noviembre 02, 2011

El Rapto de la Iglesia

“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:16-18). Desde su inicio la iglesia ha estado "esperando la venida de nuestro Salvador Jesucristo". Puede haber discrepancias sobre los acontecimientos señalado en el calendario escatológico. Sobre si el arrebatamiento es antes, a la mitad o después de la gran tribulación, antes o después del milenio. Sin embargo, todos estamos de acuerdos en que la solución a los problemas de este mundo está en las manos del Rey de reyes y Señor de señores. En el Nuevo Testamento, un versículo de cada veinticinco versículos hace referencia a la venida del Señor. Se menciona 318 veces en los 260 capítulos que lo conforman. Ocupa también un lugar prominente en el Antiguo Testamento, ya que la mayoría de las profecías relativas a Cristo no se refieren a Su venida como cordero, sino a Su venida como rey. La venida de Cristo es una doctrina práctica y no simplemente una válvula de escape. El regreso de Jesús es una doctrina que sirve de consuelo para los que sufren. Podemos imaginarnos a los mártires de Cristo en prisión, siendo castigados y atormentados, hasta la muerte, pero ellos en medio del sufrimiento esperaban la venida de Cristo.  Cuando entraban en la arena a punto de enfrentarse a los leones o cuando les miraban la cara al que lo iba ejecutar, muchos posiblemente pensaron: “Quizás este es el momento del regreso de Jesús; antes de que las bestias se lancen sobre mí o caiga el hacha sobre mi cuello”. La creencia en el regreso de Jesús es un consuelo. Muchas personas en los días de Pablo habían perdido a sus padres, esposos, hijos, hermanos, amigos etc. por causa del evangelio, y él les escribió para recordarles sobre esta esperanza y les dijo: “Alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18). Los cristianos reconocemos que la muerte es un enemigo, no es algo natural, no era parte del propósito original de Dios. Pablo habló sobre la victoria final del cristiano sobre la muerte. “Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria” (1 Corintios 15:54). Y luego concluyó: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (vs. 57). Cuando Dios le dijo a Adán: “Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres ciertamente morirás” (Génesis 2:17), ellos comieron y murieron. Cada parte de su ser murió, o comenzó a morir. Murieron espiritualmente y se tuvieron que esconder de la presencia de Dios. Su alma murió y entraron en ella los deseos carnales: enojo, lascivia, odio, envidia, orgullo, fornicación, adulterio etc. Cuando Dios nos salva renueva nuestro espíritu; transforma nuestra alma mediante un proceso de santificación y en la resurrección nos dará un nuevo cuerpo.  Sin la resurrección de Cristo, nuestra esperanza de una resurrección sólo sería un pensamiento agradable. Podría ser cierta, pero no tendría la certeza que tiene ahora para el pueblo cristiano. La resurrección de Cristo es la que provee la seguridad de la resurrección del cristiano. La venida de Cristo es de gran gozo para los cristianos, pero es el comienzo de los juicios de Cristo. Pablo le dijo a los atenienses que Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:31). Pablo nos dice que la historia tendrá un final, y que su final implicará una rendición de cuentas. Tendremos que responder por lo que hayamos hecho, y seremos juzgados sobre la base de nuestra propia justicia o sobre la base de la perfecta justicia de nuestro Salvador.  Algunas personas no desean enfrentarse a esta realidad y por eso viven ignorando ese día. En el monte de los Olivos, Jesús narró tres parábolas para enseñarnos cómo será el juicio final. La parábola sobre diez vírgenes. Cinco sabias y prudentes, y cinco insensatas. La segunda parábola sobre tres siervos. Su señor tenía que ausentarse y llamó a sus siervos y les entregó dinero: al primero, le dio cinco talentos; al segundo, le dio dos; y al tercero, le dio uno—a cada uno según su capacidad—. Por último, el Señor habló de las ovejas y los cabritos. Los cabritos dijeron: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?”. Él les contestó: “De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis” (Mateo 25:44-45). Cada una de estas parábolas, aunque difieren entre sí en los detalles, contienen los mismos rasgos esenciales. Lamentablemente muchos continúan su propio camino y serán sorprendidos en aquel día. Hoy es el día de gracia; la sabiduría consiste en conocer a “Jesucristo, y a este crucificado” (1 Corintios 2:2). Amén!
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario