septiembre 12, 2014

La mirada del espíritu

(Hebreos 12:2)

“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” En la vida cristiana tenemos una meta. El cristiano no es una persona que anda despreocupadamente por los senderos de la vida, sino un peregrino que sabe adónde va. No es un turista pasando la noche en un punto cualquiera, sino un hombre o mujer que va de camino al Paraíso. Su meta es la misma meta de Cristo. La vida cristiana tiene un destino; el cristiano es como un corredor que compite a la vista del público; y los espectadores [los que han obtenidos la corona con anterioridad] nos miran con muchos interés. En la vida tenemos muchas veces que desembarazarnos de cosas. Puede que sean hábitos, placeres, excesos, o contactos que nos condicionan. Debemos despojarnos de esas cosas como hacen los atletas que se despojan de todos aquellos que agregue peso a sus cuerpos. La palabra πομον [hypomoné] "paciencia" no se refiere a la paciencia que acepta las circunstancias, sino a la que las dominas. No es nada meramente romántico lo que nos permite superar las dificultades y los obstáculos en la vida. Es nuestra determinación la que nos permite persistir, esforzarnos y rechazar el desánimo. Los obstáculos no nos intimidan, y las dificultades no nos quitan la esperanza. Por medio de la paciencia logramos una entereza inalterable que se mantiene hasta que hayamos alcanzar la meta. En la vida cristiana tenemos una presencia, la presencia de Jesús, Que es al mismo tiempo la meta y nuestro compañero de viaje, hacia el que nos dirigimos y con quien vamos. Lo maravilloso de la vida cristiana es que proseguimos adelante rodeados de santos, sin interés en nada más que en la gloria de Cristo, y siempre en compañía de Jesús quien ya ha recorrido el camino y alcanzado la meta. Jesús es quien nos espera para darnos la bienvenida cuando lleguemos al final de la carrera.
La Biblia no hace ningún esfuerzo para definir la fe.  En la epístola a los hebreos se afirma lo que la fe es en operación, no lo que es en esencia. Se asume la presencia de la fe, y el escritor nos muestra lo que ella produce, no precisamente lo que ella es. Se nos dice de dónde procede, y por qué medio viene.  "La fe es un don de Dios" y "la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios!' Tomás de Kempis dice: "Prefiero ejercer la fe, antes que definirla!' Cada vez que aparezca la palabra "fe" debe entenderse como fe en acción, tal como es ejercida por un hombre que es un verdadero creyente. El pueblo de Israel se desalentó, y murmuró contra Dios, y Dios envió entre ellos serpientes ardientes. "Estas mordían a las gentes, y muchos murieron!' Moisés intercedió ante el Señor por ellos y el Señor les dio un remedio. Le ordenó a Moisés que hiciera una serpiente de metal, y la pusiera enroscada en un poste en medio del campamento, de modo que cualquiera pudiera verla. "Será que cualquiera que fuere mordido, y mire a la serpiente, vivirá!' Así lo hizo Moisés. "… cuando alguna serpiente mordía a ¡alguno, miraba a la serpiente de metal, y vivía" (Números 21:4-9). En el Nuevo Testamento encontramos la explicación de este suceso y nada menos que por el propio Señor Jesucristo.  El les explica a sus oyentes como pueden ser salvos. Y les dice que es por medio de la fe. Para hacer bien clara su explicación recurre al libro de Números. "Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:14, 15).
El hombre inteligente que lee esto no tardará en hacer un descubrimiento: las palabras mirar y creer son sinónimas. La palabra "mirar" que se emplea en el Antiguo Testamento tiene idéntico significado que la palabra "creer."  Mirar la serpiente es lo mismo que creer en Cristo. Pero debemos tener en cuenta que mientras los israelitas tenían que mirar con sus ojos físicos, los creyentes del Nuevo Testamento deben creer con el corazón.  La fe es la mirada del alma que se dirige a un Dios salvador. "A él miraron, y fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados" (Salmo 34:5). "A ti, que habitas en los cielos, alcé mis ojos; he aquí que como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, hasta que halla misericordia…" (Salmo 123:1-2).  El hombre que busca misericordia, es aquel que mira rectamente a Dios hasta que halla misericordia. Nuestro Señor mismo siempre miraba a Dios, "Y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos" (Mateo' 14:19).  La verdad es que Jesús enseñó siempre que todo lo que él hacía podía hacerlo porque se mantenía mirando a Dios. Su poder descansaba en el hecho de que siempre su mirada estaba puesta en su Padre (Juan 5:19-21).
Creer, entonces, es dirigir la atención del corazón hacia Cristo. Es levantar la mirada  como la levantó Juan el Bautista cuando dijo: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo." La fe es la virtud que menos piensa en sí misma. Por su propia naturaleza es escasamente consciente de que existe. Mientras estamos mirando a Dios, no nos estamos mirando a nosotros mismos, El hombre que ha luchado por purificarse a sí mismo, y no ha conseguido nada más que fracasos, encontrará grande alivio al quitar la mirada de sí mismo y fijarla en aquel Único que es perfecto.  Mientras mire a Jesús, se realizarán dentro de ti todas aquellas cosas que ha deseado  por tanto tiempo. Dios estará dentro de ti, obrando el querer y el hacer por su buena voluntad. La fe, por sí sola, no es un acto meritorio; el mérito depende de aquel en quien se pone la fe. La fe es un cambio de mirada: dejamos de mirarnos a nosotros mismos para mirar a Dios.  El pecado ha distorsionados nuestra visión interior. La incredulidad es poner al yo en el lugar que le corresponde a Dios  La palabra nos induce a levantar nuestros ojos a Cristo y allí comienza la vida de fe. Al levantar nuestra mirada hacia Dios podemos esta seguros de hallar una mirada amistosa, porque está escrito que los ojos de Jehová recorren toda la tierra para ver a los que tienen corazón perfecto para con él. ¡Amén!

No hay comentarios:

Publicar un comentario