“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1.6-7). Pablo había predicado el Evangelio de la Gracia de Dios. En su predicación insistía que lo único que podemos hacer es aceptar con gratitud la salvación que Dios nos ofrece a través de Jesucristo. “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9:16). Dios tiene el derecho de actuar de acuerdo con su voluntad, los privilegios que tenemos es porque Dios nos lo ha dado; esto debe hacernos pensar y conducirnos con humildad. “Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” (1 Corintio 4:7). No tenemos nada que no hayamos recibido de Dios, lo que importa es lo que Dios hace y no lo que nosotros podamos hacer por sí mismo. En una sociedad libre la gente tiene derecho a tener sus propias ideas religiosas, pero eso no significa que sus creencias sean correctas. Algunos cristianos judíos, descontentos con la forma en que Pablo invitaba a los gentiles a creer en Cristo y a venir al Evangelio, habían comenzado a visitar las iglesias que él había establecido. El propósito de ellos era “judaizar” a los creyentes gentiles; persuadirlos de que, después de creer en Cristo, debían dar un paso más y convertirse en prosélitos judíos por medio de la circuncisión. Estos predicadores no eran cristianos errados, sino falsos maestros. Su misión era, en realidad, peligrosa y destructiva. Pablo no iba a permitir que la Iglesia fuera esclavizada por doctrinas y enseñanzas de hombre. La vida cristiana es una vida de comunión con Cristo, y por ende, una vida de obediencia a los principios del Evangelio. Hay muchos que están mezclando el mensaje de salvación con la filosofía, el legalismo y el libertinaje, y esto es enseñar otro evangelio. La gracia va más allá de la conversión: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Corintio 15:10). Pablo atribuía a la gracia divina todo lo que era valioso en él. A pesar de ser el más influyente de los apóstoles, Pablo era profundamente humilde. Sabía que había trabajado duro y que había logrado mucho, pero lo que había logrado era debido a que Dios había derramado su gracia en él. Esto es lo que los falsos predicadores no entienden, piensan que para estar cerca de Dios hay que someterse a una interminable serie de preceptos y normas religiosas. Pablo rechaza estas opiniones y dice que aun nuestros logros en el ministerio se deben a la acción de la gracia divina. La verdadera humildad no radica en tener una baja auto estima sino en conocer que Dios obra en nosotros, mantener una perspectiva clara de quién es él y reconocer su gracia en el desarrollo de nuestras habilidades. “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”. ¿Dedica usted su vida en tratar de agradar a otros? Pablo tuvo que hablar con dureza a los cristianos en Galacia porque estaban en serio peligro. No se disculpa por sus palabras directas, sabía que no estaría sirviendo fielmente a Cristo si permitía que los cristianos de Galacia siguieran en la senda equivocada. ¿A quién trata usted de agradar, a las personas o a Dios? Dios te conoce íntimamente procura por lo tanto, darle el primer lugar a Dios. Dios conoce lo que hay en nuestros corazones, a él no lo podemos engañar. ¡Amén!
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