septiembre 15, 2011

Caminando sobre el agua

“Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: Señor, ¡sálvame!” (Mateo 14:28-30). Los discípulos estaban fatigados, el momento por el que atravesaban, era crítico, a pesar de su gran experiencia en el mar, no lograban controlar la situación, “porque el viento les era contrario”. En el momento más difícil, Jesús se acerca caminando sobre las aguas, sin embargo,  el consuelo que esto les podría proporcionar se convirtió en pánico, debido a que pensaron que se trataba de un fantasma o de un ser sobrenatural peligroso. Muchas veces tergiversamos las cosas y en lugar de aprovechar al máximo la presencia del Señor para calmar nuestros temores y ansiedades, perdemos la paz, y la tranquilidad que deberíamos encontrar en Su  presencia. Para muchos eruditos la actitud de Pedro fue presuntuosa e insensata pero Jesús no lo reprendió por esto, sino por tener una fe insuficiente. Pedro era propenso a actuar por impulso sin pensar bien lo que hacía o decía; fallaba a menudo y luego se angustiaba. Pero él nunca falló para no recuperarse, porque siempre, y en el peor momento, se aferraba a Cristo.  Pedro se estaba hundiendo, pero Jesucristo no se hundiría. Estas son las clases de lecciones que debemos aprender. En este tiempo es importante confiar total y absolutamente en Jesús para no hundirse. Es necesario fijar nuestras miradas en el Hijo de Dios, la única forma posible de vencer, es permanecer asido de Cristo y creer que él nos sostendrás. Si por alguna razón quitamos la mirada de Jesús, dejaremos de confiar en Su poder, y comenzaremos a hundirnos.  Si dependemos de nosotros mismos, seremos humillados en el mar de la vida, porque no debemos ignorar, nuestras flaquezas y debilidades. Muchos de nosotros damos los primeros pasos en la vida cristiana con gran seguridad y firmeza, pero cuando vienen las dificultades, nuestros corazones se llenan de temor. Por haber apartado nuestras miradas de Cristo, nos estamos hundiendo en el desaliento, si nos concentramos en las olas que se levantan cerca de nosotros sin buscar la ayuda de Dios, terminaremos hundiéndonos como Pedro. Pero de la manera en que Jesús tuvo misericordia de Pedro y le extendió la mano para salvarlo; así tendrá misericordia de aquellos que en medio de su aflicción, clamen a él. Jesús trata con amor al débil en la fe, y le socorre para que pueda continuar. El Dios encarnado, hace que los vientos huracanados y las aguas embravecidas obedezcan. El Hijo de Dios puede hacer que el infierno enmudezca si es necesario, que las aguas del mar retrocedan o que se paralice la vía Láctea para bendecir y darle la victoria a su pueblo. Lo que estaban en la barca reconocieron la divinidad de Jesús, ellos fueron testigo de lo ocurrido y lo adoraron. Lo que reconocen a Jesús, son testigos de su poder, ellos pueden ver las maravillas de Dios y su poder en acción. El poder de Dios está actuando a tu favor, si cree esto verá la gloria de Dios. “¿Quién ha creído a nuestro anuncio y sobre quien se ha manifestado el brazo de Jehová?” Haz lo correcto, humíllate y clama al Señor y él te sostendrá. Llegar a la otra orilla representó un gran alivio para los discípulos, después de aquella  gran experiencia la travesía había terminado. ¡Amén!
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