julio 29, 2011

Enfrentando oposición

A menudo el poder y la autoridad de Jesús fueron desafiados durante su ministerio terrenal. Después que fue bautizado, su poder fue desafiado por Satanás a través de una serie de tentaciones (Mateo 4:1-11). Satanás está detrás de cada circunstancia para tratar de impedir el flujo del poder de Dios en nuestra vida. Muchas de las oposiciones que enfrentamos vienen a través de otras personas, pero siempre debemos recordar que no son las personas las que se oponen a nosotros. Ellas son usadas por el príncipe de la potestad del aire para herirnos, turbarnos y dañar nuestro testimonio. Satanás es la fuerza que opera en contra nuestra, es nuestro enemigo. No cometa el error de pensar que porque usted está lleno del poder de Dios será amado por todos. “Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos” (Marcos 5:17). El rechazo del Señor y de su poder transformador nos da a conocer que esta gente se preocupaba más por sus bienes materiales, representados por una piara de cerdos, que por la liberación del endemoniado. No pudieron soportar la presencia de Jesús; de modo que le rogaban que se retirara de su tierra. Los escribas y fariseos se opusieron a Jesús porque él no estaba de acuerdo con sus tradiciones religiosas. Ellos esperaban que Jesús, como líder religioso, impusiera la pureza ritual entre sus discípulos. Jesús experimentó la oposición porque su enseñanza no coincidía con las tradiciones de los hombres. La manifestación del poder de Dios no es aprobada por muchas denominaciones religiosas. Pero lo que necesitamos no es más religión, sino más poder del Espíritu. Los religiosos cuestionaron la autoridad de Jesús porque él era el hijo de un carpintero de Nazaret: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, le vienen a éste todas estas cosas?” (Mateo 13:55-56). Los residentes de Nazaret donde Jesús creció lo conocían desde niño y habían estado relacionados con su familia, y no podían creer su mensaje. No les prestaron atención a su mensaje porque no podían ver más allá del hombre. La sabiduría con que hablaba y los prodigios que realizaba estaban fuera de su comprensión. Cuando nos reunimos para escuchar la Palabra de Dios debemos acercarnos con una viva expectación, y pensar, no en la persona que va a hablar, sino en el Espíritu que habla por medio de ella. “¿De Nazaret puede salir algo bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve” (Juan 1:46). La incredulidad ciega a las personas a la verdad y le roba (hurta) sus esperanzas. Cuestionaron la autoridad de Jesús una y otra vez. “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio esta autoridad?” (Mateo 21:23). Usted será rechazado por aquellos que sienten que usted no pertenece a la tribu, clan, o nivel social al que ellos pertenecen, o porque no tiene una educación formal como ellos la tienen. Será rechazado porque no ere un egresado del seminario o de una universidad bíblica o porque no tiene las credenciales de una denominación reconocida. Pero es mucho más importante tener la credencial del poder del Espíritu Santo y esa era la credencial que Jesús tenía. Procuremos ser hombres y mujeres aprobados por Dios. “Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” (Hechos 2:22). El poder demostrado por Jesús no dependía del sistema de doctrinas sostenidas por los líderes religiosos de la época. Sus enseñanzas no estaban de acuerdo con las teorías y creencias que ellos habían desarrollado. Él enseñó con autoridad, no con la monotonía ni con una mente embotada como enseñaban los Escribas. Nos van a acusar de ser personas demasiados emotivas o de enseñar con demasiada rigidez y autoridad. Algunos nos aconsejarán que prediquemos mensajes más profundos, expositivos, teológicos y con menos emotividad. Pero recuerda lo que Pablo dijo: “Ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Corintios 2:4-5). La predicación de Pablo estuvo acompañada de prodigios, y del poder transformador del Espíritu. Los corintios lejos de experimentar una conversión intelectual debido a la sabiduría humana, ellos recibieron el Espíritu, que hizo patente su presencia por medio de diferentes dones espirituales. El poder de Dios es desafiado por aquellos que están viviendo en el error: “Entonces respondió Jesús y les dijo: Erráis porque no conocéis las Escrituras, ni tampoco el poder de Dios” (Mateo 22:29). Podemos ser desafiados por aquellos que están viviendo en el error porque ellos ignoran la Palabra y niegan la eficacia del poder de Dios. Enfrentamos la oposición de Satanás cuando tratamos de vivir una vida de fe y poder. Cuando caminamos por la fe irritamos a los hombres carnales y naturales. Esteban era un hombre de fe y era lleno del poder del Espíritu (Hechos 6:8). Su estilo de vida y testimonio irritaba a los líderes religiosos de su tiempo de tal manera que ellos: “Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él” (Hechos 7:54) y lo apedrearon hasta la muerte. Cuando nos movemos más allá del punto de bendición espiritual y comenzamos a vivir en el poder y la autoridad del reino, seremos desafiados por Satanás. “Porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados, contra autoridades, contra los gobernantes de estas tinieblas, contra espíritus de maldad en los lugares celestiales” (Efesios 6:12). Satanás no es afectado por la lógica, intelecto, o debate teológico. Jesús no gastó tiempo argumentando o debatiendo sobre Su autoridad espiritual. No huyamos, enfrentemos la oposición de Satanás con el poder de Dios. Cuando Jesús entró en la casa de Jairo para sanar su hija él se enfrentó a espíritu de incredulidad. Él no permitió que esto lo detuviese. Él no huyó de la casa lleno de terror o en derrota. Él se enfrentó a la oposición y cumplió el propósito para el cual él había venido. Jesús ha delegado su autoridad en nosotros. Él dijo “yo le he dado poder sobre todo el poder del enemigo”. Cuando enfrentemos un desafío, usemos la autoridad espiritual que nos ha sido dada, en el nombre de Jesús y por el poder de la Palabra de Dios. ¡Amén!

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