diciembre 26, 2014

La Gloria del Señor

(Lucas 2:8-15)

Los ángeles aparecieron ante personas que eran despreciadas por la sociedad. Los pastores que montaban guardia en sus rebaños para protegerlos de los ladrones y animales salvajes. Los pastores vagaban el año entero con sus rebaños, lo que hacía imposibles que pudieran cumplir con la ley ceremonial. No eran dignos de confianza ni les estaba permitido dar testimonio en las cortes. Sin embargo su profesión nocturna en campos abiertos los hacía observadores constantes de los astros y de las señales del cielo. Eran las personas, tal vez, espiritualmente más preparada para escuchar y apreciar el mensaje del ángel.
La aparición angelical tubo lugar en el “campo de los pastores”, a un kilómetro al este de Belén. Ese mismo campo 1.100 años antes perteneció a Booz, fue el lugar donde se desarrolló el romance entre Rut la moabita y Booz, antepasados de Jesús. Como siempre, los ángeles tranquilizaban a aquellos que visitaban inesperadamente, porque la gente experimentaba una sensación de estupor y temor, especialmente cuando la gloria del Señor los envolvía en su luz. La revelación de la gloria del Señor siempre aparece en los momentos cruciales y culminantes de la historia. La palabra gloria tiene un concepto de fama, honor, majestad. La Biblia le da este significado la mayoría de las veces que se menciona. Pero en ocasiones especiales, la “gloria del Señor” es algo tangible, es una nube de fuego o de luz, que ocupa un lugar, como les sucedió a los pastores.
La gloria del Señor, la Shekinah o signo viviente de la presencia divina, conocida en el Tabernáculo como algo tangible, siempre estaba relacionada con la luz, el resplandor de la gloria o una nube, es uno de los temas especiales de la Biblia. Ezequiel fue trasladado en esa nube para ver en un viaje singular, a través del tiempo, la gloria futura de la ciudad celestial. Jesucristo fue arrebatado al cielo en una nube, los ángeles dijeron que volvería de la misma manera. En el Antiguo Testamento, se hace muchas veces referencia a la Gloria del Señor de esta manera. Una nube de luz iluminó a Jesucristo en el monte de la Transfiguración junto a Moisés y Elías. Hay varios textos en la Biblia en los cuales la gloria del Señor se menciona de forma especial, visible y concreta: “Mientras Aarón hablaba con toda la comunidad israelita, volvieron la mirada hacia el desierto, y vieron que la gloria del SEÑOR se hacía presente en una nube (Éxodo 16:10). “La gloria del SEÑOR se posó sobre el Sinaí. Seis días la nube cubrió el monte (Éxodo 24:16). “En ese instante la nube cubrió la Tienda de reunión, y la gloria del SEÑOR llenó el santuario” (Éxodo 40:34). “Moisés y Aarón entraron en la Tienda de reunión. Al salir bendijeron al pueblo, y la gloria del SEÑOR se manifestó a todo el pueblo (Levítico 9:23). ” “Y por causa de la nube, los sacerdotes no pudieron celebrar el culto, pues la gloria del SEÑOR había llenado el templo” (1 Reyes 8:11). “Por causa de la nube, los sacerdotes no pudieron celebrar el culto, pues la gloria del SEÑOR había llenado el templo” (2 Crónicas 5:14). “El resplandor era semejante al del arco iris cuando aparece en las nubes en un día de lluvia. Tal