El
Cristianismo empezó entre los judíos; y, por lo tanto, era inevitable que se
expresara en categorías de pensamientos característicamente judíos. Pero,
aunque su cuna fue el judaísmo, muy pronto salió al mundo. Treinta años
después, ya había viajado por toda Asia Menor, Grecia y había llegado a Roma. La categoría en la que los judíos cristianos
concebían y presentaban a Jesús no tenía ningún sentido para los griegos. ¿Cómo
debía presentarse el Evangelio, entonces, al mundo griego? El progreso y la
difusión de cualquier idea dependen, no sólo de su fuerza y vitalidad, sino también,
de la predisposición que haya para recibirlas. La tarea de la iglesia cristiana era crear en
el mundo griego esa predisposición para que ellos recibieran el Evangelio.
¿Tendría un griego interesado en el Cristianismo que asumir las ideas
mesiánicas y la manera de pensar de los judíos, o podría encontrarse un nuevo
enfoque. Un punto de encuentro para hablarle a la mente y al corazón desde un
trasfondo griego? El problema que surgió era cómo presentar el Evangelio de tal
manera que los griegos pudieran entenderlo. Todo se esclareció porque tanto en el pensamiento griego como en el judío
existía el concepto de la Palabra.
Para el judío,
una palabra era mucho más que un mero sonido; era algo que tenía una existencia
independiente y que de hecho producía resultados. Para el hebreo, la palabra
era algo aterradoramente vivo... Era una unidad de energía cargada de poder.
.Volaba como una bala hacia su blanco. El AT está lleno de esa idea general del
poder de las palabras. Cuando Isaac pronunció la bendición del primogénito
sobre Jacob, aun cuando fue con engaño, ya no se podía hacer nada para
recuperarla y bendecir a Esaú. La
palabra había salido, y había empezado a actuar, y nada la podía detener. En
particular vemos la Palabra de Dios en acción en la historia de la Creación. En
cada etapa de ella leemos: “Y Dios dijo...” (Génesis 1:3, 6, 11). La Palabra de Dios es Su poder creador. Una y
otra vez encontramos esta idea de la Palabra de Dios, creadora, activa y
dinámica. “Por la Palabra del Señor fueron hechos los cielos” (Salmo 33:6). “Envió
Su Palabra, y los sanó” (Salmo 107:20). “Él envía Su Palabra a la tierra;
velozmente corre Su Palabra” (Salmo 147:15). “Así será Mi Palabra que sale de
Mi boca; no volverá a Mí vacía, sino que hará lo que Yo quiero, y será
prosperada para aquello para lo que la envié” (Isaías 55:11). ¿No es Mi Palabra
como fuego, dice el Señor, y como un martillo que quebranta la piedra?
(Jeremías 23:29). Por todo el Antiguo
Testamento está; esta idea de la Palabra poderosa, y creadora. Si las palabras
humanas tienen una especie de actividad dinámica; ¡cuánto más la Palabra de
Dios! Durante los cien años o más ante de la venida de Jesús, el idioma hebreo
dejó de ser una lengua viva. El AT estaba escrito en hebreo, pero los judíos ya
no lo conocían. Los estudiosos sí lo entendían; pero la gente común hablaba el
arameo, una lengua emparentada con el hebreo.
En aquellas
circunstancias los estudiosos tenían que traducir las Escrituras al arameo que
era la lengua que la gente entendía. En la sinagoga se leían las Escrituras en
el original hebreo, pero con su respectiva traducción al arameo. Los hebreos
sabían que Dios es trascendente y debido a ese conocimiento de la trascendencia
de Dios, los traductores tenían mucho miedo de atribuirle pensamientos,
sentimientos, o acciones humanas. Se esforzaban para no caer en
antropomorfismos al hablar de Dios. El AT habla corrientemente de Dios usando
figuras; y siempre que los traductores se encontraban con antropomorfismo o
antropopatismo sustituían el nombre de Dios por la Palabra de Dios. Moisés sacó del campamento al pueblo para
encontrarse con Dios (Éxodo 19:7). El traductor pensó que esa era una manera
demasiado humana de hablar de Dios, así es que puso que Moisés sacó al pueblo
del campamento para encontrarse con la Palabra de Dios. Dios es fuego consumidor (Deuteronomio 9:6);
pero ellos tradujeron que la Palabra de Dios es fuego consumidor. Mi mano puso
el cimiento de la tierra, y Mi diestra desplegó los cielos (Isaías 48:13) Ellos
dicen: Por Mi Palabra he fundado la tierra, y por Mi fuerza he colgado los
cielos. Hasta un pasaje tan maravilloso
como Deuteronomio 33:27, que habla de “los brazos eternos” de Dios, fue
traducido como: El eterno Dios es, tu refugio, y por Su Palabra fue creado el
mundo. Está claro que no es más que una simple perífrasis del nombre de Dios,
pero el hecho es que la Palabra de Dios
se convirtió en una de las expresiones más corrientes de los judíos.
El vocablo
griego para palabra es logos; pero logos no sólo quiere decir palabra; sino
también razón. Para Juan, y para todos los grandes pensadores que usaban esta
idea, estos dos significados estaban íntimamente entrelazados. Siempre que
usaban la palabra Logos, tenían en mente las dos ideas: la Palabra de Dios y la
Razón de Dios. Los judíos tenían un género literario que se llama literatura
sapiencial, o de la sabiduría, que contenía los escritos de los sabios de
Israel. No son por lo general especulativos ni filosóficos, sino de sabiduría
práctica para la vida y los quehaceres cotidianos. El gran ejemplo de la literatura sapiencial en
el AT es el Libro de los Proverbios, en el cual hay ciertos pasajes le
atribuyen un misterioso y eterno poder vivificador a la sabiduría. En esos
pasajes, la sabiduría aparece, como si dijéramos, personificada, y se concibe
como el Agente eterno y colaborador de Dios. La Sabiduría es el agente de Dios
en la iluminación y en la creación; la sabiduría y la razón son la misma cosa.
La Palabra es la luz de los hombres, y la sabiduría es la vida de los hombres.
Las dos ideas se amalgaman entre sí rápidamente ahora. La sabiduría tenía esa
existencia eterna, esa función iluminadora, ese poder creador que Juan atribuía
a la Palabra, el Logos, con el que identificaba a Jesucristo. El desarrollo de
la idea de la sabiduría no se detuvo allí. Entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento se siguió produciendo esta clase de literatura sapiencial. Contenía
tanta sabiduría concentrada y extraía tanto de la experiencia de los sabios,
que era una inapreciable guía para la vida. ¡Amén!
No hay comentarios:
Publicar un comentario