junio 22, 2014

El Verbo: Su preexistencia y encarnación


(Juan 1:1-18)

Como todas las neblinas de la filosofía especulativa acerca del origen del universo material se disipan ante la revelación del capitulo uno de Génesis, así todas las herejías acerca de nuestro Señor y la redención eterna efectuada por él se  disipan como resultado de la revelación expuesta por Juan. A pesar de que Jesús tomó por completo nuestra humanidad y vivió como un hombre, nunca dejó de ser el Dios eterno, el creador y sustentador de todas las cosas, la fuerza que une la creación y la fuente de la vida eterna. Si no podemos o no creemos esta verdad básica, no tendremos la fe suficiente para confiarle nuestro destino eterno a Jesús.
En este texto se nos revela de manera explícita  la eternidad absoluta de su ser: "En el principio era el Verbo." El Verbo, es la palabra interior de Dios, su sabiduría, y su imagen perfecta. La infinidad de Cristo en relación con el tiempo es su eternidad. Cristo ha existido siempre, y siempre existirá. Además nuestras nociones del tiempo no le son aplicables (2 Pedro 3:8). Por otra parte, no debemos por ello llegar a la conclusión de que el tiempo es algo irreal o carente de importancia. Nuestros tiempos están en Sus manos, y es a través del curso de los años que Él manifiesta Su obra. Cristo permanece invariable porque él es inmutable; pero la creación y la redención efectuada en el tiempo producen resultados en nosotros para la eternidad. Toda la luz y sabiduría que hay en nosotros, no es más que un rayo, y un reflejo de la luz y de la sabiduría de Dios. Es esta luz la que resplandece en medio de las tinieblas del error y del pecado para proporcionarles a los hombres una salida. La luz de Cristo nos ilumina interiormente, él alumbra la razón y la conciencia del hombre para que descubra sus obligaciones. El Señor quiere que vea las obras y la sabiduría de Dios, y así como un ciego no ve la luz del sol, por más brillantes que sean sus rayos; nosotros no podremos ver la luz de Dios sino es por medio de Cristo.
La personalidad distinta de su ser: "Y el Verbo era con Dios".  La unidad de Dios no excluye en absoluto la distinción entre las Personas de la divinidad. Ya el AT deja entrever esta distinción, aunque ciertamente de una manera velada, ya que era sobre todo la unidad de Dios lo que debía ser destacado frente al politeísmo. Incluso si no se quiere tomar en cuenta la forma plural “Elohim” unida a un verbo en singular, hay textos en los que el nombre de Dios es aplicado al Mesías (Salmos 45:7-8; Isaías 9:5-6). Proverbios 8; nos presenta a la sabiduría como a un ser personal, y no como si fuera una simple abstracción, hasta tal punto que, desde el mismo marco de referencia del judaísmo, muchos filósofos llegaron a la conclusión de la existencia de un mediador.
La naturaleza y la esencia de la deidad de su ser: "Y el Verbo era Dios. Está escrito de una manera expresa que el Mesías es el Hijo de Dios, y que es él mismo es Dios (Isaías 9:5-6). Es a Jehová a quién Judas vende por treinta monedas de plata (Zacarías 11:4, 13), el Salvador de Jerusalén se presenta como Dios, como el Ángel de Jehová y como el representante de la casa de David (Zacarías 12:8) es el mismo Jehová que dice: “Y mirarán a mí, a quien traspasaron" (Zacarías 12:10). El pastor herido recibe el nombre de "compañero de Jehová” (Zacarías. 13:7) y se afirma de una manera expresa la eternidad del Mesías (Maqueas 5:1). Los escritores del NT atribuyen a Cristo los títulos y atributos divinos. Enseñan que se le debe rendir adoración. Él es Dios manifestado en carne.
Él es el creador de todos y así mismo nuestro redentor. Por él todas las cosas llegaron a existir. No hubo ningún desarrollo por casualidad. Él es el creador de la vida vegetal, animal y espiritual. No sólo en él vivimos, nos movemos y somos, también desde el principio el Hijo de Dios es la fuente y la causa de la vida. Él es la luz del mundo. La única luz verdadera. No hay conocimiento de Dios ni revelación de Dios sino es por el Hijo. El hombre no puede descubrir las cosas de Dios. No puede verle. El Verbo fue manifestado en carne. Llegó a ser un verdadero hombre. Esta es una doctrina vital, "Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que  Jesucristo a venido en carne."
El propósito de la encarnación fue el de traer la gracia y la verdad a los caídos. Los que reciben esta misericordia y revelación obtienen el derecho de ser hijos de Dios de manera sobrenatural. Jesucristo, lleno de gracia y de verdad, es el principio y fuente de todas las gracias que les son dadas a los hombres. Todo lo que recibimos, los recibimos en Cristo por medio de Su gracia; recibimos: “gracia sobre gracia” y este es un don tan grande, tan rico, tan inapreciable; es la buena voluntad de Dios para con nosotros, y la obra de Dios en nosotros. La ley de Dios es santa, justa y buena; y debemos hacer  un uso apropiado de ella. Pero no podemos derivar de la ley el perdón, la justicia y  la fuerza que necesitamos. Conocemos la misericordia de Dios por medio de Jesucristo, ningún hombre puede ir al Padre sino no es por Él; nadie puede conocer a Dios sino es por medio de Él,  lo dé a conocer en el Hijo unigénito y amado. Es él quien envía el poder renovador y purificador del Espíritu Santo. Es Jesús quien bautiza con el Espíritu Santo, él nos llena y reviste con el poder que nos capacita para predicar el Evangelio.  ¡Amén!

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