“Ciertamente
es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón. En cuanto a mí,
casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia
de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos”. La arrogancia es un
defecto que se refiere al excesivo orgullo de una persona. En la teoría de la
neurosis de Karen Horney, la arrogancia es el producto de la compensación del
ego cuando se tiene una autoimagen inflada.
El salmista
dice: Estoy seguro de que Dios es bueno para con Su pueblo, y para con los
limpios de corazón. Esta verdad es algo tan obvio que nadie debería llegar a
cuestionarla. Pero hubo una época cuando realmente empecé a dudar. Mi creencia
acerca de esto comenzó a vacilar y mi fe casi desmayó. Verás, dice él, empecé a
pensar en lo bien que viven los malos: mucho dinero, abundancia de placeres,
sin problemas, y pronto me encontré deseando ser como ellos. ¿Se ha visto usted
en una situación como la que narra aquí el salmista Asaf? Muchas veces somos
tentados y quisiéramos ser como los impíos pero es un error pensar de ese modo
como veremos.
Este salmo se
destaca por su realismo, y lo que él dice, es un testimonio notable de la lucha
mental que libran los creyentes. Muchas veces vemos que la maldad triunfa y prevalece.
Pero debemos entender que existen cosas que son inescrutables para la mente
humana. A pesar del sufrimiento, las aflicciones y tentaciones que padecemos: “Dios
es bueno”. Aunque somos tentados, Dios nos sostiene para que no nos venza la
tentación. Sócrates, cuando se le preguntó ¿qué es lo que aflige a los hombres
buenos?, replicó: “La prosperidad de los malos.”Diógenes el cínico, viendo que
Harpalo prosperaba, un individuo perverso y vicioso, dijo: “Dios se ha
desentendido del cuidado de este mundo, y ya no le importa lo que ocurre en él.”
Pero Diógenes era un pagano, sin embargo, vemos que al salmista Asaf le pasó lo
mismo; estaba a punto de hundirse al ver la prosperidad de los inicuos.
Esta situación
hizo que Job se quejara, Jeremías altercara con Dios y Habacuc
también se quejó al ver al impío destruir al más justo que él. ¿Por qué
prosperan los impíos y por qué sufren los buenos? Cuando dudamos de la rectitud
de Dios, nuestras vidas se tambalean y nuestra fe se hace cada vez más frágil. Si
no reaccionamos rápido, Satanás tendrá cierta ventaja en la lucha espiritual. Debemos
evitar que nuestras vidas se llenen de amargura porque la amargura impide que
la mente piense con claridad. La amargura nos conduce a generalizaciones
precipitadas que son completamente inexactas. Platón dijo de Protágoras que se
enorgullecía de que, habiendo vivido sesenta años, había pasado cuarenta de
ellos en una juventud disoluta.
Los hombres
impíos se jactan de lo que deberían lamentarse.Asaf estuvo a punto de resbalar
de la roca de la fe y caer en el pozo del escepticismo. Mientras estuvo bajo la
influencia de un espíritu de envidia le dio más importancia a las cosas de este
Mundo que al favor de Dios. “No améis al mundo, ni las cosas que están en el
mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo
que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la
vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa,
y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1
Juan 2:15-17).
A veces nos
preguntamos: ¿de qué nos ha servido vivir una vida decente, honesta y
respetable? Las horas que hemos gastado en oración. El tiempo que hemos ocupado
estudiando la Palabra. El testimonio activo que hemos dado para el Señor, tanto
en público como en privado y a cambio de todo esto lo único que tenemos es una
dosis diaria de sufrimiento y lucha espiritual. Es en esos momentos cuando
comenzamos a dudar si ha valido la pena vivir una vida de fe. Vemos que los
malos prosperan y los justos padecen. Parece tan difícil de entender. De hecho,
tanto nos preocupa este asunto que al final nos sentimos cansados, y agotados
de tanto pensar en ello. Es en ese momento en que decimos, ya es suficiente y
entramos en el templo, en el santuario de Dios, no en el templo literal, sino
en el celestial. Entramos allí por la fe en nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Nuestras mentes son iluminadas por el Espíritu Santo, entonces comenzamos a ver
el futuro y el estado eterno.
Ahora nos
damos cuenta de todo lo que ocurre; la vida de los malos, y su existencia es
frágil. Ellos caminan por un sendero resbaladizo al borde de un gran
precipicio. Tarde o temprano caerán y serán destruidos. En un momento son
cortados, arrastrados por una oleada de terrores tan horribles que no
quisiéramos tener que contemplar.
Las cosas del mundo son una
expresión de codicia, avidez, y orgullo, y son pasajeras. ¿Cuáles son los
valores más importantes para usted? ¿Su conducta refleja los valores del mundo
o los valores de Dios? Asaf no entendía: “Tan torpe era yo, que no entendía;
era como una bestia delante de ti.” No es posible entender, sino entramos a la
presencia de Dios (al santuario). “Hasta que entrando en el santuario de Dios,
comprendí el fin de ellos.” El salmista abandonó su intento de hallar la
solución mediante el razonamiento, y entró en el santuario. Las verdaderas
dificultades de la vida sólo desaparecen cuando entramos en la presencia del
Señor y en una comunión profunda con Él. Jesús asumió afirmaciones hecha en AT cuando
dijo: Ama a Dios; ama al prójimo; haz a los demás lo que querrías que te
hicieran. Pero lo hizo en una forma sorprendentemente exclusiva e
incondicional. El amor a Dios significa el compromiso total y la confianza
total que debemos tener en Dios. En particular, este amor involucra una
renuncia a las riquezas y a la vanagloria de este mundo. Esta acción se deriva
de una respuesta del corazón y consiste en hacer con toda sobriedad lo que Dios
exige. Este amor es la exigencia de una nueva edad que apunta hacia la gracia. Jesús
hace esta exigencia con completo realismo, pero también con completa seriedad. La
exigencia de Jesús es evidente por sí misma porque él crea una nueva situación.
La nueva relación de Dios con nosotros nos coloca en una nueva relación con él.
¡Amén
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