“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:12-13). El término que aquí se traduce “palabra” es el vocablo griego logos, que comúnmente indica la expresión de una idea completa y se utiliza para referirse a las Sagradas Escrituras. Contrasta con rhema que suele referirse a algo dicho o hablado. Al ser confrontados por la palabra de Dios, somos confrontados por Dios mismo, y no existe cosa creada que no sea manifiesta en su presencia. Dios es omnisciente, conoce perfectamente todo detalle en la vida de los seres celestiales, y terrenales y “conoce lo que hay en las tinieblas” (Daniel 2:22). Nada escapa a su atención; “Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mi; tan alto que no lo puedo alcanzar” (Salmos 139:6). “Tú conoces cuando me siento y cuando me levanto; desde lejos entiendes mis pensamientos…” (Salmos 139:2-4). La comprensión de su omnisciencia debería de hacernos inclinar delante de Dios. “… yo he sabido los pensamientos que suben de vuestros espíritus” (Ezequiel 11:5). Ni la oscuridad de la noche, ni la más espesa cortina, ni la más profunda prisión pueden esconder al pecador de los ojos de la omnisciencia divina. Los árboles del huerto fueron incapaces de esconder a nuestros primeros padres de la presencia de Dios. Ningún ojo humano vio a Caín cuando asesinó a su hermano, todo se hizo sin testigo aparente. Acán tomó un lingote de oro y un manto babilónico y lo escondió cuidadosamente en su tienda, ningún israelita lo vio (Josue 7). David trató de esconder su iniquidad, pero todo resultó ser imposible. Muchos odian, detestan saber que Dios es omnisciente; desearían que no existiera un testigo de sus pecados, alguien capaz de escudriñar la mente y el corazón, el Juez de sus acciones. Pero la omnisciencia de Dios es una verdad llena de consolación para el creyente. Job en medio de la perplejidad, dice: “Más él conoció mi camino” (Job 23:10). No hay peligro de que tú sea ignorado o pasado por alto; la falta de un lenguaje apropiado y la incapacidad de dar expresión al más profundo anhelos del alma no compromete tus oraciones, porque “Y sucederá que antes que llame, yo responderé; y mientras estén hablando, yo les escucharé”. (Isaías 65:24). Dios, no solamente conoce todo lo que sucedió en el pasado, y todo lo que acontece en el presente, sino que, además, El sabe todos los hechos, que tendrán lugar en el porvenir. “Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; su entendimiento es infinito”. (Salmos 147:5).El conocimiento del futuro por parte de Dios es tan completo como completo es su conocimiento del pasado y el presente; y esto es así porque el futuro depende enteramente de él. El conocimiento Divino del futuro no es una simple idealización, sino algo inseparablemente relacionado con su propósito y acompañado del mismo. Dios mismo ha designado todo lo que ha de ser, y lo que él ha designado debe necesariamente efectuarse. Como su Palabra infalible afirma: “él hace según su voluntad con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. No hay quien detenga su mano ni quien le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:35). “Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; mas el consejo de Jehová permanecerá” (Proverbios 19:21). El cumplimiento de todo lo que Dios ha propuesto está absolutamente garantizado, ya que su sabiduría y poder son infinitos. Que los consejos Divinos dejen de ejecutarse es una imposibilidad tan grande como lo es que el Dios tres veces Santo mienta. En lo relativo al futuro, no hay nada que sea incierto en cuanto a la realización de los consejos de Dios. No hay ningún suceso futuro que sea solo una simple posibilidad, es decir, algo que pueda acontecer o no: “Conocidas son a Dios desde el siglo todas sus obras” (Hechos 15:18). Todo lo que Dios ha decretado es inexorablemente cierto, “porque en él no hay mudanza ni sombra de variación” (Santiago 1:17). El perfecto conocimiento por Dios de todas las cosas es ejemplificado e ilustrado en todas las profecías registradas en su Palabra. Dios conocía y predijo la crucifixión de su Hijo mucho siglos antes de que se encarnara, y esto era así porque, en el propósito Divino, El era el Cordero inmolado desde la fundación del mundo, de ahí que leamos que fue “entregado por determinado consejo y providencia de Dios” (Hechos 2:23). El conocimiento infinito de Dios debería llenarnos de temor. Nada de lo que hacemos, decimos, o incluso pensamos, escapa a la percepción de Aquel a quien tenemos que dar cuenta: “Los ojos de Jehová están en todo lugar mirando a los malos y a los buenos” (Proverbios 15:3). ¡Amén!
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