diciembre 09, 2011

La plenitud de fe

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos10:19-22). El fundamento para nuestra confianza está en el hecho de que ahora tenemos acceso al lugar santísimo por medio del sacrificio de Cristo. Esto debería inspirarnos y hacernos acercar cada día más a Dios. La verdad que recibimos y aceptamos puede ser limitada y deficiente, y nuestra certeza puede ser una convicción de la mente y no una fe viva. Necesitamos tener una fe que abarque e incluya todo lo que Dios nos ofrece en las Escrituras. Solo podamos recoger la provisión de Dios y sus promesas, cuando nos acercamos a él en plenitud de fe. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). La fe nos permite tener a Dios mucho más cerca que a nuestros amigos y vivir en una comunión ininterrumpida con el Altísimo. La sangre de Cristo puede limpiar nuestra conciencia y abrirnos el camino para que nos acerquemos a Dios. Cuando usted tiene una conciencia limpia y una confianza indudable en el Señor puede pedir y recibirá, buscar y hallará, llamar y se le responderá. La luz y la gloria de Dios estará sobres usted con toda seguridad. Si nos acercamos a Dios en plena certidumbre de fe, experimentaremos el poder que fluye del altar, recibiremos la unción y el fuego del Espíritu Santo. La fe nos capacita para mirar a Jesús en toda su gloria y al mirarle, podemos pedirle que intervenga a nuestro favor e interceda por nosotros. Por la fe nos enfrentamos a los imposibles, a nuestros fracasos, al pecado, nuestras debilidades y a los poderes del mal; nada nos limita cuando le creemos a Dios. Él que levantó a Jesús de entre los muertos, tiene poder para tomarnos e introducirnos en Su presencia, más allá del velo. Tanto en la casa como en el corazón de Dios hay un lugar para los que creen. Nuestras debilidades se deben a que no creemos. El Espíritu Santo nos pide un corazón sincero e inmediatamente después, nos dice que nos acerquemos al Santuario en plenitud de fe. Hay una fe de percepción, deseo, confianza en la verdad de las Escrituras, y aceptación personal. Pero la fe que se nos pide, es la fe que tiene un amor que abraza las promesas de Dios, una fe que tiene una voluntad que abarca la totalidad de la revelación divina, y una fe de sacrificio, que está dispuesta a esperar sólo en Dios. No estoy hablando de certidumbre de pensamiento. Usted puede tener una doctrina correcta pero no es a esto a lo que nos referimos aquí. La fe que mueve a Dios, es la fe que nace de un corazón sincero y de una conciencia limpia. Es esta fe la que toca el corazón de Dios; esta es la fe que abre las puertas de los cielos y hace posible que Dios realice su obra. La fe hace que lo sobrenatural entre en acción en el mundo natural. Es la fe la que pone en movimiento los recursos de Dios. Lo que Dios quiere hacer en ti, es aquello que tiene lugar en el plano de lo sobrenatural; esto está más allá de lo que tú puede pensar. No trate de entender todo lo que Dios está haciendo, solo confía en él. ¡Amén!



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