septiembre 04, 2014

El camino a Su presencia

(Hebreo 10:19-22).

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”. Entramos a la presencia de Dios a través del velo, es decir, a través de la humanidad de Jesús. Es una idea difícil, pero lo que esto quiere decir es que: En el tabernáculo, había un velo delante del Lugar Santísimo que ocultaba la presencia de Dios. Para que los hombres pudiésemos entrar a la presencia del Señor, el velo tenía que ser rasgado. La humanidad de Jesús era la que velaba Su divinidad. Fue cuando fue rasgado Su cuerpo en la Cruz cuando pudimos ver realmente a Dios. Jesús mostró [nos reveló] a Dios a lo largo de toda Su vida; pero fue en la Cruz donde se reveló totalmente el amor de Dios. Al rasgarse Su cuerpo el Lugar Santísimo quedó abierto –el acceso a la presencia de Dios quedó completamente abierto. En la cruz se nos reveló plenamente la grandeza de Su amor y se nos ha dado definitivamente acceso a Dios por medio de la fe en Su Hijo.
El Lugar Santísimo está abierto para que nosotros podamos entrar en él, para morar y servir a Dios en su misma presencia. La sangre del Sacrificio de Jesucristo, es la garantía y la que nos da  libertad para entrar. Ahora ¿Cuál es el camino? Este camino, el único camino, el camino infalible, es un camino nuevo y vivo, que Jesús abrió... La libertad que tenemos por Su sangre, es la libertad de acceso que Jesús obtuvo, cuando consideramos su muerte como la de nuestro sustituto, Jesús hizo lo que nosotros no podíamos hacer para nuestra redención.  El camino nuevo y vivo, a través del velo, esto es, de su carne, hace referencia a su muerte, porque fue a través de su muerte que Jesús abrió el camino hacia la presencia de Dios. La muerte de Jesús significo la inauguración del santuario celestial, el inicio del nuevo pacto, y la apertura de un nuevo camino para entrar en la presencia y en comunión con Dios. Todo el que acepta la sangre del pacto eterno, debe aceptar, también, el camino. Y ¿cuál es este camino? El velo que separa al hombre de Dios es la carne, la naturaleza humana bajo el poder del pecado. Cristo vino en semejanza de carne de pecado y permaneció con nosotros, fuera del velo durantes treinta y tres años y seis meses. En los días de su carne, fue tentado como uno de nosotros; ofreció oración y suplica con gritos y lágrimas. Por lo que padeció aprendió la obediencia. Él sometió su propia vida a la muerte para hacer la voluntad de Dios. A  través del velo rasgado de su carne, su voluntad, su vida etc., entró en el Lugar Santísimo.
A través del velo rasgado Jesús se elevó al trono de Dios y éste es el camino que abrió para nosotros. El mismo camino en que Él, como sustituto nuestro, realizó nuestra redención, es el camino que nos ha abierto para que andemos en él, el camino de la obediencia a la voluntad de Dios. Cristo sufrió por nosotros, dándonos el ejemplo para que sigamos sus pasos. Su camino es nuestro camino; de la misma manera que Jesús no podía entrar en el Lugar Santísimo, si no era por el camino del sufrimiento, obediencia y sacrificio, nosotros tampoco podremos entrar, si no, es por el mismo camino.
Pablo dice: “Llevando en el cuerpo la muerte de Jesús para que la vida de Jesús sea también manifestada en nuestro cuerpo”. El camino al Lugar Santísimo es el camino del velo rasgado, el camino del sacrificio y la muerte. No hay otro camino, excepto el camino de Jesús: todo aquel que acepta la obra terminada de Jesús acepta lo que constituye su poder redentor y esto significa destruir el pecado por medio del sacrificio. La muerte de Cristo fue algo enteramente nuevo, y así también su vida resurrecta, una vida fuera de la muerte, tal como nunca se había conocido. La muerte y la nueva vida constituyen, un camino de vida por el cual podemos acercarnos a Dios. Lo mismo que cuando Cristo habló de tomar su carne como alimento diario, también aquí, cuando el Espíritu Santo habla de tomar el velo rasgado de su carne como nuestra vida diaria, muchos dicen: Esto es difícil; ¿quién puede escucharlo? ¿Quiénes pueden ser salvos? Para los que obedecen y creen, todo es posible, porque es un camino nuevo y vivo. La palabra significa: reciente, fresco, un camino que no se marchita ni se hace viejo, sino que siempre retiene su perfección y frescura iniciales.
Un camino siempre requiere que el que avanza por él lo haga con sus propias fuerzas; no imparte vida ni fuerza. Per este camino, el camino de la obediencia, el sacrificio, el sufrimiento, la muerte, por difícil que parezca,  es un camino vivo. No sólo está abierto, sino que proporciona la fuerza necesaria para hacer progresar al viajero. El peregrino actúa en el poder de la vida perdurable, de la cual Cristo fue hecho Sumo Sacerdote. El Espíritu, hizo posible que Cristo, abriera el camino; y es el Espíritu quien con su poderosa energía satura este camino y sopla en el viajero la vida divina. Cuando somos hechos partícipes de la vida de Cristo, cuando vamos a Dios por medio de El,  la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, toma posesión de nosotros, y en su fuerza seguimos sus pisadas. Seguimos el único camino que nos puede hacer libres de nuestra naturaleza caída, de la maldición y del poder del pecado. Jesús se negó a sí mismo y no quiso hacer nada para agradar a la naturaleza que había tomado, aunque en El no era pecaminosa. Renunció a su propia voluntad para hacer sólo la voluntad de Dios. Acepta la voluntad de Dios, obedece la voluntad de Dios en todo el orden de la naturaleza según su Palabra.  Procura hacer la perfecta voluntad de Dios siguiendo la dirección del Espíritu Santo. Y que la voluntad de Dios sea el único objetivo de tu vida. Cuando le conocemos a Él en su muerte y en el poder de su resurrección, Él nos conduce en el poder del Espíritu Santo. ¡Amén!

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