era el aspecto de la gloria del SEÑOR, ante esa visión, caí rostro en tierra y oí que una voz me hablaba” (Ezequiel 1:28)” “Entonces la gloria del SEÑOR, que estaba sobre los querubines, se elevó y se dirigió hacia el umbral del templo, la nube llenó el templo, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria del SEÑOR” (Ezequiel 10:4). “Entonces el Espíritu me levantó y me introdujo en el atrio interior, y vi que la gloria del SEÑOR había llenado el templo (Ezequiel 43:5).” “La gloria del SEÑOR los envolvió en su luz y se llenaron de temor (Lucas 1:9).” Un ángel le dice a los pastores “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.
A pesar de ser los pastores pobres y despreciados por la sociedad, Dios los honras eligiéndolos para que fueran ellos los primeros en escuchar la noticia acerca del nacimiento de Jesús. Van a adorar a un niño que es descendiente del rey David, quien había sido un pastor, humilde pastor como ellos, en los mismos campos de Belén, antes de ser el gran rey de Israel. El ángel, tal vez haya sido el mismo ángel Gabriel, primero les da la buena noticia, se presenta solo, como para no asustarlos, pero a continuación una multitud de ángeles se revelan a los pastores, brindándoles la oportunidad de escuchar a un espectacular coro de alabanzas.
Es una constante del Señor el manifestarse a los pobres, a los desposeídos, a los que no tienen esperanzas, por lo general son ellos los que prestan oído a Dios, porque la solución a sus problemas no proviene de ellos mismos, no tienen herramientas, herencia, cultura, ni pueden defender sus derechos, sin embargo a ellos Dios los visitas con palabras de liento. A ellos estaban dirigidas las palabras de Jesucristo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados que yo os haré descansar”. Así sucedió con Ana, la madre de Samuel, con Elisabet la madre de Juan, con David, el hijo menor que no merecía la consideración ni siquiera de su padre. Pero cuando ya no hay esperanzas, cuando el hombre da todo por terminado es cuando aparece Dios. Los ángeles se fueron al cielo. ¿Hay alguna duda de que los ángeles son del cielo? ¿Del primer cielo? ¿Del segundo cielo? ¿Del tercer cielo? ¡Son del cielo y punto! De donde es nuestra patria, de donde tenemos nuestra ciudadanía, creyendo al mensaje del cielo creemos en el que vino del cielo, se fue al cielo y prometió también venir del cielo.
Los pastores dijeron: vamos rápidamente, no había lugar para las dudas con semejante sorpresa, por haber visto lo que vieron. Se sentían privilegiados. No había ninguna duda ni indecisión. Es como cuando uno tiene en la vida un encuentro personal con Cristo, no hay lugar para las dudas, no hay lugar para después, no hay tiempo ni para enterrar a los muerto. Así graficaría Jesucristo varios años después a los que tienen una visión del cielo y el llamado de Dios. ¿Fueron ellos con sus rebaños a ver al niño? No lo sabemos, lo que sí sabemos, es que se dieron prisa para acudir al pesebre, tenían prisa por conocer a Jesús, querían obedecer al mensaje, querían terminar de comprender  la visión que los había sorprendido. El campo estaba a un kilómetro y medio de Belén. ¡Qué largo les era el camino! ¡Amén!

