.“…nada me faltará” (Salmos 23:1). Es importante e imperativo mantener una visión equilibrada y objetiva de la vida. Una persona puede prosperar materialmente, pero esto no es necesariamente una señal de la bendición de Dios. “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Apocalipsis 3:17). Laodicea era un centro económico; una ciudad reconocida por la lana de sus ovejas negras y el colirio (polvo oftálmico) que producían. Sin embargo, Cristo contrasta la riqueza material de esta iglesia con su pobreza espiritual. Por otra parte, hemos vistos hombres y mujeres fieles sufrir carencias y experimentar escasez, sin que esto signifique, que están viviendo una vida en pecado o que haya una maldición sobre sus vidas. Debemos ver nuestro tránsito por la vida como un breve interludio en la tierra, durante el cual, pueden haber privaciones y sufrimientos. Como hijos e hijas de Dios, estamos bien protegidos y reguardados. Los que pertenecen a Dios, son guiados por el Espíritu Santo porque no pertenecen a un impostor, sino al creador y Señor de todas las cosas. Al impostor no le interesa el bienestar del rebaño, sino la satisfacción de sus deseos personales y de su propia avaricia. Un rebaño necesita de la dedicación y administración de su dueño porque solo a su dueño le interesa la condición de sus ovejas. El impostor deja que las ovejas se apacienten sola, de esta forma son una presa fácil de las fieras; cuatreros; tormentas y otros fenómenos naturales. “Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella; tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes sacarás cobre. Y comerás y te saciarás, y bendecirás a Jehová tu Dios por la buena tierra que te habrá dado” (Deuteronomio 8:7-10). Dios le promete a su pueblo abundancia de agua, en contraste con la experiencia de Israel en el desierto. La tierra de Canaán era una tierra donde había una abundancia de productos agrícolas. Producía trigo, cebada, vides, higos y granados. Canaán también era una tierra de olivares y de miel. En Canaán, Israel iba a tener comida en abundancia. Allí, no comerían el pan con escasez como lo habían comido durante su jornada por el desierto. Esta descripción de la riqueza mineral de Canaán presupone la descripción del territorio ideal de Israel. Después de conquistar a Canaán y de gozar de la abundancia de la tierra prometida, Israel tenía que bendecir a Dios y agradecerle por la comida y por la tierra fértil que él había dado. Hermanos acuérdate de Jehová tu Dios, y él cuidará de ti y “sabrás que hay paz en tu tienda; (el Señor) visitarás tu morada, y nada te faltará” (Job 5:24). Si te siente preso, como una oveja acorralada, hoy Dios te da una palabra: “El preso agobiado será libertado pronto; no morirá en la mazmorra, ni le faltará su pan” (Isaías 51:14). A Dios le interesa liberarte y proveer para tus necesidades, solo confía en él. El río de Dios está fluyendo y Dios quiere que tu beba de sus aguas. “Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina” (Ezequiel 47:12). La naturaleza vivificante del agua que fluye del templo, es de tal magnitud que puede cambiar tu situación. El poder de Dios puede transformarte y transformar tu economía. Aun cuando te sienta confundido y haya perdido toda esperanza, Su poder te puede sanar. ¡Amén!
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