diciembre 25, 2011

Invitado a la fiesta

“Después los sacerdotes y los levitas se levantaron y bendijeron al pueblo; y fue escuchada su voz, y su oración llegó hasta la morada de su santidad en los cielos” (2 Crónicas 30:27). La celebración de la Pascua conmemoraba el momento en el que Dios salvó y libertó a los Israelitas de su esclavitud en Egipto. La mayoría de los que fueron invitados a la Pascua despreció la invitación, pero algunos se humillaron y  aceptaron la invitación del rey Ezequías.  Sin embargo la Pascua tuvo que ser postergada durante un mes debido a que ni los sacerdotes ni los levitas ni muchos de los israelitas se habían purificados. “Pero Ezequías oró por ellos, diciendo: YHVH, que es bueno, haga propiciación a todo aquel que ha dispuesto su corazón para buscar a Ha-’Elohim, a YHVH, el Dios de sus padres, aunque no lo haga conforme a la purificación del Santuario. Y YHVH escuchó a Ezequías y sanó al pueblo.”   En sus corazones no había arrogancia ni pretensión, no había dureza de corazón ni incredulidad ni apatía. Ellos no procuraron encubrir su verdadera condición espiritual ni hubo simulación en su comportamiento como si todo estuviera bien. Ellos asumieron su responsabilidad, se humillaron, confesaron sus pecados y confiaron en la gracia inagotable de Dios. Por haber venido a celebrar una fiesta que no se había celebrado en Jerusalén desde los días de Salomón, fueron ricamente bendecidos. La bendición de Dios no tiene límite, lo que Dios tiene reservado para nosotros por Su gracia, sencillamente no tiene limite. Pero los que tienen sus corazones endurecidos y llenos de perversidad, no serán bendecidos. Los actos de fe no se comprenden porque la gracia y el amor de Dios son incomprensibles. Lo que usted hace debe ser el fruto de una reverente obediencia a la Palabra de Dios. Todas nuestras actividades de fe deben fluir de un corazón contrito y humillado, de un corazón obediente y comprometido con las Escrituras. Dios traerá consuelo y aliento para todo aquel que ama de corazón a Cristo. El arrepentimiento y la humillación son el precioso resultado de la acción de la Palabra de Dios en el corazón y en la conciencia, una acción que produce una profunda devoción personal. Quiera Dios que su Palabra resuene en todo nuestro ser, de tal manera que en vez de conformarnos a las cosas que nos rodean, podamos elevarnos por encima de ellas como testigos de la verdad de Dios y de las imperecederas virtudes del Evangelio de Cristo. La gracia de Dios está fluyendo en toda su riqueza para sacarte de la ruina personal, familiar y espiritual en la que tú te encuentra. Los rayos de luz de las Escrituras están penetrando las profundidades de las tinieblas que te rodean para que pueda ver el camino de la salvación; camino que nos ha sido abierto por la gracia infinita de Dios. La puerta a la vida y a una eternidad con Cristo en el reino de los cielos, todavía esta abierta esperando que tu entre y sea parte de los redimidos. ¿Puede haber algo más excelente que esto? En los días más oscuros, agarrémonos con tesón de la Palabra de Cristo y no neguemos su precioso nombre! Pablo dice: “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo”. Hay un camino que debemos seguir este es el camino de la justicia, la paz, el amor, y la fe. ¡Amén!
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