diciembre 23, 2014

Las Actividades de Dios

(1 Corintios 12:4-6, 11)

“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo... Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”. El término “variedades de dones” usado por Pablo, está en plural, para revelarnos la forma completa en que la gracia de Dios se ha manifestado. Los dones tienen funciones distintas y están ampliamente distribuidos en la comunidad cristiana. Cada creyente tiene algún don o dones, pero nunca posee todos los dones. La palabra “variedades” quiere decir que en la iglesia de Cristo hay unidad y diversidad al mismo tiempo. Pensemos, por ejemplo, en un árbol, aunque el árbol produce una multitud de hojas, ninguna es igual. De la misma forma, la iglesia refleja unidad en su totalidad y uniformidad en sus partes. La iglesia ha sido bendecida con una variedad de dones que reflejan la diversidad y que contribuyen a la unidad. ¿Qué son estos dones? En el versículo (v. 1), Pablo mencionó los πνευματικν (dones espirituales), pero ahora los llama χαρίσματα (dones de gracia). En este capítulo, Pablo enumera nueve dones como ejemplos: sabiduría, conocimiento, profecía, fe, sanidades, milagros, discernimiento espiritual, hablar en lenguas, interpretación de lenguas. No obstante, Pablo no intenta ser exhaustivo ni completo. De hecho, el número mencionados en el Nuevo Testamento llega sólo a unos veinte dones.
Pablo no dice del mismo Espíritu porque esto significaría que el Espíritu es el único que reparte estos dones. Sino el mismo Espíritu porque tanto el Padre, el Hijo como el Espíritu Santo dan dones al pueblo. Pablo usa el adversativo en la segunda oración del v. 4 para dar a conocer la variedad de dones y la igualdad del Espíritu. El Espíritu capacita a los miembros de la iglesia de Cristo a recibir, desarrollar y aplicar estos dones en y para la unidad del cuerpo de Cristo. Cualquiera que sea el don, es el mismo Espíritu el que está obrando en la vida del creyente. Dado que el Espíritu Santo está detrás de cada don que se distribuye al pueblo del Señor, no debería haber orgullo ni división entre nosotros. El Espíritu no es promotor de divisiones, él lo que hace es promover la unidad de la Iglesia en un cuerpo, como un edificio espiritual. “Hay variedades de ministerios, pero el Señor es el mismo”. En el versículo v. 5, Pablo enseña que el Señor Jesucristo es el responsable de impartir los dones ministeriales. La palabra griega διακονιν realmente apunta a ministerios de servicios que se le entregan a la iglesia. Las palabras españolas diácono y diaconado se derivan de este vocablo. Nadie debería jactarse de haber recibido un don más grande o una posición más eminente que otros, porque todos los dones y posiciones los da el Señor. La noche que fue arrestado, el Señor lavó los pies de sus discípulos y dijo: “…Ciertamente les aseguro que ningún siervo es más que su amo, y ningún mensajero es más que el que lo envió”. El servicio en la iglesia y en la comunidad debe prestarse en el espíritu de Jesús, quien dota y energiza a su pueblo con talentos y habilidades. Jesús es el mismo para cada creyente y no muestra favoritismo alguno. Reconoce completamente el servicio que cada uno realiza, cualquiera que sea, cuando se hace con humildad y para él.
“Y hay variedades de actividades”. ¿Qué son estas variedades de actividades? La palabra griega νεργήματα (actividades) aparece dos veces en el Nuevo Testamento (vv. 6 y 10). En el versículo 6, la palabra se conecta con el concepto de dones, mientras que en el versículo 10 quiere decir poderes milagrosos. Aquí señalan aquellas acciones que son el resultado del poder ενεργοποίηση de Dios. El predicador depende por completo del que lo envió para obtener la autoridad, la unción y poder para predicar, y debe reconocer que es el portavoz. Dios pone a su pueblo en todo sector y segmento de la sociedad, para dar a conocer la verdad en todos los  lugares. Dios quiere que su pueblo ministre a los que sufren: hombres, mujeres y niños. Dios nos da su poder para sanar a un mundo destrozado que necesita ayuda material, física, emocional, y espiritual. Tenemos una variedad sorprendente e innumerable de dones y talentos. Con frecuencia contribuimos al bienestar de la sociedad. Con nuestros talentos y habilidades, podemos liderar en muchas áreas de la vida pública y privada. Jesús nos ha colocado en posiciones estratégicas en todo el mundo y nos llama a usar nuestros talentos para expandir su reino y para el crecimiento de su iglesia. Dios quiere que usemos nuestros dones para el bien de la humanidad.  Por medio de nuestros ministerios, Jesús da a conocer su nombre a todas las naciones, razas, pueblos y lenguas. ¡Amén!

diciembre 19, 2014

El Cinismo de los Hombres

(1 Corintios 15:33-34)


