biblia abundan los ejemplos
de personas que tuvieron experiencias espirituales por medio de los sentidos
como hemos visto anteriormente.
Los creyentes deben crecer y avanzar del conocimiento perceptivo al
conocimiento de la intuición espiritual e intelectual directa y objetiva de la
realidad. Dios nos revela la realidad de Su existencia por medio de la
intuición del espíritu. La conciencia está íntimamente ligada a la intuición, y
la juzga. La conciencia condena la conducta contraria a la revelación recibida y
los actos inmorales de la persona. Dios nos ha llamado a establecer relaciones
conscientes con él. Para llegar a este nivel de conocimiento y comunión, la
conciencia debe estar limpia. “acerquémonos con corazón sincero, en plena
certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los
cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:22).
El siguiente nivel de experiencia espiritual es la unión del creyente con
Dios en cuanto es posible en esta vida. “Yo pues, preso en el Señor, os ruego
que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda
humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en
amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un
cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de
vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el
cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios 4:1-6).
Esta unidad no es externa ni mecánica, sino interna y orgánica. No es
impuesta por una autoridad exterior sino, por la obra y el poder de Cristo que
mora en los creyentes. Quiera Dios que nuestro comportamiento esté a la altura
de las responsabilidades que nuestra nueva relación con Dios exige. La unidad
espiritual indicada aquí es un requisito indispensable para la salud y
felicidad de la iglesia, para promover la causa del Evangelio, y para ganar la
victoria sobre Satanás y sus aliados. Dios nos manda a elevarnos al nivel de la
percepción experimental de Su presencia y de Su ser. Nuestra unión con Dios no es meramente
psicológica, sino ontológica, y espiritual. ¡Amén!
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