“Así que,
hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de
Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto
es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los
corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”. Entramos a
la presencia de Dios a través del velo, es decir, a través de la humanidad de
Jesús. Es una idea difícil, pero lo que esto quiere decir es que: En el
tabernáculo, había un velo delante del Lugar Santísimo que ocultaba la
presencia de Dios. Para que los hombres pudiésemos entrar a la presencia del
Señor, el velo tenía que ser rasgado. La humanidad de Jesús era la que velaba
Su divinidad. Fue cuando fue rasgado Su cuerpo en la Cruz cuando pudimos ver
realmente a Dios. Jesús mostró [nos reveló] a Dios a lo largo de toda Su vida;
pero fue en la Cruz donde se reveló totalmente el amor de Dios. Al
rasgarse Su cuerpo el Lugar Santísimo quedó abierto –el acceso a la presencia
de Dios quedó completamente abierto. En la cruz se nos reveló plenamente la
grandeza de Su amor y se nos ha dado definitivamente acceso a Dios por medio de
la fe en Su Hijo.
El Lugar
Santísimo está abierto para que nosotros podamos entrar en él, para morar y servir
a Dios en su misma presencia. La sangre del Sacrificio de Jesucristo, es la
garantía y la que nos da libertad para
entrar. Ahora ¿Cuál es el camino? Este camino, el único camino, el camino
infalible, es un camino nuevo y vivo,
que Jesús abrió... La libertad
que tenemos por Su sangre, es la libertad de acceso que Jesús obtuvo, cuando consideramos su muerte como la de nuestro sustituto, Jesús hizo lo que nosotros no
podíamos hacer para nuestra redención. El camino nuevo y vivo, a través del velo,
esto es, de su carne, hace referencia a su muerte, porque fue a través de su muerte que Jesús abrió el
camino hacia la presencia de Dios. La muerte de Jesús significo la inauguración
del santuario celestial, el inicio del nuevo pacto, y la apertura de un nuevo camino para entrar en la presencia y en comunión con Dios. Todo el que acepta la
sangre del pacto eterno, debe aceptar, también, el camino. Y ¿cuál es este camino? El velo que separa al hombre de Dios es la
carne, la naturaleza humana
bajo el poder del pecado. Cristo
vino en semejanza de carne de pecado y permaneció con nosotros, fuera del velo durantes treinta y tres años y
seis meses. En los días de su carne, fue
tentado como uno de nosotros; ofreció oración y suplica con gritos y lágrimas. Por lo que padeció aprendió la obediencia. Él sometió su propia vida
a la muerte para hacer la
voluntad de Dios. A través del velo rasgado de su carne, su
voluntad, su vida etc., entró
en el Lugar Santísimo.
A través del velo rasgado Jesús se elevó al
trono de Dios y éste es el
camino que abrió para nosotros. El mismo camino en que Él, como sustituto nuestro, realizó nuestra
redención, es el camino que nos
ha abierto para que andemos en él, el
camino de la obediencia a la voluntad de Dios. Cristo sufrió por nosotros, dándonos el ejemplo para que
sigamos sus pasos. Su camino es nuestro camino; de la misma manera que Jesús no
podía entrar en el Lugar Santísimo, si no era por el camino del sufrimiento,
obediencia y sacrificio, nosotros tampoco podremos entrar, si no, es por el
mismo camino.
Pablo dice: “Llevando
en el cuerpo la muerte de Jesús para que la vida de Jesús sea también
manifestada en nuestro cuerpo”. El camino al Lugar Santísimo es el camino del
velo rasgado, el camino del sacrificio y la muerte. No hay otro camino, excepto
el camino de Jesús: todo aquel que acepta la obra terminada de Jesús acepta lo
que constituye su poder redentor y esto significa destruir el pecado por medio del
sacrificio. La muerte de Cristo fue algo enteramente nuevo, y así también su
vida resurrecta, una vida fuera de la muerte, tal como nunca se había conocido.
La muerte y la nueva vida constituyen, un camino de vida por el cual podemos
acercarnos a Dios. Lo mismo que cuando Cristo habló de tomar su carne como
alimento diario, también aquí, cuando el Espíritu Santo habla de tomar el velo rasgado
de su carne como nuestra vida diaria, muchos dicen: Esto es difícil; ¿quién puede
escucharlo? ¿Quiénes pueden ser salvos? Para los que obedecen y creen, todo es posible,
porque es un camino nuevo y vivo. La palabra significa: reciente,
fresco, un camino que no se marchita ni se hace viejo, sino que siempre retiene
su perfección y frescura iniciales.
Un camino
siempre requiere que el que avanza por él lo haga con sus propias fuerzas; no
imparte vida ni fuerza. Per este camino, el camino de la obediencia, el
sacrificio, el sufrimiento, la muerte, por difícil que parezca, es un camino vivo. No sólo está abierto, sino
que proporciona la fuerza necesaria para hacer progresar al viajero. El
peregrino actúa en el poder de la vida perdurable, de la cual Cristo fue hecho
Sumo Sacerdote. El Espíritu, hizo posible que Cristo, abriera el camino; y es
el Espíritu quien con su poderosa energía satura este camino y sopla en el
viajero la vida divina. Cuando somos hechos partícipes de la vida de Cristo,
cuando vamos a Dios por medio de El, la
ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, toma posesión de nosotros, y en su
fuerza seguimos sus pisadas. Seguimos el único camino que nos puede hacer
libres de nuestra naturaleza caída, de la maldición y del poder del pecado. Jesús
se negó a sí mismo y no quiso hacer nada para agradar a la naturaleza que había
tomado, aunque en El no era pecaminosa. Renunció a su propia voluntad para hacer
sólo la voluntad de Dios. Acepta la voluntad de Dios, obedece la voluntad de
Dios en todo el orden de la naturaleza según su Palabra. Procura hacer la perfecta voluntad de Dios siguiendo
la dirección del Espíritu Santo. Y que la voluntad de Dios sea el único
objetivo de tu vida. Cuando le conocemos a Él en su muerte y en el poder de su
resurrección, Él nos conduce en el poder del Espíritu Santo. ¡Amén!
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