“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo”. Pablo está consciente de lo fácil que es para la gente aceptar principios y un estilos de vida pervertidos como algo normativos. Sin reflexionar en las cosas que están en juego, simplemente se descarrían adoptando creencias y conductas erróneas. Por esta razón, Pablo cita un proverbio de la obra Thais, del poeta griego Menandro: “Las malas compañías corrompen las buenas costumbres”. Cuando nos asociamos y deleitamos con malas compañías, corremos el riesgo de adoptar un lenguaje profano y grosero que corromperá nuestro buen carácter. Nuestra conversación revela nuestro ser interno, dañando o elevando nuestra reputación. Los que negaban la doctrina de la resurrección se burlaban de ella. Estos miopes espirituales sólo consideraban su existencia física, la que en su opinión terminaba con la muerte.
El cínico es el hombre impuro, obsceno, descarado y que carece de vergüenza a la hora de mentir o de defender acciones que son condenables. El cinismo señalaba que la sabiduría y la libertad de espíritu eran el camino a la felicidad, mientras que las cosas materiales eran despreciables. Los cínicos evitaban el placer para no convertirse en sus esclavos. Con el tiempo, el concepto de cinismo fue mutando y hoy se asocia con la tendencia de no creer en la bondad ni en la sinceridad del ser humano. Las actitudes cínicas están vinculadas al sarcasmo, a la ironía y a la burla. Si como cristianos mantenemos una intimidad con este tipo de personas, esa relación terminará por corromper nuestros principios y valores.  
Las  personas cínicas, que se jactan de su estilo de vida licenciosa, y que piensan que esta es la prueba indiscutible de su éxito; ignoran voluntariamente  que un día tendrán que rendir cuenta de sus actos.  El cinismo, es la condición del hombre que se caracteriza por un franco desprecio de las normas morales. Es una persona que de manera desvergonzada hace caso omiso de las normas de la decencia.  El cínico vulgariza y trivializa los valores y principios morales. “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1Corintios 6:9-10). Nuestro estilo de vida no es algo relativo, si persistimos en hacer lo que hacen los perversos correremos la misma suerte que ellos. La sociedad ha desarrollado una serie de complicados argumentos para apoyar su estilo de vida libertino. Los que hacen quizá esté más allá del alcance de la ley terrenal, pero no del justo juicio de Dios.
Existe el riesgo de dejarse arrastrar por las cosas del mundo: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6:14-18).  Vivimos en un ambiente hostil, todavía existen prácticas paganas que pueden corromper nuestras vidas. En nuestro diario vivir a menudo entramos en contacto con todas clases de personas, costumbres y tradiciones, esto incluye el trato con nuestros familiares, amigos, y socios que pertenecen al mundo pagano.  El joven o la joven que escoge su cónyuge con las mismas orientaciones espirituales, tiene una probabilidad mucho mayor de tener un matrimonio exitoso, satisfactorio y duradero, y un estilo de vida provechoso que aquel que no lo hace.
Cuando los cristianos se mezclan con el mundo, lo que surge de esa mezcla es un sincretismo religioso. No debemos comprometer nuestra fe ni nuestra integridad espiritual. Es imposible una disociación total con el mundo pero cualquier acción que cause que nos comprometamos con el mundo debe ser evitada.  Olvidarnos que somos miembros del pueblo de Dios puede ser fatal. Pertenecer al pueblo de Dios significa ser santo (separado) para Dios. Isaías participó activamente en las políticas del rey Usías. “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:5).  Isaías se dio cuenta de que era impuro ante Dios, un ángel tuvo que pasarle un carbón encendido por sus labios, aunque no fue el carbón lo que lo limpió, sino Dios. Debemos estar limpios, confesar nuestros pecados y someternos al control de Dios.  Quizás resulte doloroso que Dios nos purifique, pero es necesario si en realidad queremos representar verdaderamente a Dios. El Señor es puro y perfectamente santo, justo y bueno. “La boca del justo producirá sabiduría; más la lengua perversa será cortada”. “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; más la lengua de los sabios es medicina”. “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos” ¡Amén!

diciembre 17, 2014

El control del Espíritu Santo

(Efesios 1:15-23)

“Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”.
Someternos constantemente al Espíritu Santo, sin ninguna resistencia, nos permitirás tener una comunión permanente con Dios. Si obedecemos al Espíritu, en poco tiempo, veremos un gran cambio en nuestra vida personal, familiar y también en nuestra economía. Nuestras vidas necesitan ser habitadas y regidas por el Espíritu de Dios. Nuestra mente, sensibilidad  y voluntad deben estar controladas por el Espíritu Santo. Es preciso que él se mantenga fluyendo en nuestro ser para poder entrar a la presencia del Padre. “Porque por medio de él [Cristo] los unos [judíos] y los otros [gentiles] tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:18).  Es “en” o “por medio de” el Espíritu que el hombre tiene acceso al Padre. Nuestro acercamiento al Padre se halla asociado con la presencia interna y el poder capacitador del Espíritu Santo.
“En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Lucas 10:21-22). “En aquel tiempo” aquí indica “el tiempo del regreso de los setenta y dos y el informe que trajeron”. Al mencionar el hecho de que Jesús se regocijó grandemente “en el Espíritu Santo”, Lucas quiere decir que el Espíritu por el cual el Señor fue ungido fue la causa y el originador de su gozo y acción de gracias. Lleno entonces, del Espíritu Santo y regocijándose por el informe recibido de los setenta y dos, Jesús eleva su corazón y voz a su Padre y dice: “Te alabo Padre,” etc. Los verdaderos hijos de Dios no “son sabios en su propia opinión” ni tienen confianza en sí mismos sino que están conscientes de su completa dependencia del poder y misericordia del Padre. “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (Isaías 57:15). La relación entre Padre, Hijo y Espíritu Santo es tan estrecha, la unión tán intima e indisoluble, que es imposible deshonrar al Hijo sin deshonrar también al Padre y al Espíritu Santo.
El Hijo de Dios fue dotado con el Espíritu de Jehová, esto es, con el Espíritu de sabiduría y entendimiento, de consejo y poder, de conocimiento y de temor de Jehová. Todas estas cualidades espirituales y muchas más les han sido confiadas a Jesús por el Padre, a fin de que de él como de una fuente fluyan hacia nosotros. Solo el Padre puede penetrar en las profundidades y esencia del Hijo, solo Dios conoce sus tesoros infinitos de sabiduría, gracia y poder, con los que el Hijo ha sido dotado por el Espíritu Santo. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:14-16). Es por medio del Espíritu que los hijos de Dios deben hacer morir las obras vergonzosas del cuerpo. Es del Espíritu de quien recibimos la certeza de que ciertamente somos hijos de Dios. Tenemos una obligación que cumplir; pero no la podemos cumplir por nuestro propio poder. ¿Cómo, entonces? Para poder cumplir con nuestras obligaciones necesitamos hacer “por el Espíritu” y de ningún otro modo.
Entre los atributos que nos permiten tener acceso al Padre por medio del Espíritu se pueden mencionar los siguientes: reverencia, fervor, tenacidad, amor a Dios y al prójimo, la capacidad de distinguir entre lo que es necesario y lo que es meramente un deseos o preocupación por la humanidad, la espontaneidad o naturalidad, y una fe sencilla que agrada a Dios como la que tenía Abraham. Cuando los creyentes tienen estas cualidades actúan como los hicieron los hombres y mujeres de Dios en el AT. Vemos el fervor de la intercesión de Abraham por las ciudades de la llanura; la lucha de Jacob en Jaboc; la súplica de Moisés en favor del pueblo de Israel; la oración de Ana pidiendo un hijo; la respuesta de Samuel al llamado de Jehová; su “clamor” a Dios en Ebenezer; las innumerables confesiones, súplicas, expresiones de acción de gracias y adoración de David (en los Salmos); la oración de Salomón al dedicar el templo; las súplicas de Josafat cuando fue asediado por sus enemigos; las “intersecciones” en la oración de Esdras y de Nehemías; la confesión de Daniel; la oración del publicano, de la iglesia primitiva, de Esteban, y de Pablo; y el vivo anhelo de la Iglesia por la venida de Cristo.
La gloria de Dios estará en todo aquel que le permita al Espíritu Santo llenarlo y tener autoridad en él. Tenemos que aprender a no actuar ni conducirnos siguiendo nuestros sentimientos ni debemos hacer las cosas por lo que ven nuestros ojos, tenemos que actuar por la fe, servir de acuerdo con la voluntad del Señor y glorificar a Dios en todos los que hacemos. Nuestro sistema nervioso es muy sensible y es fácilmente estimulado por las circunstancias. Las conversaciones, las actitudes, el ambiente y las relaciones que tenemos con los demás pueden fácilmente afectarnos. Nuestra mente tiene muchos pensamientos, planes e imaginaciones, pero todos son muy confusos sin la iluminación del Espíritu Santo. Nuestra voluntad tiene muchas opciones e ideas y le encanta actuar según sus caprichos pero sin la guía del Espíritu el fracaso será inevitable. Ninguna  de nuestras facultades nos dará la paz interior que necesitamos. Solo el Espíritu nos llenara del amor de Dios y de sus frutos, entre ellos, una paz que sobrepasa todo entendimiento. ¡Amén!

diciembre 16, 2014

Una vida conforme a la Palabra

(Santiago 1:17-19)

