noviembre 27, 2011

La fe y tenacidad de los siervos de Dios

.“Ningún arma forjada contra ti prosperará, y condenarás a toda lengua que se levante en juicio contra ti. Esta es la herencia de los siervos de YHVH, Y su victoria de parte mía, dice YHVH” (Isaías 54:17). El Espíritu Santo nos revela, a través de Isaías una combinación de hermosura y fortaleza; un cuadro resplandeciente del creyente y de la Iglesia comparable solo con el que nos da a conocer Juan en el libro de Apocalipsis. Dios es nuestra fortaleza, un refugio inexpugnable para cada uno de nosotros. Una fe enraizada en el Señor y una victoria continua sobre nuestros enemigos son unas de las marcas del nuevo pacto. Es cierto que Dios no nos promete inmunidad pero tenemos a nuestro favor la incuestionable arma de la verdad. Cuando andamos en la verdad, Dios frustra las conspiraciones y acusaciones de nuestros enemigos. Los creyentes que se someten a la dirección divina encontrarán tanto la inspiración como el poder para lograr sus objetivos en la vida, pero además los dones divinos fluirán y llenarán sus vidas. El pecado nos separa de Dios y nos trae dolor y sufrimiento. Pero si confesamos nuestro pecado y nos arrepentimos, Dios nos perdona y restaura. Dios promete restaurarnos, llenarnos de riquezas y personalmente darnos a conocer Su poder. Cuando nuestros cimientos son el derecho y la justicia, Dios se convierte en nuestro protector y proveedor. “Pero contra cualquiera de los hijos de Israel, desde el hombre hasta la bestia, ni un perro les gruñirá, para que sepáis que YHVH hace distinción entre Egipto e Israel” (Éxodo 11:7).  Dios promete que aun en los momentos más difíciles y terribles de la vida ni un perro gruñirá en contra nuestra. Los decretos de Dios se ejecutarán de una manera irrevocable pero aun cuando la tierra esté destinada a la ruina, nosotros estaremos seguros porque Dios nos guardará y librará de todo peligro. “Y todo el pueblo regresó a salvo, a Josué, en el campamento en Maceda. Y nadie aguzó su lengua contra ninguno de los hijos de Israel” (Josué 10:21). La victoria de Israel fue una victoria contundente como lo fue la victoria de Cristo sobre los poderes de las tinieblas y como lo será nuestra victoria. Josué y sus guerreros se pararon en la brecha, contendieron por los propósitos eternos de Dios y demostraron el triunfo que la fe y tenacidad de los siervos de Dios puede realizar. En la guerra espiritual somos más que vencedores; cuando estamos revestidos con las armaduras de Dios, nos volvemos guerreros temibles. Nuestros enemigos afilan sus lenguas como espada, y la emplean como saeta envenenada, pero Dios los hará tropezar, aun cuando tengan un plan bien concebido. Pablo dice: “Porque he sido persuadido de que ni la Muerte ni la vida, ni ángeles ni gobernantes, ni lo presente, ni lo por venir, ni las potestades, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna otra cosa creada podrá separarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39). Estos versículos contienen una de las promesas más reconfortantes de todas las Escrituras. Los creyentes siempre han tenido que enfrentar dificultades de diversas formas: persecución, enfermedad, prisión, y aun la muerte. Sin embargo Pablo dice que es imposible que algo nos separe de Dios. “Mis ovejas oyen mi voz, y Yo las conozco, y me siguen, y Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27-28). Esta es nuestra herencia, en Cristo estamos completamente seguros. ¡Amén!

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