septiembre 07, 2011

Una conciencia iluminada

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:19-22). Jesucristo, nos está llamando a acercarnos a Dios con un corazón sincero, en plena certidumbre de fe. Nuestra adoración debe surgir de un corazón limpio y sincero, como un manantial que fluye en toda su pureza. Es importante  tener una completa franqueza de propósito, y una conducta libre de censura. No podemos evitar que nos calumnien o murmuren pero si hacemos lo que es correcto, nuestros enemigos no tendrán ningún motivo y sus acusaciones serán vacías. La conciencia es un factor regulador en la experiencia y conducta cristiana.  Es aquella facultad mediante la cual llegamos a conocer la voluntad de Dios y es además la capacidad humana de realizar juicios morales. La conciencia es una parte de nuestra experiencia vital y es aquella facultad que nos permite discernir entre el bien y el mal. “Todas las cosas son puras para los puros, más para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas” (Tito 1:15). Mientras los judíos legalistas compilaban una lista de cosas “inmundas” que iban mucho más allá de los requerimientos del Antiguo Testamento, los cristianos no necesitaban hacer estas distinciones. Sin embargo, lo que Pablo trata de enseñarnos es, que aquellos que tienen un corazón sucio y una conciencia corrompida,  ensucian y corrompen todo lo que hacen. Nada es puro para los que son corrompidos e incrédulos. El salmista era enseñado y reprendido continuamente por su conciencia. “Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia” (Salmos 16:7). Pensar constantemente en Dios y en las Escrituras, nos ayudará  a tomar decisiones correctas y a vivir como Dios desea. Cuando nos dejamos aconsejar por el Espíritu Santo, a través de la conciencia y escuchamos la voz de Dios, si  además, mantenemos una vinculación constante con Dios, tendremos una seguridad inconmovible. Hay personas a los que les encanta acusar (señalar)  a los demás pero cuando son confrontados por las palabras de Jesús no le queda otra opción que irse porque ellos mismos merecen la muerte. “Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio” (Juan 8:9). No hay necesidad de discutir qué fue lo que Jesús escribió con su dedo en el suelo. Su presencia era suficiente como para que sus acusadores se sintieran incómodos, hasta que al final sólo quedaron él y la mujer. Hermanos,  Dios nos está guiando, a través de los impulsos internos del Espíritu, del juicio moral de la conciencia, y  de las Escrituras para que hagamos lo que es recto. Una buena conciencia es aquella que ha sido purificada por la sangre de Cristo, iluminada por el Espíritu Santo, y guiada por las Palabras de Dios. Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia” (1 Timoteo 3:9). Los posibles diáconos deben ser probados primero antes de ser llamados a servir. La conciencia puede ser mala, estar contaminada y cauterizada. Puede ser débil, vacilante, o firme. La conciencia puede ser también mórbida o sana etc. Es nuestro deber servir a Dios con una conciencia pura. ¡Amén!
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