“Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos” (Oseas 14:4). Cuando nuestra voluntad es débil, cuando nuestra razón está confundida, cuando nuestra conciencia está cargada de culpabilidad, debemos recordar que Dios nunca nos fallará. Cuando la familia o los amigos nos abandonen, cuando nuestros colaboradores no nos comprendan, cuando nos cansemos de ser buenos, Dios estará con nosotros para consolarnos. Cuando no podamos ver la salida o no podamos escuchar la voz de Dios, cuando nos falte valor para continuar, Dios guiará nuestros pasos y nos sostendrá con su poder. Cuando nuestros defectos nos persigan y la conciencia de nuestros pecados nos abrume, Dios nos mostrará su gracia y su misericordia. Dios responde a una oración de arrepentimiento sincero. Cuando nuestros pecados han sido perdonados y la justicia de Cristo nos cubre, entonces, aunque hayamos sido pecadores, Dios nos recibe y nos acepta como hijo. Como el rocío desciende cada noche, así Dios nos proporciona su gracia y su misericordia cada día. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesio 1:3-6). Este pasaje expresa la generosidad de esta obra y señala el medio divino a través del cual fue manifestada, “en el Amado” o sea en Cristo. Es en la persona de nuestro Señor Jesucristo que Dios “nos hizo objeto de su gracia”. “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14). Dios promete perdonar a su pueblo y sanar su tierra si se arrepiente de sus malos caminos. Dios establece cuales son las condiciones, si queremos experimentar y recibir sus bendiciones. Para formar parte del pueblo de Dios, debemos abandonar el pecado, dejar a un lado el egoísmo, orar a Dios y someter nuestros deseos a la autoridad de la Palabra y a su voluntad. Solamente así contestará Dios desde los cielos. Hemos sido llamados a formar parte del pueblo del pacto; y este pacto está basado en la confianza y la obediencia. El deseo de Dios es que los pecadores se humillen, abandonen sus pecados, se vuelvan a él y vivan. Dios no se deleita en el sufrimiento y en la muerte del impío, y con afán insta a los pecadores a que se arrepientan y se aparten de sus transgresiones para que la iniquidad no les acarree la ruina. “He visto sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le daré consuelo a él y a sus enlutados” (Isaías 57:18). “He visto sus caminos; sin embargo, yo lo sanaré”; Dios restaurará a su pueblo en un sentido espiritual y temporal. El Espíritu de Dios producirá una nueva actitud en nuestros corazones y nuestros “caminos” serán caminos de fe y arrepentimiento. “Más yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de la que nadie se acuerda” (Jeremías 30:17). Dios no olvidará a sus escogidos. Con amor sanará sus heridas. Nuestra situación lejos de constituir un obstáculo para la gracia de Dios, es más bien una oportunidad para recibirla. Siempre y cuando estemos dispuestos a humillarnos y convertirnos de todo corazón. “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne” (Ezequiel 11:19). Dios promete renovarnos por el poder de su Espíritu y transformar nuestro ser interior para que la gloria de Dios se manifieste en nosotros de una forma continua. Dios quiere glorificarse pero hay obstáculos que están impidiendo esto. Sin embargo, Dios promete quitar esos obstáculos y bendecirnos. Algo poderoso está por suceder que marcará nuestra vida y cambiará nuestra tristeza en gozo. Dios hará temblar al reino de las tinieblas y sobre nosotros resplandecerá la luz. Estos cambios serán profundos y traerán bienestar, prosperidad y crecimiento. Es Dios quién nos hará fructificar para que seamos de bendición para nuestras familias, iglesias, amigos, compañeros, vecinos etc. ¡Amén!
Estamos dedicado al estudio de las Escrituras. Analiza conmigo tema de erudición, teología sistematica y dogmática; teología fundamental, moral y crítica; hermenéutica, homilética, exégesis, lingüística, sociología, psicología pastoral, historia, guerra espiritual, liderazgo y mucho más.¡Únete!
agosto 01, 2011
Dios nunca nos fallará
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