La misión del Sumo Sacerdote y
de toda religión es la de abrir un camino de acceso a la presencia de Dios pero
Jesús no es un camino, “él es el camino”. El carácter único y eterno del sacerdocio
de Cristo es el corazón del axioma, el silogismo o el argumento empleado por el
escritor. Hubo muchos sacerdotes bajo el antiguo pacto, porque debido a la
muerte no podían permanecer. El antiguo
sacerdocio no tenía estabilidad. Los sacerdotes morían, y otros tenían que
ocupar su puesto; pero el sacerdocio de Jesús es para siempre. Lo que importa
en este pasaje son los matices y las implicaciones de las palabras del autor. Su
función y obra sacerdotal son absolutas e inmutables. Después de explicar la
cita del Salmo 110:4, el escritor de la carta a los hebreos presenta un resumen
totalizador. Da una descripción completa de nuestro único sumos sacerdote
Jesucristo, y compara su perfecto sacrificio con los sacrificios diarios
ofrecidos por los sacerdotes levitas. La muerte de Jesús en la cruz fue un evento
único e irrepetible.
Las palabras “por lo cual puede
también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo
siempre para interceder por ellos;” introducen la consecuencia lógica de su
argumento. Esta es la aplicación práctica de la enseñanza del autor; Jesús
puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios. La idea de “acercarse” o “venir” a Dios es
algo destacado en la carta a los Hebreos. Expresa la idea de una relación con Dios.
El sacerdocio del Antiguo Testamento y su sistema de sacrificios sólo les
permitía a los israelitas tener una relación imperfecta con Dios, pero Jesús
nos permite tener una relación permanente con Dios y es a través de esta
relación que se hace efectiva y concreta nuestra salvación. Jesús es y seguirá
siendo siempre el único camino hacia Dios.
El autor de Hebreos usa otra
palabra maravillosa acerca de Jesús, y dice que él permanece para siempre [παραμένειν].
Cuando el autor de la carta a los Hebreos dice que Jesús permanece para siempre,
en esa frase está envuelta la idea maravillosa de que Jesús estará siempre al
servicio de la humanidad. Los demás sumo sacerdote estaban sujetos a la muerte,
de ahí que emergiera una interminable sucesión de sumo sacerdotes. La muerte
determinaba la extensión de su servicio, ya que la muerte no hace acepción de
personas. Los sacerdotes fueron muchos; Jesús es único. El tiempo de servicio
de ellos estaba limitado por la muerte; “Jesús vive para siempre”, El sumo
sacerdote según el orden de Aarón era conquistado por la muerte; Jesús,
“destruyo por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es,
al diablo” y ahora él tiene la llave de la Muerte y del Hades, cuando él cierra
nadie abre y cuando él abre nadie sierra. Nadie puede condenar a los creyentes porque Cristo intercede por ellos
y los salva completamente y para siempre. Cristo nos salva absolutamente. El
sacerdocio de Cristo es inalterable.
El intercede por nosotros sin
cesar; situado entre Dios y el hombre, él ruega continuamente a favor de
aquellos que se acercan a Dios en oración. Las oraciones a Dios deben ser
ofrecidas en el nombre de Jesús. Al saber que Jesús está siempre orando por
nosotros en el cielo, nosotros deberíamos anhelar estar con él. Tenemos la
certeza de que así como él vive eternamente ante Dios, así viviremos nosotros para
siempre con él. Ahora vamos a Dios en oración porque no puede ser de otro modo,
pero al final de nuestra vida terrenal él nos llevará a su morada para estar
con él eternamente.
Jesús
es santo [ὅσιος]. Esto significa que él es como Dios [participa de la naturaleza santa
de Dios] y en todo aspecto está libre de pecado. Es incomparablemente puro, y,
por ser el sumo sacerdote de Dios, él cumple la voluntad de Dios sin tacha. Su
principal deseo es glorificar el nombre de Dios y extender el reino de Dios. El
adjetivo santo tiene que ver con la disposición interna de Jesús; la palabra
inocente, sin culpa, tiene que ver con su vida externa. Aarón debía traer “una ofrenda
por el pecado para hacer expiación por sí mismo y por su casa” (Levítico 16:11).
Jesús, por el contrario, es completamente libre de pecado y por consiguiente él
es libre de culpa. [En él hay pureza moral: ἀμίαντος].
El
medio ambiente del pecado tiene su modo de afectar a cualquiera que entre en
dicho ambiente. El pecado contamina a la persona a quien toca. Aunque Jesús
vivió en la tierra y sirvió a gente pecadora, El mismo permaneció
incontaminado. Se lo puede comparar con un médico que trabaja entre los
enfermos en medio de una epidemia, pero que es inmune a ella. Jesús no está
manchado por el pecado. La razón por la
que Jesús permanece puro, libre de pecado, está en el hecho de su separación.
Jesús fue apartado de los pecadores por Dios. Aunque asumió plenamente nuestra
naturaleza humana, no participó de nuestro pecado. Por consiguiente, él es
diferente. Aunque era llamado amigo de pecadores (Mateo 11:19), se mantuvo
libre de pecado. Jesús ha ocupado un lugar que es más alto que los cielos.
Antes de venir a la tierra, Cristo estaba en el cielo. Pero después de haber
completado su obra expiatoria y haber ascendido al cielo, él fue exaltado “por
encima de los cielos”.
Cuando
Pablo nos pide ser transformado a la imagen y semejanza del Hijo de Dios, nos
está indicando cuales el estándar para los hijos de Dios. Es lamentable que
nosotros no estemos haciendo el esfuerzo que se requiere con el fin de llegar
la meta de ser como Cristo. Pablo dice: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y
del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). ¿Está usted procurando
llegar a esta meta? ¿Está usted siendo transformado como él dice? “Por tanto,
nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del
Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el
Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18). ¡Amén!
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