“Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen” (Salmos 6:2). El salmista se sentía lleno de angustia e incertidumbre y en su desesperación ora para que el Señor tenga de él misericordia. Los dolores físicos que padecía y su angustia interior le hacían sentirse próximo a la muerte. La angustia permanente es causa frecuente de enfermedades psicosomáticas. Tanto la angustia como la ansiedad provienen de causas internas, que obedecen principalmente a maneras distorsionadas de ver las cosas. Las encrucijadas de la vida, a veces nos ponen ante las situaciones que nos llevan al límite (borde) pero no debemos resignarnos, sino luchar y confiar en el Señor. “Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Y levantémonos, y subamos a Betel; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado” (Génesis 35:2-3). Paralizado por el miedo de un potencial ataque cananeo, Jacob fue motivado a regresar a Betel (casa de Dios), al lugar donde había hecho voto en el día de su angustia. Jacob ordenó a su familia que destruyeran todos los ídolos pequeños que habían traídos con sigo. No quería que hubiera nada que cambiara su enfoque espiritual. Hay cosas que sino la quitamos pueden arruinar nuestra fe y nuestra vida espiritual. Si nos purificamos, Dios se compromete a ser nuestro refugio en el día de la angustia. “Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia” (Salmos 9:9). La omnipotencia de Dios es tal que aun sus enemigos más fuertes y empecinados no pueden resistirlo. El juicio de Dios es según verdad y en él no hay injusticia. Por la fe podemos acudir a él, confiar en su poder y en su promesa y descansar en él. “Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias” (Salmos 25:22). El Señor puede encontrar la solución para todas nuestras angustias. Dios puede liberarnos de todas nuestras aflicciones físicas, materiales y espirituales. Podemos orar en el día de la aflicción y Dios oirá nuestras oraciones. “E invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Salmos 50:15). Cuando tu relación con Dios está bien, tu puede clamar a él, y recibir de él la repuesta. “Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré” (Salmos 91:15). “A Jehová clamé estando en angustia, y él me respondió” (Salmos 120:1). Hermanos oremos porque se siente un temor opresivo. Muchas personas están llenas de aflicción y congojas y no saben cómo resolver sus problemas pero si nos unimos en oración estoy seguro que Dios será movido a misericordia. Jeremías vio a Jerusalén angustiada; en su profecía nos presenta sucesos cercanos y distantes como si todos fueran a suceder muy pronto. “Porque oí una voz como de mujer que está de parto, angustia como de primeriza; voz de la hija de Sion que lamenta y extiende sus manos, diciendo: ¡Ay ahora de mí! que mi alma desmaya a causa de los asesinos” (Jeremías 4:31). “¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado” (Jeremías 30:7). Nada hay imposible para Dios y te aseguro que si ere fiel, a pesar de la angustia, Dios se dispone a cambiar tu situación. “pero de ella será librado”. Hermanos, Dios nos ha prometidos que volveremos a ver días normales y que viviremos en paz y en prosperidad, ya sea que esto ocurra en el presente o en el futuro. “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Apocalipsis 3:10). ¡Amén!
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