julio 24, 2011

Hacedores de la Palabra de Dios

“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22). Dios no está interesado en que usted escuche meramente la Palabra, sino en que la Palabra produzca una transformación en usted. El término logos traduce al hebreo dabar, aunque en los libros proféticos suele traducirse dabar por el griego rhéma. La Palabra posee un poder semejante al del Dios que la formula El vocablo logos significa palabra. Marcos nos dice que Jesús predicaba la Palabra a las multitudes (2:2). En la parábola del sembrador, la semilla era la Palabra (4:14). La tarea de Pablo y de sus compañeros era predicar la Palabra (Hechos 14:25). La Palabra juzga y purifica; corrige lo erróneo y exhorta al ser humano a conducirse rectamente. Purifica en el sentido de que procura desarraigar los viejos defectos e infundir aliento para ir en pos de nuevas virtudes. La Palabra es la que le da al hombre la oportunidad de creer; y, habiéndola oído, tiene el deber de darla a conocer a otros. La Palabra es el agente del nuevo nacimiento. El logos debe ser oído. El cristiano tiene impuesto el deber de escuchar. Entre las múltiples voces del mundo, el creyente debe afinar el oído para distinguir el mensaje de Dios. El cristiano nunca tendrá la oportunidad de conocer a Dios si, primero, no escucha. Hay una forma de escuchar que es puramente superficial. Es cuando la Palabra resbala y no hace el efecto. Una palabra puede ser oída, aceptada, pero si usted no les da cabida en su corazón se borrará con el paso del tiempo. El mensaje cristiano debe ser deliberadamente retenido. Ha de ocupar en la mente un lugar privilegiado. Ha de pensarse en él, meditarse, para que nunca se pierda. Cada hombre tiene su propio círculo de pensamientos e ideas en que vive, se mueve y tiene su razón de ser; en que descansa su vida y por el que dirige sus actividades. El mensaje cristiano debe ser aquello en y por lo que un hombre viva. Este no debe ser solo materia de conocimiento; debe ser dirección para la vida. Se realiza en la acción, no en la especulación. Demanda obediencia. No es meramente algo para pensar; es una ética y una ley para ser acatadas. Una persona demuestra que ha aceptado el mensaje, viviéndolo. El logos impone deberes. No es algo que una persona acepta, y nada más; es algo que debe llevar a otros. Es algo por lo que debe estar dispuesto a consumir su vida. La proclamación del logos debe ser hecha con autoridad y con certeza. El mensaje cristiano comienza con la proclamación, pero debe continuar con la explicación. Hay muchas personas que no saben lo que significa ser cristiano ni lo que el evangelio representa. Las tentaciones, los impulsos, y las pasiones de la vida, pueden hacer que una persona olvide el mensaje cristiano poco después de oírlo. Las actividades, los afanes y placeres de la vida pueden tomar tanto de la existencia de una persona, que el mensaje cristiano se ahoga en ella. Cuando un hombre comienza a escucharse a sí mismo y, deja de escuchar a Dios, su versión del mensaje cristiano será distorsionada e inadecuada. Siempre que olvide someter sus conceptos e ideas a la prueba de la Palabra del Espíritu de Dios, producirá una versión del mensaje cristiano que será suya, pero no de Dios. Es fácil desplazar el mensaje cristiano, y obscurecerlo con interpretaciones humanas, complicar su sencillez basándose en condiciones, reservas y aclaraciones. Siempre que consideremos el mensaje cristiano como algo con lo que tenemos que efectuar un acuerdo, más bien que como algo a lo que nos tenemos que rendir, corremos el riesgo de hacerlo ineficaz. Cuando examinamos el contenido del mensaje cristiano, empezamos a apreciar, como nunca, las riquezas de la fe. El mensaje cristiano es una palabra de buenas nuevas y conduce al hombre a descubrir el amor de Dios. Es una palabra de verdad e infunde seguridad al hombre. Es una palabra de vida y capacita al hombre para dejar de existir y comenzar a vivir. El mensaje cristiano es una palabra de justicia que le enseña al hombre como practicar la bondad; le muestra lo que es misericordia; le da nuevas normas de vida; lo capacita para enriquecerlas y le da poder para cumplirlas. El mensaje cristiano es una palabra de reconciliación. Dios no se considera nuestro enemigo. Por la Palabra es quitada la enajenación del hombre. El mensaje cristiano es una palabra de salvación. Rescata al hombre de los lazos del mal. Es la palabra de la cruz. Es la historia de uno que murió por los hombres y de un amor que no se detuvo ante el sacrificio. ¡Amén!

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