septiembre 27, 2012

Cristianos con determinación

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (Hebreos 10:19-23). La fe en Dios, es el fundamento de nuestra verdadera, y permanente consagración. Tener una fe personal en Dios nos libra de ser arrastrados por las circunstancias. Si no hay un lazo consciente entre usted y Dios, usted nunca será capaz de mantenerse de pie en medio de las pruebas ni logrará una verdadera consagración espiritual. Relaciónate con Dios; crea por la fe una conexión individual con él; una realidad espiritual, un hecho vivo, una verdadera e inequívoca experiencia entre tú y Dios. Esta relación debe ser la raíz de tu existencia, el sostén y el punto de apoyo de tu vida en todo tiempo y bajo cualquier circunstancia. Esta conexión es una cuestión del corazón, no algo vano ni superficial. No sea inconsistente, infiel ni deshonesto. Los ritos religiosos nunca te libraran de la incredulidad, cada uno deberá dar cuenta de sí mismo a Dios por sus hechos y acciones. Necesitamos tener una completa e inalterable confianza en el Dios vivo, y en Su palabra, y una constante dependencia de Su sabiduría, bondad, poder y fidelidad.
El río de la eterna verdad de Dios está fluyendo por medio del Espíritu para que nos empoderemos con certeza, claridad, y autoridad de lo que solo la revelación divina puede darnos. La Palabra de Dios habla por sí misma y cuando lo hace sentimos su influencia, y reconocemos su poder. La Palabra se hace sentir por sí misma en el corazón, en la conciencia, y en las partes más profundas del alma. Hay poder en la Palabra. Nadie piense que Dios no puede hablar al corazón o que el corazón no puede entender lo que Dios dice o sentir el poder de Su palabra. Si Dios puede hablar a nuestros corazones; podemos escuchar Su voz; conocer Sus pensamientos y apoyarnos en Su palabra. Esta es una fe -simple, viva, y salvadora. El corazón no necesita aprender definiciones teológicas - necesita a Dios. Es imposible que un corazón distraído, y lleno de incredulidad pueda estar verdaderamente consagrado a Dios. A menos que usted confíe en Dios, y sea sustentado por Su poder, nunca será capaz de vivir de acuerdo con Su voluntad. De hecho, usted no tendría vida espiritual. Podemos ser profesantes y tener apariencia de piedad, pero si no tenemos una fe viva, tampoco habrá vida espiritual en nosotros. Y si no hay vida no puede haber una verdadera consagración. La fe es la que conecta tu alma con Dios, y es el Señor quien le imparte [al alma, por supuesto] estabilidad, consistencia, y energía. La verdadera consagración descansa sobre una profunda y sincera fe en Dios. Ésta tiene su raíz en el corazón; no es caprichosa ni antojadiza, sino serena, consistente, decidida y progresiva. Dios te quiere guiar por medio de Su Espíritu a un profundo y verdadero sentido de consagración.
Tu corazón debe ser atraído por la fe hacia una verdadera adoración. Es sólo la fe la que da a Dios Su propio lugar y le deja el escenario limpio para que Él despliegue y manifieste Su gloria. Cada nuevo despliegue y manifestación de Su gloria hace que broten nuevas expresiones de alabanza. La fe le ministra al espíritu y el espíritu es el vehículo por medio del cual se manifiestan las experiencias de una fe viva. Mientras más confiamos en Dios más le conocemos, y mientras más le conocemos más le alabamos y adoramos. Hay una atmósfera que envuelve a este mundo, una densa tinieblas, deprimente, y es solo con los ojos de la fe que podremos traspasarla. Nuestros propios corazones están llenos de incredulidad, siempre dispuestos a alejarse de Dios. Cuando los hombres y las mujeres de Dios se alejan del camino de fe e integridad cristiana, se exponen enseguida a los hombres de este mundo, y no te sorprenda si ellos los tratan con manos implacables. La realidad debe encontrar su fuente en el corazón. Si el corazón no es justo y veraz, no podemos decir que tenemos la vida de Dios ni que hay consagración en nosotros. Nuestras vidas deben estar reguladas por Dios porque Dios trata con realidades. En Dios hay gracia infinita, él es misericordioso y paciente. Dios puede tratar con nosotros y esperar con ternura, pero al mismo tiempo, tenemos que recordar que al no obedecer perdemos Sus bendiciones y recompensas; y esto, a causa de nuestra falta de sinceridad y consagración. ¡Amén!





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