octubre 16, 2011

Una relación exclusiva

El matrimonio es una relación exclusiva en la cual un hombre y una mujer se comprometen entre sí en un pacto permanente  y, basados en un voto solemne, de este modo se convierten en “una sola carne” (Génesis 2:24). El Señor es el testigo por excelencia de esta relación y es Dios quien   condena la infidelidad o deslealtad de los conyugues: “…Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto” (Malaquías 2:14). Malaquías explica que Dios es testigo en contra de aquellos que son infieles a sus parejas. Dios es el garante del pacto matrimonial para juicio o bendición de la pareja. El divorcio se describe en este contexto como un acto de violencia. Porque iniciar un divorcio violenta el plan y las intenciones divinas para el matrimonio. Cuando una mujer y su marido viven de acuerdo con los votos matrimoniales, reciben la bendición y el poder de Dios para poder superar las dificultades y para que fortalezcan su relación marital. Por lo tanto, debemos cuidarnos a nosotros mismo y no ser infiel. Los judíos defendían su conducta, tomando como precedente el caso de Abraham, quien había tomado a Agar en perjuicio de Sara, su esposa legítima; a esto responde Malaquías diciendo: “Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud”. Las costumbres corrompidas son fruto de principios corruptos; la mala conducta brota del egoísmo que no toma en cuenta el bienestar ni la felicidad de los demás. “El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”  (Mateo 19:4–6). Jesús responde a los escribas y fariseos y les demuestra que su opinión no estaba basada en una correcta interpretación ni en una lectura cuidadosa de la Palabra de Dios. Hay muchas personas que utilizan las Escrituras para justificar sus malas acciones, entre cogiendo textos e interpretándolos a su manera. La intimidad en su nivel más profundo es imposible cuando los cónyuges no están unidos en la fe. “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” (2 Corintios 6:14). Pablo amonesta a los creyentes a no establecer vínculos con los incrédulos, porque podrían debilitar su fe en Cristo, así como su integridad o sus normas de conducta. Aunque esto no significa aislarse ni salir del mundo; podemos testificar de Cristo sin necesidad de comprometer nuestra fe. El carácter del pueblo de Dios, es incompartible con los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. Necesitamos familias, padres, madres, hijos, que obedezcan con fidelidad las Escrituras; en cuyo hogar se haya establecido el reino de Dios y se viva de acuerdo con sus normas. Hogares donde reine el amor a Jesucristo y a cada miembro de la familia y donde se eduquen hijos que cumplan con sus deberes y obligaciones. Los hijos que han sido educados en el temor de Dios y en el respeto de sus padres, son la esperanza de la Humanidad. ¡Amén!

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario