diciembre 04, 2011

Verederos guerreros

“Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas; destruyendo razonamientos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo; estando dispuestos a castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea completa” (2 Corintios 10:3-6). Nosotros somos simples seres humanos y como tales somos débiles y frágiles. Sin embargo, para ganar nuestras batallas no dependemos de la astucia de los hombres de este mundo  ni necesitamos utilizar sus métodos. Como cristianos debemos decidir qué métodos emplearemos, si los métodos de los hombres o los de Dios. El propósito de Pablo no era sólo demoler los falsos argumentos, sino también llevar cautivos nuestros pensamientos a Cristo. Debemos procurar destruir todo aquello que se opone a la voluntad y al verdadero conocimiento de Dios. Las poderosas armaduras de Dios están disponibles para pelear y destruir las “fortalezas” de Satanás. Tenemos poder espiritual y sobrenatural para destruir todos las murallas construidas por Satanás. “La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz” (Romanos 13:12). Para ser verdaderos guerreros debemos renunciar a todo aquello que pertenece a las tinieblas; nuestra conexión con la oscuridad debe quedar completamente rota. Debemos vestirnos del Señor Jesucristo, someternos a su voluntad, aceptar sus normas morales, vivir en constante compañerismo con él y depender de su fuerza. No debemos proveer absolutamente nada para los deseos de la carne ni para sus requerimientos y apetitos. El día del Señor se acerca progresivamente en la misma medida en que este presente siglo se desarrolla. Esta es la razón por la que debemos abstenernos de aquellas acciones que son características de las tinieblas, y de ese sistema que está enteramente opuesto a Dios ni siquiera debemos pensar en aquellos deseos pecaminosos que provienen de este mundo pecador. Nos conviene vivir vigilantes, sin dejarnos arrastrar por las tendencias de la carne y los espejismos del mundo. Encaremos con todo el fuego de nuestro carácter espiritual, a todos aquellos que tratan de desacreditarnos. Vivimos en la carne como cualquier ser humano pero no militamos según la carne. Refutemos el atrevimiento de los enemigos del Evangelio. “Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar” (Jeremías 1:10). Es importante saber, que este poder y autoridad no proviene de nosotros mismos, sino de Dios por medio del Espíritu. Tenemos poderosas armas defensivas como son: el yermo de la salvación, la coraza de justicia,  el cinto de la verdad, el calzado del evangelio y el escudo de la fe. Todas estas son armas defensivas pero además tenemos armas ofensivas [armas de ataque] como son: la espada del Espíritu y la oración [pero no cualquier oración, sino la oración en el Espíritu]. “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.  Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:10-11). En la vida cristiana batallamos en contra de fuerzas malignas poderosas, encabezadas por Satanás. Para contrarrestar sus ataques, debemos depender de la fortaleza de Dios y usar cada pieza de Su armadura. Todo el cuerpo necesita armarse. Cuando usted luche en contra de los “gobernadores de las tinieblas”, hágalo siempre con las armaduras de Dios y con el poder del Espíritu Santo. Enfrentamos un ejército poderoso que tiene como meta destruir a la Iglesia de Cristo. ¡Amén!
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