“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas. Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. Para llegar a ser maduro y completo, el creyente debe ir a Dios y buscar en él todos los necesarios para la vida material y espiritual. Los dones de Dios son sin cargos ni intereses tampoco se nos exiges devolverlos. Muchos de nosotros no alcanzamos a comprender el significado del derramamiento del Espíritu Santo y nos negamos a aceptar la verdad de Dios. Con la venida de Jesús y el derramamiento del Espíritu se nos enseña que “dar continuamente” es una de las características de Dios. Primero nos dio a Su Hijo y luego de la muerte, sepultura, resurrección y ascensión del Hijo; nos dio al Espíritu Santo. Dios tiene un interés permanente y especial en sus hijos. La paternidad es parte de la naturaleza de Dios. El es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo y, por nuestra filiación con Cristo, es también nuestro Padre. Él nos dio nueva vida en Cristo Jesús para que esa vida sea preservada nos manda a vivir conforme a Su palabra.
Para vivir conforme a la Palabra debemos escuchar la Palabra. Escuchar es un arte difícil de dominar, ya que significa centrar nuestro interés en la persona que habla, es decir, para escuchar a Dios tenemos que centrar nuestro interés en El. Tenemos que cerrar nuestra boca y abrir los oídos y el corazón al que nos habla desde los cielos. “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos” (Hebreos 12:25). Esta amonestación nos ha sido dada en diversas formas en las Escrituras. “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado” (Hebreos 3:12). Como representante de Dios, Moisés se los había advertido repetidamente a los israelitas, pero éstos habían repudiado la Palabra. No quisieron escuchar y al rechazar la Palabra de Dios, rechazaron a Dios. “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10:26-27).
El que habla es obviamente Dios, aquel cuya palabra sacudió la montaña e hizo que el pueblo temblara de miedo. Para que no se desalentaran por medio del profeta Hageo, Dios habló a los israelitas y dijo: “Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Hageos 2:6-7). El profeta predijo un sacudimiento de los cielos y de la tierra para demostrar la secuencia y el efecto de la obra de Cristo. La tierra se sacudió literalmente cuando Cristo murió y cuando resucitó. Pera fue a través de la predicación del evangelio y del derramamiento del Espíritu Santo que Dios sacudió a todo el mundo.
Para vivir conforme a la Palabra debemos obedecer las Escrituras. Considere el caso de Moisés, que se enojó con los israelitas y no escuchó las instrucciones que Dios le había dado. “Entonces Moisés tomó la vara de delante de Jehová, como él le mandó. Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias. Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado” (Números 20:9-12). La desobediencia e incredulidad nos privan de las bendiciones de Dios. Hace falta una limpieza espiritual para que la Palabra de Dios, ya sea en forma escrita o hablada, pueda entrar en nuestras vidas. Una planta, necesita cuidado constante. Si la planta es privada de agua y de nutrición, morirá. La Palabra requiere un cuidado y una aplicación diligente para que podamos crecer y madurar espiritualmente.
Para vivir conforme a la Palabra debemos recibirla con humildad. No con debilidad pero sí con mansedumbre. Al aceptar la Palabra, en nuestros corazones debemos estar libres de la ira, la malicia y de toda amargura. En su lugar debemos demostrar la benignidad y humildad del Señor. La Palabra de Dios fielmente proclamada y escuchada con atención puede salvar a quien la oye. Tiene el poder de transformar vidas porque es viva y activa. La palabra salvar tiene en la Escritura un significado mucho más profundo del que habitualmente le otorgamos. El verbo salvar implica no solamente la salvación del alma sino la restauración de la vida. Salvar significa hacer que la persona sea íntegra y completa en todo. Y eso es lo que la Palabra de Dios puede hacer por el creyente. El evangelio es poder de Dios y obra en todo aquel que cree. ¡Amén!

diciembre 15, 2014

Una purificación activa

(2 Corintios 4:6)

