“Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda
contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de
Dios”. Como ministro del evangelio de Cristo, Pablo debía esforzarse para
mantener una conducta intachable, para que nadie desacreditara su ministerio y forma
de vivir. Por esa razón hizo una lista de las dificultades que había tenido que
soportar por causa de la predicación y enseñanza del evangelio de Cristo. Había
demostrado ser un verdadero siervo de Dios, por cuanto, en su persona, tuvo que
experimentar malos tratos físicos, mentales y verbales. Sin embargo, siempre
sentía la presencia del Espíritu Santo y el poder de Dios en su vida.
Todos los que creen en Jesús deben crecer en la gracia y en el amor.
Dios nos ha predestinados a la gloria, pero mientras estemos en la tierra debemos desarrollarnos hasta alcanzar el estado de bienaventuranzas al que hemos sido
llamado por Dios.
Todos estamos llamados a los grados más altos de santidad y perfección.
Todos estamos llamados a la perfección cristiana y a todos se nos ha dado la
gracia y los dones para que podamos alcanzar nuestro destino. Pero hay muchos que
están resistiendo la gracia voluntariamente. Si continuamos endureciendo nuestros
corazones como lo hizo Israel en el desierto pereceremos como ellos perecieron.
“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12). Nuestra fidelidad a Dios debe ser incondicional. Pertenecer a la familia
de Dios significa buscar la pureza moral y esforzarse por alcanzar una santidad
perfecta. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Lo que Jesús nos pide en este texto, está en
armonía con lo que enseña la ley. Esto estaba en armonía con la ley: “Habla a
toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo
soy yo Jehová vuestro Dios” (Levíticos 19:2). “Perfecto serás delante de Jehová
tu Dios” (Deuteronomio 18:13). ¿Significa esto que Jesús era un perfeccionista
en el sentido que enseñaba a los hombres que debían alcanzar la impecabilidad
antes de la muerte? De ningún modo. Entonces, ¿por qué tratar de llegar a ser
perfecto?, la respuesta es: porque es lo que Dios nos manda y ordena en las
Escrituras. Además, el seguidor de Jesús no puede hacer otra cosa.
Pablo, anhelaba la perfección: “Pero cuantas cosas eran para mí
ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun
estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por
basura, para ganar a Cristo, y ser
hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que
es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de
conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera
llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni
que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo
cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo
ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos,
esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. Pero
en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma
cosa” (Filipenses 3:7-16). Pablo había recibido la justicia imputada y había recibido
la justicia impartida, pero la justicia impartida no se completa, es decir, no
se perfecciona en esta vida presente. La lucha por alcanzar la perfección en
este sentido no quedará sin recompensa. La victoria les ha sido garantizada a
los que se esfuerzan por alcanzar la meta. Cuando lleguen a las gloriosas playas
de la eternidad, su ideal se verá realizado y este será el don de Dios para
ellos: la perfección y la vida eterna.
En esta conexión el vocablo “perfecto” significa “acabado, completamente
desarrollado, que nada le falta”. No deberíamos contentarnos con una obediencia
a medias, como lo estaban haciendo los escribas y fariseos, que nunca penetraron
al corazón de la ley. La llamada de Dios es a ser perfecto en el amor. La calidad y el carácter de nuestro amor debe
seguir el patrón del amor del Padre; el amor de Dios es paciente, compasivo, y sincero,
etc.
Reconocemos que en los creyentes más maduros el amor es y será siempre
finito, mientras que el amor del Padre es infinito. Por lo tanto, nuestro amor finito
no puede ser otra cosa que una sombra del amor maravilloso de Dios. Sin
embargo, es posible alcanzar la perfección en Cristo. ¿Cómo lo sabemos? Porque
Dios es nuestro Padre celestial, quien, por esa misma razón, no rehusará darnos
este don. Pablo dice que la labor y la obligación de los ministerios es la de
perfeccionar a los santos. “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros,
profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura
de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:11-13). Es lamentable que nos estemos
dedicando a otras cosas y no estemos concentrados en alcanzar nuestras metas y propósitos.
¡Amén!
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