octubre 29, 2014

La Moral Familiar

(Malaquías 2:11-16)
“Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación; porque Judá ha profanado el santuario de Jehová que él amó, y se casó con hija de dios extraño. Jehová cortará de las tiendas de Jacob al hombre que hiciere esto, al que vela y al que responde, y al que ofrece ofrenda a Jehová de los ejércitos. Y esta otra vez haréis cubrir el altar de Jehová de lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano. Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales”.
La "moral familiar" es el conjunto de valores y normas que regulan los comportamientos de los diversos componentes de la familia. La familia debe mantener una actitud de respeto a la voluntad de Dios. El Señor nos revela su voluntad en la naturaleza; en las Escrituras, en la persona y en la obra de Jesucristo y a través de la acción directa y sobrenatural del Espíritu. La fe es la que sostiene y fortalece los valores morales. La fe impide que nuestros valores se diluyan en el legalismo y en las formalidades religiosas. En el cristianismo hay ley y juicio, pero, cuando ambos llegan a ser tan dominantes que echan fuera de nuestros pensamientos la gracia y el amor, resultan ser parte de una religión inadecuada. La esperanza que tenemos en el Señor Jesucristo fortalece nuestra capacidad y nos permite mirar el futuro con optimismo. Nos abrirnos a la vida con la seguridad y certeza que tenemos al habitar bajo el abrigo del Altísimo y bajo la sombra de sus alas.
La cobertura espiritual que tenemos nos permite descansar y reposar con tranquilidad, aun cuando estemos atravesando por un desierto o por un valle de sombra de muerte; siempre habrá paz en nuestros corazones. El amor que Dios ha derramado por medio del Espíritu en nosotros nos alienta desde el interior y nos ayuda a mantener una relación correcta con nuestro conyugue, hijos y demás miembros de la familia. A los que aman a Dios, el Señor les ha dado un espíritu de servicio para ayudarle a educarse y a mantener un compromiso solidario con la sociedad. No somos seres aislados, somos parte de un conglomerado social. Jesús dijo que nosotros debemos ser la sal y luz del mundo. Somos quienes preservamos a la sociedad de la podredumbre y de la oscuridad total.
Actualicemos nuestros valores sin renunciar a la esencia del cristianismo bíblico. Rechacemos el legalismo impuesto por la religión y la cultura y vivamos conforme al diseño de Dios. Necesitamos vivir conforme a las normas bíblicas. Los profetas, y más tarde, Jesús y los apóstoles trataron de concienciar o concientizar al pueblo para que pudieran realizar su misión y contribuyera con su conducta a la solución de los problemas sociales. Los desajustes familiares pueden provocar el hundimiento de la sociedad. Eso es precisamente lo que está ocurriendo, la sociedad se está hundiendo en la violencia, en la promiscuidad, en las adiciones, en la usura, y en la avaricia e injusticia de los hombres. Como cristianos debemos mantener un temor reverente, y una conciencia clara de Dios. Realizar una profilaxis, mantener la dinámica cristiana y  esforzarnos cada día por superarnos.
Jesús valoriza a la familia, pero no la absolutiza. Su concepto de la familia es concreto y realista, y nunca teórico. La familia cristiana tiene más que ver con su calidad de vida que con estructuras determinadas y funciones definidas. Es preciso que haya diferencia entre la vida cristiana y cualquier otro estilo de vida, pero la fuerza motriz y la causa de esa diferencia debe buscarse en  Dios. A la familia de Cristo pertenecen personas de diversas clases sociales, e ideologías. En ella hay personas marginadas y mujeres de dudosa reputación, pero a Jesús no le importa lo que digan los demás. Lo que Jesús está buscando es personas que venga a él con un espíritu quebrantado y con un corazón contrito y humillado. Los miembros de Su familia, son los que hacen la voluntad de Dios. Cuando el temor reverente se vuelve fobia, en el sentido más vulgar del término, entonces la religión se torna raquítica e inadecuada, ya que, por haber perdido la gracia, ha perdido también la gloria de Cristo. ¡Amén!


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