junio 21, 2014

La Unción que Anhelamos

Colosenses 1:26-27)

“El misterio oculto desde los siglos y edades, pero ahora manifestado a sus santos, a quienes quiso Dios dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es el Mesías en vosotros, la esperanza de gloria”. Al ser liberados, esto es, transferidos a un nuevo reino, podemos conocer y experimentar el gozo de una nueva relación con Dios a través del poder de la cruz, y reanudar nuestras vidas sometiéndonos a la voluntad del Señor, a través del poder del Espíritu Santo. Por esto mismo, vivir en el reino de Dios trae consigo una doble esperanza: la vida eterna con Cristo y la promesa de poder al “comenzar una nueva vida” en el reino de Dios. . Antes de nuestra conversión, erramos, al igual que los demás gentiles, gentes sin esperanza, sin Cristo, sin Dios en el mundo; ahora, unidos a Cristo, formamos con El un cuerpo único; caminamos confiados hacia “la gloria” celestial, donde nos espera Cristo.
Antes de ser lleno del Espíritu, debemos tener la certeza de que deseamos que esto acontezca.  El Espíritu Santo se opone a la manera fácil de vivir la  vida y se opone a la masa heterogénea que vive dentro de los límites de la religión. Él tiene celos de nosotros para nuestros propios bien. Jamás no permitirá ser egocéntricos ni ostentosos ni vanagloriosos o exhibicionistas. Hará incluso, que personas justas nos prueben, nos disciplinen, y nos castiguen por amor a nosotros mismos y a nuestras almas. Nos privará de muchos de aquellos placeres inciertos que otros suelen disfrutar.
El Espíritu de Dios no tolerará pecados como el amor propio ni la autocomiseración ni el egoísmo ni la autoconfianza ni el fariseísmo, ni la  autoexaltación ni  la  autodefensa basada en mentiras y falsedades. Él irá envolviéndonos en un amor tan inmenso, tan poderoso, tan amplio, y tan maravilloso que nuestras pérdidas serán para nosotros ganancias, y nuestros pequeños dolores y aflicciones, serán momentos de alegrías y de felicidad. Desde luego, que la carne se opondrá y protestará; censurará la obra del Espíritu y la considerará como un yugo muy pesado. Pero tendremos el honor de disfrutar del solemne privilegio de llenarnos del poder sobrenatural de Cristo.
El camino de la cruz nunca es fácil. La timidez espiritual de aquellos que temen mostrar la cruz en su verdadero carácter no debe ser justificada bajo ninguna razón. El deseo de ser lleno del Espíritu debe ser extremadamente profundo. Debe ser la cosa más importante de nuestras vidas. No merecemos la unción que anhelamos, debemos desvincularnos de los intereses pasajeros de la vida y enlazar los intereses eternos.
Los que se llenen del Espíritu, deben saber, que Dios exige que abramos nuestro ser como un todo, que nos sometamos, que liberemos nuestro corazón de aquellos desechos adámicos que se han acumulado en nosotros a los largo de nuestra existencia; abramos todos los compartimentos de nuestro ser para nuestro invitado celestial. El Espíritu Santo es una persona viva y debe ser tratado como tal. Nunca debemos pensar de él como una energía ciega ni como una fuerza impersonal. Podemos agradarle, entristecerlo o callarlo como lo hacemos con cualquiera otra persona. Él responderá a nuestro tímido esfuerzo por conocerlo y vendrá a nuestro encuentro en medio del camino. Lo que necesitamos en esta vida, es ser habitado, dirigido, enseñado y fortalecido por Su poderosa Persona. Para ser lleno del Espíritu se requiere, que vivamos de acuerdo con la Palabra de Dios. Debemos meditar de día y de noche en las Escrituras, debemos amarla, deleitarnos con ella y digerirla. Aun cuando las actividades de la vida exijan tu atención, mantén siempre en tu mente la Palabra de Dios.
Para agradar al Espíritu que habita en nosotros, debemos mantener una buena relación con Cristo. La obra presente del Espíritu es honrar a Cristo, y todo lo que Él hace tiene esta tarea como su principal propósito. Debemos hacer que nuestros pensamientos sean un santuario [limpio, puro] para que él habite. Él habita en nuestros pensamientos, los pensamientos deshonrosos le son repulsivos y abominables. La fe que tenemos debe continuar siendo firme por más difícil e  inestable que sea nuestros estado emocional.
La vida en el Espíritu no es un lujo que debe ser disfrutado por determinados cristianos extraordinarios y privilegiados que, por casualidad, son mejores y más sensibles que el resto. Al contrario, es el estado normal para todo hombre y mujer remido por la sangre de Cristo. El Espíritu Santo mantendrá sobre usted una estricta vigilancia y, con un celoso amor, lo reprobará por sus palabras, o por sus sentimientos indiferentes, o por mal gastar su tiempo, esas cosas que parecen no preocupar a los demás cristianos.
Habitúese a la idea de que Dios es un soberano absoluto que tiene el derecho de hacer lo que le plazca con aquellos que le pertenecen y que no tiene porque explicarle las infinidades de cosas que  Él hace porque esto puede confundir su mente. Usted tiene que entenderse directamente con el Espíritu Santo acerca de esas cosas. ¡Amén!

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