“He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad” (Jeremías 33:6). La memoria es la potencia del alma, por medio de la cual retenemos y reconocemos los eventos pasados con plena conciencia. La memoria se encuentra en el óvolo frontal del cerebro o en alguna parte de la mente, por encima y más allá de la red cerebral y las informaciones que recibe el cerebro departe de los cinco sentidos. La memoria se compone de recuerdos de cosas, de sucesos que nos han ocurrido y marcado en el transcurso de nuestra vida. (Las marcas de la niñez; los pecados generacionales; y el ocultismo etc.). Para llegar a nuestro destino, es necesario limpiar el camino. Hay muchos obstáculos pero si hacemos lo correcto, llegaremos a la meta. El destino (propósito) es la razón por la que hemos sido creados por Dios. ¿Qué cosas han ocurrido en tu vida que te han marcado hasta el día de hoy? ¿Qué escuchaste? Que te llevó a crecer frustrado y destrozado por dentro. ¿Qué viste? ¿Cómo te criaron tus padres? Dios quiere curar tus heridas y traumas psicológicos y emocionales. “El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias” (Salmos 103:3). Los ríos de Dios están fluyendo y si tú entra en sus aguas, Dios sanará tu cuerpo, alma y espíritu. “Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río” (Ezequiel 47:9). Jesús vino para curar nuestras heridas, el profeta Isaías dice: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). Pero para ser sano tenemos que remover los escombros del pasado. Tenemos que remover el resentimiento, el miedo, y todos nuestros temores al fracaso, a la oscuridad, a la enfermedad y a la muerte. “El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Salmos 147:3). Tenemos que remover de nuestras vidas todas aquellas causas posibles de enfermedad como es el odio, los rencores, las raíces de amargura, y las discordias. “Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sión, de la que nadie se acuerda” (Jeremías 30:17). No acepte las críticas destructivas, echa fuera de tu corazón la culpa, y la ira reprimida. Arroja de tu vida todas aquellas cosas que han venido producto del rechazo que ha experimentado. El rechazo es una de las causas principales de los traumas, y de una baja autoestima. Dios te llama a perdonar, porque quiere liberarte de la depresión, de la soledad, y del abandono. Sí tu vida esta en esta condición a causa de abusos físicos, o verbal Dios promete sanarte. Hay personas que han sido víctima de violación, y que todavía no han sanadas. Otras han sufridos maltratos físicos, psicológicos y emocionales, y estas experiencias les han generados serias perturbaciones emocionales, inestabilidad, indecisiones, inseguridad, y temores. José sufrió a causa de la envidia de sus hermanos. Fue echado en una cisterna y más tarde vendido como esclavo. Fue víctima de a coso sexual en la casa de Potifar, y tubo que sufrir una prisión injusta a causa de esto. José se enfrentó al dolor, pero al perdonar a sus hermanos Dios lo sanó de su dolor. “Y se apartó José de ellos, y lloró; después volvió a ellos, y les habló, y tomó de entre ellos a Simeón, y lo aprisionó a vista de ellos” (Génesis 42:24). Remueve los escombros, esos que te ha herido, y marcado, y tráelos al artar de Dios. Jesús quiere sanar tus memorias, y recuerdos, Él quiere restaurarte en lo espiritual, psicológico y emocional. Un cristiano sano, es un cristiano que estudia las Escrituras, ora y adora a Dios con alegría; al hacerlo obtiene de Dios la autoridad, y el poder para vencer en sus luchas diarias. Mientras más sano tu este, mayor será tu bendición, y mayor será la unción del Espíritu de Dios sobre ti. Reconoce que necesitas sanidad y confiesa tus pecados. Reconoce tu falta de perdón hacia aquellos que te han dañado y herido. Humíllate y arrepiéntete delante de Dios por haber guardado todo ese pasado oscuro y tenebroso en tu corazón. Desecha todo resentimiento, rencor, odio y amargura. Este es un nuevo día, y una nueva oportunidad. Comprométete con Dios a perdonar a cada uno de los que te han ofendido. Expresa tu perdón en forma verbal a cada una de esas personas, especifica las razones por las cuales las tiene que perdonar. Ha un recorrido por tu vida y enumera todas y cada una de las situaciones en las cuales tu experimentaste dolor, sufrimiento, y rechazo; ponla en las manos de Cristo. ¡Amén!
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Gracias. Dios te bendiga
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