“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. En el camino a Damasco, Dios resplandeció en el corazón de Pablo. Se dio cuenta de que Jesús a quien él había aborrecido y al que él creía que estaba sepultado en un sepulcro de Judea era en realidad el Señor de la gloria. La iluminación, viene a la persona por el conocimiento de la gloria de Dios. El evangelio es la luz por la que los creyentes contemplan la gloria de Dios revelada en Jesucristo. La frase “en la faz de Jesucristo” compendia la discusión de Pablo sobre el resplandor de la gloria de Dios en el rostro de Moisés, y la gloria del Señor que los creyentes ven y reflejan. Los israelitas le rogaron a Moisés que cubriera su cara, pues así no tendrían que ver el resplandor de su rostro. Pero los creyentes, iluminados por el evangelio, ven la faz de Jesucristo y contemplan su gloria—“la gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).
La revelación de este conocimiento de la gloria de Dios; nos ha sido dados por medio del Hijo. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos” (Hebreos 1:1-4).  Todas las perfecciones que se encuentran en Dios se encuentran también en Jesús. La gloria de los atributos morales y espirituales de Dios se ven también en Cristo. El Señor Jesús es la representación exacta del ser y de la esencia de Dios. En todas las formas concebibles, Cristo representa al Padre de una manera exacta. El Hijo, siendo Dios, nos revela por Sus palabras y manera de ser cómo es Dios.
Para ser santo debemos ser creyentes activos e implementar un proceso de purificación y santificación activo que debe ir acompañado e inseparablemente unido a la iluminación progresiva y a la intensidad de nuestra unión con Dios.  Por la gracia del Señor Jesucristo y la comunión en el Espíritu Santo tenemos la posibilidad y la facilidad de vivir en santidad. Dios nos está llamando a renunciar a las malas inclinaciones, a los hábitos y vicios adquiridos que corrompen nuestros ser interior. Dios ha puesto a nuestra disposición de manera sobrenatural la posibilidad y facilidad, por medio de la Palabra y del Espíritu Santo, de purificar y santificar nuestras vidas. Los vocablos hebreo y griego para “santidad” transmiten la idea de puro o limpio en sentido espiritual, apartado de la corrupción. La santidad de Dios denota su absoluta perfección moral.
La santidad es la participación del creyente en la vida de Cristo. El cristiano debe ser lo suficientemente obedientes a la figura de Cristo como para representarle fielmente. Los santos son considerados un modelo de santidad a imitar. Al creyente se le exige un alto nivel de santidad y moralidad. “Oh Jehová Dios, levántate ahora para habitar en tu reposo, tú y el arca de tu poder; oh Jehová Dios, sean vestidos de salvación tus sacerdotes, y tus santos se regocijen en tu bondad” (2 Crónicas 6:41). Dios demanda de nosotros una purificación activa de los sentidos. Los sentidos externos, son aquellos cuyos órganos, colocados en diferentes partes externas del cuerpo, perciben directamente las propiedades materiales de las cosas exteriores. “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mateo 5:29). Los sentidos internos son aquellos en los que se recogen, conservan, estiman y evocan las sensaciones. Los sentidos internos son cuatro: 1.- el sentido común, 2.- la fantasía o imaginación, 3.- la facultad estimativa y 4.- la memoria sensitiva. Residen todos en el cerebro, aunque no se ha determinado todavía su localización exacta.
La purificación activa de los sentidos tiene por objeto contenerlos y someterlos plenamente al control del espíritu y de la razón. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). Tenemos dos naturalezas, la naturaleza pecaminosa que recibimos de Adán y la espiritual que recibimos de Dios. Estas dos naturalezas se oponen en sus deseos y propósitos. La carnal quiere satisfacer sus deseos carnales. La espiritual quiere agradar a Dios. La naturaleza espiritual es el deseo interno que tenemos de hacer el bien. Para el cristiano poder hacer lo que la naturaleza espiritual le pide y exige es necesario que experimente la vida que tiene en Cristo.
La vida en el Espíritu no es legalismo ni nos da licencia para vivir una vida en la carne. Vivir en el Espíritu no significa ser pasivo sino dejar que el Espíritu nos guíe. El caminar en la carne es evidente por los frutos que produce. Purifiquémonos y santifiquémonos de las violaciones a la ley moral, de la contaminación sexual y religiosa. “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Renunciemos a toda impureza moral en pensamiento, palabras y hechos. ¡Amén!

diciembre 12, 2014

No hay otro camino posible

(Mateo 16:24-25)

