julio 26, 2011

El fruto del Espíritu Santo

“Más e fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23). El fruto del Espíritu es de vital importancia en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos, y con nuestros semejantes. El amor es supremo entre todos los frutos del Espíritu, es razonable que aparezca en primer lugar en la lista del fruto múltiple del Espíritu, porque tanto en la dispensación de la ley como en la dispensación de la gracia el amor es el hilo conductor, ya que a través de el se lleva acabo el plan redentor de Dios. Dios canalizó su amor por medio de la persona de su Hijo. Encauzó (derramó) su amor en nuestros corazones a través del Espíritu Santo y a través de sus redimidos, Dios le da a conocer su amor a los hombres en todas partes. Así el amor es la clave de su programa redentor. Al recibirlo, es nuestra salvación; respondiendo a él viene a ser nuestra santificación; manifestado a los demás, es nuestro servicio. Concluimos que el amor es la esencia de Dios, y el amor no tiene sustituto. El cristiano que ha sido bendecido con la llenura del Espíritu amará lo que Dios ama y aborrecerá lo que Dios aborrece. El gozo mencionado no es otra cosa que el gozo celestial que es reproducido por el Espíritu en los hijos de Dios. No es un gozo humano estimulado por Dios; es el gozo de Dios que nos ha sido dado por medio del Hijo y que es manifestado por el poder del Espíritu Santo. Esto nos permite tener una experiencia singular como creyente. Nehemías declaró “El gozo del Señor es vuestra fortaleza” (Nehemías 8:10). Cristo dijo: “…para que mi gozo este en vosotros y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:11). El apóstol Juan, habiendo declarado la comunión entre el Padre, el Hijo y el creyente, afirma: “estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido” (1 Juan 1:40). Como Cristo nos dio gozo, también nos dio paz. El Apóstol Pablo dice: “Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7). Hay una diferencia entre “la paz de Dios”, que es una experiencia operada interiormente, y la “paz con Dios” que es realizada por Cristo. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). La paz de la cual hablamos, es la que Cristo heredó, es una experiencia constante que se siente en el corazón, es directa y depende de la naturaleza del Carácter de Dios. Cada fruto del Espíritu es opuesto a un aspecto no espiritual del corazón humano. La sanidad para las enfermedades espirituales producidas por diversas condiciones no es el intento de dejar de hacer lo malo, sino él sustituirlos con el fruto del Espíritu, es decir, con las virtudes que Dios imparte. La paciencia por ejemplo es el antídoto divino para la impaciencia, no es meramente la paciencia humana que tiene sus límites, sino la paciencia de Dios operada internamente por el Espíritu, una paciencia infinita e ilimitada. Solamente cuando somos llenos de Su gloria, podemos experimentar esta paciencia (Colosenses 1:11). Este fruto es necesario en la vida de los que predican o enseñan (1 Timoteo 4:2). Para esperar la venida de Cristo se requiere de paciencia (Santiago 6:7-8), la paciencia nos ayuda a alcanzar las Promesas (Hebreo 6:15). Un hombre justo puede desalojar de su casa a una viuda sin recursos cuando se atrasa con la renta, un hombre bueno buscaría la manera de evitarlo. En la persona de Dios la bondad es infinita, el mundo depende de la bondad de Dios, nadie puede imaginarse como sería el mundo si Dios fuera malo (Salmo 27:13; Salmo 23:6). La mansedumbre en Dios no implica debilidad. Cristo fue llevado como oveja al matadero y esto no significa que Cristo era débil; En Dios hay otros atributos que vindican su Santidad y Su gobierno de justicia; el creyente lleno del Espíritu manifestará la mansedumbre de Dios. El creyente también puede conocer el poder de la indignación, pero siempre será manso, este fruto se requiere de todos los que han de manifestar la gracia de Dios (2 Timoteo 2:24-26). Además hay una recomendación mas del Apóstol Pablo (Tito 3:2) el corazón necesitado de la amable mansedumbre de Cristo se le anima a creer que puede llegar a obtenerla, no por el esfuerzo humano, o por una inútil imitación, sino como un fruto directo del Espíritu. La palabra usada en Gálatas 5:22, no es fe, sino fidelidad. Dios es fiel y esta fidelidad es reproducida por el Espíritu en la vida del Creyente. Este atributo pertenece solamente a Dios, pero puede ser comunicado, y lo será en el creyente consagrado, por el Espíritu. La fidelidad se manifiesta en las relaciones del creyente con Dios, con sus semejantes y consigo mismo. La honradez, sinceridad y devoción son factores que se manifiestan en nuestras vidas cuando hay fidelidad. Esta gracia impartida será dirigida hacia aquellos a quienes el mismo Dios es fiel. El dominio propio ocurre cuando el creyente se ajusta a la mente de Dios y a su voluntad. La llenura del Espíritu, se ve en los frutos del Espíritu, lo que Dios es, naturalmente, es lo que él requiere, y ciertamente sus atributos, hasta donde puedan adaptarse a la vida humana, han de ser reproducidos en el creyente por el Espíritu. Para vivir la vida divina el creyente no tiene que salir de su cuerpo y vivir solo en el Espíritu, porque el Espíritu hace uso de todas las facultades del cuerpo del creyente. Las manifestaciones directas de las características divinas no son estorbadas por la presencia de las facultades humanas existentes, es claro que el Espíritu usa de todas las facultades del ser humano para manifestar las características de Dios. La voluntad de Dios es que seamos conformados a su imagen y que en nuestra existencia terrena manifestemos su personalidad a los que no pueden percibir su Presencia, Nosotros somos los inmediatos responsables de Enseñar al mundo lo que Dios es por medio de un testimonio fructífero, saturado con los frutos del Espíritu. ¡Amén!

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