enero 21, 2012

El resultado de la revelación divina

«Así, Adonay YHVH no hará nada sin revelar su plan a sus siervos los profetas» (Amós 3:7). Dios se valió de los profetas para advertirle a su pueblo para que se arrepintieran y evitaran ser castigados. Pero el pueblo no quería arrepentirse. Las advertencias de Dios son una forma de revelarnos su misericordia pero si apesar de ser amonestados seguimos pecando seremos fuertemente castigado. La fe cristiana es la aceptación de la revelación de Dios dada por inspiración del Espíritu, por medio del Mesías y puesta por escrito en las Sagradas Escrituras. Es la verdad revelada e incorporada en nuestra vida personal, y al mismo tiempo hecha vital y dinámica al venir a formar parte de nuestra personalidad. La vida del hombre debe gobernarse, no por antojos y fantasías personales, ni tratando de adivinar las cosas espirituales sino por una reverente aceptación de lo que Dios le ha dado a conocer. El Señor le dio a conocer a Israel las leyes y promesas de su pacto y le reveló sus intenciones a los profetas. Cristo habló a sus discípulos acerca de todas las cosas que él escuchó del Padre (Juan 15:15), y prometió enviar al Espíritu Santo para que completara la obra de instruirlos. Dios nos confronta con sus palabras. La revelación divina no es una mera difusión de información, es la Palabra de Dios. Por medio de ella Dios expone, revela, descubre y desvela sus planes y propósitos. Pablo oraba para que los destinatarios de su carta recibieran espíritu de sabiduría y de revelación, con el doble objetivo de que conozcan a Cristo y entiendan el propósito y el poder de Dios en sus vidas. La revelación es como un descorrer del velo del corazón, a fin de que podamos recibir entendimiento profundo sobre la manera en que la palabra de Dios intenta obrar en nuestras vidas. Se la puede aplicar a la enseñanza o a la predicación especialmente ungida para ayudar a la gente a ver la gloria de Cristo y la manifestación de su propósito y poder en sus vidas. La palabra revelación se emplea de dos maneras en la Biblia. Es importante distinguirlas, no solamente para evitar confusión en el estudio de la Palabra de Dios, sino también para evitar caer en la trampa de las ideas humanistas y en un error irremediable. A las Sagradas Escrituras se las llama la Palabra revelada de Dios. La Biblia declara que la ley de Dios y los profetas son el resultado de la revelación divina, lo cual describe a todo el Antiguo Testamento como revelado. En el Nuevo Testamento, esta palabra también se aplica a las escrituras, las cuales llegaron a formar parte del canon completo de la Biblia. El contenido de la Palabra de Dios está completo. La sabiduría y el entendimiento, nos recomiendan conozcer y claramente expresar lo que queremos decir cuando hablamos de revelaciones. «Toda palabra de Dios es limpia,... No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso» (Proverbios 30:5-6). Dios claramente nos habla por medio de su Espíritu pero esta intuición profética [revelación] nunca se la debe considerar como igual a la recepción de las Santas Escrituras. Con todo y lo buena que puede ser la ayuda de nuestra intuición al estudiar la Palabra de Dios, la totalidad de la revelación de la Santa Palabra es el único fundamento seguro para la edificación de nuestras vidas. Cuando nos referimos a la revelación de las Escrituras, es importante que distingamos el orden ya consumado de la revelación divina de cualquier otro uso del término revelación, sin importar cuan sagrado sea. Hay muchos hoy día que no conocen la diferencia entre una «revelación» (el conocimiento o la idea que puede provenir de Dios, de otro ser humano o del diablo) y la revelación de Dios, la cual se encuentra en el canon cerrado de las Escrituras. Debido a que hay muchos libros que afirman ser inspirados divinamente, una actitud ingenua hacia ellos puede resultar en confusión y una posible destrucción. Es interesante notar que aun en tiempos de Jesús varios libros, considerados todavía hoy por algunos como parte del Antiguo Testamento, ya existían. Sin embargo, en ninguna de las 64 ocasiones en que Jesús cita el Antiguo Testamento se mencionan estos libros. La Biblia es completamente confiable, está completa, y basta para responder completamente cualquier cosa que necesitemos conocer sobre la salvación eterna o la sabiduría práctica en torno a nuestras relaciones, la moral, el carácter o la conducta que debemos seguir en nuestro diario vivir. ¡Amén!


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