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”. Seguir a Jesús significa seguir a un hombre que sería humillado, maltratado y crucificado. Jesús no les encubrió a sus discípulos las demandas difíciles del discipulado, aun bajo riesgo de asustarlos, o de ahuyentarlos. El camino a la cruz sería literal para Jesús y para algunos de sus seguidores, pero para todos sería un principio que significaría renunciar a sí mismos, y a las cosas del mundo. No se trata de renunciar a una o dos cosas, por más importantes que estas sean, sino de renunciar a todas las demandas egoístas de la vida. Lo que Jesús nos pide es un cambio radical de un ser egocéntrico a un ser Cristocéntrico.
La autopreservación como uno de los instintos fundamentales del hombre, muchas veces es la preservación del hombre natural o carnal. Cristo no nos demanda la negación de nuestra personalidad, sino que nos presenta el único camino para que cada uno descubra su verdadero ser y la libertad del dominio del ego. El discípulo de Cristo tiene que cargar con su propia cruz y seguir a Cristo hasta la cumbre del Calvario; no para ver cómo le crucifican a él, sino para dejarse crucificar juntamente con él. La comodidad debe ser puesta a un lado y el amor propio debe ser humillado. Los cobarde pueden inventarse nuevas fórmulas e inventar nuevos sistemas de santificación, cómodos y fáciles, pero todos están inexorablemente condenados al fracaso. Para el discípulo de Cristo no existen victorias sin batallas ni éxitos sin esfuerzos.  Los líderes que se han lanzado a logar grandes conquistas han expresado los sacrificios que deben realizarse para lograrlas. Somos soldados de Cristo y muchas veces nos aguardaban penurias y sufrimientos pero el triunfo del creyente es seguro. Sin sacrificio no es posible obtener la redención ni la libertad.
Tomar la cruz y seguir a Cristo, significa subir al altar y sacrificar nuestras apetencias personales y todos aquellos que nos impida seguir a nuestro líder. Si alguno quiere... (v. 24) es la clave. Esta frase es condicional, es algo voluntario, y la invitación está abierta para todos, pero depende de cada uno. Es una oración condicional, de primera clase, y presume la realidad de la premisa. Jesús espera que todas las personas razonables se dediquen a seguirle. En el texto hay tres imperativos, para el que quiera ir en pos, o detrás, de él. 1.- Negarse a sí mismo, y 2.- tomar su cruz son dos imperativos en tiempo aoristo que denotan una acción decisiva, inmediata, y puntual. “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:11). Los que eran condenados a morir en la cruz tenían que “tomar su cruz” y llevarla hasta el sitio de la ejecución. El tercer imperativo, “sígame”, está en tiempo presente y denota una acción continuada, y repetida. Jesús dice que el que quiera seguirle debe adoptar una norma y actitud, de negarse a sí mismo y tomar su cruz. Seguirle es una acción que continúa por el resto de su vida.
Muchos están poniendo en juego los valores cristianos por el amor al dinero y con esta acción corren el riesgo de perder la vida eterna. Algunos lo quieren todo para sí pero no están dispuestos a dar su vida al Señor. Muchos en esa búsqueda frenética de las cosas materiales no solo perderán la vida física sino también la salvación de su alma. Las consecuencias de seguir siendo una persona egocéntrica son devastadoras. El que decida seguir el camino de la autopreservación, y así salvar su vida, la perderá, porque es una vida egocéntrica. En cambio, el que decide seguir en pos de Jesús, el que pierda su vida por Su causa, encontrará la verdadera vida en toda su plenitud. Obsérvese el énfasis: el que quiera salvar su vida... Otra vez depende de la voluntad de cada individuo. Jesús emplea dos preguntas que obligan al creyente a la reflexión y muestran el peligro de seguir el principio de la autopreservación de forma egoísta, acumulando cosas. ¿Qué cosa es de tanto valor para intercambiarla por tu alma? En un negocio uno da algo y recibe algo. Es un mal negocio si lo que recibe es de poco o de ningún valor en comparación con lo que entrega. Jesús dice que el alma vale más que el mundo entero.
“Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:26-27).  El creyente como un atleta que corre, debe fijar sus ojos en la meta, porque no puede darse el lujo de correr sin dirección. A lo largo de toda la carrera cristina, la meta está siempre delante de nosotros. Ningún creyente puede perder de vista su meta final. No podemos relajarnos ni dejar de esforzarnos espiritualmente, imitemos y corramos hacia la meta como los hacía Pablo.
Pablo no quiere decir que él literalmente golpee su cuerpo. Fueron sus enemigos los que lo golpearon, y no tenemos ninguna razón para pensar que él se azotara o golpeara a sí mismo. Con la expresión esclavizar o servidumbre, Pablo nos indica que él tenía disciplina y  dominio propio y que se dedica a lograr su propósito en Dios. El creyente controla su forma de vida para que nadie lo acuse de contradecir con su vida el evangelio que predica. Se esfuerza física y mentalmente para beneficio del evangelio. Lo que quiere decir es que el evangelio que predica es una realidad en su vida. Si somos indisciplinados y no ejercemos el dominio propio que nos ha sido dado por Espíritu quedaremos descalificados. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. ¡Amén!